Julia, uno de los mejores personajes de The Magicians. Fuente. |
The Magicians se encamina ya al final de segunda temporada y en el episodio octavo, Word as bond, tenemos una serie de tramas que han ido evolucionando poco a poco. Quizás su arranque más lento en los primeros capítulos ha estado compensado por cómo se han recolocado las piezas de este juego que transforma la magia en algo terriblemente real, incluso cuando termina con la humanidad del mago.
Y mi parte favorita, la que nos lleva a pensar en otros clásicos de la literatura como Terramar y aquel Ged deseoso de librarse de su oscuridad, es la que protagoniza Julia. Es un personaje que, si bien a muchos no les agrada, a mí me encanta por cómo ha evolucionado desde los primeros capítulos, cuando se quedaba fuera de la escuela de magia hasta que se convertía en una yonqui de la magia para luego convertirse en la víctima de un dios.
El punto más interesante es que todo el dolor que ha rodeado a Julia la ha hecho moverse por la trama de un modo inesperado y lo mejor es su nuevo rol dentro de la serie. ¿Sabéis por qué? Porque con los años, aprecio mejor a algunos villanos que a algunos héroes.
Durante su breve alianza con la Bestia (el gran villano, caído en desgracia), este le habló a Julia de la posibilidad de librarse de su sombra, que representa todo lo bueno que hay en ella, pero también su dolor, su sufrimiento, sus remordimientos... Julia se negó, pero las circunstancias cambiarían esto.
Como aquel pobre doctor Jekyll, Julia ha terminado perdiendo esa parte de sí misma, la que le hacía empatizar con otros o algo tan simple como dudar, y lo que surge a continuación hace que nos preguntemos si no ocurrió algo similar con Martin antes de transformarse en la Bestia: ¿era un villano porque precisamente perdió su capacidad para sufrir?
Y algo similar parece que le ha ocurrido al espíritu de la cándida Alice, transformada en un ser que desprende una magia oscura y que ya Quentin es incapaz de identificar como aquella chica a la que una vez quiso. Parece que el destino de Q, en el fondo, es perder a Alice, igual que ya perdió a Julia en su momento.
Lo que hace que permanezca la moraleja de que el dolor propio es algo que podríamos llamar humanidad y que, si esta se marcha, no sería extraño que nos transformemos en monstruos, como le ha ocurrido a Julia en este episodio donde ha decidido tomar por su cuenta una serie de decisiones que no solo la conducen contra el dios Reynard, al cual quiere matar desde hace mucho, sino a la destrucción del reino de Fillory..., porque, cuando no sufres remordimientos, ¿por qué deberías sentirte arrepentido por nada?
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