Una niña y sus hermanos mutantes recorriendo Canadá. ¿Qué puede haber más hermoso? Esto es The Brood (Cromosoma 3) de David Cronenberg. Fuente. |
Frank Carveth se ha divorciado de su mujer, Nola, internada en el innovador centro psiquiátrico del doctor Hal Raglan. La terapia consiste en somatizar los problemas psicológicos de los pacientes para que estos puedan superarlos. Sin embargo, Carveth duda de que Raglan pueda ayudar a Nola y se centra en cuidar de su hija de cinco años, Candice. Pero cuando una ola de extraños asesinatos rodea a Carveth y su hija, la sombra de que el mal que sufre Nolan les está siguiendo, se hace real…
The Brood (Cromosoma 3 en España, porque se ve que el término La Progenie no quedaba tan bien -ni demostraba la formación mínima en Biología) es una película donde el tono de serie B de David Cronenberg se desboca hasta un punto en que vemos a una especie de mutantes... clones... enanos de Candice matando a aquellos a los que su madre les ha cogido tirria. Y ya está. Toda la metáfora se ve reducida y constreñida a la típica película de terror que no resiste otras lecturas más interesantes, donde la ciencia es demonizada (como casi siempre en el género), en el que el mad doctor encarnado por Oliver Reed genera tanta confianza como conducir un coche sin frenos y la madre se convierte en un ser maléfico, digno de un cuento de hadas misógino.
En el divorcio, los niños son los que más sufren. Fuente.
Los niños de la ira
A menudo, hablamos de que el arte sirve para que los receptores lleven a cabo una catarsis, pero, pocas veces, se enfoca desde el punto de vista desde el cual es el propio creador el que realiza una labor de exorcismo para liberarse de los problemas que lo rodean. Cuando terminó la película, me dio por buscar si David Cronenberg se había separado durante la época en que llevó a cabo The Brood (Cromosoma 3)... Y sí, confirmé que el director canadiense se había divorciado poco antes y había tenido problemas con la custodia de su hija.
Mediante la sangre de pega, algunos asesinatos a martillazos que generan ciertas risas y una asquerosa revelación final (que tampoco nos coge por sorpresa), la cinta concluye con ese mensaje de padre coraje... que no genera del todo empatía en el espectador. Decía aquella señora que se llamaba a sí misma crítica, Pauline Kael, que odiaba Candilejas porque era un ejercicio de ego que había hecho Charles Chaplin para hablar de sí mismo y que todos lo alabasen; pues más allá de los comentarios de esta señora, que tampoco deberían venir del todo a cuento, sí se puede decir que Cronenberg cae en una carta demasiado íntima, donde el héroe lo es, pero seguramente solo para él mismo. Al menos, no es Tommy Wiseau ni esto es The room.
La música de Howard Shore (en su primera colaboración con el director), entre el homenaje a Psicosis y los manierismos de la época que hacen que la banda sonora suene ahora como la de una telenovela, define bien una película menor de la filmografía de Cronenberg: es un intento que, pese a algún destello, se queda en poco más que un entretenimiento. Sin embargo, está entre las mejores películas de Cronenberg para muchos de sus seguidores. Seguro que son aquellos a los que su mujer los ha dejado (y engendran niños diabólicos a partir de sarpullidos... Cosas que pasan).
La Nueva Carne con forma de mujer vengativa que monta un circo y le crecen los enanos. Fuente.
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