«¿Por qué vagas de un lado para otro? La Vida, la Inmortalidad, que persigues, no la encontrarás jamás».
Más allá de ser uno de los Eternos de Marvel o el nombre de una popular tienda de libros, cómics y rol y todo lo demás que merece la pena en la vida situada en Barcelona (a la que solo le falta la l), Gilgamesh aparece en la mayoría de libros de Historia de la Literatura como aquel que da nombre al poema épico más antiguo de la humanidad. Y deberíamos sacarlo de ahí y redescubrirlo. ¿Y qué mejor manera que leyéndolo?
Descubrir los mitos
Como le suelo decir a mi alumnado, el problema de la enseñanza de la Literatura radica en que, a menudo, se convierte en memorizar datos y fechas, pero jamás se leen las obras de los autores a los que se alude. Es como si abrieses Netflix, HBO o cualquier plataforma y en vez de verte una película o serie, te dedicases a memorizar sus argumentos, directos, actores… y poco más. Eso mata aquello para lo que realmente sirve la Literatura: nuestra conexión con una forma artística que nos hace descubrir más sobre el mundo, nosotros mismos y lo que significa la vida y la muerte.
Por ello, la Epopeya de Gilgamesh, más allá de ser una mención a pie de página, debería ser una obra de lectura más que recomendable por el importante tema en el que profundiza: la muerte.
¿Por qué deberías leer ahora La Epopeya de Gilgamesh, obra milenaria y ejemplo de la épica? Share on XAcerarnos a los clásicos
Deberíamos acercarnos sin miedo a las obras clásica, ya seamos profesores, estudiantes o, ante todo, lectores, y olvidarnos de lo que algunos pregonan y dicen en sus escritos. No por un gesto de banalidad, sino porque de este modo, en vez de repetir lo que dicen otros, como loros, podemos llegar a nuestra auténtica verdad (que entonces sí se podrá cimentar en variados argumentos, pero no en la mera repetición).
En el caso de El Poema de Gilgamesh podría señalar que también estamos, aparte de ante el primer poema épico (anterior a La Ilíada, La Odisea y tantos y tantos mitos que han hecho tomar forma a nuestro mundo), es además una de las primeras historias de superhéroes.
De las buenas, eso sí, porque aparte de tener a un ser sobrehumano que se enfrenta a monstruos indescriptibles que habitan en bosques de cedros, tenemos también las consecuencias de su poder.
Por mucho que Gilgamesh sea el rey de la poderosa Ciudad de Uruk, los mortales que allí habitan, aparte de vitorearle, también le temen y, de vez en cuando, se quejan de que sea todopoderoso y ellos sean los que sufran las consecuencias. Pura deconstrucción en una época donde el mito aún se está construyendo.
Los superhéroes del pasado
Si bien en los cómics de superhéroes tuvimos décadas de héroes inmaculados como Superman, no sería hasta los años ’60 cuando los superhéroes de Marvel harían que los supers tuviesen pies de barro, tal y como pregonaba el primer número de los 4F. Sería a mediados de los ’80, sin embargo, cuando autores como Alan Moore o Frank Miller cuestionarían el papel del superhéroe en nuestro mundo. E irónicamente, vemos en un poema como Gilgamesh, conservado a duras penas en tablillas de escritura cuneiforme, ambos enfoques: el del héroe que todo lo puede y el del cuestionamiento hacia su origen divino.
Cualquier seguidor de los tebeos, en un ejercicio digno del gran Umberto Eco o Román Gubern, podría hallar en Gilgamesh muchas de las ideas que también vemos en los cómics de superhéroes de DC, Marvel, Image… y cualquier otra compañía. Desde un «clon» como némesis del héroe (aunque se acaba convirtiendo en su mejor amigo), pasando por sueños de estrellas venidas de otros mundos o monstruos gigantescos que amenazan la naturaleza del propio mundo. Pero quedarse con Gilgamesh como una especie de protohistoria de superhéroes sería limitar demasiado un poema que sigue fascinando ahora, miles de años después de su composición.
La fuerza del sentido
No nos quedamos de Gilgamesh solo con la destrucción y los poderes sobrehumanos. Nos quedamos también con su corazón. Es emocionante, al menos para mí, sentir cómo una obra que fue concebida hace milenios me sigue sorprendiendo y maravillando, ya sea por el poder de Gilgamesh o por la redención de su amigo Enkidu, sin olvidar la malicia de Humbaba, el monstruo al que se enfrentan ambos en una colosal batalla.
Llama la atención su uso del verso, su narrativa, su aparición de los héroes, sus diálogos, sus descripciones, sus ricas imágenes, su fatalismo, su sensualidad, la idea del romance entre dos amigos, el abismo de la pérdida y, ante todo, la búsqueda de sentido.
La caída del héroe
Igual que en la obra homónima de Viktor Frankl, los seres humanos intentamos hallar sentido a nuestra propia naturaleza. Lo hacemos a través de toda nuestra vida. Por supuesto, hay quienes dicen que nunca se hacen esta pregunta. Benditos ellos.
Sin embargo, muchos queremos saber qué sentido tiene todo (si es que tiene que tenerlo) y, aunque nunca lo hallemos (en ocasiones, por nuestro propio bien, como aprendían los sufridos personajes de Lovecraft o pregonaba el juez Holden de McCarthy), siempre nos sentiremos movidos a preguntarnos: ¿por qué morimos? ¿Por qué vivimos? ¿Por qué nos enfrentamos a los grandes monstruos? ¿Por qué no acobardarnos?
Y es entonces cuando Gilgamesh, quien renunció a la diosa Inanna (y su consabida tentación) y venció a los más temibles monstruos, como el guardián del bosque o el Toro Celestial, comienza su viaje para descubrir por qué ha perdido a Enkidu, su igual, su amigo, su amante, su héroe. Este no ha fallecido en batalla, sino de una enfermedad que, poco a poco, ha ido arrancándole cualquier atisbo de vida (y, perdón por la repetición, recuerda a la muerte del Capitán Marvel por culpa de un cáncer y cierto parlamento de Spider-Man al respecto).
Viaje al inframundo
Acompañado por un barquero (idea que veremos en múltiples religiones y mitos), Gilgamesh cruza los parajes de la muerte y se enfrenta a la idea del fin. Un héroe, todopoderoso, teme a la Parca, el mismo que fardaba de poder tener una muerte gloriosa ante un monstruo, pero que ahora ha aprendido lo que es el sufrimiento debido a la pérdida de su amigo.
Utnapishtim, el superviviente del Diluvio Universal, puede ser aquel que le ofrezca respuesta a Gilgamesh sobre por qué morimos, pero para ello, el rey deberá atravesar el inframundo, igual que siglos después harán héroes y poetas como Orfeo, Eneas o Dante. Puede que el destino de todo héroe y, al fin y al cabo, de cada uno de nosotros, sea enfrentarse a la muerte.
Y en la búsqueda de la clave de la inmortalidad, el rey omnipotente deberá aprender que quizá no sea capaz de lograr todo y, en caso de que lo logre, ¿realmente lo querría? ¿Y si, como pensaba Tolkien, la muerte es un regalo?
«Si caigo, habré conquistado la fama. La gente dirá: ¡Gilgamesh cayó luchando contra el fiero Humbaba!».
Conclusiones
Los estudiosos datan el Poema de Gilgamesh del 2500 o del 2000 a.C. Tomó la figura de un rey real para agregarle toda la leyenda que le rodeó, gracias a la tradición oral. Tal fue la fama de este héroe que llevó a que sus sucesores en el trono pidiesen que quedase inmortalizado su relato en la piedra. Muchos señalan su influencia en Homero e incluso en los autores que dieron pie a la Biblia. Por mi parte, en un ejercicio de menos grandilocuencia, he hablado de los cómics de superhéroes (imagino que dice mucho de mí).
La recuperación de cada una de sus partes, la pérdida de tantas otras, y la labor de traducción bien podrían ocupar varios libros… pero lo importante, más allá de la batalla, fue la victoria de esta: recuperar una de nuestras grandes historias, aquella con la que el ser humano afrontó su mortalidad frente a la inmortalidad de los dioses.
Finalmente, los cinco poemas que lo conforman a partir de retales hacen que estemos ante una obra milenaria que, lejos de haberse convertido en una mera curiosidad, ha alimentado la imaginación, el ingenio y la razón humana desde sus orígenes. Porque el ser humano evolucionó cuando aprendió a imaginar y, por ello, necesitamos historias que ejerciten nuestra mente, pero también nuestro corazón y nuestra alma, porque igual que los antiguos dioses soñaron a héroes y monstruos, nosotros soñamos también mitos y leyendas. No dejemos de soñar.
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