Las cartas de rechazo a Roberth Galbraith y el mundillo literario

J.K. Rowling y su nueva novela bajo seudónimo. Fuente.

El mundillo editorial se merece el diminutivo que lo convierte en algo ordinario, porque lo define como lo que es en la mayoría de los casos: un hervidero de opiniones donde te puedes coger una úlcera igual que te puedes reír si sabes cómo debes tomarte los debates que surgen a raíz de cualquier cosa.

Os pongo un ejemplo: hace unos días, la escritora J.K. Rowling colgaba en Twitter varias cartas de rechazo que se había llevado Robert Galbraith, el seudónimo con el que escribe las novelas sobre el detective Cormoran Strike. 




Precisamente, la autora concibió a Robert Galbraith como una forma de demostrar si el mercado se había inclinado ante ella porque sí o si aún podía jugar sin que la gente quedase cegada por su fama. Por mi parte, no tardó en llevarse mi RT y el Me gusta (soy un chico fácil) como demostración de cómo un autor no debe dejar su empeño de ser publicados y cómo el mercado editorial se equivoca. No pensé que alguien pudiera tergiversar este tema como lo han tergiversado, pero en este mundo, ya nada te sorprende.

Ayer, de nuevo, en las redes sociales, asistí a uno de esos debates donde se demuestra lo divertido que es el mundillo literario del que Carlos Ruiz Zafón decía que era un 99% mundillo y un 1% literario. Sin duda alguna. No quiero ofender a nadie. No penséis que digo esto con el hacha en mano, lo digo con una sonrisa y con el mayor de los respetos. Si nos tomamos demasiado en serio estas cosas, no tardaremos en perdernos en el abismo de la seriedad innecesaria.

Recreación habitual de un escritor enfadado. Fuente.

Escritores contra Rowling


Leí cosas así: desde que J.K. Rowling se había endiosado y ahora se estaba vengando con esas cartas hasta el argumento de que era la confirmación de que, si ella no fuera quien es, ya no seguiría publicando, que era una mala escritora, que era marketing y que se merecía solo la autopublicación por lo famosa que era. ¿Veis? ¡Divertido!

Hoy puedes ir con tu antorcha y quemar a cualquiera en la plaza del pueblo sin que nadie te cuestione o puedes comprar un pedrusco que lanzar a alguien, al estilo de la maravillosa La vida de Brian. Total, las redes sociales son más efímeras que un blog, que un murmullo, que algo que realmente permanezca… Por tanto, eso da vía libre a que no sea ya que cualquiera opine, sino que cualquiera opine cualquier cosa sin una reflexión profunda. ¿Y qué hacemos? ¿Llevarnos las manos a la cabeza? No, reírnos y escribir posts sobre el tema. A continuación, la recreación dramatizada:


Motivos para reírnos


Primero. Si J.K. Rowling se hubiese endiosado, directamente no hubiese publicado nada bajo seudónimo y tampoco compartiría cartas de rechazo. ¿Para qué si es una diosa y deben publicarla? ¿Por qué querría una divinidad demostrar su humanidad? ¿De qué serviría este movimiento?

Segundo. ¿Vengarse? Sí, en el mundo real, la gente se mueve por los deseos de venganza, destrucción, envidia y planes malignos. Todos tenemos un sótano donde nos ponemos la máscara del Fantasma de la Ópera y prometemos ¡vendetta!

Seamos sinceros, me imagino que a la editorial le importará bastante poco más allá de un ataque a sus egos (que seguramente no venga mal). ¿Cuántas novelas están dejando escapar?

A un escritor le harías daño ahí, pero de nada sirve porque no tienen corazón. Fuente.

Tercero. Si Rowling fuese marketing ya no se vendería. ¿Es tan difícil? Puedes hacer una campaña de marketing para vender un producto malo durante equis tiempo, pero ese producto malo no se venderá para siempre. Es así de simple. Hay cierto gusto en el público, cada vez menor, pero lo hay.

A lo largo de los años, hemos asistido al auge de varios escritores que desaparecen después de un par de meses, sumergidos por la nueva moda. Desde aquellos que descubrían a la familia secreta de un mesías pasando por aquellas que veían en los vampiros algo romántico y edulcorado hasta la médula. 

Sus libros, que antaño costaban bastante, ahora se resuelven en mercados de a saldo esperando que se resucite por un aniversario o una película. En cambio, J.K. Rowling lleva de los noventa vendiendo su saga, convertida en un fenómeno que muchos agradecemos porque fue nuestro primer paso para la lectura y ha recibido merecidas distinciones. Harry Potter no es una broma, no es una moda, no es un chiste. Si fuera una mala obra, ya la habríamos olvidado, porque por mucho que la publicidad tenga poder, la gente no va a comprar y leer durante décadas la misma basura. No podría. No somos tan idiotas (sí, este es mi arranque optimista de hoy).

Un autor en pleno debate. Fuente.

Cuarto. Decir que un autor famoso no debería publicar con una editorial o solo debería recurrir a la autopublicación porque es bastante conocido es una muestra de confianza vana en que al sector editorial le llamas tú (o yo), que nadie te conoce y que necesitas su apoyo para reventar el mercado. No, no es así. La autopublicación es un sistema tan lícito de publicación como cualquier otro. Mirar a alguien por encima del hombro porque ese alguien haya autopublicado es una muestra de desdén de la vieja escuela. Estamos en el siglo XXI, el paradigma ha cambiado. ¿Hay mucha metralla en la autopublicación y la autoedición? Sí, pero sería estúpido (o, bueno, rebajo el término… Bastante “inocentón”) pensar que entre todo lo publicado por una editorial no hay ninguna clase de metralla o de novelas que no merecen ser descubiertas.

Seamos sinceros, al mercado editorial le gusta publicar a autores conocidos que venden. No son tan necios de decir: "montamos un negocio, pero no queremos saber nada del vil metal porque somos unos bohemios". No, no y no. Vender novelas populares es lo que sustenta que puedan debutar otros o que se publiquen escritores menos conocidos. Y, a veces, justifica que grandes editoriales decidan jugar al peligroso juego de seguir una moda editorial: descubrimientos históricos tronados (la familia real es descendiente del dios espagueti, ¡albricias!), monstruos dulces (tu mamut me está haciendo ojitos, maldita sea), relaciones de odio y posesión a las que llaman “amor” (esto no tiene gracia y no voy a hacer ningún chiste sobre como una pandilla de maltratadores están haciendo pasta en base a convertir el amor en una fuente de asco)… Si eso vende, las editoriales tirarán por ahí y de poco importa la calidad.

Por otra parte, ¿qué es lo duro de competir con otro autor? ¿Estar en la misma estantería que Rowling? La competencia no es insana, es complicada y ardua, pero nadie te va a regalar nada en esta vida. Al final, nadie va a venirte y decirte: “oh, cuánto te has esforzado y qué buena persona eres. Te mereces que todos te alaben. Venga, vamos, olvidemos a esos señores con éxito y blablablá”. Eso es un cuento y no uno precisamente bueno. 

¿Cuál es el problema entonces? Que el sector editorial en España ni siquiera impulsa esa competencia, cegado por el empeño de publicar al colega que conocen desde hace años o han visto en una convención o deseosos de ir detrás de la obra que ha tenido éxito fuera antes de una patria que podría tenerlo. ¿Por qué iban a gastarse un millón en anunciar una buena y nueva obra cuando pueden gastarse la mitad, con un éxito asegurado que viene de otro país donde ya ha existido tal romperecords? El mundo es así.

Recreación de un escritor (Finn) intentando convencer a una editorial (Jake). Fuente.
La mayoría de las editoriales que he conocido en estos años o son llevadas por pequeños grupos de personas que no se dedican a ello profesionalmente (un acto loable, una muestra de coraje en estos tiempos) o son parte de grandes titanes que solo pueden esperar a la próxima moda ("tu novela me gusta, pero ahora se lleva la moda de dar una bofetada y luego un te quiero, así que guarda, guarda... O autopublica"). Si algo me gustó leer hace poco sobre una agencia literaria fue que ellos afirmaban que no valoraban la calidad del texto, sino su rentabilidad. Podrías tener El Señor de los Anillos debajo del brazo, pero eso no significaría que te lo publicasen. Una inyección de optimismo para un autor que lleva un año esperando que las editoriales le digan algo.

Algunos diréis que todo esto es un consuelo, pero yo creo que es una señal inequívoca de que el mercado editorial no es infalible y las cartas de rechazo de Robert Galbraith solo son una demostración más de cómo el saturado mercado editorial es incapaz de sondear la situación. He leído El canto del cuco y, sin ser lo mejor de Rowling, merecía ser publicado.

Ante todo esto, la autopublicación no debería ser un castigo, sino una posibilidad para que muchas obras vean la luz lejos de los focos del caníbal editorial. Y después de todo, el odio a un autor consagrado puede confundirse con facilidad con una rabieta. 

¿Y lo mejor? Puedes reírte sin parar, porque esto es el mundillo literario e, irónicamente, escribir no va sobre esta lucha. Es otra cosa. Una mejor.

4 comentarios:

  1. Claro que se puede reír sin parar. Adolfo Bioy Casares planteaba que no había que tomarlo como algo solemne, sino como una fiesta, porque no es otra cosa la literatura.
    Y está bueno eso de reirse. Toda esa intriga, todos esos criterios absurdos, pueden ser un buen tema para escribir. Muchos de los personajes de Stephen King son escritores. También el tema de los comics da para ficciones.

    Me gustán las apariciones de J.k. Rowling en Los Simpons, tanto como ella misma o una versión parodiada. Como el capítulo que se descubre que sólo presta nombres, que estudiantes de literatura son los verdaderos escritores. Interesante capítulo en que aparece Neil Gaiman.

    Creo que es una escritora que ha demostrado que saber contar historias. Y la única forma en que se ha endiosado es demostrando que puede crean sus propios mundos al escribir ficciones. Y si su obra fuera solo marketing ya habría pasado al olvido.

    Saludos.

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    1. Es fundamental que el arte, a veces, se despoje de solemnidad. Para mí, crear es algo serio y, a la vez, divertido. Me gusta tomármelo en serio, no escribir tonterías porque sí, pero también me divierte cuando creo. Sobre el mundillo literario, en cambio, siempre debería ser una fiesta. Mucha gente se coge nervios o se enfada por auténticas chorradas. Yo, en cambio, prefiero reírme bastante de estas cosas, porque para pasarlo mal, tengo mi vida real y no la necesidad de que estas broncas virtuales me fastidien el día. Por tanto, cualquiera que lea este texto espero que entienda que está lleno de mucha ironía y buen rollo antes que ser el primer disparo en medio de una batalla en la que no me alegraría participar.

      Opino como tú sobre J.K. Rowling. La mercadotecnia no es fácil y requiere renovarse, "matando" ciertas modas para hacer nacer otras. Si Harry Potter lo fuera, ya no se leería y se sigue leyendo y mucho.

      Muchas gracias por tu comentario y por compartir tu reflexión.

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  2. La gente lanza su opinión a este mar que es Internet sin pensar, simplemente es una rabieta de niño pequeño, porque en una segunda lectura verían que semejante reacción no tiene sentido, los actos de esta mujer contradicen ese supuesto endiosamiento. Los que opinan estas cosas serán (lo más probable) personas ajenas al mundo del arte que no entienden del esfuerzo, del miedo que persigue al creador hasta que la obra se publica (o no). Rowling lo ha hecho para darnos esperanza a los que juntamos letras.

    Acabo de regalarle un RT ;)

    ¡Un abrazo y mucha magia!

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    Respuestas
    1. ¿Te asombrarías, Ana, si te comento que esas personas, la mayoría, eran escritores? Dicen que no hay más odio o envidiar en el gremio del escritor que el que hay en otros, pero no estoy tan seguro cuando veo este tipo de cosas.

      Como en tu caso, yo también estoy esperando la llamada editorial (la novela que envié para cierta editorial, ya tú sabes, sigue "en lectura" tantos meses después, cuando ya han decidido publicar una cosa y no sé si van a seguir leyendo). Así que ver lo que le ha pasado a J.K. da consuelo o algo muy parecido.

      Muchísimas gracias por comentar, eso también es un regalo. :) Un saludo enorme.

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