Ray Bradbury habla de que escribir es estar borracho y a cargo de una bicicleta. Fuente. |
"Se supone que escribir es algo terrible, agónico, un espantoso ejercicio, una terrible ocupación. Pero a mí, fíjense ustedes, las historias me han guiado por la vida. Ellas gritan, yo voy detrás. Ellas echan a correr y me muerden los tobillos, yo respondo escribiendo todo lo que me pasa durante la mordida. Cuando termino, la idea me suelta y se va..
Así es la vida que he tenido. Borracho y a cargo de una bicicleta, como una vez dijo un informe policial irlandés. Borracho de vida y sin conocer el rumbo siguiente. Pero antes de amanecer uno ya está en marcha. ¿Y el viaje? Exactamente la mitad de terror, la mitad de júbilo"- Ray Bradbury.
Llevo algún tiempo sin sentir la embriaguez que sentía Ray Bradbury al escribir. Lo confieso. Al releer esta cita, me he acordado de la magia del escritor estadounidense, aunque, en realidad, puede que nunca, absolutamente nunca, la haya olvidado. Cada año, vuelvo a leerlo y he tenido la suerte de que con su centenario, en 2020, Minotauro haya recuperado multitud de sus obras en nuestro país.
Si algo adoro de su prosa y su lírica es su entusiasmo, su pasión. Como defendía en El zen en el arte de escribir, no se puede escribir de otra manera que no sea a través del entusiasmo. Lo he leído varias veces, he guardado frases, lo he regalado a mis alumnos y a amigos... Siempre que hablo sobre escribir, lo cito. Me ayudó muchísimo en 2013, cuando lo leí por primera vez y me sentía terriblemente hundido tras terminar mi carrera y carme cuenta de que, por muchos sobresalientes que tuviera, no lograba un trabajo, no lograba destacar, no lograba cumplir con mis metas... Bradbury me ayudó, como ayudan los buenos amigos: de un modo incondicional y colmado de vida.
Los últimos meses han sido complicados para mí. Y para mucha gente. Creo que 2020 fue un año marcado por la pandemia y sus consecuencias, y este 2021 va camino de ser otro año marcado por multitud de conflictos. Intento mantener la esperanza, pero vale con abrir el periódico o simplemente con salir a la calle para encontrarte con la realidad. Alguien me dijo hace poco que mi problema era querer hacer todo bien y no darme cuenta de que el mundo estaba plagado de inútiles y no se podía hacer nada contra eso. Esa cuestión me hundió. ¿Tenemos que conformarnos? ¿Sin más?
Escribo este breve comentario, casi a modo de diario, mientras me encuentro convaleciente, con una pierna que solo responde con dolor y con la sensación de que quizá lo estoy perdiendo todo. Publicaré dentro de una semanas esta entrada; ya tengo otras en borrador y creo que la calma puede ser mi aliada, pero mi mente, embotada por los efectos del relajante muscular, piensa con cierta sonrisa cínica que me seguiré sintiendo igual para entonces. Exactamente igual. O peor. Me pregunto adónde se fue la llama, adónde se fue la pasión, adónde se fue aquel sentimiento de que todo era posible. Ahora, por temor, prefiero el silencio. Ahora, por pena, prefiero alejarme. Ahora, por vivir, prefiero pensar.
Mi pareja me ha dicho esta noche que no pierda la esperanza, que todo pasa. Ha intentado ayudarme como suele hacer siempre. Me ha dicho que me veía más alegre antes, que lo que ha pasado en los últimos meses ha sido una mala etapa y que todo se arreglará, que el futuro será mejor... Pero una voz en mí dice que para llegar el futuro, hay que recorrer el presente y, a menudo, es muy difícil. No cuento con esa bicicleta con la que contaba Brabdury. Puede que haya olvidado lo que era estar embriagado, puede que mi bicicleta esté oxidada... Puede que tenga que volver a probar el néctar de la escritura y preparar de nuevo mi bicicleta para la larga travesía que tengo ante mí, porque de lo contrario, es darse por vencido y no me he dado por vencido cuando cosas más difíciles me han alcanzado.
A veces, me siento desagradecido por sentirme como me siento cuando no ha habido desgracias personales ante mí. Todos tenemos derecho a sentirnos tristes, lo sé, pero hay una parte de mí que intenta convencerme de que, mientras haya vida, hay esperanza y que, aunque ahora esté triste o, más bien, meditabundo, todo esto pasará... Pasará como el otoño, el invierno, la primavera o el verano... Pasará como pasa el tiempo... Pasará como pasa la alegría... Pasará como pasa la vida misma.
Última edición hasta la fecha de El zen en el arte de escribir, recopilación de los ensayos de Bradbury sobre la materia. Fuente. |
Si soy honesto, la literatura y el arte en general han sido mi vía de escape durante toda mi vida, desde que era un crío que apenas salía de casa hasta ser un adulto que apenas sale de casa. En esos libros, cómics, films... siempre he tenido una puerta para otros mundos, para mis propias fantasías. He conocido a grandes amigos por las historias. He logrado ser profesor por el entusiasmo que siento hacia compartir historias. He intentado ser lo mejor posible como si fuera el personaje de una historia... Pero la realidad, a veces, es un muro que, por mucho que golpes, no se hace añicos y eso pese a que he encontrado siempre en la ficción un motivo para seguir. Cuando murieron mis padres o cuando acabé con una pancreatitis, siempre tuve el consuelo de que mis historias me ayudarían y ayudarían a los demás. Estaba triste, pero seguía escribiendo. Quizá no obras optimistas, pero sí obras. Ahora, solo encuentro dificultad, complejos e intentos propios de hundirme. Últimamente, siempre me tropiezo y estoy lleno de dudas.
Deseo volver a disfrutar, gozar de esa pasión de la que siempre hizo gala Bradbury. Ese es el primer paso. Confío en que mi pareja no se equivoque y que el paso del tiempo me devuelva la fe perdida, me dote de una fe renovada. Confío en que, tras atravesar este bache, todo valga la pena de nuevo. Confío en que la escritura vuelva a mí o, mejor dicho, yo vuelva a la escritura. Sería el mayor regalo posible.
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