El ascenso de Skywalker supone el fin de la Saga Skywalker... por el momento. Fuente. |
«Nos teníamos los unos a los otros, así fue como ganamos», Lando.
El escritor Neil Gaiman aconsejaba que cualquier escritor debería escribir siempre las historias con las que se sintiese satisfecho. Si escribía para cierto público solo por dinero, seguramente a ese público no le gustaría, a el autor tampoco y lo más seguro es que tampoco obtuviese el dinero. Por desgracia, creo que fue lo que ocurrió con Star Wars. Episodio IX: El ascenso de Skywalker, una película que intentó tomar el camino más rápido para caerle bien a todo el mundo y, precisamente, logró lo contrario.
Puede que algo se imaginase el primer director contratado: Colin Trevorrow abandonó el proyecto tras haber entregado un primer borrador del guion. Lucasfilm, dispuesta a cumplir con la fecha del estreno, buscó sustituto y optó por Rian Johnson, que no pudo aceptar porque estaba terminando Puñales por la espalda, y, finalmente, regresaron a J. J. Abrams, que había contado con el favor de crítica y público con El despertar de la Fuerza. Básicamente, con esa opción, se buscó satisfacer al típico fan y evitar aquel que buscase alguna sorpresa (el temor a nuevas polémicas estaba ahí). Una lástima que nos sigue haciendo pensar que ojalá pudiéramos viajar a un universo alternativo donde Johnson concluyó la saga. Por lo menos, nos queda el guion filtrado de Trevorrow que nos hace ver diferentes aspectos distintos e ideas muy interesantes. Al final, el que se encargó del libro fue Chris Terrio, que ganó el Oscar por Argo, pero luego acabó haciendo Batman V Superman. Muchos han llegado a afirmar con cierta malicia que parece que Chris Terrio y Disney se dedicaron a leer teorías de los fans y se hizo el guion sobre eso. Puede que se deba a todo el fanservice más vacío que se detecta en la película. El propio Terrio reconoció que reescribir el guion diariamente había sido muy complicado. Lo que sí es cierto es que El ascenso de Skywalker es una película tremendamente cobarde, que apuesta siempre sobre seguro y olvida el espíritu de Johnson en muchísimos momentos. Lo que pasa parece que pasa porque tiene que pasar, como esa infiltración en la nave donde tienen cautivo a Chewbacca (y los personajes se marcan un Leroy Jenkins) o porque hay un guionista detrás (incluso nos meten a un robot, con voz de J. J. Abrams, que tiene que decirnos cómo sentirnos en todo momento, no vaya a ser que nos perdamos ante este raudal de emociones… Al menos, simbólicamente es salvado por BB-8 como Rey salva a la serpiente... Algo es algo). Todos sabemos que es muy difícil que el final de una historia y más de una saga como la Skywalker complazca a todo el mundo, pero también debe ser difícil que se complazca a tan poca gente.
«¡Los muertos hablan!». Con esta contundente frase, se inicia El ascenso de Skywalker, el último episodio de la Saga Skywalker (por el momento). A toda prisa, se busca justificar el regreso del Emperador, que resulta que ha estado detrás de todos los sucesos acontecidos. ¿Cómo volvió? ¿Quiénes son los acólitos de Exegol, el mundo oculto de los Sith? ¿Por qué optó por un clon deforme y con pensamiento propio como Snoke? ¿Por qué no utilizó antes la díada de Kylo Ren y Rey? ¿De dónde surge la Orden Final? ¿De dónde han salido las naves? Preguntas que se resolverán en el Universo Expandido, pero aquí se busca que nos centremos más en Kylo Ren acabando con forajidos, llegando a Mustafar, obteniendo la pieza para llegar a Exegol y encontrarse con el Emperador, que le promete un nuevo Imperio bajo el nombre de la Orden Final (porque la 66 ya estaba cogida). El regreso de Palpatine se justifica en el carácter circular, en el poder de los Sith, la historia de Plagueis y, por supuesto, en un remedo de Imperio Oscuro y en la idea del título de La amenaza fantasma. En este momento se decide optar por unos recursos que hace que el Emperador parezca el monstruo de una película de horror y, aunque está bastante conseguido, queda como un elemento malvado, un tercero, que será el que una a los otros personajes y nos haga imaginarnos por dónde irá toda la película. Si Los últimos Jedi levantó polémica por ser tan inesperada, aquí obtenemos todo lo contrario.
De ahí saltamos a Chewie con el holoajedrez (otro guiño al Episodio IV, el VII, Solo…), Poe y Finn, con su misión para obtener información de un espía de la Primera Orden que ayuda a la Resistencia, y que nos conduce a una persecución con varios saltos a la velocidad de la luz que parece una escena ingeniosa, salvo cuando nos acordamos de que viajar a la velocidad de la luz no es como dar un paseo por el campo y menos en la atmósfera. Es una pena que Chewie quede como una mera excusa en otro acto de cobardía de la cinta (sí, me refiero a la explosión del transporte), Poe sea una versión 2.0 de Han Solo con algo de Indiana Jones, que no pega del todo con lo narrado en libros y cómics, y Finn se vea reducido a convertirse en un personaje que solo grita: «¡REEEEEEY!» cada dos por tres. Más bochornoso si cabe es lo que le hacen al personaje de Rose, que la relegan a poco más que una secundaria simplemente por la campaña de odio de algunos en redes sociales contra la actriz y el personaje.
Dicen que Abrams planeaba que, al final de El despertar de la Fuerza, Luke apareciese levitando y moviendo varias piedras a su alrededor, demostrando su gran poder. Johnson le pidió que no, porque iba contra lo que iba a narrar sobre Luke, que, precisamente, le dice a Rey que ser un Jedi no es mover piedras con la Fuerza (aunque, al final de Los últimos Jedi, hay una broma sobre esto). En El ascenso de Skywalker, la primera escena en la que vemos a Rey es… meditando y moviendo piedras… Vale, lo aceptamos, igual que su forzado entrentamiento, donde más allá de recuperar el casco y la esfera remota con la que practicaba Luke en el IV, lo más interesante es ver de nuevo la conexión entre Kylo y Rey. Al menos, en esta parte, podemos ver a Leia como maestra Jedi y no tengo queja al ver cómo se ha incorporado a su personaje a la trama, cuando Fisher había muerto años antes. Sobre la idea de buscarle a Rey una herencia importante, me parece una pena frente a la teoría de Johnson; creo que muchos preferíamos a Rey, solo Rey, antes que a Rey Palpatine. La galaxia de Star Wars, a veces, es tan pequeña como mi pueblo: todos son familia. Para que no quede como algo muy exagerado que se vuelve al tema dinástico, Terrio intenta recuperar la idea de que la gente normal también puede cambiar todo gracias a los soldados imperiales perdidos de Jannah, que recuerdan a los niños perdidos de Enfys Nest.
Parte del último gran duelo de sables láser de la película tiene lugar en los restos de la Segunda Estrella de la Muerte donde se enfrentaron Vader y Luke por última vez, bajo la sombra del Emperador. Fuente. |
La película nos lleva al desierto de Pasaana y su festival (con el regreso de Lando Calrissian; quien liderará el ataque final; lástima que se recortase la subtrama de su hija desaparecida, aunque tenga a bien el discurso tras la muerte de Leia que les anima a luchar). Las escenas de persecuciones con soldados de asalto con jetpack, el festival, la serpiente a la que Rey cura solo para que no quede como muy sacado de la manga ese poder al final (un ejemplo forzado dela pistola de Chéjov…), no ayudan en demasía. Quizá el cruce con Kylo Ren y cómo Rey corta la nave del villano sea lo más interesante, aunque luego desencadena el descontrol de los poderes de Rey y el falso final de Chewbacca, que fuerza todo.
Y luego tenemos Kijimi, que bien podría ser un remedo de la luna de contrabandistas Nar Shaddaa, pero con el aspecto de los reinos de Kurosawa, y donde conocemos a Zorii la cazarrecompensas y a Babu Frik, que solo por como se ríe ya merece la pena, porque nosotros también acabamos riéndonos por no llorar cuando se le borra la memoria a C-3PO para justificar que pueda traducir la lengua Sith de esa daga de Ochi el cazador de Jedi (si al menos hubiera recuperado la memoria que le borró el capitán Antilles al final del Episodio III…).
La idea de que Kylo Ren convenza a Rey para unirse al Lado Oscuro tras marcarse un «yo soy tu padre» o, más bien, «sé quién es tu abuelo», poco aporta salvo un paralelismo entre la caída de Rey y la caída de Luke en El Imperio contraataca. En busca de otro alarde de nostalgia malentendida, tenemos cruceros espaciales con potencia de la Estrella de la Muerte y, por supuesto, los restos de la Segunda Estrella de la Muerte (idea que Abrams quiso para el VII y que no materializó, pero, por supuesto, necesitaba ponerla para sentir que cumplía con su deber de cortar y pegar; no fuera a ser que hubiera una peli de Star Wars sin Estrella de la Muerte y alguien se pusiera nervioso). Ni siquiera la aparición de la Dark o Darth Rey ayuda demasiado en esta parte donde el duelo de Kylo contra Rey intenta recordarnos al duelo de Vader contra Obi-Wan, solo que las olas de este planeta se contraponen a las llamas de Mustafar: dos tipos de infierno distintos. En este punto, se integra la muerte de Leia y la sensación de que Rey ha fallado y solo le queda el exilio tras curar mediante la Fuerza (poder polémico, aunque no sea la primera vez).
Si la primera parte de El despertar de la Fuerza era la más fuerte y daba lugar a una segunda parte más floja, en El ascenso de Skywalker es al revés desde que aparece Han Solo para redimir a su hijo Ben. Es magistral el brutal cambio en la actuación de Adam Driver cuando pasa de ser Kylo Ren para volver a ser Ben. Cuando vemos el auge del Emperador y cómo Poe y Finn sueltan una arenga para preparar los últimos restos de a Resistencia, parece que la película por fin es una película. Que Rey se exilie es consecuente, aunque le durará poco: cuando arroja el sable, la mano del Luke fantasmal protege el arma y suelta un «El arma de un Jedi merece más respeto» que, más que ser una ironía, parece una pulla a Johnson. A través de la aparición de Luke, Rey encuentra fuerzas (o la Fuerza) para la batalla final en Exegol, donde se enfrentará al miedo (el destino de los Jedi) y a su legado.
El ritual que lleva a cabo el Emperador en Exegol es siniestro. El trono diseñado por McQuarrie para el Episodio VI es genial. El plan del Emperador para reencarnarse en la díada o robar su poder no es tan horrible como parece, pero sí previsible. Al menos, el sacrificio de Ben está bien conseguido, con una caída que nos recuerda a la caída de Palpatine en el VI y que nos lleva a pensar en que el equilibrio de la Fuerza esté en que Rey salvó a Kylo y Kylo la salva a ella. Además, en cuanto a elementos de forma, que los Sith del Universo Expandido vuelvan a ser canon (ya sea a través de esculturas o el nombre de los cruceros estelares) es estupendo. Que Rey escuche las voces de los Jedi como Ahsoka, Obi-Wan, Anakin, Yoda o Kanan solo hubiese sido todavía mejor si hubiesen aparecido unidos a la Fuerza y representasen el famoso: «mil generaciones de Jedi viven en ti ahora, pero esta es ahora tu lucha» (recordemos que se barajó que los fantasmas de Yoda y Obi-Wan ayudasen en el duelo de El retorno del Jedi, tema que se descartó). Como ya adelantaba, lo mejor de la película es el final y eso pese a que el «yo soy todos los Sith» y el «yo soy todos los Jedi» suena demasiado como el «yo soy inevitable», «yo soy Iron Man» de Endgame, solo que Endgame contaba con una estructura y una serie de películas trazadas por Kevin Feige y, en Star Wars, parece que esa conexión no se ha desarrollado. Mientras, la batalla espacial, más allá del momento de caballería, tiene algún instante conseguido (como la ayuda venida de todo el espacio) y nos evoca a aquella hueste de contrabandistas unida por Lando, Han y cía en el Universo Expandido. Es una pena, no obstante, que los finales de temporada de Rebels o el arco de Victoria y muerte de The Clone Wars emocionen más.
Uno de los
rumores de un final alternativo consistía en que Kylo Ren se redimiese,
volvieve como Ben Solo y tuviese lidiar con sus crímenes en una galaxia que lo
odia. Me hubiera parecido un aspecto más interesante y nos hubiera asegurado
más saga principal. Al menos, simbólicamente se une a la Fuerza y toda la gente
se une a la Resistencia en un último ataque. Por suerte, queda algo de esperanza.
Hasta la celebración sabe nimia. Si en El retorno del Jedi teníamos varios planetas, aquí nos debemos conformar con Bespin, Endor (con cameo de Wicket e hijo) y Jakku. Ya está. El abrazo de los protagonistas poco significa cuando salvo en una película, todo lo demás parece impostado. ¿Por qué el epílogo con el famoso Rey Skywalker se ha convertido en carne de meme como la escena de Martha de Batman V Superman, también escrita por Terrio? Pues simple: no se sostiene con la película ni con la trilogía. Falta que el espectador empatice más, mucho más.
Y ya está. El final de más de cuarenta años y nueve episodios.
Dejar morir el pasado o incluso matarlo es uno de los temas de estas secuelas y queda expresado con la destrucción del casco de Vader. Fuente. |
La idea que sostiene la película de que no todos se han rendido, que la Primera Orden gana cuando hace creer a los demás que están solos, me parece muy interesante, pero mal ejecutada. Nadie respondió en Crait. ¿Por qué ahora sí? Lo que perdura es la sensación de que El ascenso de Skywalker es pasable mientras no se piense demasiado en ella; el problema es que tampoco aguanta bien un segundo visionado. Puede que el gran inconveniente de la película es que, más que lo que sucede, es cómo se llega a que suceda o cómo se cuenta.
¿Se puede arreglar esto? Más allá de absurdas descanonizaciones, hay otro remedio. Una película con tantos huecos como El ascenso de Skywalker hace más que necesaria una serie (o varias series) que abarquen el mismo período y ayuden a completar las secuelas, igual que The Clone Wars ayudó a las precuelas. No obstante, hubiera sido incluso deseable que hubiera habido una serie a modo de puente entre las películas, como la versión en 2D de Clone Wars. Suponemos que tendremos que esperar un par de años para que muchas de las incoherencias o huecos se vayan rellenando y le den nuevo sentido a estas secuelas; al menos, esto parece haberse insinuado ya con The Mandalorian y la posible trama de los clones de Palpatine (o quizá es una enrevesada teoría de los fans).
No sé si el ejercicio que hace Abrams (¿o Disney?) ¿O Terrio?) intentando reescribir Los últimos Jedi es real o solo surge de una película que he montado en mi cabeza. Una muestra de ello: Kylo vuelve a hacerse su casco y, por mucho que hablen de una técnica japonesa que usa oro para reconstruir la porcelana, a mí me parece un uso innecesario de la máscara (con chiste malísimo incluido) y, en caso de quererla, no hubiera estado mal que ahora sí la necesitase debido a una explosión de un holocrón que lo hubiese deformado, como barajó Trevorrow en su guion. Otro ejemplo está con Pryde, que se supone que es lo que Hux debería haber sido de no haberse convertido en un hazmerreír aunque tenga esa frase de «me da igual si ganáis, necesito que pierda Kylo Ren». (al menos, en una de las escenas de reuniones de los moff tenemos a la nieta de sir Alec Guinness, el Obi-Wan original). Un ejemplo nimio: la reconstrucción del sable de Anakin que hace Rey no nos permite ver a Rey madurando y haciendo su propio sable o haciendo uno a partir del de Luke, una idea que, curiosamente, sí barajó Trevorrow. Que conserve un diario de Luke y que Luke buscase Exegol es casi una excusa argumental tan metida a calzador (y más tras la destrucción de los textos del templo Jedi de Luke) que uno intenta no fijarse demasiado.
Como director, además, Abrams vuelve a ser un artesano (o un mercenario). Rompe el estilo de Star Wars, omitiendo muchas veces los fundidos con cortinilla, y prefiere una fotografía más anodina. El gran problema es que mientras que Johnson demostraba que solo podíamos esperar lo inesperado, con Abrams no encontramos ningún desafío, ningún reto, sino a un director con el piloto automático. Star Wars debe nacer de la pasión, como demostró George Lucas, Irvine Kershner, Dave Filoni, Bryce Dallas Howard, Deborah Chow… Hacer una película de Star Wars que signifique el cierre de una saga y que ni siquiera emocione como debe emocionar, es una pena. Ni siquiera destaca por sus efectos especiales, sus escenarios o su vestimenta. Nada, absolutamente nada, sorprende de verdad. Al menos, la banda sonora de John Williams apuesta por hilar y tender puentes, por ejemplo, con el tema del Emperador, aunque también tiene algún tema más aventurero y clásico en su partitura. Además, tiene un cameo en la cantina, junto a varios objetos que representan las películas donde ha obtenido un Oscar.
Al menos esta secuela nos dio a ese hacker mecánico con tendencia a parecer alcohólico que es el gran Babu Frik. Fuente. |
Para cerrar, me atreveré a decir que uno de los grandes errores de las secuelas es no haber contado con una coordinación real. Un ejemplo sería los bandazos con personajes como Hux o la poca evolución de otros que se aseguraba su importancia como Maz Kanata o incluso Phasma. Otras líneas se quedan para nada, como los Caballeros de Ren, que nunca sabemos muy bien quiénes son salvo señores que ensucian el suelo; si se les hubiera desarrollado en las dos películas anteriores, el duelo final con Ben Solo hubiera sido más interesante, pero aquí se dedican a posar como si fueran miembros de Slipknot. Si bien se aprecia haber optado en principio por tres directores distintos, hubiera sido interesante contar con una auténtica supervisión que hiciera que la trilogía tuviese sentido y no fuese una especie de quiero, pero no puedo, que al menos nos dejó con una joya como Los últimos Jedi.
Todo en El ascenso de Skywalker se percibe como apresurado, carente de auténtico valor, con tendencia a un fanservice banal (como darle la medalla a Chewie, no vaya a ser que alguna queja fan no se cumpla) y una sensación de que se necesita llenar toda una primera hora de sucesos que no vienen muy a cuento en favor de un tramo final más interesante siempre que logremos suspender la credibilidad hasta valores más allá de las escalas.
Los fans
que se habían alegrado con la llegada de Rian Johnson a la franquicia se
sintieron decepcionados. Muchos fans que veneraban a Abrams se sintieron
decepcionados por una película que daba tan poco. Al final, nadie pareció
quedar muy a gusto con lo que debería haber sido un fenómeno como lo fue
Endgame para Marvel. Uno no pierde la esperanza: nadie sabe si las series que
se preparan no llevarán a una nueva trilogía que enmiende los fallos de las
secuelas, un Episodio X, XI o XII, por ejemplo. Será cuestión de esperar. Star Wars no terminará nunca. Es la fuerza de los mitos. Son inmortales.
No es una película que haya cumplido el desafío de cerrar una historia. Está el problema del villano, que parece traído a último momento.
ResponderEliminarNo me quedó claro de la motivación de Ben Solo, para convertirse en Kylo Ren, como si la tuvo Anakin Skywalker para ser Darth Vader. Aunque me gusta el enlace con Rey, que me parece uno de los personajes mejor logrados.
Los personajes clásicos merecían mejor tratamiento.
Saludos.
Podría haber sido mejor, sin duda. ¡Graaaaaaaaaaaaaaacias por el comentario!
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