A veces hay series que, como amigos, se quedan por el camino. No sabes muy bien por qué, pero un día, dejas de verlos sin que haya un motivo aparente. Y si te preguntan, respondes algo tan vago en todos los sentidos como «la vida…». Pero en el caso de Community, sí sé por qué fue quedándose atrás en la pila ingente de series y películas que ver: las tres últimas temporadas.
Ahora, tantos años después de que la empezase, la he concluido y puedo decir que, como The Office, Community hubiese sido perfecta si hubiera sabido cuándo terminar. Porque más allá de la resurrección de la última temporada (en Yahoo, tras ser cancelada en la cadena que la emitía originalmente), Community acabó realmente en la tercera. Como mucho, se podrían haber tomado algunas ideas de las tres temporadas siguientes y así conseguir que la serie no se sintiese alargada y en detrimento de todo lo bueno que tuvo en sus comienzos. Por desgracia, no fue así.
Desventuras de unos perdedores
Para los despistados, Community narra la historia de un grupo de «adultescentes» que acaba en un universidad pública de Estados Unidos. Como todos los seguidores de las series estadounidenses sabemos, la mayoría de ellas no existirían si hubiesen servicios públicos al cien por cien, como la sanidad o la educación. En este caso, tenemos lo segundo.
Esta pandilla que busca sobrevivir en la Universidad de Greendale, entre las ocurrencias de su decano y asignaturas que no tienen ningún sentido, está formada por el caradura de Jeff, el exchaval popular Troy y su amigo Abed (quien cree que vive en una serie de televisión), la neurótica Annie, la «rebelde» Britta, la madre de tres hijos Shirley y el repulsivo Pierce. Todos ellos logran encajar a la perfección y se les van sumando otros personajes como el profesor, segurita o lo que sea, Chang, o el decano.
Y, durante varias temporadas, se convierten también en nuestros colegas.
Community, la gran sitcom que falló por sus problemas tras las cámaras y su incapacidad para morir dignamente Share on XSiempre hay problemas
A todo esto se suma que el drama detrás de las escenas se antoja más interesante que todo lo que vino tras la tercera temporada. Ya fuera por el comportamiento de Chevy Chase (quien sigue hablando mal de la serie) o Dan Harmon (despedido al final de la tercera y contratado de nuevo tras la extraña cuarta temporada y quien, además, tuvo que pedir disculpas por acosar sexualmente a una de las guionistas), Community se fue perdiendo poco a poco y ni siquiera sus puyas la salvaban de ese sentimiento que sufría el espectador de «cómo ha perdido esta serie…».
No obstante, tenemos mucho que agradecerle a Community. De ella surgieron los hermanos Russo, que llevaron a buen puerto varias películas de Marvel Studios (y en estas pelis tenemos numerosos cameos de los actores de Community. También Dan Harmon (al que muchos adoran por Rick y Morty y su Círculo… y a mí me dice más bien poco). Capítulos geniales, desde falsos documentales hasta multiversos, sin olvidar los episodios del paintball. Referencias a películas, series y la cultura pop, con Dragones y Mazmorras como exponente (hasta que Netflix censuró el capítulo… Ay). Además de tener un reparto que lo único malo que tiene es que no los vemos en más series o películas.
Lástima que los últimos episodios sean tan malos y autocomplacientes que, a menudo, hacen más gracia los sketches de los créditos finales que el capítulo en sí.
Una serie pop
Sin olvidar todas las alusiones a Star Wars y Spider-Man que le hacen al personaje de Troy y que son genialérrimas por cómo auguraron que el actor acabarían en ambas franquicias: en la primera, encarnando a Lando Calrissian de joven, en la segunda siendo la inspiración (gracias a un pijama de Spider-Man) para que Brian Michael Bendis crease a Miles Morales y, de ahí, Glover encarnase al tío de Miles en Spider-Man: Homecoming y en Across the Spider-Verse.
Pero el aspecto que siempre destacaré de Community es cómo reinventó la sitcom sin tener que quedarse maniatada con los convencionalismos del género. Allá donde The Big Bang Theory metía risas a calzador o Friends se regodeaba en lo noventero, Community no temió jugar con las reglas y crear originalísimos capítulos dentro de un género que está más quemado que el Monte del Destino.
Por eso me quedaré con lo mejor de Community, eliminaré toda la podredumbre y de sus seis temporadas habrá tres brillantes y, sobre todo, una panda de amigos fracasados que, más que sacarse un título, buscaban encontrarle sentido a una vida que nunca lo tiene.
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