Crítica de The Fearless Vampire Killers (El baile de los vampiros)

 

Póster de The fearless vampire killers (El baile de los vampiros). Fuente.

«Todo castillo tiene una cripta como cada unicornio tiene su cuerno».

Los dos problemas que tenía al llevar tantos años viendo The fearless vampire killers (El baile de los vampiros) en la lista de las mejores películas de vampiros de todos los tiempos es que, por un lado, era una deuda que tenía que saldar (era una de mis eternas pendientes) y, por otro, las expectativas eran muy altas. Si bien soy capaz de reconocer la maestría de Roman Polanski en algunas escenas de esta película de 1967, no debo olvidar que el principal cometido de una comedia es hacer que el espectador se ría y ni una tímida sonrisa se ha asomado en mi rostro durante la hora y cuarenta minutos que dura la película; y es que muchos de los gags han envejecido y huelen a encierro. Y es que el dúo de los guionistas Gérard Brach y Roman Polanski demostraron mejores resultados en Frenético o Repulsión, pero, aunque The fearless vampire killers no funcione como comedia sí funciona como otra cosa: como homenaje.

La tentación es un elemento clave de la trama. Fuente.

Homenaje al conde

Al situarnos a finales de los ’60, la mitología vampírica cinematográfica había renacido con la Hammer. El aristocrático Drácula de Lugosi y la Universal de comienzos de los '30 había dado paso al más furibundo y sensual Drácula de Christopher Lee de los '60, quien hacía gala de todo el color (rojo) de la época. The fearless vampire killers nace como la parodia más que necesaria para que avance el género, no solo por homenajearlo, deconstruirlo, burlarle de él y, aún así, reconocerle la enorme deuda que le debe, sino por aportar nuevos puntos de vista que son los que hacen que, muchísimas décadas después, tengamos, por ejemplo, Lo que hacemos en las sombras (tanto película como serie).

No obstante, poca empatía le guardo a los personajes. El profesor Ambrosius de Jack MacGowran, pese a parecer escapado de los dibujos animados, llega a hacerse casi tan cansino como el apocado Alfred de Roman Polanski, que podría decirse que destaca más como director que como actor (aunque sería ser injustos con él, ya que también posee una obra maestra como The Tenant o El quimérico inquilino, la cual dirigió y protagonizó). El más insoportable de todos es Shagal, encarnado por Alfie Bass, que si no hubiese vuelto a aparecer, casi que mejor (y no me hagan hablar de Koukol que, al menos, tiene un final poético). Me parecen más extrañamente interesantes el el conde Krolock y su hijo Herbert, encarnados por Ferdy Mayne e Iain Quarrier (con este último se agrega, a finales de los ’60, el tema de la homosexualidad de un modo claro). También está Sharon Tate como Sarah, una actriz que hacía brillar cada fotograma.

La escena del espejo y el baile es la mejor de toda la película. Fuente.

Personalmente, si por algo destaca la película es por su maravilloso diseño de producción, su fotografía y su vestuario, que relucen una vez llegamos al castillo del conde Von Krolock y su hijo Herbet (a saber cuánto hay de él en Lestat) y asistimos a ese siniestro baile fúnebre que culmina con la magistral secuencia del espejo que revela quiénes son vampiros y quiénes no (todo un alarde de los efectos especiales prácticos de la época). Fue la primera película a color de Polanski y logra destacar con brillantez (y oscuridad) en este campo, de eso no cabe duda. Hasta la música tiene algunos puntos muy interesantes; el malogrado Krzysztof Komeda (quien compuso la banda sonora de las primeras películas de Polanski), sin duda, debió inspirar a Philip Glass y su música para Candyman.

Volviendo al principio, si tomamos The fearless vampire killers (El baile de los vampiros) como una comedia, poco o nada hace reír tantos años después, pero si tomamos la película como un homenaje al cine de vampiros de la época, podemos encontrar detalles interesantes que llegan a su máximo exponente en la danza final, esa danza macabra que nos recuerda la grandeza del mito. Ahí no hay risas. Ahí, incluso, hay un escalofrío.

Calificación:

2 comentarios:

  1. Una memorable película.
    Creo ha dejado influencias en posteriores películas. El baile podría haber inspirado alguna escena similar en Van Helsing. Incluso en la manera que Gabriel Van Helsing y su ayudante se infiltran entre los vampiros invitados.

    Y en alguna otra paradia. Como Drácula Muerto pero feliz, de Mel Broosks.

    Sharon Tate deja su huella en esta película.

    Saludos.

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