¿Quién mató a la literatura juvenil?

Escribí esta columna hace mucho tiempo, pero releyéndola, me parecía que seguía vigente y que este era un buen momento para recuperarla, ya que no creo que haya cambiado demasiado. Si lo pienso bien, este enfado podría ser el que me hizo escribir Devon Crawford y los Guardianes del Infinito como una especie de rebelión contra los estereotipos que no soportaba.

Peter Pan nunca muere, mientras que la literatura juvenil parece vivir en una crisis... ¿parece? Fuente.

Me encanta que Bob Hoskins deambule por un mundo de dibujos animados buscando al asesino de ¿Quién mató a Roger Rabbit? Creedme cuando os confieso que NO me gustaría verme a mí vagando por el mundo literario buscando al asesino de la literatura juvenil; más que nada, porque quizás está viva y me fastidia la hora y media de película. 

En estos días aparecía uno de esos reportajes algo alarmistas donde se afirmaba que la literatura juvenil estaba en crisis. Si bien el alarmismo no me gusta, una alarma no es un aviso de nuestra muerte inminente, sino una llamada de atención para que hagamos algo para no acabar criando malvas. 

Utilizando una serie de datos del gremio de editores, se hablaba de cómo la burbuja de la novela juvenil reventó tras resistir bastante bien los arañazos y desgarros de la crisis. A partir de ahí, se hallaba el motivo: malas novelas y padres que no pueden comprar libros para los chavales. ¡Vaya descubrimiento, amigos, tomemos una cerveza para celebrarlo! 

Las editoriales no han sabido administrar el fenómeno, creando cien novelas en paralelo a los vampiros, las distopías, el porno almibarado y la moda que fuese de turno. No está mal, de alguna forma hay que resistir los malos tiempos, ¿no? Mejor optar por la comida rápida que por un buen plato de solomillo. 

La calidad literaria supongo que se deja en mano del lector, el crítico o lo que sea. Los churros venden rápido, aunque estén hechos de escupitajos. Y si los vendes a veinte euros mejor, da igual que ese chaval se compre una novela ilusionado y acabe llevándose un chasco que hace que desee irse a otra cosa. Porque sí, soy de los que piensa que los chavales leen y que habría que arreglar el sistema educativo para, entre otras cosas, favorecer lecturas y patear a ciertos editores y escritores que sacan libros hechos en una semana, sin corrección ni esfuerzo, pero con cubiertas muy bonitas para engañar a sus lectores. Son el equivalente a esos tertulianos televisivos: buena fachada, trasfondo digno de un cadáver en putrefacción. 

Me temo que hay gente que sigue pensando que al no venderse novelas para adolescentes, Nuevo Adulto o Joven Adulto o como quieras llamarlo, los jóvenes no leen. No, siguen leyendo, pero a través de otras plataformas y muchas veces mediante redes de lectura como Wattpad o libros digitales, legales o pirateados. En el caso de la piratería de estos muchachos, ¿alguien puede pedirle a un chico de quince años que se gaste veintitantos euros en el libro que quiere leerse cuando no sabe si llegará a gustarle y quizás no tenga ni pasta para un libro de texto de clase (sí, esos que deberían ser e-books y ahorrarías comprar material que se queda obsoleto en dos años…)? 

Claro que ellos se lo pedirían, los editores y escritores que viven de ser sanguijuelas pedirían hasta a su abuela que les comprase el prospecto de los medicamentos con tal de sacar un par de pavos y secar la fuente no sin antes plagarla de ponzoña. 

La hipocresía y la confusión son las dos grandes epidemias del siglo XXI. Medir el estatus de calidad de la novela (esa cosa que dicen que ha muerto) mediante sus ventas, relacionarlo con el nivel educativo y buscar los factores del declive, nos lleva a jugar peligrosamente con una mezcla de ideas que nos impide ver el camino. 

Por tanto, voy a cerrar de una vez esta columna con un portazo. 

¿Quién mató a la literatura juvenil? Nadie. 

¿Quién mató el negocio de la literatura juvenil? Mediocres editores, mediocres escritores y un mediocre gobierno. Los dos primeros porque se sumaban a un boom a veces vacío, el último porque son capaces de malgastar dinero en estupideces y no en el futuro: las bibliotecas (y quien encuentre estas como almacenes de polvo e ideas inútiles… seguro que no está leyendo esto). 

¿No hay vida para la literatura juvenil? La hay, siempre que sepa estar destinada para todos los públicos, rebose de ideas y haga que el lector comprenda que la literatura es magia. Hoy hay miles de posibilidades de leer. El mundo editorial debe reinventarse (¿son necesarias las editoriales? Buena pregunta) y el lector debe encontrar su camino en esta confusión. Puede que Harry Potter haya terminado, pero hay docenas de clásicos y nuevas novelas que merecen su lectura. 

¿El lector está cambiando de la fantasía al realismo en la literatura juvenil (otro tema que aborda el reportaje)? Eso no es un problema, para mí es agradable que haya variedad y no explotaciones de estúpidas modas que copian hasta los colores de sus portadas (pensad en blanco, negro y rojo, estilo minimalista… ¿Vampiros? ¿Alguien ha dicho vampiros?).

Los jóvenes son el futuro. Cuando la élite literaria los mira con maldad, los editores con menosprecio y los escritores como gente a la que robar, solo pienso en si alguien podría mandar ya a la élite y compañía al vertedero, junto al resto de antiguallas inútiles. Estos chavales necesitan comenzar a leer los libros que les apetezca, ya sea un Lewis Carroll, una J. K. Rowling o lo que prefiera. Ya llegará Shakespeare o Cervantes si ese chaval lo desea y recibe estímulo para ello (el lector nunca debe leer por obligación y nadie es más o menos idiota por leer a cierto autor. Conozco a gente imbécil que degusta a Asimov). 

Y sí, el mercado editorial sigue cayendo (qué sorpresa)… Quizás vaya siendo hora de replantear sus ideas. ¿Una editorial, una distribuidora o una librería que sacan más pasta que el autor y engordan el libro hasta convertirlo en una pieza que vale el cuádruple que un cubata? ¿Unos editores que ni leen los manuscritos y ponen a la venta lo primero que les llega? ¿Un modelo que hace que el famosillo de turno saque un libro y se venda sin más? ¿Una industria que busca sobrevivir sin unos mínimos de calidad? Puedes envenenar el agua de la ciudad, venderla a precio de oro, pero no conseguirás más lingotes si tu cliente la palma. Pedazo de capullo. 

¿Quién mató a la literatura juvenil? ¿En serio que pienso que nadie? ¿Murió sola? ¿La asesinaron entre todos y ella sola estiró la pata? Amigo, amiga, lo que seas… nadie podría, sigue ahí a la vuelta de la esquina, moviendo juguetona sus piernas, extendiendo con sus manos la magia, haciendo que escritores de verdad hagan buenas obras y jóvenes consigan leerlas de una manera u otra. No obstante, de eso va escribir ¿no? De leer y soñar. La crisis es otra cosa.

4 comentarios:

  1. ¡Hola Carlos!

    Como bien dices al final del post, yo tampoco considero que la literatura juvenil esté muerta. Pero si bien no está muerta, el modelo de literatura juvenil que parece haberse impuesto a golpe de ventas actualmente, está en las últimas, y a mi parecer, tiene los días contados.
    Supongo que será por las ventas y sus consecuentes ingresos, tanto a editoriales como a escritores, pero por amor de dios, ¿cuánto tiempo más esperan seguir colándonos la misma historia? Es que encima de aquí a un tiempo es ya la nova más, es dejarte caer por la sección juvenil de librerías y centros comerciales, y ver el mismo libro con cubiertas ``diferentes´´, y remarco lo de diferentes, porque no sé si las hace todas el mismo tipo con la plantilla que tiene ya hecha, o sí es mucha casualidad. Como se suele decir, no hay que juzgar un libro por la portada, pero en el panorama actual, no pondría la mano en el fuego, así de buena gana, por ese dicho.
    Como ya sabes, soy un fan de las historias que giran en torno a la creación de auténticos universos de magia y fantasía, y como tal, siempre me gusta leer nuevas historias que giren alrededor de esa premisa. Pero una cosa es tener una base en torno a la cual elaborar tu historia, además de una serie de influencias, que evidentemente van a condicionar el resultado final; y otra cosa muy distinta es cambiarles los nombres a los personajes, meter romance del tórrido, marca de la casa, y ale, a vender como si no hubiera mañana.
    Particularmente nunca me han gustado las novelas románticas, sobre todo las novelas románticas de literatura juvenil, que son las que más abundan últimamente. Siempre he considerado que una buena historia no tiene porqué recurrir a los manidos clichés de lágrima por aquí y lágrima por allá, para enganchar al lector. No estoy diciendo que haya que vetar el mercado a historias de este tipo, ni mucho menos, al igual que pasa con todo, habrá novelas buenas y malas. Lo que digo, y lo que realmente me indigna, es que, por historias de este tipo, que no aportan nada nuevo (pero que se siguen lanzando aprovechando la ola que se inició hace ya unos cuantos años), se les cierren las puertas a historias, que meramente por no encajar entre esas cuatro paredes mal puestas, quedan relegadas a la última fila de las estanterías, y eso si hay suerte.
    En fin, luego no me extraña que la gente se llene la boca relegando la literatura juvenil a un género de segunda. Ejemplos para respaldar esa simplista idea, por desgracia, no les faltan. Y ya no digo nada, si encima echan mano de los libros que se mandan como lectura obligatoria en colegios e institutos (siempre he pensado que lectura y obligatoria son dos palabras que jamás deberían de ir juntas), ya es para comer aparte.
    Afortunadamente siempre aparecen joyas entre la morralla. Joyas que, en la mayoría de los casos, no vienen enfundadas en portadas de colores blanco, negro, rojo y de estilo minimalista, que casualidad.
    ¡Saludos!

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    1. ¡Hola, Adrián!

      Me alegro de que ese modelo (que se ha muerto tan rápido, aunque quizás no tanto...) sea enterrado. Pocas cosas salen salvables de esta moda de los últimos años, el llenar la novela juvenil de monstruos de los que se enamora la chica de turno y cosas así (distopías fáciles)… Mi TFM tratará sobre la literatura juvenil, así que me gustaría explorar ese tipo de temas y la percepción directa del lector (así que esto se traduce como: "me pondré muy pesado con este tema por aquí").

      Estoy de acuerdo en que incluso se ha creado un molde para el tipo de portadas, por eso yo quiero huir un poco de ese mundo y centrarme en otras cosillas cuando escribo y cuando leo. No quiero seguir gastando pasta en esas historias, quiero leer otro tipo de obras. Y quiero escribirlas. Y si no me publican porque no consideran que mis historias merezcan la pena por no seguir un marco, pues me alegra saber que hay otras posibilidades, como Amazon, donde no tengo que autocensurarme para pasar el filtro.

      Estoy de acuerdo en cómo el mundo fantástico se ha convertido en novela rosa enmascarada. Mucho ángel, mucho hechicero, pero al final lo que importa es quién se lía con quién y eso no me gusta. Yo quiero algo más. Por eso, me gusta tanto Skulduggery Pleasant y obras similares, donde sí, puede haber algo de amor, pero hay algo más y no trata solo sobre “buscar novio”, como decía Stephen King sobre cierta saga funesta de ¿vampiros?

      Asiento con la cabeza cuando comentas el tema de la novela romántica. Tengo amigas que escriben ese tipo de obras y lo respeto, tiene su mercado y hay muchísimos lectores. El problema es que las editoriales maten la variedad por el efecto de una moda. Hay obras románticas buenas (no es mi estilo, pero las habrá), pero también me indignaría que solo hubiese fantasía, por ejemplo, fruto de un boom. Me gusta ver que hay cosas diferentes.

      Como en tu caso, y más ahora que me estoy formando como docente, la “literatura obligatoria” me parece un concepto dañino. Igual que castigar a la gente con el tema de ir a la biblioteca, cuando para mí eso jamás será un castigo (¡de ninguna manera!). Hace poco, presenté mi novela a los chavales de un instituto y me dijeron que la leerían siempre que no les mandasen un resumen y les dije que hicieran con ella lo que quisieran: teatro, un relato, un microrrelato… Eso pareció llamarles más. ¡Espero no acabar convirtiéndome en el monstruo que tanto temen, en la “novela que manda el profesor”! Jejeje. Eso sería irónico.

      Aprovecho para prometer que mi próxima obra no tendrá portada minimalista de color blanco, rojo y negro… Ejem… ¡Espero! Jajaja.

      ¡Muchísimas gracias por tu comentario, Adrián! ¡Es genial que pueda hablar contigo!

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  2. De nada jejeje. Como ves al igual que a ti, estos teman me suscitan mucho interés.
    Sobre todo el tema que comentas al final del post, lo que se refiere a la literatura que se manda en los colegios.

    Es muy fácil decir que no deberían de existir los famosos ``libros obligados´´ (clásicos en su mayoría), que según palabras de los profesores, ``todo el mundo debe leer pues van a marcar su vida para siempre´´. Pero viéndolo con un poco más de perspectiva, entiendo perfectamente la encrucijada en la que se encuentran los profesores, que por un lado, tienen que ceñirse a un planning de estudios que sí que daría para tres novelas de terror de Stephen King; y por otro lado, tienen que intentar vender de la mejor manera posible a un grupo de alumnos, las novelas de Cervantes y compañía.

    El éxito de esto, desde dónde yo lo veo, radica en la habilidad del profesor en enmascarar algo obligatorio, con sus evidentes connotaciones para los alumnos, en algo que sea más ameno y divertido (puesto que seamos realistas, hablar de cambiar el sistema educativo es el equivalente a hablar del tiempo en el ascensor con los vecinos, no lleva a ninguna parte). Por desgracia, al menos yo, no he tenido la suerte de que me lo vendieran tan bien como me habría gustado, y si no le he cogido rechazo a la lectura, ha sido porque esta ya formaba parte de mi vida.

    En fin, como ves estos son de esos temas de los que uno empieza a hablar y no para, así que estoy seguro de que no te quedarás sin material para el TFM jejeje

    ¡Saludos! y estaré esperando la continuación del artículo jejeje

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    Respuestas
    1. Sí, la verdad es que el tema de los libros que se “mandan” en el colegio da para un post por sí mismo. Hay obras que me mandaron a leer que odié profundamente y otras que adoré como Marina o La casa de Bernarda Alba.

      Y sí, creo que existe un gran reto en hacer que ciertos autores llamen al lector de ahora, pero ahí también entra la capacidad del profesor para “vender” la obra. Si dices que a Cervantes hay que leerlo porque sí, yo mismo enarco una ceja. Si en cambio, hablas de la novela con cierto entusiasmo y dices que ayuda a comprender cómo es nuestra sociedad, cómo no hemos cambiado tanto, quizás se la “vendas” mejor, así que estamos de acuerdo en cuanto al lugar en el que radica el éxito del profesor. El docente debe entusiasmar y hacer que el alumno quiera entrar en clase, es complicado, pero de lo contrario, que no se hagan profesores.

      Muchas gracias por tus palabras y espero recuperar este tema en el futuro, ¡un saludo enorme!

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