David Bowie: The Last Five Years, la inmortalidad de un genio

David Bowie en el videoclip de Blackstar, uno de sus últimos temas. Fuente.

Hace unos días se cumplía el primer año de la muerte de David Bowie, uno de los genios artísticos más importantes de la Historia. De forma honesta diré que haber vivido en el mismo mundo y tiempo de Bowie me parece algo de un valor inconmensurable. Ese es mi nivel en cuanto a una estrella como Bowie. Existir en el mismo mundo que él (aunque Bowie estuviese a galaxias de distancia) es un privilegio, como haber vivido en el mismo tiempo que Leonardo da Vinci, Diego Valázquez, Mozart, etc. Tal es el poder del gigante de las mil caras, fascinante e hipnotizador, que trescientos sesenta y cinco días después de su muerte, muchos seguidores lo han recordado y la BBC se ha sumado a este recuerdo con el documental: The Last Five Years.

Rindiendo homenaje a la magistral (y olvidada por muchos) canción de Bowie: Five Years (esa oda apocalíptica), el documental queda acotado en los últimos cinco años de vida de Bowie (pero no por ello deja de dar saltos temporales cuando lo requiere… A Bowie no se le puede entender como una línea recta sin más). Si su vida siempre aportó una ingente cantidad de matices, trabajos e inspiración, sus últimos años no fueron menos. Tras un largo período en el que Bowie se cansó de las giras, los conciertos, puede que de la fama y todas sus imágenes, en 2012, el cantante comenzó a idear el proyecto que se acabaría transformando en The Next Day, seguramente el mejor disco de 2013 y todo un regreso triunfal del hombre que cantaba al comandante Tom, perdido en galaxias infinitas. Además, junto a una recopilación de sus mejores canciones, más tarde aparecería el musical Lazarus, que cuenta con música de Bowie y adapta la fantástica película El Hombre que Cayó a la Tierra (película protagonizada por Bowie, como alien, que os recomiendo encarecidamente). Este musical sería un complemento perfecto para el último disco, ese testamento no planificado del todo que fue, el extraño y melancólico Blackstar.




Durante más de una hora, The Last Five Years nos permite escuchar a las personas que trabajaron con Bowie de un modo más cercano: músicos, productores, amigos, colaboradores… Aún sin la presencia de la familia de Bowie, el documental da la impresión de ser cercano al trabajo del artista. Sin la reverencia incontestable y el pinchazo continuo al espectador que era This is it con Michael Jackson, carente de la locura de aquel Montage of heck que cantaba sobre Kurt Cobain, el documental de Bowie se presenta de un modo más cercano a la persona, más, por ejemplo, que David Bowie is (que giraba en torno a una exposición que pronto visitará Barcelona, por cierto). Aunque me sobra bastante la broma que no viene a cuento de los créditos finales (eh… habérsela ahorrado), sí hay declaraciones lo suficientemente interesantes sobre cómo Bowie afrontó los últimos años de su vida, incluso cuando supo de su grave enfermedad o los médicos le dijeron que no seguiría con el tratamiento.

El período de The Next Day, un disco surgido del mayor secretismo, se transfigura como el propio Bowie queriendo exorcizar sus miedos hacia la fama. Toda su vida luchó por ser un icono para luego comprender que no podía evitarlo. Canciones como The Stars (Are Out Tonight) cuentan esa caída y esos pensamientos de Bowie, los mismos que le llevarían a ir hasta Berlín para vivir en el pleno anonimato. Hay momentos excelentes en el documental para  también ver cómo el artista creaba, desde su maqueta hasta sus pensamientos, y ver cómo la banda conformaba la música: cada uno solo, era un matiz; juntos, creaban una canción; con Bowie, concebían un auténtico tema. Interesante, eso sí (¿quizás alguna influencia externa?), que se haya dejado sin comentario The Next Day, el tema en sí que le da nombre al disco y que fue bastante polémico por la visión que daba sobre ciertos temas religiosos. Aún así, fue un disco que descubrió a una leyenda sin que nadie esperase que volviese de su elegido silencio, ese que protagoniza el prólogo del documental.


A continuación, nos encaminamos hacia la etapa de Lazarus, un musical protagonizado por Michael C. Hall (conocido por Dexter) como Thomas Newton, el protagonista de El Hombre que Cayó a la Tierra (basada en la novela de Walter Tevis). En la cinta de los ‘70, Bowie consiguió uno de sus mejores papeles en el cine (y tristemente olvidado, a favor de otros), mezcló sus imágenes con las de aquel alienígena refugiado que venía a la Tierra en busca de agua y vida para sí mismo y se emborrachaba de realidad. Y, a la par que Bowie lograba eso, tenía un sueño de realizar algún día un musical; fascinado con la idea, quiso adaptar 1984 de George Orwell, una novela que le fascinaba, pero la viuda del escritor se negó y Bowie tuvo que crear su versión, Diamond Dogs. Sin embargo, el sueño no se apagó y, entonces, llegó Lazarus. El documental se recrea en la escena de la caída del protagonista, donde suena una triste versión de Heroes, mientras recoge declaraciones de varios de los creadores del espectáculo y del protagonista, Michael C. Hall, que parece uno de los pocos que no quiere rendir homenaje del todo a Bowie y decide recordarlo como una persona.

El nombre de Lazarus se repetiría una vez más en la carrera de Bowie. Al mismo tiempo que preparaba el musical, creaba el que sería su último disco. Si The Next Day era el regreso de Bowie al rock alternativo (con algunas piezas más experimentales), Blackstar era un disco completamente surgido de la música jazz, electrónica, rock… y algo inconfundible, etéreo, a lo que Bowie parece que llegó en sus últimos años, una experiencia que le hacía ir mucho más lejos de lo que han llegado otros, como alguien que acepta con claridad una visión profética que los demás no hemos descubierto. Desde que escuché por primera vez ese disco, pensé que Bowie había ido, vuelto, viajado a otros mundos y dimensiones, mientras nosotros estábamos quietos y perdidos. Estrenado el día de su cumpleaños, Blackstar se transformó también en el testamento de Bowie, que se marcharía dos días después, para siempre, para alzarse como esa estrella del recuerdo, como ese icono que nos hace agradecer que podamos disfrutar de la música y cualquier otra forma artística.


Este momento del documental (como no podía ser de otra manera… parece ser) se recrea en la despedida de Bowie y en los vídeos de Blackstar y Lazarus. Coincidió el rodaje de estos con la misma época en la que los médicos dicen que no podrán seguir con el tratamiento y son la despedida de Bowie de este mundo. En Blackstar, vemos un esqueleto de un astronauta que, como señalan muchos de los conocidos, parece ser el noble Tom al que tantas veces cantó Bowie y ese es su último viaje de hermanamiento con las estrellas. En Lazarus, contemplamos y escuchamos una reinterpretación de la historia bíblica que se acaba transformando en el grito de dolor y amargura del propio Bowie. O así es como lo interpretamos al final.

Hay muchas anécdotas, muchas historias a lo largo de The Last Five Years que hacen recomendable su visionado. Algunas acercan a Bowie al espectador (como la humildad, como el sentimiento de envejecer, como verle jugar con una máquina expendedora…), otras realzan su visión como artista (la experimentación, la mutilación y recreación de identidades), y The Last Five Years culmina con el espectador, con los ojos rayados, recordando a Bowie.

Ahora bien, mi modo de recordar a Bowie, más allá de hacerlo solo como una persona a la que nunca conocí o un icono flamante, es escuchar su música, desde Space Oddity hasta Blackstar, desde Ashes to Ashes a The Next Day, desde Five Years hasta Heroes… Todas esas canciones mantendrán siempre a Bowie más allá de sus últimos días. Al fin y al cabo, debemos agradecer haber vivido en el mismo mundo y en la misma época en la cual habitó un genio como Bowie.

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