Spider-Man: Toda una vida hace envejecer a nuestro arácnido para relatar la completa existencia del personaje. Fuente. |
Los superhéroes no envejecen. Al fin y al cabo, los mitos no se vuelven viejos: se transforman, se reconvierten, pero siguen ahí. Los que envejecen son aquellos que los escuchan y los cuentan. Y los cómics de superhéroes no dejan de ser mitos. Con el paso de las décadas, cualquier triquiñuela es suficiente para mantener la ilusión del cambio de la que tanto hablaba Stan Lee: todo cambia para seguir igual; ese es el truco de Marvel y los cómics de superhéroes, pero ¿qué pasaría si los superhéroes envejeciesen?
En los 80, esta pregunta resultaba novedosa; se la hizo el guionista y dibujante Frank Miller cuando cumplió años y se dio cuenta de que iba a ser mayor que su héroe de la infancia: Batman. De ahí nació la premisa de una obra maestra de Miller como es El regreso del Caballero Oscuro, tebeo donde un Bruce Wayne mayor, retirado, volvía a la batalla como Batman cuando la sociedad estaba al borde del precipicio.
Y en 2020 fue la pregunta que se ha hecho el guionista Chip Zdarsky con Spiderman: toda una vida. Por desgracia, no estamos ante una obra maestra del noveno arte, ni siquiera ante una del Trepamuros.
Spider-Man se enfrenta a sí mismo. Fuente.
Hagamos memoria. Spider-Man trepó hasta nuestra realidad en 1962 y, desde entonces, nos ha acompañado, convirtiéndose en uno de los grandes superhéroes de nuestra cultura. Sin embargo, ¿qué pasaría si cada una de sus historias hubiera sucedido a tiempo real? ¿Qué pasaría si Spider-Man hubiese envejecido mientras se enfrentaba a los Seis Siniestros, sufría pérdidas y comprendía la losa de «un gran poder conlleva una gran responsabilidad»? ¿Qué pasaría si aquel chaval de quince años llegase hasta los setenta y se tuviera que haber enfrentado a todos sus enemigos: Octopus, el Duende Verde, Kraven, el simbionte, Morlum y tantos y tantos otros que habrían marcado su vida? Esa es la atractiva premisa del cómic. Y en eso se queda: en una atractiva premisa.
Zdarsky no ha sabido sacar más de la idea que cimienta el proyecto. Escribe esta serie de seis números que va desde los sesenta del siglo XX hasta los años diez del siglo XXI sin lograr profundizar en los personajes, en lo que significa para un mundo tan cambiante y para sí mismo lo que sucede. Por supuesto, al recorrido por la mitología de Spider-Man se le añade el recorrido por la historia del mundo real: la Guerra de Vietnam, las drogas, la caída de los viejos ideales, el auge de la tecnología… Para un lector asiduo a Spider-Man puede ser un interesante homenaje, pero no pasa de ser una mera curiosidad y tampoco es una balada grandiosa hacia lo que es ser Spider-Man. Da la sensación de que Zdarsky ha querido jugar con muchas cartas en un solo turno y, además, no ha seleccionado tampoco los mejores naipes.
Spider-Man: Toda una vida juega con gran parte del mito del personaje. Fuente.
Y el principal motivo por el que no ha podido contar una gran historia del trepamuros es porque no ha sabido usar los elementos claves del personaje. Más allá de sus villanos, Spider-Man funciona porque empatizamos con él y para empatizar con él no hay que dañarle constantemente, sin más, sino también recordar que es un optimista, que aunque caiga, se sigue levantando. Es un personaje fascinante que sigue siendo tan llamativo como en sus inicios. Las películas de Sam Raimi y las centradas en el UniversoCinematográfico Marvel o la revolucionaria Spider-Man: Un nuevo universo, la etapa de los cómics de Dan Slott o videojuegos como el Marvel’sSpider-Man demuestran que continúa siendo un personaje llamativo. Tiene historias geniales que, pese a que pasen los años, no dejan de ser poderosas. Algunas ni siquiera las pudo mejorar Bendis en la línea Ultimate, porque de por sí ya eran inmejorables, así que en Toda una vida ver los destinos de personajes como Gwen Stacy o Kraven el Cazador, finales alternativos, lejos de ser interesantes acaban resultando simplemente chirriantes, como si Zdarsky quisiese hacer algo nuevo, pero sin lograr hacerlo mejor o, al menos, interesante en comparación con los cómics originales.
Y seamos honestos: si hay una época por la que valdría haber pasado por alto era por la época del clon, aquella saga que estuvo a punto de destrozar a Spider-Man y que aquí «homenajean» con un totum revolutum de «tú eres un clon, no, lo eres tú, vete con mi esposa, empieza una vida nueva…» que, aparte de mareante, acaba siendo digno de un culebrón y echa a perder lo interesante de las dos primeras décadas que tiene el cómic.
Por desgracia, la serie, que podría haber sido una exploración del símbolo de Spider-Man, se convierte en una especie de what if… con tendencia al batiburrillo en su parte final, donde, entre lo esperpéntico y lo morboso, atendemos al duelo final de Spider-Man, en el espacio, contra nada más y nada menos que Doc Ock, que ha logrado controlar a Miles Morales. Solo falta que aparezca el Vigilante al final. Y no se preocupen por el destripe, ofrece tan poco que las escasas sorpresas ni siquiera impresionan.
El peso de la realidad abruma en sus viñetas. Fuente. |
Sin llegar a ser tan desagradable como aquel Spiderman: Reino, comparte con él una cuestión muy interesante: el aire tétrico no le queda bien a Spidey. No me malinterpreten: hay historias del Trepamuros muy oscuras, como La muerte de Jean Dewolff, la muerte de Gwen Stacy o La última cacería de Kraven, pero una obra larga con esa idea o esa tónica tenebrosa, sacrificando a Spider-Man bajo la excusa del envejecimiento, hace que estemos ante una miniserie que nos dice bastante poco. Sorprende que Zdarsky esté tan perdido pese a haber recibido un Eisner con su The Spectacular Spider-Man, una historia unitaria que sí resultaba ser un buen homenaje a la mitología de Spidey.
En el apartado gráfico tenemos a un veterano como Mark Bagley, quien a principios de siglo se encargaría durante una larga etapa del Spiderman en la línea Ultimate, guionizado por Michael Brian Bendis y que actualizaba a Spidey a una nueva época. Es interesante ver cómo Bagley evolucionó de un estilo más noventero a uno capaz de homenajear a diferentes dibujantes como Ditko o John Romita. No es que se convierta en ellos, pero sí que llegamos a sentir cierto toque de aquellos autores que han dejado su huella en el mundo arácnido. Y desde luego resulta más destacable que el trabajo que ha hecho Bagley frente al guion Zdarsky.
Por tanto, y después de darle tanta batalla a este cómic, ¿es Spiderman, toda una vida una obra aborrecible que desterrar de las estanterías? No, aparte de que no creo que existan obras que deban ser desterradas de ninguna parte. Creo que es, al menos, un cómic entretenido. ¿El mejor tebeo de Spider-Man? Ni en broma. ¿El mejor que se ha hecho en los últimos años? Tampoco. Es un simple experimento que no sale del todo bien, pero puede que tenga algún hallazgo interesante en su deseo de formular el punto final de un personaje que jamás tendrá punto final. Es muy difícil que digamos adiós a Spider-Man, el Duende Verde y compañía; siempre acabarán volviendo, pero este cómic juega con la idea de decirles adiós. Lástima que Zdarsky no haya sido el autor más oportuno para esa tarea, pero ya vendrán otros. Al fin y al cabo, los mitos no mueren y los superhéroes no envejecen.
Spider-Man: Toda una vida es un buen homenaje a la mitología del Trepamuros y es considerado por algunos fans como una de sus mejores obras. Fuente.
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