¿La autopublicación va a destruir el mundo literario?

Nota: sigo con mi rescate de entradas que se quedaron en borrador y he encontrado la primera que me ha costado editar para colgarla, porque mis ideas han cambiado relativamente. Escribí esto en 2014 (antes de publicar) y creo que tiene algunos puntos interesantes. Actualmente, deberíamos incorporar el tema de una pandemia y sus consecuencias en el mundo editorial. También matizaría mis palabras sobre las editoriales, que no son Sauron. Me gustaría añadir que no es lo mismo autoeditar que autopublicar o que la idea de ser un autor híbrido me parece más que interesante. Hablaría también de la posibilidad de poder compartir una historia, que es en el fondo lo que buscamos todos los juntaletras y destacaría que no todo lo autopublicado es terrible igual que no todo lo publicado por una editorial es maravilloso. Seguramente, pese a lo que prometo en el texto, algún día vuelva a hablar de esto. 

El mágico mundo de la autopublicación en Amazon... ¿O lo único mágico es la frustración y los troles? Fuente
 

Nos gusta discutir. Eso nos hace humanos o gentuza con una increíble cantidad de tiempo libre. Junto al ansia de superación y la más absoluta estupidez, el deseo de contraponer opiniones nos da sentido... o eso es lo que te cuentan en las clases de Filosofía; pero a veces lo hacemos con una argumentación tan pobre (o tan falsamente rica) que convertimos las aguas cristalinas en pantanos putrefactos. El humano… qué ser más extraordinario. 

Hace un tiempo, temas como la auetoedición, autopublicación o los escritores indies, vagaron por las redes sociales de diversos juntaletras y otras bestias (algunas de esas que desearías exterminarlas antes de que pusieran huevos y se reprodujesen como un mar de cucarachas; dicho desde el cariño y afecto). Todo este debate nos conduce a la pregunta: que un escritor autoedite un libro, ¿es el final de la escritura de calidad? 

Lo dudo, porque esto no es algo nuevo, lo que ocurre es que Internet es una ventana muy amplia y, de repente, todo el mundo ve las olas y tiembla sobre su castillo de naipes. Seamos sinceros: se ha creado un modelo de industria literaria que ya se ha quedado anticuado. Muchos editores deberían haberse dado cuenta antes, pero se dedicaban a contar billetes o intentar que su negocio simplemente no se viniera abajo (imagina, a veces, a un niño intentando vaciar la marea con un cubo, antes de que suba y se lleve su palacio de arena; es divertido, pero triste por lo inexorable). ¿Qué podía suponer algo intangible como el Internet para ellos, que tenían sus tochos de páginas, asesinos de árboles?  

No obstante, la proliferación de plataformas como Amazon o Lektu ha conseguido crear un nuevo paradigma: escribes un libro (y lo corriges y lloras, y lo corriges, y lo envías a un corrector, y lloras con ganas, y lo corriges), lo registras, lo subes y, si hay suerte, quizás ganes pasta y te conviertas en una estrella (que a saber cuánto brilla y durante cuánto tiempo). Y muchas editoriales se dedican a cazar a estos autores cuando tienen éxito. Les pagará menos y ya está hecho todo el tema de promoción gracias a su éxito en Amazon y otras redes. Las editoriales, en medio de esta crisis, no adaptan su modelo, sino viven de un constante: “cazamos hoy esto, nos lo comemos y ya veremos después”. No guardan nada para el invierno y, como diría un Stark (no, Tony), “el invierno se acerca”. 

No es extraño encontrar a varios autores que se ganan mejor la vida publicando en Amazon y similares que soportando a editores, distribuidores y libreros que se llevan más pasta que el propio autor en ese modelo arcaico y, a veces, inútil, que os comentaba antes. Tú produces y un intermediario se lleva toda la pasta, y tú malvives (a saber si puede seguir creando). Y en plataformas digitales, a veces, te llevas más dinero que vendiendo el libro de una manera tradicional y lo que es más importante: llegas a más gente que pueda leerte. 

¿Quién mató a las editoriales?

Sí, sé que el ego de escritor hace que queramos ver nuestro libro impreso (que también se puede) en una librería, pero a la hora de la verdad: ¿por qué escribimos? ¿Por practicar el onanismo o porque nos lean? Y sí, sé que marketing no es estar sepultando Twitter todo el día con tu fabulosa novela. Sin embargo, de todo se aprende, menos de un mundo editorial que lucha por sobrevivir como puede, ¿por qué un chaval se compraría un libro de veinte euros si a lo mejor por quince puede ponerse a jugar a un videojuego? La competitividad está ahí y estos precios abusivos han acabado devorando a la propia industria, que persiste gracias a grandes grupos mediáticos (endeudados en muchos casos). 

Se ha creado una burbuja y, cuando estalle, creedme, nos gustará estar lejos. El mundo va a seguir necesitando literatura, pero va a tener que ser en otros términos. No me refiero solo a los campos de la calidad o formato, sino también en cuanto a su modelo. La gente no dejará de leer (o al menos espero que no, ojalá esto no sea Fahrenheit 451) porque necesitamos historias que nos hagan soportable la vida. Pero si bien enterramos nuestra hacha en la industria literaria actual, no podemos tampoco alzar a la autopublicación sin más. 

Todo el mundo tiene derecho a escribir un libro, pero tal vez no todo el mundo tenga derecho a creerse escritor. Y sí, esta es una horrible frase que suena clasista (vaya, incluso si defiendo mucho esto quizás forme mi propia camarilla de lamesombras). Quiero decir, ¿si pongo tres líneas en un cuadro soy un pintor? No lo sé. ¿Se puede plantear esto en el mundo de la literatura? ¿Existe eso que llaman algunos valor literario? ¿Podríamos desligitimar a un autor de una obra porque la consideramos “poco literaria? ¿Quiénes somos nosotros para hablar de qué es literatura y qué no? ¿Solo puede hablar de esto alguien con estudios en literatura universal? Si cuelgo mi lista de la compra, ¿es literatura? ¿A qué nivel se puede ser o no escritor? ¿Qué es un buen libro y por qué? ¿Qué es y qué no es un escritor? Son muchas buenas preguntas que saltan del mundo de la autopublicación, donde a veces hay obras con diseños pobres, fallos graves, carencia de trama… Ya se sabe, echen un vistazo. 

Pero ¿esto dinamita ya a la autopublicación? No lo creo (ni que todo lo editado de forma clásica fuese bueno…), porque hay obras buenas que los cegatos de las editoriales no han aceptado o autores que creían que les convenía más ganar pasta cada cierto tiempo que pobres regalías en un año. ¿Saben? 

Autores híbridos

La edición y la autopublicación parecen dos mundos enfrentados, pero son las típicas fisuras surgidas de la creación de un nuevo medio. Cuando apareció la radio, los periódicos decían que era un medio tan emocional que no servía y cuando emergió la televisión, tanto el periódico como la radio… más de lo mismo, que si la espectacularidad de la imagen restaba realismo y todas esas chorradas. Pues ahora igual con la edición: que si todos los editores son malos, que si la autopublicación salvará al mundo, que si un escritor publicado en una editorial “de verdad” en papel es mejor que uno que se ha publicado a sí mismo… 

Y es que nos encanta discutir, enfrentarnos, creernos poseedores de la verdad absoluta o simplemente pasar el rato. Yo reconozco ventajas y desventajas en los dos métodos, además de una cosa: es mi mera opinión, no es cierta ni falsa, es la que tengo, como vida. No quiero ser uno de esos escritores publicados por una editorial seria que se creen capaces de insultar a todo el mundo porque creen que están en lo más alto por estar cimentados sobre una temblorosa base de lameculos. No quiero ser uno de esos escritores autoeditados que piensa que el mundo está en su contra y que todo debería arder porque él lo necesita, porque no queda otra y porque el mundo es horrible. 

¿Qué quiero ser entonces? Alguien que escribe sin preocuparse demasiado de estos debates, porque seamos sinceros, ¿es mejor hablar sobre ediciones o sobre escribir? Porque créanme, es más divertido comerse la tortilla que lamer las cáscaras de un huevo (aunque allá cada uno con sus gustos). 

Por tanto, seguramente esta sea la última columna en la que hable del tema, ya que viene de algunos lamentables hechos recientes sobre los que quería hablar para poder justificar que llame así a este evento reciente: La Gran Batalla de los Editados y los Autoeditados, librada en el Valle de las Redes Sociales, en la Víspera de La Noche de los Juntaletras Muertos. 

 Señoras, señores, juzguemos a las obras por su contenido y olvidemos un poco lo que las rodea; el autor puede ser un sinvergüenza y la editorial maravillosa, pero eso no aporta mucho a lo que leamos en realidad (o como debemos leerlo). Estos duelos a muerte acaban resultando estériles cuando podríamos gastar el tiempo escribiendo. Así que me voy a escribir. Recordad: largaos, cerrad la puerta cuando os hayáis arrancado la piel a tiras. Podréis usarla para forrar un nuevo libro (al final, todo esto va a ser útil, sí).

P.D.: Por cierto, imaginaos lo "importante" que fue la polémica que nombro en la columna que, seis años después, no la recuerdo. Ni remotamente.

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