Akira
es la historia de un triunfo en el cine de la animación, de cómo este se
reivindicó en Japón como algo adulto, complejo y trascendente.
Katsuhiro
Otomo, dibujante y escritor del mastodóntico manga, adaptó parte de su propia
obra para su versión en anime en la que sigue siendo una de las películas más
célebres de la animación japonesa. Akira es, pese a algún defecto que
se le pueda encontrar, la obra cinematográfica que rompió las barreras del
manga y el anime para llegar a todo el mundo.
La
inversión de diez millones de dólares (del Comité Akira, nótese la ironía en la
producción) valió la pena porque hoy (este año cumple veinticinco años, treinta
el manga) sigue siendo reconocida como un mito fundamental y una auténtica
película de culto, que trata sobre el valor del poder, la locura y la redención
cuando el ser humano desafía a dios. Quizás su defecto para el perezoso sea
tener que verla más de una vez para apreciar todos sus detalles, mientras que
para otros sea un ritmo tan pausado en algún instante que se pueda volver
lento. El resto disfrutará de esta poderosa propuesta que es Akira.
La
mente del que ve el film sufre el impacto desde la primera escena, porque Akira
demuestra la capacidad de entender y jugar con los silencios. Vemos Tokio en
una extraña paz y, mientras la cámara avanza, somos testigos de repente de una
explosión de luz que barre toda la urbe. Aparentemente, causada por una bomba
nuclear. Ha comenzado la Tercera Guerra Mundial. Varias décadas después, sobre
las cenizas, se levanta la caótica e impresionante metrópolis de NeoTokio. Esta
primera escena es, sin duda, una declaración de intenciones que cumple con
aquello que decía cierto director sobre el cine: comenzar una película con una
gran explosión o un terremoto y, de ahí, para arriba.
La
sociedad del futuro es una distopía, que nos recuerda a Blade Runner y Mad
Max. Los adolescentes se enfrentan entre sí en peligrosas peleas de
moteros, mientras las autoridades buscan a un misterioso niño anciano con
poderes psíquicos que ha escapado. El camino de dos pandilleros como el líder
Kaneda y el segundón Tetsuo se cruza con este extraño niño con poderes y nada
volverá a ser lo mismo.
A
su vez, se aborda el tema de la conspiración y de cómo una serie de científicos
han creado un proyecto conocido como Akira, que, a su vez, ha sido convertido
por muchos en una leyenda urbana del advenimiento de una especie de Jesucristo.
Poco a poco, el escenario ciberpunk empieza
a mostrarse.
Diferentes
piezas que van encajando cuando se empieza a explorar a Kaneda y su amigo
Tetsuo y al personaje del Coronel (por desgracia, los secundarios se quedan un
poco atrás). Pronto comprendemos que también es una historia sobre la amistad
rota de Kaneda y Tetsuo, los deseos, el dolor y el ansia de poder.
Por
vicisitudes del destino, Tetsuo alcanzará un poder inimaginable y, deseando
escapar de su complejo de inferioridad, deseará vengarse del que fue casi un
hermano mayor para él, Kaneda. ¿Cuál
será la responsabilidad de un dios que desee alcanzar al legendario Akira? ¿Qué
pasará cuando descubra la verdad sobre aquel misterioso psíquico?
A
su vez, en Akira también se indaga en la naturaleza de otro tipo de poder,
no el sobrenatural, sino el político. Esto ocurre con el Coronel, quien dirige
el proyecto secreto, y no tarda en reclamar que el ejército controle el país
por encima de los representantes democráticos como Nezu, que fallaron a su
sociedad.
Escenas
como la alucinación de los juguetes se han convertido ya en historia del cine
por derecho propio (el guiño a Bambi
con la aparición de Tambor nos remite a otra alucinación antológica de la
animación en Disney: el viaje de Dumbo)[1].
Seguramente, en esta parte donde se busca la locura de Tetsuo, estamos asistiendo
también a una de las partes más siniestras del film, tanto para el personaje
como para el espectador. Otra de las más inquietantes, sin duda, es la
deformación final de uno de los personajes y su monstruosidad cegadora.
Debido
a su seriedad y complejidad no es raro que el seguidor del cómic americano
comparare Akira con Watchmen y, pese a que tienen
similitudes (el tema de la conspiración, la gran explosión, la tristeza, la distopía…),
ambas son diferentes aunque dos obras indiscutiblemente grandes dentro del
noveno arte. En el séptimo, sin duda, también.
La
animación, el diseño y la historia de Akira marcarían un antes y un
después en el mundo del anime. La moto de Kaneda ya es parte de la historia del
celuloide por méritos indiscutibles.
Actualmente,
se habla de la posibilidad de adaptarla a la gran pantalla contando con la
productora de Leonardo DiCaprio y hablando de actores como Ken Watanabe para el
Coronel. La verdad es que parece una de esas adaptaciones que nunca arrancan y,
si lo hacen, uno no quiere saber cuál es su meta final. Siempre el alto coste
de la producción juega en su contra, cuando cabría pensar si la historia es
adaptable a los métodos que suele usar la industria hollywoodense.
Akira
es un film inolvidable, porque toda con fuerza los pilares del drama y de las
grandes historias del ser humano. Akira miró al futuro y lo iluminó
con rabia.
[1]
No es el único guiño occidental. Véase a los discos que hay en la máquina que
pone Kaneda, entre los que se incluye The Doors y Led Zeppelin.
buena entrada a una gran pelicula, que significo gracias a esta el poder conocer la animacion adulta japonesa que nos vendria despues.
ResponderEliminarinteresante blog, que acabo de descubrir ;)
Me alegro de que te haya gustado la entrada y el blog, Kyoto, y que te hayas hecho seguidor. Completamente de acuerdo en lo que dices sobre Akira, gran película.
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