EL PUENTE DEL TROLL de NEIL GAIMAN: porque todos acabaremos en la oscuridad.

Nota: la Real Academia Española de la Lengua acepta la escritura de «trol» con una sola -l, pero en esta reseña se ha decidido conservar la -ll que aparece tanto en la edición del cuento El puente del troll (publicada en Humos y espejos) como en el cómic que adapta el cuento.

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El puente del troll de Neil Gaiman resucita los monstruos infantiles en un curioso retelling que el escritor realizó a partir de un cuento noruego. Fuente.
 

«Y aquí voy a quedarme, en la oscuridad bajo el arco. Os oigo bien a todos ahí fuera, haciendo trip-trap, trip-trap sobre mi puente. Por supuesto que os oigo»[1].

Neil Gaiman, El puente del rol.

Troll significa “ser sobrenatural” y hace referencia a monstruos que habitan en bosques, cavernas y bajo puentes. A menudo, el terror y el género fantástico utilizan a seres como troles, vampiros o zombis como un modo que tiene el ser humano de confrontar problemas como lo extraño, la pérdida de la vida o no poder morir. A menudo, la criatura insólita también sirve para repasar nuestras vidas y dejarnos claro que el mayor monstruo es el tiempo.

En 2015, leí El cementerio sin lápidas y otras historias negras de Neil Gaiman. Fue un compendio que en inglés se tituló M is for Magic y que tomaba diversas historias publicadas por Gaiman en otras revistas o colecciones como Humo y espejos. De él, saqué buenas historias, el título para el proyecto literario que he retomado recientemente y la enseñanza de que las portadas engañan. La edición española tiene una portada magnífica que juega con la oscuridad de Gaiman, pero quizá por la editorial o por el público para el que se orientó, me sorprendió la inclusión de El puente del troll, una de esas maravillosas obras traumáticas que tanto nos encantan a los lectores de Gaiman.

El cementerio sin lápidas portada
Portada de El cementerio sin lápidas y otras historias negras a la que hago referencia. Fuente.

El origen del miedo

El puente del troll fue publicado originalmente en Snow White, Blood Red, de Ellen Datlow y Terry Windling, una antología de versiones para adultos de cuentos infantiles. La obra de tradición oral escogida por Gaiman fue Las tres cabras macho Gruff, un cuento noruego que habla de tres cabras que están a punto de ser devoradas por un temible trol. 

En la versión de Gaiman, se nos narra la historia de un niño que se topa con un troll que le va a comer la vida, pero el crío, armado de su experiencia leyendo cuentos infantiles, le dice que todavía no ha vivido muchas cosas y que, cuando las aprenda, será más apetitoso; así que convence al troll para que le deje marchar y le promete que volverá en unos años, cuando haya vivido más. 

Más tarde, ya en la adolescencia, el protagonista se pierde con la chica que le gusta bajo un puente y vuelve a encontrarse con la monstruosa criatura, que ahora sí parece que lo devorará... hasta que el joven le vuelve a convencer de que tiene mucho por vivir, que volverá cuando haya vivido esas experiencias. El troll acepta. 

Entonces, se da paso al acto final, con la madurez del protagonista, en la que vemos cómo su vida se hace pedazos hasta que decide volver al puente del troll una última vez...

El troll de Neil Gaiman dibujado por Colleen Doran representa a ese monstruo que enfrenta al niño con la vida adulta y al adulto con la vida infantil, como también hizo en su día Stephen King con It (Eso). Fuente.

Crecer es el monstruo

En este relato nominado en 1994 al World Fantasy Award, Neil Gaiman utiliza al monstruo como una referencia a cómo el tiempo lo devora todo. En tres actos que nos recuerdan a las reiteraciones de los cuentos, el personaje va haciéndose mayor y vemos cómo pasa de una niñez donde todo parece nuevo a una adolescencia marcada por todo lo nuevo para llegar después a una madurez donde toda la ilusión y la esperanza se ha muerto. El escritor de Portchester utiliza su estilo sutil y oscuro para hablarnos de la tenebrosidad del tempus fugit, de Cronos devorando a sus hijos que, al fin y al cabo, somos todos nosotros. El cuento noruego original entraba en la categoría de cómeme cuando engorde, el de Gaiman también, aunque el primero se alimentaba de la propia carne humana y el segundo de la vida.

Hablando de la adaptación que Gaiman hace del cuento, en la versión recogida por Peter Christen Asbjørnsen y Jørgen Moe, las tres cabras parecen un símbolo de las tres etapas de la vida: niñez, adolescencia o juventud y madurez o vejez, siendo un niño, un adulto y un viejo sus correspondientes versiones humanas. Gaiman recoge este simbolismo, pero lo readapta para una sola persona en estas tres etapas, lo que agrega una capa de melancolía y nostalgia al cuento que en la pluma de Gaiman es magnífica (como siempre). 

Como en el cuento original, el protagonista se comporta de un modo irresponsable cuando está dispuesto a sacrificar a su hermana y su pareja; en el relato, la cabra más joven está dispuesta a sacrificar a sus hermanos mayores; lo que hace que algunos lectores que ven un carácter reprochable, en realidad sea una conexión con el cuento original (pero ¿y si no lo fuera? ¿Cómo podemos reprocharle a la ficción el comportamiento de un personaje?).


En mi opinión, no obstante, Gaiman acierta a la hora de darle un final más oscuro, retrospectivo e íntimo. El relato original posee la moraleja de cumplir las normas (como en tantos cuentos clásicos), pero se suma también otra: «más vale pájaro en mano, que ciento volando» (la conducta del troll de esperar al mañana, en vez de aprovechar el ahora). En su versión, Gaiman usa todo el cuento para enraizarlo también con la idea de cómo un troll se puede transfigurar y cómo la vida es al final tan horrible que no nos importa aceptar y sacrificarnos.

Han pasado cinco años desde que lo leí por primera vez, pero el cuento de El puente del troll sigue resultándome escalofriante por cómo mezcla la niñez y toda una vida con la tenebrosidad, con lo turbio, con lo oscuro que hay en nuestra existencia. Y Gaiman sabe hacerlo fantásticamente en los cuentos, como ya ha demostrado en Objetos frágiles, Material sensible o la ya citada Humo y espejos, y en los llamados "retellings", como ya vimos En la joven durmiente y el huso.

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Portada de El puente del trol de Neil Gaiman, llevado al cómic por Colleen Doran. Fuente.

Hacia la oscuridad

Hace unos años, el cuento fue trasladado al mundo del cómic de un modo muy acertado. La dibujante Colleen Doran realiza la adaptación, tanto el guion como el dibujo, dotando de una gran fuerza a la historia. Pese al estaticismo, su trazo nos recuerda incluso a los dibujos que acompañaban a los libros tipo Los cinco, que nos obligaban a leer cuando éramos chavales. Todo eso acompaña al sentimiento de nostalgia que rodea la historia de Gaiman y de la que ya había hecho gala en libros como El océano al final del camino. Dark Horse publicó esta adaptación en Estados Unidos y Planeta Comic en España, acompañándola de algún boceto y una introducción en una versión bastante somera.

El puente del troll de Neil Gaiman y Colleen Doran es un cómic sumamente interesante para los lectores que disfrutaron del relato original, pero también aquellos que quieran una historia de Gaiman, ya que Doran conserva el espíritu del creador de The Sandman, pero le añade también nuevas capas con un dibujo donde germina el cuento de hadas y el terror, pero acaso, ¿no son muchas veces lo mismo, donde hay un monstruo no hay también un milagro?  

El puente del troll deambula por la respuesta a esa pregunta, pero cada uno de nosotros deberá encontrarla, en la oscuridad, siguiendo las vías de un tren desaparecido y hallando a la bestia que, puede, seamos nosotros mismos.

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La niñez es un almacén de monstruos... y miedos, como defiende Neil Gaiman en gran parte de su obras, tanto en los cómics como en novelas y relatos. Fuente.


[1] He conservado la traducción que hace Sonia Tapia de la onomatopeya para la edición de Salamandra de El puente del troll en Humo y espejos. Tal y como se explica en el cómic que adapta el cuento, Gaiman hace un triple juego de palabras con una antigua expresión con sentidos fonéticos que se pierden en español.

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