Crítica de Sombras de Magia: El Príncipe de Acero, un decepcionante cómic de V. E. Schwab

El Príncipe de Acero es la expansión de Sombras de magia, la trilogía literaria de V. E. Schwab, que aquí da su salto al cómic. Fuente.

No sé de dónde proviene esa chorrada de convertir a los príncipes en héroes de acción formidables e intentar que te caigan bien, aunque sean parte de una deplorable casta aristocrática que ha condenado todo el mundo a un yugo que debería quebrarse en cualquier momento. Tampoco entiendo muy bien por qué ocurre en la ficción y más en el género fantástico. 

Y es curioso, porque mientras que hay personajes que tolero bien como Paul Atreides (que en el fondo es uno de estos príncipes), hay otros como el príncipe Maxim Maresh, el Príncipe de Acero (ugh), de Sombras de Magia que cumple con esa característica que une tantas y tantas obras de corte juvenil fantástico: un protagonista odioso, un protagonista que no me tragaría ni aunque me bebiese el Mar Muerto, un protagonista que deseas que muera en cada página de una forma más dolorsa que la anterior. Un protagonista que, en el fondo, solo es un guiñapo sin carisma.

Cada número invierte sus dos primeras páginas en narrarnos el contexto mágico de la serie. Llamativo, ¿eh? Pues se queda en esto. Fuente.

Una leyenda que no debía ser contada

Así que la escritora superventas V. E. Schwab se ha convertido en el último fenómeno de la fantasía juvenil y eso ha hecho que las editoriales españolas se froten las manos, pensando que las buenas reseñas en otros países y la publicidad de otras editoriales ayudará a que el mercado literario español no zozobre y, aprovechando la moda, han sacado tres tomos que recopilan la miniserie en formato de cómic que conecta con la trilogía de Sombras de Magia y se centra en el Príncipe de Acero y en cómo se convirtió en una leyenda. ¿La sensación que queda? Un Brandon Sanderson de marca blanca.

¿Lo mejor del tebeo? El aire desmitificador de ese personaje que mató a una reina pirata, superó la Noche de los Cuchillos y se enfrentó al Ejército Rebelde. Estos actos legendarios en la realidad no fueron tan legendarios, pero sirvieron para mitificar a un tipo que, en el fondo, solo era un humano más (bueno, con superpoderes y todo ese rollo, pero ya me entendéis). Sin embargo, autoras como Leigh Bardugo en Sombra y Hueso lo han hecho mejor (sobre todo en Seis de cuervos).

 

Los libros de Sombras de Magia de los que procede el cómic. Fuente.

¿Lo peor? Casi todo lo demás. Para empezar, se nota que V. E. Schwab, por muy lectora de cómics que diga ser, no está acostumbrada a este formato. En los extras, ella misma afirma que le costó acostumbrarse a los tebeos y lo rápido que deben ir según ella. Se nota que no ha leído o no ha asimilado la narrativa del mejor cómic y no comprende que parte de la grandeza del tebeo está en cómo es capaz de capturar grandes historias en sus viñetas sin necesidad de ir a toda prisa. Esto último hace que los tres tomos se puedan leer de una sentada, pero eso tampoco significa que sea bueno.

Seguramente por no dedicar más tiempo a desarrollar a los personajes, ocurre lo siguiente: la mayoría nos caen mal. Muy mal. Ninguno logra empatizar con nosotros y el Príncipe se convierte en un borrego que intenta ganarse la fama, aunque cualquiera arquee la ceja cada vez que intente imponer esa idea de que el Imperio es la clave para que su mundo sobreviva en paz. Si me lo permiten, en el tercer tomo, uno prefiere ir con los rebeldes antes que con un príncipe que lo único que hará será esclavizar su mundo y todos aquellos a los que tenga acceso, porque sí, aquí hay un multiverso, pero que lo haya o lo deje de haber, importa más bien poco.

La mayoría de las veces es el color lo que salva el dibujo. O lo intenta. Fuente.

Fantasía sin alma

De lo anterior proviene otra de mis quejas y es que siento que, pese a que tiene elementos interesantes, no son explotados. Siempre nos hablan de los diversos mundos y su separación, pero todo acaba pareciendo más una partida de cartas Magic mal hecha que otra cosa. Y sí, tenemos un Londres distópico, pero como si lo hubiésemos llamado Frimframfin o cualquier nombre inventado que nos salga del alma, porque poco aporta que tenga este enclave paralelo; eso me hace pensar en lo contrario, en lo bien que explotó el contexto histórico la gran Susanna Clarke en Jonathan Strange y Mr. Norrell (aunque comprar a Schwab con Clarke es como darle una paliza a un cadáver: puede parecer divertido, pero no es lo más justo y heroico del mundo). Esa falta de fascinación por lo fantástico me llama la atención: nada aquí nos maravilla, nada nos sorprende, nada nos vuela la cabeza... ¿Por qué es fantástico entonces? ¿Por la magia del brilli brilli y poco más? Alguien dirá que es problema mío, que estoy muy acostumbrado a la fantasía y, por eso, no me sorprendo, pero no estoy de acuerdo y, para ello, pongo un ejemplo: cómics como Monstress de Marjorie Liu y Sana Takeda sí demuestran que el género fantástico puede seguir dejándonos con la boca abierta. Y si a eso se añade un poco de vergüenza ajena cuando surgen personajes como Rio, un "Joker de la magia" como comentan en los extras, ya da ganitas de cerrar el cómic y decirle adiós a este príncipe.

Por último, el dibujo de Budi Setiawan. ¿Qué decir? Muchos se han quejado de él y otros se han centrado en lo problemático del cambio del entintado de un número a otro. Por mi parte, lo que veo es un autor que va a toda prisa y deja su trabajo a los entintadores y estos hacen lo que pueden, en ocasiones arreglando, fastidiando o respetando lo que hizo Setiawan, pero si el dibujo es malo, ni siquiera el coloreado puede arreglarlo y llegamos al punto en que si le pillamos el tranquillo, podemos tolerarlo y si no será un motivo más para huir de una serie que se vende mejor por las portadas que por cualquier otro tema. Así que ni por esas se salva esta miniserie.

Lástima que, pese a las elogiosas críticas que embadurnan su contraportada, Sombras de Magia sea una trilogía olvidable, un apéndice para los libros, que demuestra que, en ocasiones, más vale que las leyendas no sean contadas, sobre todo si son contadas de una manera tan anodina.

Las portadas nos venden mejor la serie que la propia serie. Fuente.

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