Todos los libros son diálogos con muertos que reviven a través de las palabras. Puede que resulte un credo retorcido, pero la lectura es una especie de ouija si la ouija no fuera una tontería. Y hay volúmenes con los que encontramos, tarde o temprano, un diálogo con un autor que más que escribir, nos habla. Eso me ha ocurrido con El horror sobrenatural en la literatura y otros escritos teóricos y autobiográficos de H. P. Lovecraft, uno de los volúmenes imprescindibles de la editorial Valdemar.
Fallecido a los cuarenta y seis años, Lovecraft es un autor que nos resulta cautivador. Tanto que su visión del terror a través del llamado horror cósmico ha creado toda una escuela de seguidores más allá del Círculo de Lovecraft. No es extraño que muchos hayan querido convertir al mitógrafo en un personaje más de sus historias. Algunos lo tildan de enigma cuando hay miles de cartas con su nombre y varios ensayos que dan luz a su visión sobre el género fantástico, como la obra que comentaremos a continuación.
Lovecraft sobre el horror
En El horror sobrenatural en la literatura, H. P. Lovecraft hace un somero repaso por el género, desde su origen pasando por la novela gótica y deteniéndose en figuras como Edgar Allan Poe y llegando hasta la literatura fantástica de Estados Unidos, las Islas Británicas y los autores modernos. Lo que comenzó como un encargo, fue tomando forma y creciendo, con continuos retoques hasta la muerte de Lovecraft. En este volumen, J. A. Molina Foix realiza un extenso prólogo donde relata el origen del ensayo, habla de sus vacíos y comenta la evolución del texto.
Además, la edición de Valdemar cuenta también con multitud de notas y una lista de todas las obras y autores citados (que son bastantes). Aparte, tenemos otra lista de los relatos fantásticos del Solitario de Providence, un cuaderno de notas con ideas de Lovecraft para futuros relatos, algunas notas sobre la ficción fantástica y la narrativa interplanetaria, y unas autobiografías de Lovecraft («algunas notas sobre una persona insignificante»), donde llama la atención la dureza con la que el escritor se dirigía a sí mismo (las llama «torrente de garrulidad senil», aunque las escribió cuando tenía treinta y nueve años). Sin duda, Lovecraft hubiera sido el primero en sorprenderse al saber de la fama que iba a gozar en nuestros días.
«Esa es la clase de individuo que soy: un cínico materialista con gustos clásicos y tradicionales; aficionado al pasado y sus reliquias y costumbres, y convencido de que la única ocupación respetable es la búsqueda del placer inteligente y del buen gusto, estimulado por una intensa vida mental e imaginativa. Porque no creo en ningún valor absoluto, acepto los valores estéticos del pasado como únicos puntos de referencia válidos -los únicos valores relativos viables-en un universo por lo demás desconcertante y poco satisfactorio».
La opinión de Providence
«Los personajes deben reaccionar ante ella como lo haría de verdad la gente ante tal cosa si de pronto tuviera que hacerle frente en la vida cotidiana: mostrando el asombro casi abrumador que cualquiera mostraría espontáneamente en vez de las moderadas, sumisas, en seguida pasadas por alto, emociones que prescribe la rastrea convención popular»- H. P. Lovecraft.
Sorprende cómo Lovecraft habla de multitud de autores. Aunque algunas anotaciones sean muy breves (como la que le dedica a Bram Stoker), otras son más profusas como el capítulo sobre Edgar Allan Poe.
Es interesante, no obstante, comparar cómo muchos teóricos y estudiosos señalan la deuda que Lovecraft tiene con Robert Chambers, por ejemplo, y después Lovecraft, aunque reconoce El signo de Amarillo, es el primero que se queja de su estilo.
Del mismo modo, se suele acusar a Lovecraft de cierta misoginia, pero aquí habla de autoras como Mary Shelley, Ann Radcliffe o Emily Brontë con palabras cargadas de elogio.
El horror sobrenatural en la literatura es un ensayo imprescindible para todos los admiradores de H. P. Lovecraft Share on XLovecraft sobre leer y crear el horror
Sin embargo, como se reconoce en el prólogo, hay ciertos vacíos, ya sean intencionados o no, en los ensayos de Lovecraft. Puede deberse a que no los hubiera leído, no quiso ponerlos o un mero despiste del escritor de Providence ante la titánica labor de hablar del relato sobrenatural. A su vez, como siempre que se emprende una tarea así, podemos ver cómo es una lectura bastante parcial. No hay menciones a autores españoles ni autores de otras razas, salvo en casos muy puntuales (conocida es la xenofobia, sobre todo en la primera etapa, de Lovecraft).
Centrándome en su bibliografía, siempre he pensado que Lovecraft habría escrito, más allá de sus mitos o su relato de terror, más cuentos de talante fantástico como los pertenecientes al ciclo onírico. Ahí está la influencia de lord Dunsany, que también marcó a Robert E. Howard o al mismísimo J. R. R. Tolkien.
«Estas son las reglas o normas que he seguido -consciente o inconscientemente-, desde que empecé a escribir en serio literatura fantástica. Que mis resultados hayan tenido éxito es bastante discutible; pero estoy seguro, en todo caso, de que si hubiese ignorado las cuestiones antes mencionadas, habrían sido mucho peores de lo que son».
Una conversación con H. P. Lovecraft
Regresando a lo comentado al principio, el mejor aspecto de la obra es que H. P. Lovecraft entabla un diálogo con todos nosotros. Los curiosos en la obra del escritor de Providence atisbamos la opinión del escritor sobre toda una variada plétora de autores: Oscar Wilde, Ambrose Bierce, Algernon Blackwood, Horace Walpole… Clásicos que suelen estar publicados, por cierto, por Valdemar.
Esto nos permite imaginar una visión más cercana del escritor, gracias también a un lenguaje bastante cercano y didáctico, alejado de digresiones molestas o comentarios que no vengan a cuento. Ya solo por eso, tiene un valor histórico importantísimo dentro del género; similar a lo que hizo Stephen King con el extenso ensayo Danza macabra.
La edición de Valdemar complementa toda esta lección de historia del género fantástico con centenares de interesantes notas y un listado de todos los autores nombrados y las obras citadas. Esto hace que El horror sobrenatural en la literatura sea un libro imprescindible para todos los amantes y estudiosos de un género que, como pensaba Lovecraft, es más que respetable si consigue imponerse a los caprichos del mercado.
«Afortunadamente, la sincera creación artística constituye su propio incentivo y recompensa, de manera que a pesar de todos los obstáculos no hay por qué deseserar del futuro de una nueva forma literaria cuya actual falta de desarrollo deja ún más espacio para la brillante y fructífera experimentación».
La sombra de Lovecraft
«Mi diversión favorita era pasarme horas en medio de la biblioteca familiar, hojeando sobre todo libros con más de un siglo de antigüedad y aficionándome sin darme cuenta apenas al estilo y pensamiento del siglo dieciocho, una afición que nunca he abandonado».
Las notas biográficas y otros textos que cierran el volumen nos permiten saber más de su proceso creativo, su visión de la literatura y, además, su perspectiva sobre sí mismo. El escritor de Providence es una figura controvertida, sin duda, pero está lejos también de los simples juicios de algunos.
En las diferentes autobiografías recopiladas en este tomo vemos cómo Lovecraft habla siempre de sus cuentos desde un enfoque humilde cuando no autodestructivo consigo mismo.
«Para mí, la principal dificultad al escribir una autobiografía es encontrar algo importante que contar. Mi existencia ha sido tranquila, sin incidentes y mediocre; y a lo sumo debe parecer lamentablemente monótona y aburrida sobre el papel».
La vida de Lovecraft
Nacido el 28 de agosto de 1890 en Providence, Lovecraft destacó desde su niñez por su gran imaginación y su pésima salud física y mental. Aunque aprendió a leer con cuatro años y recitaba fragmentos de Las mil y una noche, apenas asistió a la escuela y al instituto. La educación que recibió la recibió en su hogar, gracias a sus tías, su abuelo y un profesor particular. No obstante, frente a la imagen de ser huraño, Lovecraft no se consideraba así en su niñez: «No era de ningún modo un ermitaño: más de una banda de niños del barrio me contaba en sus filas».
Desde muy joven, sintió interés por la mitología romana, la astronomía, la química, la geografía, el periodismo amateur y las historias fantásticas de autores como Edgar Allan Poe, Ambrose Bierce o Lord Dunsany. Sería en ese terreno donde acabaría convirtiéndose en uno de sus indiscutibles faros, pese a que, en su juventud, llegó a quemar varios de los cuentos que había escrito, salvándose alguno de ellos, como El alquimista o La bestia en la cueva.
El Profeta de Providence se pasaba tarde y noche escribiendo sus relatos. Tardaba tres días en darles forma. Se convirtió en su propio demiurgo. Pronto renegó de la religión y, pese a los argumentos de sus textos, jamás creyó en lo sobrenatural.
Al centrarnos en su biografía, hallamos a una persona marcada por serios problemas de identidad, por el miedo a la degeneración física y mental que se llevó a sus padres y la idea de pertenecer a una familia de colonos que, en el fondo, le trajo más sufrimientos que alegrías.
«No me hago ilusiones con respecto a la precaria condición de mis cuentos, y no espero llegar a ser un competidor serio de mis autors fantásticos favoritos: Poe, Arthur Machen, Dunsany, Algernon Blackwood, Walter de la Mare, y Montague Rhodes James. La única cosa que puedo decir de mi trabajo es su sinceridad».
El problema con Lovecraft
«Más vale escribir sinceramente para una revista sin ser remunerado que urdir algo superficialmente llamativo, pero sin ningún valor y ser pagado por ello. Algún día, tal vez, las convenciones de los editores serán menos flagrantemente absurda en su inflexibilidad antiartística».
La pérdida del estatus de su familia, su breve estancia en Nueva York y su miedo a los demás, sobre todo de otras razas, le llevaron a escribir cartas, poemas y relatos donde volcó una xenofobia llena de contradicciones.
Por un lado, hablaba del betún de Harlem y, por otro, hablaba de científicos españoles que lograban la inmortalidad. Más de una vez mencionaba monos blancos e insultaba a otras razas, para después casarse con una mujer judía o reconocer el valor de la Cábala en este ensayo.
Puede que no podamos resumir una vida en un par de líneas, pero valdría la pena atisbar más de la psique de uno de los mayores creadores del siglo XX, uno de los más influyentes y uno de los que más vivo sigue. Hay algo en Lovecraft que, pasen los siglos que pasen, no puede morir.
«Nunca escribo salvo cuando la exigencia interior de expresión se hace insistente. Nada provoca tanto mi desdén como la escritura comercial forzada o maquinal. ¡A menos que tenga algo que decir, haría uno mejor en callarse!».
Conclusiones
Este libro ha conseguido conmigo una finalidad casi inesperada: hacerme conocer más a H. P. Lovecraft, una figura, sin duda, controvertida, pero también fascinante y crucial dentro del género fantástico. Más allá de su Círculo de Lovecraft, con autores como Augustus Derleth, Clarke Ashton Smith o Robert Bloch, tenemos a artistas como Stephen King, Giger, Junji Ito, Mariana Enríquez, Thomas Ligotti, Alan Moore y muchos otros marcados por la sombra que vino desde Providence.
Y la influencia de Lovecraft no solo está en la literatura. Podemos verla en cine, series, cómics, videojuegos, música, pintura y cualquier ámbito artístico; incluso me atrevería a señalar que filosófico, como Ligotti ha sostenido en algunos de sus ensayos sobre la conspiración contra la especie humana.
H. P. Lovecraft escribió obras tan extrañas que nosotros los lectores hemos tenido que convertirlo a él también en uno de sus personajes. Pese a su vida tranquila y bien datada gracias a las cartas y el trabajo de estudiosos como T. S. Joshi, parece que debe ser uno de los grandes heraldos de los primigenios, porque, quizá, lo fue.
En conclusión, El horror sobrenatural en la literatura y otros escritos teóricos y autobiográficos es, por tanto, el necronomicón de dicho heraldo y una oportunidad de establecer un diálogo con un creador inconfundible y vislumbrar la maravilla del hombre que encontró el horror en el cosmos.
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