Killadelphia: cuando los vampiros toman el poder

«—¿Convertirse en vampiro también te convierte en gilipollas?
—Ah, no. Ya era así antes de morir…».

Un joven detective, James Sangster Jr., regresa a Philadelphia tras el asesinato de su padre, también policía. No es la primera muerte insólita que hay en la mayor ciudad de Pensilvania. En las sombras, un oscuro movimiento se alza para reclamar el poder. Y es así cómo Philadelphia pasa a recibir el nombre de Killadelphia.

La editorial Image publica este nuevo cómic de terror sobre vampiros y, en él, los noctívagos sirven como metáfora de la situación actual de Estados Unidos. El guion corre a cargo de Rodney Barnes, habitual del mundo televisivo, que logra contar una entretenida historia sobre las criaturas de la noche. Le acompaña el dibujante Jason Shawn Alexander, capaz de plasmar a través de las sombras los secretos de la sangre.

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Killadelphia ha sido nominada como mejor serie nueva en los Eisner. Utiliza al vampiro como metáfora de la política, pero sin conformarse con ser un simple panfleto.

Vampiros y asesinatos

Si bien comentábamos en la reciente Daphne Byrne de Hill House Comics que se percibía que su guionista Laura Marks no estaba habituada al mundo del cómic, Rodney Barnes sí hace un trabajo destacable.

Aunque no estamos ante una obra maestra del cómic de terror, sí estamos ante un tebeo disfrutable, con un tono de humor negro y cierta reflexión que nunca están de más. Por otra parte, puede que se note que el cómic está hecho casi como un episodio piloto de una serie de televisión más que aprovechar de por sí las bondades gráficas del tebeo.

Los dos mayores problemas de este primer arco tienen que ver con el drama familiar del padre y el hijo, policías, y con cierto deus ex machina que no termina de convencerme. El primero me parece demasiado procedimental: padre e hijo que no se llevan bien, padre entregado a su trabajo como defensor de la ley… Al comienzo, la serie da demasiadas vueltas para contarnos algo que se ve venir no ya desde las primeras viñetas o la sinopsis, ¡sino desde la portada!

#Killadelphia es una mezcla de vampiros e historia de los Estados Unidos y... lejos de ser una bizarrada, es una metáfora perfecta. Share on X

Sobre lo segundo, un personaje secundario es capaz de descifrar un libro clave para acabar con los vampiros, aunque nadie haya sido capaz de revelarlo, ¿cómo lo logra? ¡Porque se deja llevar…! Oportuno y cogido con pinzas.

¿Todo lo demás? Por suerte, un digno entretenimiento para los que pensamos que todavía se pueden escribir historias sobre vampiros sin tener que caer en ciertas memeces actuales.

«La gente necesita épocas oscuras. Sin una bota en el cuello, muchos no saben apreciar la belleza de un amanecer. Se pierden a sí mismos pensando en lo que no tienen o en lo que creen que necesitan. La vida vampírica no es la respuesta, porque la inrmotalidad es una abominación, porque si tengo que vivir para siempre, esa vida debe tener algún sentido. La vida, de vampiro o no, es dura. El dolor no conoce la piedad. No existen los años dorados… Todos los momentos lo son. Ama intensamente, porque es todo lo que tenemos. No importa lo que seas, podemos vivir juntos en paz. Para que sea así, lo malo ha de desaparecer».

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El trabajo del dibujante Jason Shawn Alexander es visceral y cargado de fuerza, perfecto para esta historia.

El terror en viñetas

Los mejores momentos de Killadelphia es cuando abraza el terror sin remilgos. Si los primeros números tarda un poco en arrancar (porque tiene que presentar a todos los personajes), a partir del tercero logra despegar gracias a que se centra en las reflexiones de ciertos personajes y en situaciones más pequeñas, como el encuentro de un extraño y una niña en la oscuridad de una noche a punto de romperse.

Puede que la premisa de un submundo vampírico a punto de tomar el poder nos recuerde a una partida del juego de rol Vampiro: la Mascarada. Y si lo hace, debo decir que no es malo. Hay sangre, acción, terror y algunos puntos muy interesantes en Killadelphia, que son realzados por el apartado gráfico de un Jason Shawn Alexander que me ha recordado al magnífico Tomm Coker, dibujante de Los asesinatos del lunes negro (gran cómic de Jonathan Hickman que ojalá algún día vuelva a publicarse).

La tendencia al «fotorrealismo» de Alexander no molesta, porque a menudo tiende también a un estilo distorsionado o pesadillesco que acompaña bien el argumento. Ayuda el coloreado de Luis NCT, donde he notado cierta influencia de 30 días de noche, cómic de vampiros de Steve Niles y Ben Templesmith, que marcó la nueva oleada vampírica en el noveno arte.

Muy destacable también las portadas alternativas. Remarco la realizada por el gran Jae Lee, que retrata a la mujer de John Adams. Abigail es el personaje revelación del cómic, que pasa de ser un personaje histórico a convertirse en una dominatrix gótica y sanguinolenta, deseosa de lograr el poder.

Políticos sanguijuelas

En los agradecimientos, Barnes comentaba que llevaba años queriendo escribir sobre vampiros, pero no encontraba una historia lo suficientemente buena. La inspiración llegaría de una historia que poco parece que tenía que ver con el vampirismo: el musical Hamilton de Lin-Manuel Miranda. En él, se alude brevemente al padre fundador John Adams y lo hace con cierto tono de sorna. Y más allá de la serie de HBO sobre este personaje histórico, Barnes lo usa como catalizador del vampirismo.

Para disfrutar de Killadelphia hay que aceptar la premisa que puede llegar a ser desconcertante: John Adams, presidente de los Estados Unidos, se convirtió en vampiro y lleva siglos habitando en las sombras, preparando sus ejército de vampiros para tomar el control del país.

Sí, suena incluso risible (y puede recorrernos un escalofrío al recordar a cosas como Abraham Lincoln, cazavampiros), pero Barnes es lo suficientemente inteligente como para usar esta idea como metáfora del poder de Estados Unidos. Con el trasiego de Adams, podemos ver cómo ha degenerado Estados Unidos, llegando a figuras como la de Donald Trump, a quien se dedica una viñeta. Parece que la única solución es que John Adams tome el poder.

Y queda un dilema apenas atisbado, pero interesante: John Adams quiere convertir a la gente en vampiro, sí, pero su objetivo puede ser «loable» y, pese a que es un monstruo, parece más sosegado que su esposa u otros chupasangres que lo acompañan. Sin embargo, si él cae y toman el poder los otros, la situación puede ser todavía más terrible.

¿Cuál es el precio de acabar con el villano de la función? Esa es una buena pregunta que parece que se responderá en el segundo volumen de Killadelphia, pese a que el primero es bastante autoconclusivo y si el lector no queda convencido, puede dejar la serie ahí sin problemas.

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El drama del padre y el hijo policías puede que sea demasiado convencional en este arranque.

Burn baby burn

Con título de canción discotequera de los ’70, el segundo tomo de Killadelphia tiene dos objetivos: avanzar la historia y ampliar el lore. Lo consigue, aunque a medias, ya que termina con un gran cliffhanger y perdura la sensación de que es un tomo de tránsito.

Sin embargo (y tal y como Rodney Barnes reconoce en el epílogo), tenemos varios elementos interesantes. El problema es que se recupera tan pronto lo perdido que da la sensación de que la trama se repite, en vez de avanzar y mostrar más detalles nuevos. Es como si el mundo de Killadelphia se expandiese, pero no pudiera librarse de los grilletes que lo estrangulan.

En primer lugar, James Sangster Sr. viaja por el inframundo antes de que sea obligado a regresar a la vida cuando una serie de ataques vampíricos a las altas esferas amenaza condesmoronar de nuevo Filadelphia. Me ha gustado ver cómo Barnes y Alexander toman elementos de la mitología griega, como Caronte, y lo mezclan con conceptos cristianos.

A su vez, su hijo, Jim, tiene que aprender a renunciar a su padre y aprender a enfrentarse él solo a la amenaza. Como el propio James, el lector puede llegar a sentirse frustrado al ver lo rápido que Jim acude de nuevo a su padre para que le eche una mano. ¿No habría sido mejor insertar otro arco antes de volver a esto?

Crítica de #Killadelphia, cómic sobre vampiros y los orígenes de Estados Unidos, editado por @NormaEditorial Share on X

Dramas vampíricos

Mientras, Abigail, la nueva ama de los vampiros, despierta a Júpiter Evans, un esclavo de Thomas Jefferson que fue convertido en un sicario vampiro que causará estragos por la ciudad. En este punto, se da algún giro de guion, pero resulta esperable. Pese a ello, es destacable cómo se usa al vampiro para hablar de la política, la esclavitud y la sangre derramada en Estados Unidos.

Y, por si fuera poco, asistimos a diversos flashbacks que nos hablan del pasado de Abigail, Júpiter y el secundario Toppy. Sobre la nueva jefa de los vampiros, se plantea una interesante dicotomía al hablar de su auténtico amor: Sally Hemings, la mujer negra de Thomas Jefferson (recomiendo este post sobre el tema). En cuanto a Júpiter, se aprovecha para hablar de la esclavitud. Al final, veremos cómo usará su poder para llevar a cabo la rebelión que siempre ha deseado.

Y el otro noctívago sobre el que sabemos más es Toppy, el excéntrico chupasangre del sombrero de copa. Nos lleva hasta la guerra civil estadounidense, Deadwood y el western más salvaje. Una lástima que no sean números dedicados solo a ellos, ya que descubrir el pasado de los vampiros siempre resulta llamativo.

Pero más allá del pasado, en el presente, el vampiro Tevin, quien descifró el libro mágico de John Adams, viaja al más allá en busca del fantasma del segundo presidente de los Estados Unidos.

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El segundo tomo explora también cómo Abigail ha tomado el poder. Si su esposo, John Adams, era partidario de lograr el poder para hacer cosas buenas, Abigail quiere esclavizar a la raza humana para convertirla en una bolsa de sangre andante.

Un tránsito

Como se verá, el segundo tomo tiene muchos elementos interesantes y en ningún momento se hace largo: está rebosante de acción, buenos diálogos, unas estupendas reflexiones de los personajes… pero sabe a poco al no tener una conclusión a los elementos planteados en estos seis números.

Todo el trasfondo de avance de la conspiración vampírica y cómo algunos sectores de la humanidad buscan enfrentarse a ella me ha gustado, porque sirve para denunciar la política y la corrupción. No me hubiese importado un arco que explorase más todo esto en vez de volver tan rápido sobre lo planteado en el primer volumen.

Arde, mundo, arde

Queda por saber si la decisión tomada en la última página no es una vuelta atrás, demasiado rápida, a lo ya planteado. ¿No hubiese sido más impactante si se hubiese incluido más adelante? Sí, sé que el mundo del cómic es como es y pueden cargarse una colección muy rápidamente, pero más allá de tener que quemar los cartuchos cuanto antes, da la impresión de que Killadelphia no tiene tanto que contar como parece.

Como detalle, Burn baby burn se completa con una historia que presenta el mundo de los licántropos dentro de la serie y va sembrando para los futuros arcos donde los hijos de las tinieblas recibirán a los sirvientes de la luna llena, entre otras criaturas.

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Júpiter Evans es uno de los personajes revelación del segundo tomo. Abigail lo utiliza como sicario para matar a importantes figuras del mundo humano y causar el caos.

El hogar está donde se encuentra el odio

El tercer tomo de la colección arranca con un sacerdote que está a punto de abandonar los hábitos y realiza su última labor como confesor. Sin embargo, el creyente que viene a contar sus pecados lleva siglos sin hacerlo… literalmente… y hablamos de nada más y nada menos que Thomas Jefferson, padre fundador de los Estados Unidos y presidente de la nación de las barras y estrellas.

Jefferson será otro de los vampiros históricos que se sumen a este tercer acto, mientras madre Abigail, exesposa de John Adams, lidea a los chupasangre en una guerra que está reduciendo Philadelphia a una catástrofe.

En medio de todo esto, Sangster y Seesaw intentan salvar a Jose de convertirse en un vampiro, pero dicho ritual conllevará que Seesaw deba pedir ayuda no a vampiros, humanos ni magos, sino a dioses. Es ahí cuando se suma Anansi.

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Portada alternativa de David Mack para Killadelphia, con madre Abigail como protagonista.

Magia y muerte

Este tercer volumen se nota menos como una simple transición que el segundo. Aunque acaba en otro cliffhanger, vemos un avance en las diferentes tramas y se nota que Barnes está cada vez más a gusto con sus personajes. Tenemos guiños no solo al musical Hamilton, sino también a Soy leyenda de Richard Matheson (apareciendo Neville, su protagonista) y American Gods de Neil Gaiman (Barnes fue guionista de su adaptación televisiva). No olvidemos que Anansi, dios africano de las historias, jugó un importante papel en la historia del escritor de The Sandman.

Si ya en el anterior acto aparecían menciones a los licántropos, este volumen nos presenta a Tituba, su lideresa, que está dispuesta a sumarse a las fuerzas de la luz ante el apocalipsis que se avecina. Mientras series como Yo, vampiro fallaban drásticamente o los cómics de Vampiro la Mascarada se quedaban en nada, aquí tenemos un equilibrio entre incluir monstruos y contar una buena historia, sin caer en la parte más noventera de Crimson.

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Anansi, dios africano de las historias, aparece en este tercer volumen de Killadelphia. Y, por supuesto, se hace guiño a Neil Gaiman, quien escribió sobre el personaje en American Gods, pero también en Los hijos de Anansi.

Viajes astrales

Como siempre, Barnes, Alexander y el resto del equipo de Killadephia entrega un cómic adictivo, con acción, revelaciones, el significado de ser padre e hijo, reinterpretaciones y una búsqueda de las raíces de Estados Unidos que hace que el vampiro y el terror sean símbolos del pasado de Estados Unidos. Resulta sumamente interesante, como ya he comentado, cómo el noctívago representa los orígenes del país, unos orígenes que, a menudo, se prefieren modificar para quedarnos solo con lo «luminoso».

Por tanto, El hogar está donde se encuentra el odio confirma Killadelphia como una de las mejores series para los amantes de los vampiros en las viñetas.

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Thomas Jefferson aparece en este tercer volumen como un vampiro que se enfrenta a su pasado como padre fundador, esclavista y chupasangre que intenta seguir vigente en el mundo actual. Sorprendentemente, tiene un poco del Lestat de Anne Rice, con banda de rock incluida.

El fin de todo

Cuarto volumen de Killadelphia y cuarta entrega que quizá se resiente debido a la ambición de Rodney Barnes. Aparte de presentarnos a Thomas Jefferson, tenemos a un nuevo George Washington que ha movido todos los hilos en la sombra. Es así cómo la guerra entre la luz y la oscuridad cobra forma y todas las diferentes facciones presentadas hasta el momento deben tomar una decisión.

Y los vampiros fueron a la guerra

Lamentablemente, considero que la idea de los cambios de bando y que parte de nuestros protagonistas apoyen a George Washington queda como un inmenso agujero de guion. Por mucho que el Padre Fundador reflexione sobre su legado y hable sobre cómo solo se pueden lograr los grandes proyectos a través de la inmortalidad, la idea de una nueva alianza queda… coja.

O no está bien explicado o la explicación es demasiado endeble. Sangster Sr. y Sangster Jr. pasan de querer exterminar a Abigail, la esposa de John Adams, y sus secuaces, a luchar junto a ellos, pero no en contra de George Washington (los enemigos de mis enemigos son mis amigos, ya se sabe…) sino a favor de este, para plantar cara a una fuerza resucitada por la Luz: Toussaint Louverture, personaje histórico y líder de la rebelión haitiana… reconvertido en una especie de Blade cazavampiros.

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¿Toussaint o Blade?

Pero sigue siendo Killadelphia…

Si bien este cuarto volumen no es perfecto, me complace ver cómo la serie ha ido creciendo, cómo incluye nuevos personajes históricos y sabe enfocar el mito vampírico de un modo más entretenido que series fallidas como Yo, vampiro. Aquí tenemos incluso ciertos toques del tono posapocalíptico de Soy leyenda y encajan perfectamente en esta lúgubre historia que bien podría ser una partida de Vampiro la Mascarada.

Además, una vez más, Killadelphia habla del poder, la inmortalidad y cómo el vampirismo hunde sus colmillos en las raíces más profundas, en las venas, de los Estados Unidos de América y sus diversas circunstancias y problemas (el racismo, la marginalidad, la desigualdad, la esclavitud, etc.). Eso sí, pese a que se llama El fin de todo, este volumen está muy lejos de ser el desenlace y más cuando hay ya varias series en activo del Killaverso, como comenta Rodney Barnes en el epílogo.

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George Washington llega como gran villano del cuarto tomo de Killadelphia.

No hay nada como el hogar

Recuerdo hace años, cuando J.K. Rowling no era odiosa, que se publicó Las reliquias de la muerte y mucha gente leyó esa novela con traducciones hechas por fans. En una tienda de cómics, al típico empleado friki le preguntaron qué opinaba de ella y dijo «la autora ha hecho limpieza. Cuando hagan la película, despedirán a medio reparto. Se carga a muchos». Básicamente, me he acordado de eso leyendo el quinto tomo de Killadelphia.

Muertes

Más allá de que nos estemos perdiendo los otros spin-off en nuestro país de este cómic de Barnes, debo comentar que los primeros números recopilados en este volumen tratan sobre cómo la historia avanza de golpe y porrazo a través de la muerte de muchos personajes que nos acompañaban desde el principio. A veces, de modo inesperado. En otras, casi como un canto de cisne: los personajes habían dado todo de sí.

Mientras, Barnes empieza a mezclar mitologías y podemos ver en una viñeta cómo Anansi, el dios de las mentiras, se encuentra con Odín para pedirle ayuda y enfrentarse al Apocalipsis (¿?). Más interesante me parece Seesaw y la historia de su mejor amigo, un lector empedernido, un quijote, que se enfrentó al mal del mundo real.

Killadephia
Y aquí tenemos una escena de batalla.

El salto del tiburón final

Sin embargo, de pronto, sentimos que avanzamos más lento de lo que deberíamos y la última página nos deja en descolocados cuanto menos. Es como si de pronto en un cómic de Spiderman apareciesen Mortadelo y Filemón. No mencionaré nada de esa aparición sorpresa, pero cuesta pensar que la serie no ha saltado el tiburón cuando pensamos en esta discutible decisión ¿editorial?

reseña de killadelphia
Anansi negociando con un demonio. Típico.

Conclusiones

Aunque haya pasado algo desapercibida en nuestro país, Killadelphia es una serie más que recomendable para aquellos que amamos el terror en el cómic y las historias de vampiros en cualquier formato.

Lejos de fracasos como Yo, vampiro o intentos curiosos, aunque a la larga decepcionantes, como los nuevos cómics de Vampiro: la Mascarada, Killadelphia da lo que promete, aunque puede que su buen sabor de boca dependa de la sangre que derrame en su siguiente arco.

Lo que no quita que Killadelphia sorprende en su primer volumen: Los pecados del padre. Ya sea cuando bebe del terror con elementos sociales, como su reflexión sobre el Black lives matter o la situación de la política como mayor sanguijuela posible, o cuando se entrega a un tono convencional más rolero.

En definitiva, para todos aquellos que amamos la oscuridad y sus hijos, Killadelphia nos espera con las brazos abiertos. Y también sus fauces.

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Magnífica portada alternativa del inconfundible Jae Lee que retrata al personaje revelación de este primer arco de Killadelphia: Abigail.

«Vivir con miedo es terrible. Es el veneno del alma. Permite que la ira entre en tu interior. Es la ira la que mata. Y te hace sentir taaaan bien. La policía acostumbraba a tener ventaja, debe de estar sinceramente sorprendida. Desafortunadamente, no vivirán para contar la historia de la noche en la que una niña de 150 años cayó volando desde el cielo y les atacó. No serán capaces de narrar la fura que irradiaba. O cómo las balas no eran capaces de detenerme. O cómo, cuando la piedad era una posibilidad, escogí el camino más cruel. Y quedé finalmente satisfecha».

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