El círculo: el escritor y el pequeño hijo de perra

Esta historia tiene que ver con la escritura y con el círculo que se abre para nunca cerrarse en el camino de la literatura. Imagen de dominio público.

El círculo se abre.

El escritor ha estado trabajando largo tiempo en un nuevo manuscrito. Es otra época. Puede juntar letras y ver cómo el manuscrito crece gracias a la máquina de escribir. Su historia lucha por brotar de su mente y no sabe si es lo suficientemente rápido, mientras esas ideas luchan por escapar. ¿Cuánto se queda por el camino?

Regresa a casa esperando seguir con esos personajes. Piensa que si los deja esperar mucho tiempo a la nueva escritura, se quedarán fríos y ya no servirán. Y tiene un par de sucesos que añadir. Incluso, tal vez, algún cliffhanger. Maldita sea, debe escribir. Ha nacido para ser escritor y piensa en esas claves: no es volver a casa para poner una lavadora, sacar la basura o preparar la cena (que también), sino que su llegada incluye ver ese manuscrito, resolver tramas y buscar algo que conmueva al lector. Es su forma de vivir.

Y lo que encuentra… vaya, lo que encuentra le deja sin aliento. Peor que un monstruo de Lovecraft, un vampiro de Matheson o un marciano con el rostro de un ser querido perdido.

Halla a su pequeño hijo de cuatro o cinco años, el mediano, revoloteando en torno a las hojas del manuscrito. Las ha cogido y se ha dedicado a desperdigarlas por toda la habitación mientras nadie vigilaba. Ha cogido ceras de colores y se ha dedicado a escribir encima. Grandes dibujos y colores llenos de viveza, eso es lo que queda sobre la tinta de la máquina de escribir.

En ese momento, el escritor no sabe lo que sentir. No hay copia de seguridad, solo un manuscrito convertido en garabatos. Se agacha y coge un par de páginas mientras su hijo sonríe. El pequeño ha escrito cosas como «te quiero, papá» y ha dibujado a ambos. El crío pensaba que eso sería una buena forma de expresar su amor por su padre.

Y el escritor abraza a su hijo, mientras años después confesará qué pensó: «pequeño hijo de perra».

Aquel suceso inspiró una novela titulada El resplandor, que sería llevada al cine en dos ocasiones.

El escritor no era otro que Stephen King en persona, que poco después visitaría un hotel que inspiraría algunos eventos de esa batalla que se libra en la novela y en la que él fue partícipe debido a sus problemas con el alcoholismo y el trabajo.

El «pequeño hijo de perra» era Joe Hill y se acabó convirtiendo en el autor de novelas como El traje del muerto o Cuernos. En una entrevista, declaró que se sentía orgulloso de haber inspirado a su padre esa novela.

El círculo no se cierra.

Las historias nos esperan incluso cuando no las buscamos y esta os confieso que está basada en un hecho real, pero bien valía la pena rescatarla, porque contenía esa ficción que lo es todo.

2 comentarios:

  1. Que buena historia, que además el hijo se haya convertido también en escritor, parece de ficción.
    Gracias por contarlo.

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    Respuestas
    1. Me alegro de que te haya gustado. Muy recomendable toda la obra de Hill, por cierto. El traje del muerto me gustó mucho y lo leí sin saber que Hill era heredero del rey, jeje. Y ahora estoy leyendo Nos4a2, que es fantástica. ¡Un saludo y gracias por el comentario!

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