Crítica de La máscara de la muerte roja de Roger Corman, la muerte llega tan callando

Roger Corman adaptaría de nuevo a Edgar Allan Poe en la fantástica La máscara de la muerte roja. Fuente.

«Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caída. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo», Edgar Allan Poe, La máscara de la muerte roja.

Edgar Allan Poe. Su nombre nos lleva a pensar en sus trágicos poemas y en sus oscuros cuentos. Sus imágenes, cargadas de lirismo, todavía deliran en la mente de los lectores. Pasarán los siglos y obras como La máscara de la muerte roja seguirán siendo vigentes, incluso más ahora, que vivimos en una pandemia marcada muchas veces por el egoísmo de sus gobernantes.


Roger Corman y el príncipe Próspero

A principios de los ‘60, el director y productor Roger Corman comenzaría un ciclo de adaptación de la obra del escritor. En el ’64, estrenó La máscara de la muerte roja, su siguiente adaptación de un relato de Edgar Allan Poe tras el éxito de La caída de la casa Usher, El pozo y el péndulo, El cuervo… y para el film contó de nuevo con Vincent Price como el príncipe Próspero.

La adaptación parte de la premisa del cuento del escritor estadounidense: un cruel príncipe italiano decide encerrarse en su castillo junto a otros nobles con los que llevará cabo fiestas, orgías y otros grotescos espectáculos, mientras fuera la epidemia conocida como la muerte roja arrasa con todos aquellos que son plebeyos o no cuentan con su beneplácito.

A esta apocalíptica historia, Roger Corman le añade a una joven pueblerina, Francesca, que es arrastrada al palacio, tras que se niegue a elegir a quien matan los guardas de Próspero, si a su padre o a su amado. Esa muchacha, célebre por su fe en Dios, será puesta a prueba por Próspero, cuya fe está con el diablo.

Una de las magníficas escenas de la adaptación de La máscara de la muerte roja. Fuente.

La inmortalidad de la muerte

A partir de este argumento, que bien podría ser trasladable al siglo XXI (no nos queda tan lejos la pandemia), Vincent Price, con su particular voz y físico (marcado por esa gélida mirada), se luce en su papel de villano que iría, poco a poco, uniéndolo al legado de Edgar Allan Poe. Puede que el mayor problema de la película es que el ritmo o las escenas no son tan impactantes o fascinantes como otras de las adaptaciones de Corman (Ligeia, La caída de la casa Usher, El péndulo de la muerte…), y el añadido de otro cuento de Poe (Hop-frog) sobre la bailarina enana y su bufón dispuesto a vengarse de los nobles bien hubiera dado para otra película (al estilo Freaks de Tod Browning), pero aquí es casi un añadido innecesario cuando se antoja más interesante el debate sobre la bondad de Francesca y la maldad de Próspero, que deberá aprender un mensaje fascinante que le dice la propia Muerte: cada uno de nosotros inventamos a nuestro propio dios.

Roger Corman era célebre por escatimar los gastos en sus producciones (reutilizando escenarios o planos, rodando en Inglaterra -donde era más barato-, etc.) y por hacer que, con pocos recursos, una película pareciese más de lo que era a simple vista. Todo ello se consigue mediante una fantástica dirección artística, que cuenta con la fotografía del también director Nicolas Roeg. En La muerte de la máscara roja, Corman vuelve a conseguirlo con un fastuoso uso del color, que brilla sobre todo en la ensoñación y la inmolación de Juliana y en una desenlace entre lo onírico, lo teatral, la danza y el cine donde los movimientos de cámara a través del castillo intentan transmitirnos la sobrecogedora fuerza de la muerte, que ni siquiera a un adorador de Satanás respeta.

En la última escena (que tanto recuerda a El séptimo sello de Ingmar Bergman) mientras juega a las cartas con una niña, el emisario de la Muerte Roja se encuentra con sus hermanos, otros mensajeros de distintos colores (que corresponden a otras epidemias y plagas), y comienzan de nuevo su eterno peregrinar con una cita en latín sobre cómo la gloria pasa, el tempus fugit y la pérdida de todo lo que un día brilló.

Ver una de las adaptaciones que realizó Corman sobre la obra de Edgar Allan Poe es disfrutar de una entretenida y tétrica película, que nos recuerda la grandeza del escritor y también de un director que readaptó los clásicos para hablarnos sobre el bien, el mal, la muerte y la fe.


Vincent Price como Próspero. El personaje intentará pervertir a la joven Francesca y unirla a las filas del maligno con enseñanzas como la que le da cuenta le enseña su halcón. Fuente.

2 comentarios:

  1. La había visto hace algún tiempo indeterminado. Y la vi nuevamente para comentar.
    Noto que ya dejé de ser un espectador inocente. Tengo algunas nociones sobre argumento, giros argumentales. Lo que puede ser algo molesto. Por ejemplo, note que esta versión doblada, Juliana y la bailarina enana tienen una voz similar, si no es la misma.
    Y esa trama muestra la crueldad de Prospero pero estorba. Y está mal desarrollada, le falta el dramatismo del escape de Hog-Frog.

    Y falta la sorpresa, ante el descubrimiento de quien llega con el disfraz rojo.
    Curiosamente, Prospero finalmente demuestra un acto de bondad con Francesca, algo muy insólito en el personaje.

    Buena reseña.
    Saludos.

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    Respuestas
    1. Hay otras de este ciclo que me gustan más, pero no está nada mal en mi opinión. ¡Gracias por el comentario!

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