Rompiendo una lanza a favor de la Dragonlance

La trilogía original de Dragonlance, ahora tan criticada, en su día fue una de mis lecturas favoritas. Fuente.

Odiaba el instituto casi tanto como a mí mismo. Tendría catorce años, era mi segundo curso y recuerdo refugiarme en la biblioteca durante los recreos para poder leer libros de mitología, que era lo más cercano que había a El Señor de los Anillos, que era mi obra literaria favorita. 

Por aquella época, El Quijote cumplía uno de sus centenarios y se realizó un certamen que consistía en escribir un cuento relacionado con la novela de Cervantes. Se me ocurrió escribir unas diez páginas que consistían en una renovación del Quijote. ¿Qué pasaría si un chaval de un instituto se pasaba todo el día leyendo El Señor de los Anillos y otras obras de fantasía, y decidía emprender una aventura para enfrentarse a monstruos cotidianos como la crueldad, la hipocresía y lo repulsivo de nuestra sociedad actual? Un compañero de clase, que era un quinqui, se daba cuenta de lo que le pasaba a aquel friki y decidía seguirlo por todos lados, haciendo un poco de Sancho Panza. Disfruté mucho escribiéndolo, reescribiéndolo y haciéndole una portada. Mis profesores me felicitaron y gané el premio. 

(Para ser honestos, mi instituto estaba en el extrarradio, en lugares similares adonde están los dos institutos en los que he dado clases como profesor, e imagino que ver que uno de tus estudiantes lee y escribe es tan ilusionante como cuando yo veo que hay chavales así en mis clases). 

Lo interesante para este texto que estoy escribiendo es que gané el certamen y me llevé como recompensa un vale de 20€ para gastarlo en un centro comercial de nombre bastante esnob, que en esa época era como una especie de lugar para ricos, lleno de bondades del dios del consumismo.

¿Se podía molar más que Tanis y compañía? No. Fuente.

Mi hermana me llevó y decidí que me quería gastar los veinte euros en libros, porque el concurso era literario, me había leído todos los libros que tenía por casa y ya desde entonces quería dedicarme a la escritura. Recuerdo que mi hermana soportó mi triste peregrinaje entre aquellos libros, viendo cómo los veinte euros apenas llegaban para alguno de ellos. Buscaba algo de fantasía, pero en esa época, a aquel tipo de enclaves no solía llegar demasiada. Estamos en Tenerife, al fin y al cabo. También creo que tampoco se editaba tanta fantasía, porque en aquellos momentos estaban con El Código Da Vinci (que es otro tipo de fantasía: una obra funesta que logra la fama mundial... ¡Eso es fantasía!). Mientras rebuscaba, me crucé con tres títulos con portadas a todo color y que mostraban semielfos, bárbaros, hechiceros, magia… 
 
Así fue cómo me topé con una caja con los tres primeros libros de Las Crónicas de la Dragonlance: El retorno de los dragones, La tumba de Huma y La reina de la oscuridad. Valía veinte pavos o creo que si valía algo más mi hermana puso un par de euros, así que le doy las gracias, porque aquellos volúmenes hicieron que aquel verano fuese un regalo para mí.
 
La segunda parte me la pude leer en una semana. Creo que es mi favorito. Fuente.

¿Recuerdas aquellas largas tardes de verano que podías pasartélas echado en la cama, leyendo sin parar y soñando con lo imposible? Así fue aquel verano. Hacía un año de la muerte de mi tío en aquella época y me sumergí en esas historias de fantasía para escapar de la realidad. Esos libros iban sobre un grupo de héroes que emprendía un largo viaje para desafiar el retorno de los dragones, dominados por un imperio oscuro que planeaba acabar con la magia, la libertad y los pueblos libres. 

A ver... Sabía que había un montón de tropos de El Señor de los Anillos y, precisamente por ello, amé aquellos libros, como me temo que también amé Eragon un año antes. Para ser honestos, la Dragonlance me parecía mejor que la obra de Christopher Paolini, pero Christopher Paolini tenía quince años, había publicado y se había hecho famoso y yo aspiraba a lo mismo, aunque su libro me recordase a Star Wars, El Señor de los Anillos y las historias de Terramar (y sí, me di cuenta desde aquella época); todavía recuerdo la emoción de ver el primer póster de Eragon en el cine y la cara de imbécil que se me quedó cuando la vi solo en diciembre de 2007, porque mis grandes amigos me dejaron colgado (y un mes después, en enero, ellos me hicieron volver a ir a verla). 

Por aquel entonces, yo ya sabía que Dragonlance era mejor que Eragon y, aunque tomaba elementos de El Señor de los Anillos, también incluía otros temas, cierta agilidad en los diálogos y un aire a fantasía épica que me hacía no poder parar de leer.

Margaret Weis y Tracy Hickman se convirtieron en una referencia para mí. Sus personajes eran fantásticos, por mucho que ahora se les considere menos clichés. Yo quise ser un amargado como el hechicero deforme Raistlin o quizá un poco como ese heroico semielfo que era Tanis. Me partía de risa con Tass y con el enano Flint. Evoco a Sturm como una especie de Boromir en algunos momentos, aunque temo que mi memoria juega en mi contra (salvo cuando recuerdo cierta escena del segundo libro que todavía me provoca escalofríos). Goldmoon y Riverwind nunca me dijeron demasiado, mientras que Caramon solo me parecía interesante como contrapunto de su hermano Raist, aunque me gustaba que fuese un personaje que iban desarrollando. Sobre Tika, Laurana y otros personajes femeninos que siempre acababan bebiendo los vientos por el bueno de Tanis, solo puedo decir que eran una especie de triángulos o cuadros amorosos que, como eran los primeros que leía, no me importaban demasiado. 

Había bosques, mapas, canciones, fortalezas, magia guerras, fortalezas, elfos, enanos, humanos, posadas (siempre una posada), draconianos (¿se llamaba así?), dragones, dioses maléficos, un vagabundo loco que acababa siendo un dios… Y recuerdo llegar sin parar al tercer libro, quedarme sin aliento cuando moría uno de mis personajes favoritos y arquear una ceja cuando iba acercándome al final de ese volumen y me daba cuenta de que el libro no terminaba.

El cómic lo leí en bachillerato... Y ya recuerdo que mi cariño por la saga se "diluía". Fuente.

Eran los comienzos de los 2000. No tenía Internet. No sabía muy bien lo que era un foro. La Wikipedia la pisaba para leer cosas de El Señor de los Anillos o Star Wars. No sabía que aquellos libros fueron parte de una primera trilogía que dieron para docenas y docenas y docenas de libros que eran precuelas, secuelas, productos derivados, listas de la compra, prescripciones médicas y cosas así, algunas escritas por Weis y Hickman, otras por otra gente y a saber. No fue hasta años después, que aparecieron unos fascículos donde venían los libros de la Dragonlance (yo ya estaba en 4º de la ESO o en bachillerato) que me empecé a asustar con la cantidad de volúmenes. Mi amigo Jorge (que es un gran lector) se leyó la trilogía cuando se la presté, siguió con el cuarto y continuó mientras yo estaba "trabado" con la idea de que Caramon se hubiese vuelto un alcohólico porque su hermano le había abandonado (aquello no era la fantasía que solía leer y eso del grimdark era un término que no solía aplicarse porque todavía no te hacía parecer un pedante más listo). Así que me vine un poco abajo con la idea de seguir. 

Además, recuerdo en la tienda de cómics que empecé a ir y cómo una de las empleadas siempre se metía con esos libros diciendo que solo eran partidas de rol. También había otros clientes que decían «lee esto y no eso que es basura». A menudo, solemos quejarnos de cómo muchos profesores matan el espíritu lector de muchos jóvenes porque no comparten sus gustos literarios, pero poco se habla de cómo algunos libreros llegan también a matar las ganas de leer de muchos chavales. Ahora si un librero me dice algo de mis gustos, suelo pasar completamente, pero si eres un chaval de quince años, puede que no sea tan fácil. Para que nadie me salte a la yugular, debo decir que también hay profesores y libreros que avivan el espíritu lector de la gente.

Lo que sé es que con los años la Dragonlance fue quedando de lado. ¿Eran malas novelas? Si soy honesto, apenas recuerdo ciertos atisbos sobre el mundo de Krynn. En su época, no me parecieron malas, pero claro, era muy joven. Seguramente, ahora podría encontrarles muchos defectos, pero ¿y? Sé de gente que la disfrutó tanto como yo cuando era un chaval y que los ha vuelto a leer y han empezado a soltar pestes sobre ellos. A ver… No me he planteado leerlos de nuevo, aunque mientras escribía esto pensaba que quizá me gustaría algún día, cuando tenga críos (o al estar en clase, que tener alumnos es como tener hijos), recomendárselos a alguien o leérselos y ver si esa magia regresa, si les ocurre como a mí: un chaval que huía del recreo e iba a la biblioteca a leer, que escribía y que lograba escapar de su vida gracias a esos libros de fantasía, y que siente al final que la Dragonlance es otro refugio.

Pienso que hay libros que se quedan en cierta época de tu vida y eso no tiene nada de malo. Lo que sí percibo es que hay gente que se siente mejor si echa abajo los gustos de otra persona. No te estoy diciendo que no critiques, lo que te digo es que no destroces el amor de una persona hacia algo. A todos nos gusta meternos con Crepúsculo, pero si a alguien le ha hecho feliz, a mí eso también me hace feliz. A mí me hizo muy feliz la Dragonlance en su momento (no quiero comparar con Crepúsculo, entiéndase), por tanto, ¿por qué tengo que aguantar gente que me dice que son basura?

Ya aquí el sueño se fue viniendo abajo... Fuente.

Leer "dragonadas" está muy bien. No me avergüenza. ¿Está bien si es lo único que lees? Creo que aunque solo leyeses premios Nobel, tampoco estaría bien esa falta de variantes. ¿Y sobre las dragonadas? No las odio. Es más, hay gente a la que ese término despectivo le resulta ofensivo y a mí leer sobre dragones siempre me ha gustado. Hay personas que tienen un pensamiento bastante arbitrario que les hace odiar profundamente todo aquello que amaron en la adolescencia. O cosas que no descubrieron en el momento oportuno. Es una especie de prejuicio que se basa en sentirte mejor pensando que eres más maduro, cuando en realidad, lo que estás más cerca de ser es un amargado. 

Recuerdo con mucho cariño estos tres libros como para que la gente los quiera derribar sin más. Si no hubiese leído la Dragonlance, puede que no hubiera leído otras obras que llegaron después. Me mantuvieron con vida en una época en la que lo necesitaba. Sin ellos, no habría leído a Rothfuss, Abercrombie o Sanderson, autores que ahora mismo están en lo más alto de la fantasía épica. ¿Tiene eso algo de malo? No, no lo creo. El cinismo de querer derribar todo aquello que nos gustó de jóvenes, esa actitud un poco punk, no encaja conmigo en estos términos.

Somos los libros que hemos leído y las cotas que hemos alcanzado. En algunos momentos, un libro, por menospreciado que sea por la sociedad, puede significar esperanza y amor por la lectura para alguien. Puede que aborrezcamos aquello que nos hizo feliz una vez, porque ahora somos tristemente infelices, pero yo sigo disfrutando de aquellas aventuras que, aunque apenas recuerdo, sí me transmiten la magia de aquellas tardes leyendo un buen libro y haciendo que me odiase menos a mí mismo y al instituto. Puede que al final, gran parte de la vida vaya sobre eso, sobre aprender, aceptarse y volar junto a los dragones.

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