Crítica de "Sweet Tooth" de Jeff Lemire

 

Sweet Tooth es un cómic apocalíptico que trata del futuro de la raza humana y de unos extraños híbridos. Fuente.

«Tiempo prestado y mundo prestado y ojos prestados con que llorarlo», escribió Cormac McCarthy en su ya clásica novela La carretera, y es una frase que regresa al lector cuando entra en el oscuro mundo de Sweet Tooth, un cómic sobre la destrucción de la civilización, la devastación, la esperanza y la vida tras el fin de todo.

Un hombre viejo y violento: el pasado que lo atormenta. Un niño: la esperanza. La lucha. Los monstruos. La vileza de la humanidad. El viaje. El apocalipsis. La redención. Crecer. La batalla final. Todos estos elementos son pequeños tótems de esa gran historia mítica que conecta con todos nosotros. Llamémosla Shane, raíces profundas, El jinete pálido, Mad Max, El viejo Logan o La carretera. Son tantas las historias que tratan sobre la redención de un anciano con un turbio pasado, mediante la protección de un pequeño que representa el futuro… y, pese a todo, continúa conectando con nosotros, lo que la convierte en uno de esos cuentos que siempre queremos escuchar.

No es lo único que posee Sweet Tooth. La barbarie y cómo todo el mundo puede hacerse añicos es algo con lo que fácilmente podemos empatizar a través de este cómic. Su panorama desolador lo es más tras los últimos y aciagos meses de este 2020. Pese a que se publicó antes de la pandemia, no es extraño que ahora los sentimientos que nos produce sean todavía más profundos. Cerca del final, uno de sus personajes afirma uno de los funestos retratos proféticos de nuestra época actual: «Solo ahora la verdad comienza a asentarse en sus mentes. Solo ahora la ven. La guerra ya se ha librado. No hay respiro. No hay más esperanza. Llega el demonio. Ya puedo sentir su calor en mis mejillas. Pero no pueden. El mal se acerca. Y consumirá toda la inocencia. Las tragará en sus fauces. Los enterrará en el infierno. Y me enterrará a mí también».

El tema generacional es una constante en la serie. Fuente.

La pérdida de todo

Sweet Tooth es la historia de Gus, un niño que ha nacido con unas cuernas que recuerdan a un ciervo, y Jepperd, un hombre mayor y violento que lo adopta en su propio viaje en busca de respuestas después de que un virus haya arrasado con la humanidad y todos los críos que nacen sean híbridos de humanos y animales: cerdos, perros, marmotas… A lo largo de este trayecto, Gus y Jepperd conocerán a otros personajes heridos y rotos (algunos héroes, otros villanos, otros a medio camino de la nada y del todo) en un mundo que se ha ido por el precipicio.

El guionista y dibujante canadiense Jeff Lemire, autor de obras como Black Hammer o Essex County, se ha convertido en los últimos años en uno de los autores a seguir y, más allá de su trabajo para DC con títulos como Animal Man o para Marvel con Thanos, donde ha brillado es en sus propias creaciones y no consideramos que nos equivoquemos si señalamos que todo esto empezó con Sweet Tooth.

A una premisa con cierta originalidad (que se llega a explicar mediante una mitología rebosante de conceptos y que se suele olvidar en las obras mainstream), lo que Lemire nos cuenta es el enésimo relato de un viaje de un hombre violento que busca la redención, atormentado por sus propios fantasmas, y un niño que lo representa todo. Por supuesto, como si hablásemos de la quijotización en la obra de Cervantes, aquí Jepperd debe recuperar la esperanza que representa Gus, mientras que Gus debe crecer y elegir si convertirse en un monstruo violento como Jepperd o emprender su propio camino. 

Gus y el tétrico horizonte que le espera. Fuente.

En una historia así, es obvio que uno de los puntos fuertes del cómic son los personajes y sus arcos de evolución que, aunque imaginables, funcionan. Tal y como se apunta en las palabras de Jepperd cuando llega a decir: «Ninguno nos merecemos nada de lo que ha pasado. Singh puede parlotear cuanto quiera sobre los dioses y el destino. Pero si alguna vez hubo un dios, murió hace mucho tiempo. Lo importante ahora es mantener a los demás niños a salvo».

Traiciones, amistades, momentos heroicos, muertes, revelaciones… Sweet Tooth es una serie que funciona porque Lemire nunca pierde el rumbo y, aunque quedaba margen para contar más historias, elige centrarse en un periodo en concreto y en unos personajes que evolucionan a lo largo de la trama de un modo envidiable. Durante Sweet Tooth, Lemire parece recrearse en la máxima de Hobbes de que el hombre es un lobo para el hombre. En este mundo de híbridos, los peores monstruos no son estos mutantes, sino los humanos, muchos de ellos aferrados a la violencia, la maldad y la idea de que solo debe sobrevivir el más fuerte. Ideas que se explicitan en el cómic: «Y la llama se renovó cuando, en su arrogancia, los hombres modernos… científicos como yo… intentaron sacar provecho para sí mismos de ese poder. Sus acciones nos condenaron a todos. Y no hay preparación… no hay lucha alguna que pueda detener el sacrificio que ahora casi ha alcanzado su cenit. Pero ellos lo intentan. Se ocultan y planean… como siempre hacen los hombres. Confían y rezan porque haya algún modo de liberarse de estos tristes destinos».

Para el público habitual de Lemire, queda claro que el canadiense no obvia sus obsesiones, como el hockey, la niñez y el fracaso, pero compone un relato que se sumerge en los tiempos más oscuros y en la esperanza que representan los incomprendidos, los considerados monstruos, como si fuese una especie de continuación de la idea del final de la espléndida novela Soy leyenda de Richard Matheson.

Hablando de desenlaces, en la recta final la serie presenta un enfrentamiento contra Haggerty y Abbot, dos monstruos, uno sin rostro y otro que ha vuelto desde el primer volumen para convertirse en el archienemigo de la serie. Si bien la sorpresa con Haggerty es esperable con una especie de amago a lo Sospechosos habituales, la segunda es la batalla general final a la que tan acostumbrados estamos: el hombre viejo debe morir y el joven debe convertirse en hombre, el ciclo de la vida, el leitmotiv de historias clásicas que, pese a todo, siguen conectando con nosotros. Es el resumen perfecto de lo que es el cómic: una historia clásica, pero muy bien contada.

Pese a que puede que se note cierto cansancio en determinado punto de la serie, se agradece que no se alargue hasta volverse tan aburrida y monótona como Los muertos vivientes de Kirkman, la telenovela con zombis por antonomasia. Dice Lemire que sabía cuál era el principio y cuál era el final de Sweet Tooth y solo le faltaba el nexo entre ambos puntos y, pese a que hubo momentos inesperados o giros en la trama, siempre supo hacia dónde se dirigiría y eso ayuda a que la serie no se convierta en un desvarío lleno de productos derivados y de alargamientos innecesarios.

Los personajes de Sweet Tooth. Siempre marcados por sus heridas. Fuente.

Sobre el apartado gráfico, el estilo de Lemire se compone de ciertos rasgos feístas y detalles que recuerdan a un adolescente como el propio Gus, pero también a cierta vertiente del dibujo underground, más preocupado por su historia que por el acabado. No obstante, mentiríamos si dijésemos que Lemire no va tomando soltura a lo largo de la serie, va probando con diferentes estilos como uno digno de las ilustraciones de cuentos infantiles o mejorando el uso de la composición de las viñetas como modo de contar con mayor claridad su historia. Resulta bastante evidente que, conforme avanzaba en la historia, cada vez se encontraba más cómodo con ella.

Otro aspecto importante (y que se suele pasar por alto) es el trabajo del coloreado, el cual se apoya en un tono de acuarela que compone un estilo perfecto para la melancolia de esta historia sobre la supervivencia.

Sobre su publicación, editada originalmente en el sello Vertigo de DC, ECC Ediciones ha recopilado la serie en nuestro país en dos tomos de tapa dura con materiales extra como un interesante texto del actor Michael Sheen, una entrevista de Damon Lindelof (guionista de las series Perdidos y Watchmen) a Jeff Lemire y portadas alternativas. En el segundo volumen también aparece una conmovedora historia corta que se publicó como especial en su momento.

Para ir cerrando, el éxito de Sweet Tooth no solo ha propulsado la carrera de Lemire, sino que los derechos han sido vendidos a la productora del actor Robert Downey Jr., quien ya está preparando la adaptación. Para todos aquellos que consideramos que la validación de una obra no está simplemente en que se lleve a la pequeña o la gran pantalla, Sweet Tooth no deja de ser una exploración sobre temas elementales mediante la violencia, el crecimiento y la búsqueda de uno mismo, con un tono que, aunque suena a conocido, Lemire logra darle su toque propio.

En el último número, mediante un salto tempoal, Lemire nos transporta a un desenlace que sirve de broche final, de epílogo de toda la serie. Es ahí donde se desenmascara toda la hipérbole de la ficción y Lemire se centra en los elementos clave, en lo que en realidad quiere contarnos con esta historia: «Esto es una historia. Es la historia de un niño con cuernos que vivía solo en el bosque. Es la historia de los hombres malos que lo temían y le daban caza. Y durante un tiempo el niño con cuernos pensó que lo capturarían. Pensó que estaba solo en un mundo de muerte y maldad. Y pensó que esa maldad… esos hombres malos… lo consumirían… Pero el chico no estaba solo». Un gran cierre que no solo da una estructura circular al cómic, sino que nos recuerda que, por suerte, no estamos solos.

 

Los personajes, héroes y villanos, se funden en la propuesta. Fuente.

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