La fantasía puede ser algo más que la ruta marcada por otros. Debería ser un universo de universos donde cupiesen todas las posibilidades de la imaginación. En algunas ocasiones, puede ser épica y severa como El Señor de los Anillos, en otras, oscura y descarnada como Canción de Hielo y Fuego.
Por el camino, pueden haber multitud de caminos: Conan el Bárbaro, Las Crónicas de la Dragonlance, Narnia, la Primera Ley, Malaz, El Archivo de las Tormentas, Spiderwick… Y no hay nada malo en optar por una fantasía digna de cuento de hadas como proponen La princesa prometida, Stardust o Willow, tanto la película como su reciente serie.
Willow: la película
En 1988, Ron Howard dirigía Willow, película donde George Lucas buscaba hacer un homenaje a la fantasía, igual que Star Wars lo fue a la space opera e Indiana Jones a los seriales de aventuras. Recordada por varias generaciones (muchos la vimos en las continuas reposiciones televisivas), aquella aventura se nos quedó grabada por su aire optimista (sin sacrificar ciertos elementos oscuros; que para algo inspiraron The Green Knight), la mágica música de James Horner y toda aquella idea de trasladar un mundo de cuento de hadas a la gran pantalla.
La serie de #Willow es un cántico a la fantasía sin ningún tipo de prejuicio Share on XAunque ha llovido mucho desde entonces, debemos recordar que no fue hasta 2001 cuando el género fantástico logró imponerse con una visión fascinante y sin límites en la gran pantalla gracias a El Señor de los Anillos, adaptación de las novelas de J. R. R. Tolkien de las que George Lucas, curiosamente, bebió tantísimo para Willow.
Y es que la película protagonizada por Warwick Davies, Val Kilmer y Joanne Whalley era, en el fondo, una pequeña partida de Dragones y Mazmorras para los más jóvenes, una de esas cintas a las que volver bajo la mágica melodía de nuestro protagonista. Y no hay nada malo en eso.
¿Era Willow de 1988 una obra maestra? No. ¿Era una película seria? No. ¿Era extrañamente kitsch cuando quería? Sí. ¿Era locamente divertida? Sí. ¿Por qué entonces deberíamos esperar que la serie de Disney+ que ha retomado la trama del ’88 fuese lo que la cinta original nunca fue? ¿Por qué tiene que ser La Casa del Dragón cuando ni siquiera jugó nunca en esa liga del grimdark? No lo entiendo y creo que los que defienden eso tampoco entienden realmente de lo que va la serie de Willow.
Willow: la serie
La serie de Willow es un cántico a la fantasía sin límites, a las aventuras, a la magia despendolada y sin ningún tipo de vergüenza. Sus personajes son encantadadores y carismáticos. Sus villanos se emparentan con una pesadilla entre Lovecraft, Dragones y Mazmorras, Clive Barker y los Nazgûl. El mundo es grande, tan grande como quería ser la película de los ’80 y no pudo. Y es tan rara e incluso bizarra que ¿cómo no va a gustarnos?
Incluso cuando aparecen leñadoras que no sabemos si encajan, alguna canción que a saber por qué o cuando hay escenas de acción que no hay quien las entienda… Incluso entonces, cada diálogo, cada disparate, cada fibra de su corazón hace de Willow una fantasía deliciosa.
Y no solo eso. No creo que se quede en un mero divertimiento para nostálgicos. El camino del héroe está claro y podemos encontrar muchos paralelismos con el viaje de otra heroína de Lucasfilm, nuestra Rey. Pienso que George Lucas habrá disfrutado bastante de esta serie que explora algunas ideas que, en su día, no se pudieron incluir en la película original. Jon Kasdan se nota como un fiel heredero de las ideas de Lucasfilm sobre la fantasía. Y para mí, todo lo que haga feliz a Lucas, alguien que nos ha dado tantos mundos, bien se merece mi aprobado.
Made in Lucasfilm
También hay una interesante reinvención de algunos tópicos de los cuentos de hadas: aquí la princesa no es capturada por los malos, sino el príncipe y es su hermana, de armas tomar, la que organiza un grupo para ir a por él. No será el colmo de la originalidad, pero lo pasamos genial.
Además, hay una subcapa hábilmente tejida de mitos y arquetipos, igual que hay multitud de extraños guiños lovecraftianos, como el Pnakótico que haría las delicias del bueno de Randolph Carter.
Pero también hay espacio para el amor, el aprendizaje, las luchas, la búsqueda de esperanza… No está de más recordar todo esto de vez en cuando.
Cabe destacar que, como bien me han señalado algunos amigos, Willow tiene un toque young adult. Muchos me lo han dicho como defecto y yo lo veo como una virtud. La fantasía también puede ser para los adolescentes y no hay ningún problema. A mí no me ha molestado su aire simpaticón y bromista, ni la inclusión de canciones reversionando clásicos dispares (destaco los primeros acordes de Enter Sandman de Metallica al final de cierto capítulo).
La magia de Willow
En Internet he leído que la serie de Willow es como una caricia para todos los fans que amamos la fantasía sin límites, con sus defectos y sus virtudes. Y sí, creo que es una especie de gran homenaje a todo lo que significa para nosotros un género que no debería tener fronteras.
Lo logra tanto un guion que sabe cuándo tomarse en serio y cuándo en broma, una fotografía que va ganando enteros (al igual que la dirección de Jamie Childs, quien estuvo tras Sandman) -aunque no siempre el montaje ayuda-, y unos efectos especiales que van de cumplidores o sorprendentes como en los dos últimos episodios.
Si añadimos el homenaje que James Newton Howard y Xander Rodzinski hacen a la banda sonora original, al igual que todos los guiños que hay a la película del ’88, ¿qué más se le puede pedir?
La compañía de Elora
Pues se le puede pedir un buen reparto que se lo pasa bomba jugando con estos personajes y están cómodos en todo momento. Ya querría la terrible y deshonesta Los Anillos de Poder o cualquiera de esas «cosas» hechas por Disney en «live action» a partir de sus clásicos como Maléfica para conservar los derechos de sus franquicias.
Aparte de que es un placer volver a ver a Warwick Davies (aquí a lo Mark Hammill de las secuelas de Star Wars) -que espero que siga teniendo más escenas en la segunda temporada, aunque esta serie va de la siguiente generación- y Joanne Whalley como Sorsha, las nuevas caras del casting son estupendas.
Desde la guerrera Kit (Ruby Cruz) y su amada guerrera Jade (Erin Kellyman) pasando por el robaescenas Boorman (Amar Chadha-Patel) o el redimido príncipe Greydon (Tony Revolori), todo el conjunto de intérpretes está estupendo, aunque no podemos olvidar a la protagonista, la joven hechicera en prácticas Elora Danan (Ellie Bamber). Sus juegos de palabras, sus discusiones, sus confidencias, hacen que acaben cayéndote bien, ¿y quién puede decirles al final que no?
El viaje no acaba
La serie termina prometiendo dos volúmenes más para esta aventura y aguardo que lleguen a estrenarse. En esta época donde todo parece que ser de una manera, me alegro de que Jonathan Kasdan, hijo de Lawrence Kasdan (habitual de Lucasfilm), haya optado por todo lo contrario, por una obra fuera de su contexto histórico, más dedicada a los jóvenes y a todos los que conservan todavía un corazón joven. Willow, al fin y al cabo, no deja de ser una despendolada y mágica partida de rol entre amigos, que supera los toques chabacanos de otras obras que intentaron ser eso, como Vox Machina.
En conclusión, me lo he pasado genial con Willow. Es una serie de fantasía que es como el Dustin de Stranger Things, el amigo al que quieres aunque no sea perfecto, insisto: ¿cómo podría caerte mal alguien que flipa con los juegos de rol y la fantasía? En estos tiempos donde parece que todo tiene que tener una ruta y una pauta, Willow ha recibio más odio de la cuenta, pero si algo nos han demostrado sus personajes es que siempre se puede vencer a monstruos, desde el troll hasta el Wyrm.
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