Hulk frente a la Puerta Verde. Portada de Alex Ross. Fuente. |
«Me llamo Bruce Banner. Hace años… morí. Pero no podía dejar de gritar. Así que resucité. Algo dentro de mí se abrió aquel día. Un opuesto oscuro. Un yo-sombra. Más fuerte que yo. Más fuerte que nadie. Demasiado fuerte como para que lo reclamase la muerte. Puedo morir… durante el día. Pero la noche es su momento. Y cuando vuelve… me arrastra con él».
Si los lectores de Marvel hicieran una lista de las mejores etapas actuales, no nos cabe duda de que aparecería en repetidas ocasiones El Inmortal Hulk de Al Ewing. El guionista, lleno de fuerza, decidió volver a Hulk hacia su terror primigenio y cogió desprevenidos a los lectores. Después de un interesante arranque, en su segundo volumen, se vuelve aparentemente más convencional, pero sus enemigos son dignos de pesadilla y van directos a la médula. Como ya comenté, el inicio de esta tanda de episodios bebía mucho de Una lección anatomía de La Cosa del Pantano, tomando las reminiscencias del cómic de superhéroes y haciéndolas derivar al puro horror. De ahí que ideas como la Puerta Verde de Hulk nos recuerden directamente al Verde de La Cosa del Pantano, solo que donde el umbral es un pórtico para lo monstruoso, el Verde de La Cosa del Pantano lo era para la vida.
Hulk haciendo daño donde mejor sabe: en nuestros sentimientos. Fuente.
Hacia el infierno
En este segundo tomo (La Puerta Verde), nuestro monstruoso protagonista queda hecho pedazos (en más de un sentido) y Ewing se propone reconstruirlo tras dejar claro que el mundo teme una vez más al Goliat Esmeralda. No es extraño, ya lo hemos visto docenas de veces (y con mucho acierto, recordemos la evolución y el tormento del Hulk de Peter David), pero aprovechando la versatilidad del género y de los personajes con una trayectoria tan larga, Al Ewing busca explorar lo que supone ser una bestia y cómo corporaciones malignas buscan aprovecharse del aparente don de la criatura para no morir, un don que, en realidad, es una siniestra condena.
Lo más interesante de la serie es cómo Ewing es capaz de profundizar en la psicología tan fascinante de Hulk, convirtiéndolo en el monstruo que era originalmente, antes de irse por las lides superheroicas, donde tampoco se ha prodigado demasiado debido a sus problemas psicológicos. Este Hulk no es un ser que escupe gruñidos y machaca sin más, este Hulk va a matar o, peor, a hacer sufrir a sus víctimas. Es retorcido, es el reflejo más oscuro de Banner y así es cómo Marvel demuestra una vez más que los personajes dependen de las historias que quieran contarse con ellos. Más allá de los destrozos que haga este Hulk maligno de Ewing están los daños psicológicos que causa a Banner, como si fuese más un Mr. Hyde.
Y hablaba de que aquí vemos algo en apariencia más superheroico porque sí, hacen acto de presencia las típicas batallas con los malos de turno y por ahí rondan Los Vengadores, pero las peleítas se antojan grotescas cuando vemos a los enemigos de Hulk como unas criaturas degeneradas y monstruosas, y somos testigos de cómo sus antiguos aliados Los Vengadores quedan retratados casi como unos hipócritas (algo que ya habíamos visto cuando, sabiendo que Hulk era un peligro, decidieron engañarlo y mandarlo fuera del planeta Tierra hace un par de años). Al Ewing tiende con su guion a entregarnos momentos grotescos, como ese Hulk descuartizado, a la vez que reinventa al Hombre Absorbente como un monstruo digno de una pesadilla de Cronenberg y la Nueva Carne.
El Hulk de Cronenberg. Fuente. |
Recordemos el horror de La Mosca. Fuente. |
Este Hulk poco que envidiar al monstruoso "Ingeniero" de Hellraiser. Fuente. |
Mientras leemos este periplo de Ewing con Hulk, sabemos también que el escritor está realizando una etapa por la que será recordado y aborda con entusiasmo los desafíos del personaje y la libertar que Marvel le ha dado hasta cierto punto. Solo hay que ver sus intentos de trascendencia mediante las citas (Vladimir Nabokov, Anna Kingsford, William Blake, Oscar Wilde, Marvin Moore…) o los desafíos psicológicos y físicos a los que hace frente un Hulk cada vez más bestial y perverso. Es evidente que Ewing quiere dejar su huella en el personaje.
Es una
pena que el dibujo de Lee Garbett, Joe Bennett y Martin Simonds sea
solo correcto, con ciertos halos pesadillescos, aunque echo en falta que sepan
retratar lo auténticamente monstruoso de un modo más cercano a los dibujantes
del terror clásico al que la historia homenajea. En cambio, tenemos un Hulk más
digno del Ultimate que tantos quebraderos de cabeza trajo a los fans… Bennett,
el dibujante principal, no hace un mal trabajo y consigue un Hulk terrorífico,
pero siento que hay un potencial en la historia que no se explora con lo
convencional en muchas ocasiones del dibujo. Considero que Alex Ross, como portadista, hace un trabajo mucho más poderoso y evocador, pero claro, es que Alex Ross es mucho Alex Ross.
Sobre la publicación, Panini editó estos números en grapa, pero ha comenzado a reeditarlos en pequeños tomos que ayudan a hacer más fluida su lectura (debido a su ritmo, seguirla mensualmente corría el riesgo de no disfrutar de la historia en su conjunto). En contra tiene que solo hay algunas portadas alternativas como extra… y nada más.
En conclusión, las últimas páginas de La Puerta Verde nos conducen a un cliffhanger y a preguntarnos qué hay tras la Puerta Verde, aunque nos lo podamos imaginar. Mientras, nos hundiremos en las tragedias que rodean al Goliat Esmeralda, a Bruce Banner… y a nosotros mismos.
El Hombre Absorbente transformado en una pesadilla. Fuente. |
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