En estos tiempos donde el periodista se ha convertido en la mayoría de los casos en un chupatintas que redacta la nota de prensa de rigor alrededor del político de turno o la cortina de humo del momento, que yo todavía pueda escribir sobre cultura es un regalo.
Siempre he pensado que el periodismo cultural no huye de la realidad, sino que mediante el arte, consigue discernirla y explicarla. Por desgracia, no está bien visto dentro de muchas redacciones o eventos y la crisis de los medios ha llevado a relegarla dentro de sus publicaciones a un cuarto de ratones o al esnobismo.
Como en la escritura, en el periodismo si quieres hacer lo que deseas, debes lograr una independencia económica y social, alejada del mundo de la comunicación en muchos casos. Solo cuando me libré de tener que vivir del periodismo (o la literatura), pude empezar a hacer lo que realmente quería hacer. Tengo menos tiempo, pero el tiempo que tengo lo invierto en lo que realmente quiero hacer; sin sacrificar mi integridad o mi deseo de hacer algo importante (tengo tantas historias que contar sobre esto y ya no tengo ningún miedo a hacerlo...).
Hace unas semanas, se han cumplido dos años desde que empecé a colaborar en Revista Moon Magazine y se ha convertido en el medio donde más tiempo he colaborado. Si no la conocéis, espero que le deis una oportunidad, porque la labor que sus autores y su editora están haciendo en fantástica. Libros, cómics, películas, música, historia... En Moon Magazine se habla de lo que realmente importa, de esa luna que nos devuelve la fe en cambiar nuestro mundo.
En aquel verano de 2018, a la espera de tantas cosas que cambiaron mi vida a mejor, su editora Txaro Cárdenas publicó mis textos sobre El club de la lucha, Lolita y American Psycho, tres novelas alejadas al tipo de literatura que solía leer y que permitieron abrir mi visión sobre los libros.
Desde entonces, he escrito muchas reseñas más y siempre he estado agradecido a Txaro y a todo su equipo por su apoyo, su guía, su ayuda y su colaboración. En ningún otro medio, he contado con una familia de tantas grandes personas apasionadas por el periodismo cultural y deseosas de apoyarse entre sí. En estos tiempos, merece la pena encontrar humanidad, garra y amor por la cultura.
Los posts tan largos suelen ser despedidas, pero ¡este no lo es, es algo mejor: es un profundo, sincero y gran agradecimiento por permitirme estar con ellos estos dos años y los que vengan! Muchas gracias por permitirme seguir enamorado del periodismo cultural y recordarme que tras toda historia hay una pieza de ese gran reloj, a veces roto, que es el mundo.
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