True Detective, el hombre es el animal más cruel

Revisando las viejas entradas que se quedaron en borrador, he encontrado esta crítica de la primera temporada de True Detective que realizamos Pedro de Mercader y yo. Aprovecho para recuperarla.

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True Detective relata la historia de dos detective en medio del horror cósmico. Fuente.

Delta del Mississippi, Louisiana, Estados Unidos. Millones de habitantes. Dos detectives. Una sombra carga con un cadáver en plena noche, luego provoca un incendio. Misterio.

1 de mayo de 2012.  Dos policías escuchan la declaración de un detective, Rust Cohle, que lo perdió todo y un policía que solo le queda la placa. El pasado ha vuelto para devorarles, un psicópata dado por muerto ha vuelto a actuar.

Años 90. Los agentes Rust Cohle el Contable (por la libreta donde apunta todo) y Marty Hart se dirigen hacia un caso especialmente macabro en un amanecer denso y gris: una prostituta aparece asesinada. Su cuerpo desnudo posee extraños dibujos y su cuerpo está depositado junto a una trampa de pájaros. En su cabeza, unos cuernos que recuerdan a un demonio. ¿Quién mató a esa mujer? ¿Por qué ese ritual?

Mediante un montaje en paralelo, las declaraciones de Cohle y Marty afectan a nuestra opinión de lo que estamos viendo en el pasado. ¿Cuál es la verdad? ¿Qué esconden estos personajes? ¿Ha regresado el asesino dado por abatido?

Con este potentísimo detonante y una intro brutal acompañada del tema Far From Any Road de Handsome Family, HBO emitió el pasado 12 de enero de 2014 el que se ha convertido un clásico instantáneo, uno de los más grandes, masivos y veloces fenómenos de la ficción televisiva de los últimos tiempos. La historia, que podría haber sido en otras manos una historia típica de “detective caza psicópata” en las del escritor Nick Pizzolatto, se ha convertido en un producto que ha supuesto no solo que nos despidamos definitivamente del concepto de “la caja tonta”, si no además en una gran película fuera del cine o quizás solo es una obra que reivindica y da un paso más allá en el formato de la serie al crear un producto con una densa atmósfera y un desarrollo envidiable. Todo esto es ayudado por el hasta entonces desconocido director Cary Fukunaga, que poseía una carrera en la que solo destacaba la última adaptación hasta la fecha de Jane Eyre y que ahora se  le señala tras la elaboración de otra obra que versa del pasado y el presente: la novela It de Stephen King.

No cabe duda de que un día fardaremos de haber visto y seguido el periplo televisivo de True Detective en su momento. No obstante, ya es historia del género televisivo.

True Detective supuso un gran impacto en su momento. ¿Qué nos ha quedado de ella? Fuente.

No seremos bienvenidos en el infierno

Una pregunta se pasa por la mente de los dos servidores que firman esta crítica: ¿qué es lo que ha convertido a True Detective en un hito y no en un producto olvidable? La serie nace como una creación muy arriesgada, no es extraño imaginar que muchas cadenas hubiesen rechazado esta obra o, lo que es peor, incluso la hubiesen tergiversado y suavizado.

A la ventajosa posición de que tiene la HBO (gracias a ser una cadena de pago que no depende tanto de las audiencias y da mayor libertad para contar con éxitos como Los SopranoThe WireSix Feet Under o Juego de Tronos) se añade el buen ojo a la hora de apostar por True Detective. Así, contaron con un entregado público durante cada una de las entregas de este serial que podría formar parte de la tradición de las grandes novelas policíacas (e incluso las que trascienden el género), que no debe sentir vergüenza ante obras de culto como Twin PeaksSev7n o El silencio de los corderos, por poner solo algunos ejemplos. La profundidad de la trama y la exigencia al espectador demostraron ir más allá las típicas tramas a las que nos tienen acostumbradas otras series interminables sobre policías y asesinos. Si bien la premisa de True Detective parece simple, la narración añade el matiz de complejidad al que se suman los diferentes dilemas filosóficos y metafísicos que nos plantea en cada capítulo. No podemos ignorar los guiños explícitos a otras obras como El rey de amarillo de Robert William Chambers, el halo siniestro de H.P. Lovecraft, el sentimiento trágico de From Hell de Alan Moore y Kevin O´Neill o la fuerza nostálgica de algunas obras de Stephen King. Homenajes (guiños explícitos o no, reconocidos o no) que convierten a True Detective en un plato fuerte que necesitaba el mundo de las series, pese a su flamante avance los últimos años. Los espectadores queríamos una obra refrescante y profunda, True Detective ha sido una respuesta.

Desde el comienzo de la serie, destaca la figura del guionista de la serie Nic Pizzolatto, con hasta entonces una carrera como escritor de dos libros y unos episodios en la serie The Killing. Con True Detective, Pizzolatto se ha convertido en un guionista influyente que ha sabido conquistar al público con una obra profunda y plagada de matices, que con solo ocho episodios, dejó su marca en el panorama televisivo de los primeros meses de este 2014. Su valía le ha hecho ganar su puesto en la codiciada industria audiovisual, donde ya prepara una segunda temporada que ha despertado docenas de rumores, gracias a la pasión cimentada en estos capítulos alzados sobre tramas y subtramas, pistas auténticas y falsas, diálogos magníficos...

El papel de Pizzolatto como showrunner, creador y principal responsable de la serie podría recibir muchos adjetivos: impresionante, perfecto, inteligente, ambicioso, espectacular, demoledor, híbrido, detallista, metafísico e innovador (y, seguramente, nos falten algunos...). Sus guiones se convierten en uno solo, donde las diferentes tramas encajan y no cae en fallos comunes ni artimañas efectistas a las que estamos acostumbrados (véase esas series que viven de capítulos de cuarenta minutos idiotas y cinco finales que piden al público que vea el siguiente). Nada parece chirriar a simple vista y mucho menos resulta chapucero o previsible, esto ya es un mérito.

El creador opta por un guion que juega con el aspecto temporal, los saltos hacen que el relato esté contado de un modo mucho más interesante que si estuviese narrado linealmente. Manipula la información de la que disponen los distintos personajes y el espectador de un modo maestro, y hace unos arcos de transformación conjunto de Rust y Marty que son sencillamente perfectos. Durante las declaraciones de los detectives, los creadores aprovechan para contarnos la historia a los espectadores además de los interrogadores, creándose un círculo en una historia que bebe del pasado. No es extraño que en uno de los episodios se rescata a través de Cohle una de las fascinantes teorías sobre el tiempo cíclico que tan bien expusiera Alan Moore en From Hell, para muchos su magnum opus.

Pero independiente de eso, la historia de estos dos detectives consigue ser convincente al contraponer diferentes actitudes. No son unos Phillip Marlowe, unos antihéroe solitarios que deben resolver un caso (aunque Rust tenga algo de este personaje). No es una historia detectivesca al uso, con un personaje más o menos planos, con el que contar infinidad de historias como viene de la literatura pulp (aunque algo hay). True Detective es una historia con un principio y un final definido, con un protagonismo compartido, donde funciona a la perfección el contraste entre ambos protagonistas, y los cuales en un principio no se llevan especialmente bien, como si de una buddy movie se tratase. En ese sentido, una de las fuentes de las que bebe esta serie podría ser Se7en de David Fincher, con la que comparte también el tono oscuro y sórdido a la par que mensajes filosóficos o religiosos. No obstante todo esto viene de Arthur Conan Doyle, creando a John Watson para que el lector pudiese conocer y seguir los pensamientos de Sherlock Holmes sin sentirse anonadados (además de darle al protagonista alguien con quien conversar, uno de los puntos que impulsaron a la creación de Robin en la mitología de Batman, por cierto).

Como ya hemos mencionado, Pizzolatto se ve influenciado de otros medios como la literatura, explícito es su Carcossa o referencias a El Rey Amarillo de Robert Chambers o la atmósfera de ruinas abandonadas, el mundo salvaje sin ley y males infinitos de H. P. Lovecraft. El guionista posee una mente abierta y vemos elementos de cómics de autores como Moore (el discurso nihilista de Cohle recuerda al Rorschach de Watchmen, el enfoque que se le da al lugar de los hechos, la energía siniestra y sus habitantes recuerda al que le dio Moore en From Hell) o Neil Gaiman, con ese pequeño guiño visual a Sandman con cierto monstruo que aparece al final de las pesadillas.  La influencia del cómic fue algo que el propio Pizzolatto confirmó en una entrevista, demostrando ser un escritor que no reniega de un medio como el noveno arte (ojalá aprendan otros). Y esto solo es una parte  de la ingente cantidad obras de las que bebió el guionista a la hora de hacer esta apoteósica creación.

A partir de la habilidad del escritor y sus referencias, Pizzolatto logra transportarnos a esa América profunda y oscura para hacer un retrato nada favorecedor de esas regiones en las que se vive en un ambiente deprimente, decadente, oscuro, opresivo en el que es fácil perder la cordura, y donde campan personas peligrosas, perdidas y enfermas.

Pizzolatto desarrolla lo suficiente a todos y cada uno de los habitantes de esa Louisiana lúgubre, cada uno con sus propias motivaciones. Eso da entidad a esa zona americana, que se convierte en un personaje más de la trama: Louisiana, según esta serie, está lejos de ser un lugar en el que desearíamos vivir, un lugar donde los monstruos acechan cada esquina, y están más cerca de lo que creemos, donde cada persona tiene algo que esconder y crece la violencia y la desconfianza. Este lugar dominado por la cuenca del Mississippi en el que la humedad, las zonas pantanosas, los ambientes neblinosos, el clima... hacen que la vida ahí sea complicada y la muerte demasiado fácil, es un estado corrupto e insalvable (¿cómo todo el mundo?). También son visibles en determinados momentos de la serie, los estragos provocados por esa enfurecida (o viendo el paisaje de la serie, purificadora) bestia llamada Katrina.

Para Pedro de Mercader, True Detective es una serie valiente al mostrarnos esa América que no se ve en las oficinas de turismo ni en las películas, que en muchos casos venden a los turistas su propio país. El caso, no solamente se limita a un psicópata genérico random, sino que, habilidosamente, Pizzolatto hace que salpique a varios estamentos de la sociedad en la que diversas personas se ven implicadas, lo cual es sencillamente terrorífico y, desgraciadamente, realista.

Para Carlos J. Eguren, la forma de manejar la ambientación y su retrato sórdido nos transporta a un mal que intentamos ignorar pero existe. No es raro notar a medida que la serie avanza en sus espacios más oscuros que nos hallamos en una pesadilla de la que los personajes no pueden escapar. Louisiana se convierte en un personaje más de la serie, aunque hay que tomárselo como lo que es: un escenario acorde con la trama.

Por dicha ambientación y argumento, Pizzolatto ha creado uno de los guiones más sensacionales para una serie. Sin duda, el medio televisivo ha conseguido un nuevo ejemplo a seguir a la hora de crear proyectos seriados.


Las relaciones de los dos protagonistas de True Detective es parte de la riqueza de la serie. Fuente.

Pecados del pasado

La maldad es ese oscuro sentimiento que no dudan en diseccionar los creadores de True Detective. Esa tenebrosidad que transcurre todo el tiempo es vista con claridad por el personaje de Rusty Cohle, una figura tétrica, corrosiva, destructiva, que sostiene en principio un mensaje nihilista, pesimista y desesperanzador, que nos hace preguntarnos hasta qué punto es un diagnóstico certero de la realidad. Para algunos, el mensaje de Cohle en este mundo posmoderno y falsamente optimista resulta como una bala en la sien. La credibilidad del personaje de Cohle, roto hasta límites terribles, yace en cómo el personaje afronta su vida sin más, tras la muerte de su hija y su trabajo como policía encubierto. Para él, la existencia es un fenómeno sin importancia y la Tierra solo es una alcantarilla rebosante de escoria, donde la única razón para seguir respirando es llevar a cabo un ideal de ley que hace que no le tiemble el pulso cuando debe atravesar los límites de una moral corrompida. Su carencia de esperanza le lleva a ser un personaje cínico y obsesivo que no descansa hasta que cierre el caso; no tiene nada que sacrificar por el camino, porque ya no tiene nada que perder: el detective perfecto.

Por otro lado, tenemos al personaje que representa la normalidad, al menos de una forma aparente; Marty Hart, el reflejo de muchos policías que tienen una familia perfecta y un trabajo con el que se sienten contentos. Sin embargo, pronto nos damos cuenta de que es hipócrita, como la propia Luisiana, como nuestra sociedad: maltrata a sus mujer, ignora a sus hijas, tiene una amante. Critica los esqueletos en el armario de Cohle, pero él no es ese tipo brillante que aparenta. Confía en esa falsa vida que ha cimentado antes de caer en la cruda realidad que Rust defiende desde el comienzo de la serie. Todo empieza a cambiar con él, desde sus momentos de ira salvaje hasta los pasos que le conducen a la destrucción de sí mismo. Conocer a Rust y el siniestro caso de la muerte de la prostituta, acerca a Hart al lado oscuro de Cohle.

Estos personajes están bien definidos, antagónicos hasta cierto punto, y representantes cada uno de dos idiosincrasias diferentes y divergentes; suponen un contraste que es lo que hace que el espectador, en gran medida, tenga interés en la serie. Por esta causa, True Detective redunda en sus diálogos, en esos largos paseos en coche, en los que realmente, no está pasando ninguna peripecia de la trama, pero que están tan bien escritos que hacen que sean incluso más atrayentes que los puntos de giro del guion. Conocemos a Rust y Marty, y parece que nos conocemos un poco más a nosotros mismos.

Macabros símbolos nos lleva a un panorama de horror cósmico en True Detective. Fuente.

Castigos del presente

Pese a todo lo señalado, Pizzolatto no ostenta todos los méritos. También es digno de mención el trabajo del director de todos los episodios: Cary Joji Fukunaga. El realizador lleva cabo una narración posmoderna y cinematográfica, en la que opta por una realización bastante sorprendente y rompedora, aunque bebiendo de algunos elementos de series como Breaking Bad (esos planos sugerentes e innovadores, algunos juegos del montaje…). Las formas en esta serie son tan importantes como la propia historia.

Fukunaga no sabe solo poner la cámara en el lugar adecuado, demuestra un manejo del medio sencillamente envidiable. No tan solo por los planos ubicados en lugares sorprendentes y muy poco convencionales (pero genialmente elegidos), sino por su gran pulso narrativo, su dirección de actores, su sobresaliente montaje, el uso del tiempo no lineal y ampliado, su manejo del punto de vista, del suspense, del misterio…

Destacar el maravilloso e increíble plano secuencia en el que el movimiento de cámara y de los personajes es constante, en el que la peripecia es constante, se produce momentos de gran tensión y acción. La cámara se mueve con total naturalidad en intervalos de un ambiente claustrofóbico de una casa pasando por una calle en pleno tiroteo, incluyendo numerosos personajes y momentos que lo convierten en un plano secuencia a destripar por cualquier cineasta. Realizar esta escena debió ser una tarea titánica. Pero como en este caso una imagen vale más que mil palabras, es mejor disfrutarlo  y que cada uno saque sus propias conclusiones.

La filosofía del personaje nos recuerda a muchos de los cómics de Moore. Fuente.

Auténticos antihéroes

Es importante del magnífico trabajo de todo el reparto, que resulta apabullada, pero debemos centrarnos especialmente en las dos almas de la serie: Woody Harrelson como Marty y Matthew Mcconaughey como Rust. Sin ellos, True Detective no habría conseguido ser tan buena.

Ambos actores logran una fusión completa con sus personajes, y logran darles una entidad. Pero, tal vez porque sea la estrella de la serie, o tenga una personalidad más profunda, Mcconaughey logra que su Cohle con sus ideas y sus monólogos se grabe en la mente del espectador. Mcconaughey logra hacer suyo un personaje tan complejo como el de Cohle, y nos da muestra de sus grandes dotes interpretativas, cambio físico incluido. No es de extrañar que el actor haya pasado de ser un actor de olvidables comedietas románticas, a estar en boca de todos y ser un actor más que respetado, gracias a su espectacular trabajo en esta serie o en proyectos como Mud o Dallas Buyers Club. ¿Quién podía esperarse esta sorpresa viniendo de este actor hace un año? Sin duda, pocas veces un actor ha conseguido hacer del pesimismo un discurso completamente creíble e impactante.

Sin embargo, Harrelson tampoco se queda atrás y logra que Mcconaughey no se lleve todo el protagonismo, y consigue robar algo de presencia al mencionado actor en uno de sus papeles más memorables. A veces, un gran actor ante otro torbellino interpretativo solo puede mantenerse sin hundirse ni deslucir el trabajo final y Harrelson lo consigue. También logra comprender a su personaje y hacerlo interesante al espectador. Los grandes momentos de Marty son los de mayor intensidad dramática, los cuales el actor vuelve a demostrar su calidad artística y una solvencia que, por otra parte, lleva ya varios años consagrada. Otro papel memorable para el actor de apariencia ruda que refleja el lado más oscuro del buen policía, padre de familia y defensor de los desdichados.

En un lugar más secundario,  tenemos un excelente reparto encabezado por Michelle Monaghan, Alexandra Daddario, Shea Wigham, Michael Potts, Tory Kittles o Michael Harney entre otros, que completan este plantel de actores de lujo que, todos y cada uno de ellos, hacen que la obra gane enteros. Todos demuestran un gran nivel y todos dejan su huella en el proyecto global.

Destacable la banda sonora que acompaña a la serie y  hace mayor énfasis en las imágenes, o las variadas canciones con las que nos deleitan en cada cliffhanger. Algo que, por otro parte, no es de extrañar, ya que detrás de la banda sonora está ni más ni menos que T. Bone Burnett.  Una selección de canciones que vale la pena escuchar tanto dentro como fuera de la serie y que, en muchos casos, logran captar el espíritu de la serie como es el caso de este Angry River:

Por último, pero no menos importante: cualquier reseña no estaría completa si no se hablase de la particular, genuina, artística y maravillosa cabecera de la serie. Con una estética impresionante, la música de The Handsome Family lanza imágenes que logran llamar la atención desde el primer segundo hasta el último, y como todas las buenas cabeceras, sirven para darnos a la idea de lo que vamos a ver de un modo sutil y sugerente. Cuidada al máximo, esta cabecera se ha convertido en una obra de arte de la que Patrick Clair puede estar orgulloso.

Concluyendo, Pedro de Mercader piensa sobre True Detective: desconozco si alguien logrará o si ya se ha logrado hacer alguna serie perfecta, pero, bajo mi punto de vista, esta serie (o película de ocho horas) es lo más cercano que tendremos, ya que un servidor no es capaz de encontrarle ni un solo error. Todo funciona como el mecanismo de un reloj y no hay ni una sola pieza defectuosa. En un momento en el que la gran mayoría de las series tienen un gran nivel (y a los pocos meses de haber enterrado esa serie que ha logrado hacer historia, llamada Breaking Bad) parecía imposible o muy difícil superarlo, pero esta lo ha conseguido. True Detective ha logrado eso, y ha conseguido milagrosamente con mucho éxito, para una serie tan compleja y complicada como esta. Otro caso digno de la ingente cantidad de estudios que está recibiendo, otra obra maestra más para la HBO, reivindicación de algunos artistas que han logrado colocarse entre los grandes nombres, y un producto de gran calidad para el espectador. Todos ganamos.

Para Carlos J. Eguren, True Detective es el ejemplo de cómo el panorama televisivo sabe evolucionar y dotar a sus producciones de una profundidad cada vez más envidiable. Ver una serie ya no significa desenchufar el cerebro, sino que este se mantiene tan activo como leyendo una buena novela. Si bien es un emblema para un nuevo tipo de serie, muchos cuestionarán ese desenlace para algunos demasiado optimista, donde la mayoría de la “secta” que comete los abusos queda libre. Para mí esa parte queda resumida en el diálogo final de la serie, donde como homenaje al cómic Top Ten, Rust Cohle y Marty se dan cuenta de cómo todo ha cambiado y como la luz se enfrenta a la oscuridad y, para ellos, por ahora la luz está ganando. Pizzolatto podría haber apostado por continuar el espíritu oscuro de la obra, pero al final, sin renunciar a ese mal insomne, opta por unas dosis de optimismo que nos hacen pensar que quizás queda algo de ilusión en el mundo. No obstante, muchos piensan que tal vez la serie debería haber terminado con el séptimo episodio. Personalmente, pese a algunos defectos, me parece una buena serie. Por motivos así, True Detective se ha convertido en una serie que ver varias veces, comentar y discutir. Eso solo lo consiguen las grandes obras.

En definitiva, True Detective es una de las mejores series del momento. ¿Quieren saber por qué en caso de que no les hayamos convencido? Vean el primer capítulo, viajen al infierno e intenten luchar por salir de él como nuestros personajes. No verán el mundo igual que antes, pero tampoco las series televisivas.

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