Vampyr de Dreyer es uno de los grandes clásicos del séptimo arte y aborda el terror desde el lirismo. Fuente. |
Vampyr: la bruja vampiro siempre aparece en las listas de las mejores películas de terror o en los compendios de mejores filmes sobre vampirismo; también suele hacerlo en las de las mejores películas (a secas). No pienso que los cánones o las listas sirvan para algo que no sea como orientación para que el espectador siga descubriendo películas, pero si existiese el concepto de listas realizadas auténticamente por la calidad, no cabe duda de que el título de Carl Theodor Dreyer estaría incluido.
Las sombras del Drácula de Bram Stoker, dirigida por Coppola, tomarían mucho de las sombras de Vampyr. Fuente.
La sombra del vampiro
Estrenada en 1932, con Vampyr, Theodor Dreyer crea una pesadilla que dura casi setenta minutos donde el espectador se ve embarcado en un viaje perturbador. Es fascinante como una película que se encamina al centario puede seguir creando traumas en el subconsciente del espectador actual.
A partir (muy vagamente) de la obra de Joseph Sheridan Le Fanu y una historia propia de Dreyer, Vampyr relata un mal sueño muy particular. Realizarle una sinopsis resulta casi un sacrilegio, pues es una de esas obras que importan más por la atmósfera y la sucesión de imágenes, que por un argumento convencional. Es decir, es más interesante debatir los significados de un plano o una de las poderosas imágenes de Dreyer, que caer en minucias relacionadas con una trama que ni hace falta. Vampyr nos cuenta la historia de Allan Grey, un joven obsesionado con el ocultismo, que llega a una pequeña aldea donde suceden hechos insólitos y donde acabará recibiendo el cometido de salvar a una joven que ha caído bajo las garras de una bruja vampiro y sus lacayos.
Vampyr (también llamada La extraña aventura de David Gray) se sitúa como producción cinematográfica en una época apasionante en la que el cine vivía sus primeros pasos, pero también sus primeros cambios. Es la primera película sonora de Dreyer y la primera en la que abandona el realismo para abrazar lo fantástico, y, aunque no se desprende de la composición del cine mudo alemán, sí que añade referencias al cine estadounidense. El film está en un período bisagra entre el cine mudo y el cine sonoro (posee todavía carteles y textos, pero ya incluye música y diálogo), entre las sombras que quedaban del expresionismo alemán y el nuevo cine que se hacía en el resto de Europa y también en Estados Unidos. Eso hace que la película sea todavía más interesante. Es un momento en que los directores experimentan, sintiendo que pueden ser capaces de cualquier cosa, a la vez que recogen el legado ilusionista de los primeros directores como era el caso de Méliès, que entendía el séptimo arte (casi) como un truco de magia.
El montaje en paralelo (mientras unos viven y otros mueren) ha pasado a la Historia del Cine. Fuente.
El lirismo de una pesadilla
Dreyer opta con Vampyr por un cine que abraza el ambiente onírico e insano. Recuerda incluso a los primeros pasos del surrealismo de Luis Buñuel en Un perro andaluz. Hay lirismo en Vampyr y no solo religiosidad como algunos afirman, malinterpretando obras del autor; Dreyer siempre hablaba de su intención de captar imágenes de lo inexplicable, que no solo fueran visuales. El director danés es capaz así de captar el espíritu de aquello que recoge en su película.
Atrapar el alma (o el tiempo, como decía otro grande del cine) se basa en captar también el espíritu del reparto. La mayoría de sus actores, al no serlo profesionalmente, aportan en la pantalla cierto halo enigmático, dando pie al baile de sombras, a comentarios extraños, que hacen que escuchemos un eco en alguna de las películas de David Lynch y otros creadores que descolocan al espectador con cada nueva escena.
Todo el segmento del entierro del protagonista, donde el espectador termina viendo lo que él ve a través del pequeño espacio de su ataúd, sigue provocando escalofríos en pleno siglo XXI. Fuente.
Puede que los diálogos sean teatrales, pero las imágenes poderosas y los recursos audiovisuales como las sombras, el tormento del rostro de la bruja, el asesinato montado en paralelo con la salvación de los amantes, la sobreposición de imágenes, el subjetivo desde el ataúd, el uso de la marcha atrás en el movimiento o la cámara rápida para acelerar la acción… hacen que Vampyr sea una sucesión de recursos y herramientas único. El cine de Dreyer justifica la existencia del séptimo arte como una forma de crear que no debe ser deudora del teatro u otras formas artísticas o narrativas.
«Vampyr es seguramente una de las películas de terror más poéticas que jamás se hayan hecho, llena de un extraño y sutil erotismo, investigando poco a poco las conexión entre los mundos conocidos y desconocidos, entre la subjetividad y la objetividad, el sueño y la realidad, lo bueno y lo malo, temas estos que aparecen recurrentemente en la obra de Dreyer»[1].
Eso hace que, por mucho que pase el tiempo, Vampyr continúe atrapando al espectador en una insólita película donde la brujería y el vampirismo no son toda la pesadilla, sino que es parte de ella. Más que un desafío (por lo que cuenta o por cómo lo cuenta), Vampyr lo es por cómo presenta una atmósfera tan oscura, donde Dreyer huye del horror vacui para transmitirnos con más fuerza si cabe, a través de los elementos justos.
La tibia acogida de crítica y público cuando se estrenó en Berlín en mayo de 1932 hizo que el director (que padecía problemas psicológicos) se alejase de las cámaras durante largo tiempo para centrarse en el periodismo, lo que deja claro cómo lo que hay más allá del arte puede marcar al artista y como el séptimo arte no deja de ser un chupasangre, como se defendía en La sombra del vampiro (homenaje al film de Murnau, que sentó precedente para Vampyr). No obstante, con las décadas, tras que la película se reconstruyese a través de diversas copias en varios idiomas[2], esta cinta ha sido colocada en el pedestal donde se merece estar.
Vampyr
permanece ahora como una de las grandes joyas del séptimo arte, un film clave y
de culto que sigue perturbando al espectador, entregándole a la más lúgubre de
las pesadillas. Que tengan dulces pesadillas.
Póster de Vampyr de Dreyer. Fuente. |
- Título original Vampyr - Der Traum des Allan Grey
- Año: 1932
- Duración: 68 min.
- País: Alemania
- Dirección: Carl Theodor Dreyer
- Guion: Carl Theodor Dreyer, Christen Jul (Novela: Joseph Sheridan Le Fanu)
- Música: Wolfgang Zeller
- Fotografía: Rudolph Maté (B&W)
- Reparto: Julian West, Sybille Schmitz, Henriette Gérard, Albert Bras, Jane Mora, Maurice Schutz, Jan Hieronimko, Rena Mandel
- Género: Terror.
- Sinopsis: En esta película Dreyer nos introduce en un universo fantasmagórico por medio de imágenes expresionistas. Un joven viajero, Allan Gray, se aloja en un extraño castillo, cuya atmósfera densa y enrarecida recuerda la de las pesadillas. El joven comienza a tener espeluznantes visiones, de las cuales la más terrible es el descubrimiento de una mujer inconsciente que ha sido atacada por un vampiro en forma de bruja. El maestro Dreyer rueda en Francia esta personal visión del terror: un mundo onírico y sugerente, lleno de fantasmas y sombras que cautivan más por la fuerza de las imágenes que por lo terrorífico del relato. A pesar de que actualmente es considerada una obra maestra del género, en su día fue un rotundo fracaso, por lo que el director danés tardaría doce años en volver a rodar su siguiente película, "Dies Irae". (FILMAFFINITY)
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