«Soy un puto hipócrita, porque cuando las cosas se ponen feas, rezo pidiendo ayuda. Además, esta noche pinta muy fea. Y necesito ayuda. Necesito alguna razón para seguir luchando. Por mucho que lo intente, la voz mala no descansa. Estoy perdiendo esta pelea»-Marcus.
Durante los últimos años, Clase letal (Deadly Class) ha demostrado ser un cómic capaz de trascender su potente premisa (una escuela de asesinos) para convertirse en una crítica de nuestra sociedad desde los años ’80 hasta el presente. Donde algunos querrían ver solo un ejemplo de dark academy, otros hemos visto una crítica de la música, el cómic, el cine, las modas… y también una serie reflexión sobre la vida, la muerte y todo lo que da sentido a ambas, con una fuerza entre El club de la lucha, American Psycho, Trainspotting y un cómic de Frank Miller o el Mata a tu novio de Grant Morrison.
En clave de bildungsroman, Rick Remender y Wes Craig nos cuentan la historia de Marcus, un adolescente de catorce años que pasa de malvivir en las calles a formar parte de King’s Dominion, una escuela de élite para asesinos. Durante doce tomos, creceremos con él y afrontaremos su vida, marcada por la muerte, los asesinatos y las traiciones.
Entre asesinos
«No voy a morir aquí. No después de todo lo ocurrido. No voy a desaparecer sin más».
Una de las decisiones más valientes que toma el equipo artístico tras Clase letal es no conformarse con el punto de partida (presentando a los diferentes grupos de adolescentes como bandas: los Soto Vatos, los pijos, la mafia sureña…), sino seguir expandiendo la historia de Marcus.
Mientras que historias como Hay algo matando niños han terminado evolucionando a partir de su premisa y no han dejado de salir productos derivados, gran parte de Clase letal se centra en Marcus o en sus personajes más cercanos, como Saya o María. Eso permite que la historia respire de un modo natural y jamás se pierda en los dimes y diretes de su detonante dramático.
Clase letal supera su premisa para convertirse en un cómic que reflexionó sobre la vida, la muerte, la música y mucho más. Share on XAsí, Remender y Craig nos ofrecen una reflexión sobre la adolescencia, las drogas, la violencia, la música, los años ochenta, la pobreza, las tribus urbanas… Muchas veces, la voz en off me resulta cansina en los cómics, pero no en Clase letal, porque aquí me importa lo que Marcus, como si fuera Hunter S. Thompson, nos cuenta sobre su vida.
Puñales por la espalda
Uno de los aspectos positivos de Clase letal es que no hay héroes, todos los personajes son tremendamente humanos y acaban cometiendo errores a lo largo de su vida. Su pasado y su futuro queda marcados por sus actos y cómo no pueden escapar de lo que, en apariencia, les guste o no, son.
Por el camino, es fascinante el juego de alianzas y traiciones que entablan los personajes, las revelaciones sobre su pasado, los puntos de humor mordaz y el carisma de cada uno de sus personajes, como Marcus, Saya y compañía. Lo mejor es saber que cualquiera de ellos puede llegar a dar una puñalada por la espalda cuando haga falta.
«A finales de los ochenta y principios de los noventa, Phoenix era un lugar muy violento y, si destacabas en una ciudad como aquella, lo más probable es que acabarás mal; por eso, muchos de mis amigos fueron víctimas de apuñalamientos y tiroteos. Yo mismo fue testigo de cómo le pegaban un tiro a un hombre en la cabeza, a un amigo mío le dispararon por la espalda mientras intentaba huir de un tiroteo, también tuve un amigo que sufrió una sobredosis de heroína y que luego se saltó los seos de una balazo, a otro lo apuñalaron y a mí, personalmente, unos pandilleros me atacaron y me dieron una paliza brutal en dos ocasiones. La violencia era algo a lo que te acostumbrabas»- Rick Remender en el epílogo del primer tomo.
Remender continúa siempre la buena senda de Clase letal con unos tomos hiperviolentos, frenéticos, que nos transportan al battle royale de unos alumnos que deben matarse los unos a los otros si quieren sobrevivir y llegar al siguiente curso, o que deciden romper las reglas y vengarse del que inicio toda esta partida.
Mañana, cuando estemos muertos
“María me dijo una vez que la diferencia entre los amigos de toda la vida y los nuevos es que estos últimos aún no han tenido la oportunidad para decepcionarte. Me contó que todo el mundo la había decepcionado salvo yo. Lo único que pude pensar entonces fue: “Dame tiempo”- Rick Remender en “Clase letal”.
Puede que algunos que no se han acercado todavía a la obra, piensen que estamos ante un entretenimiento vacío y de serie b, pero no, no lo es. Si quisiéramos ver esta serie como una mera metáfora de la adolescencia, podríamos llegar a ver también cómo cada uno de estos personajes sufre diferentes hechos que los afectan gravemente. Lo importante no es tanto la historia, sino los personajes y cómo Remender los refleja.
A su vez, el carisma de Remender no está presente simplemente en el argumento, los diálogos o la voz en off, sino también a nivel de trama, en cómo nos cuenta la historia. Los saltos temporales nos ayudan a comprender el vacío de estos personajes. El comienzo de la serie tiene un ritmo más «lento» (muchos números transcurren en la escuela), pero en los últimos tomos, este se acelera y nos lo demuestra con páginas dobles donde aparece el año y, en su interior, alguno de los eventos históricos que marcaron esa década, como el 11 S.
El hijo del predicador
Clase letal se lee con avidez, siempre dejándonos con ganas de más, gracias a los cliffhanger y el interés que sentimos por esta serie que, como ya he dicho más de una vez, siento que es una heredera espiritual de Predicador de Garth Ennis y Steve Dillon. Lo es por el humor en ocasiones bastante cafre, también por los momentos hiperviolentos, pero también por el mensaje devastador que nos deja sobre lo que es la vida, la amistad y el largo viaje que emprende Marcus, similar al que emprendiese Jesse Custer.
Con respecto al dibujo de Wes Craig, nunca deja de ser estupendo, combinando un estilo bastante particular que encaja perfectamente con el tipo de historia que nos están contando. No se me ocurre otro dibujante que fuera mejor para esta serie. No solo es la capacidad de darle vida a estos personajes, sino también la fuerza que imprime a las escenas de acción, las persecuciones y cualquier otro momento que aparece en el cómic. El ojo se desliza por la página y uno no puede dejar de gozar con cada maldita viñeta de esta oda punk que es Clase letal.
Un cómic con carisma
Si Remender homenajea con su narración a Frank Miller (al que llega a citar el propio Marcus), Craig lo hace con su composición, muy deudora también del mundo de pioneros como Will Eisner, genios como Jim Steranko o el manga de Katsuhiro Otomo. Pero esto no va solo de guiños… Va de crear un buen cómic y ya le gustaría a muchas editoriales tener una serie como la que Image ha tenido con esta Clase letal que queda destinada a ser una de las grandes series del cómic de la última década.
Esto lo logra también gracias al destacable trabajo de composición de página que lleva a cabo Craig. Sería injusto, en este aspecto, saltarnos el coloreado de Loughridge. «Es realmente divertido hacer cómics que son de creación propia, ya que te permite sentarte con un amigo para colaborar y alumbrar algo nuevo», decía Remender sobre el trabajo de sus compañeros en la serie.
Loughridge utiliza colores en ocasiones chillones que agregan una paleta muy determinada a Clase letal. Y funciona a las mil maravillas. Un lector sabe cuándo está ante Clase letal y lograr ese nivel de personalidad en el cómic actual es más que loable.
«El objetivo del mundo es romperte. Es como una cinta transportadora que se traga cosas vivas. Las mastica y escupe los huesos. Nuestro objetivo es correr en dirección contraria para ver cuanto tiempo lo retrasamos. Por lo que parece, a mis amigos y a mí no nos queda muchos».
El desenlace
Clase letal concluye con su volumen doce y lo hace con una historia que nos cuenta la vida de los personajes a través de varios años que han modelado el mundo: 2008, 2015, 2020, 2023… Cada año es retratado con sus luces y sus sombras y cómo estos personajes quedaron marcados por hechos que nos marcaron a nosotros mismos: la elección de Obama, la llegada de Trump, el Covid y el Black Lives Matters, la deriva actual de todo nuestro mundo.
Con un par de golpes de efectos, muertes y despedidas, el desenlace es como la última canción de un grupo al que amas: la escucharás hasta el final, aunque pierda fuerza o el riff no sea el mejor del mundo, pero te darás cuenta, cuando vuelvas a casa, de todo lo que ha significado para ti esta música.
Y es que como todos los largos caminos, en ocasiones es mejor ese propio camino que la meta y si bien algunos lectores esperarían más acción, giros o golpes de efecto, en realidad, el final está en esas últimas páginas donde volvemos a la juventud de los personajes y estos reflexionan sobre el carpe diem, la vida y los finales felices. Puede que al final, todo vaya sobre eso, sobre volver a la época donde todo, absolutamente todo, era posible.
«No voy a morir aquí. No después de todo lo ocurrido. No voy a desaparecer sin más».
La adaptación televisiva
Deadly Class consiguió una gran fama al comienzo de su publicación y eso, en estos días, significa que fue adaptada al formato televisivo. Esta reseña no quedaría completa si no mencionase cómo se intentó llevar la aventura de Marcus a la pequeña pantalla. Lástima que no lograse todo lo propuesto en el tebeo.
Para la adaptación, se contó con los hermanos Russo, quienes no eran ajenos a la adaptación de cómics. Suya era El Soldado de Invierno, Civil War y el díptico formado por Infinity War y Endgame. Una pena que no pudiesen desarrollar la entidad que el tebeo sí tenía.
Si bien la serie consiguió críticas decentes, fue cancelada en su primera temporada. Una demostración de que aquello que funciona en el cómic (y tan bien) puede no funcionar en otros medios.
Conclusiones
Siempre que me han preguntado si el cómic podía contarme una historia interesante miraba hacia Clase letal y sonreía. Claro que sí.
Como una buena canción punk, Clase letal era un chute de adrenalina que nos permitió vislumbrar en las entrañas de la juventud, en conceptos como el amor y la muerte, como la amistad y la traición, como el poder y la debilidad. El viaje de un antihéroe como Marcus es el viaje que emprendemos todo nosotros, no el del héroe, sino el del perdedor.
Puede que Remender pudiera haber sido más valiente cuando en el tomo cuatro toma una decisión muy radical, pero más tarde enmienda la plana y, pese a todo, con el sabor agrio del tiempo y la cerveza, Clase letal logra siempre auparse como una serie que no solo trataba sobre psicópatas, sino sobre nosotros mismos.
«Resulta difícil creer que hayan pasado veintisiete años desde 1987. Menos mal que nunca he crecido, ya que si no, ahora podría sentirme muy viejo»- Rick Remender.
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