Para completar la lectura de esta columna, recomiendo el libro La ideología de Star Wars de Fernando Ángel Moreno. Esta obra me la recomendó @SrPurpura de La Fosa del Rancor y me parece un libro magnífico para comprender el trasfondo de Star Wars.
El concepto del héroe es muy importante en la saga Star Wars, lo es desde su concepción a través de los estudios de Joseph Campbell y la idea del héroe de las mil caras, ese norme monomito del que beben todas las historias. ¿Qué hace que un héroe sea un héroe? ¿Qué significa su viaje literal o metafórico? ¿Qué ocurre tras el «y fueron felices y comieron perdices»?
En El rescate, el capítulo final de la segunda temporada de The Mandalorian, tenemos la llegada de un héroe envuelto en el misterio y el misticismo de los Jedi, tal y como los imaginamos cuando Obi-Wan nos hablaba de ellos en Una nueva esperanza. En esta escena importa más el apartado visual que los diálogos, cortos, tajantes y dignos de un hechicero, que es, en el fondo, lo que son los Jedi, del mismo modo que lo dice anteriormente la hacedora de armaduras de beskar sobre la famosa Orden del Lado Luminoso de la Fuerza.
No hacen falta más elementos para romper el secretismo y el misterio; Luke Skywalker es un personaje que pertenece a lo mítico o, como defendió en su obra el autor Ken Liu, a las leyendas. Las explicaciones sobran en estos cinco últimos minutos donde Luke Skywalker está más cercano a Obi-Wan, Merlín o Gandalf que al Luke clásico. Pero ¿por qué sabemos que esta escena funciona?
La aparición de Luke en Los últimos Jedi supuso una gran polémica entre los fans. Fuente. |
El retorno del hechicero
En Star Wars es tan importante lo que se cuenta como el cómo se cuenta. El director Peyton Reed y el guionista Jon Favreau recogen la llegada de Skywalker desde el secretismo. Juegan con las expectativas. Vemos el ala-X, pero ¿será quien creemos que es? No vemos el color de su espada cuando lo contemplamos en las malditas cámaras en blanco y negro de la sala de control. Reed y Favreau son astutos, nosotros lo sabemos y pensamos en si estarán jugando con nuestras esperanzas (algo que hizo Rian Johnson en Los últimos Jedi y pocos entendieron o quisieron entender). ¿Podría ser Ezra Bridger u otro Jedi? Puede que ahí sí hubiese deus ex machina, pero hablando de dioses y máquinas, Reed se marca un homenaje a Rogue One. Como decía Luke en El retorno del Jedi: «soy un Jedi, como mi padre antes que yo». Y el paralelismo está trazado con el Darth Vader que destrozaba a todos los soldados de la rebelión que escoltaban la Tantive IV, la nave de nuestra querida Leia, en una de las escenas más icónicas de la cinta de Gareth Edwards. En El rescate, este último capítulo de The Mandalorian (que bien podría ser el final… de una etapa… para la serie), vestido de negro como en el Episodio VI en el palacio de Jabba, Luke se abre paso entre los dark troopers salidos del videojuego Dark Forces, luciendo, entre la niebla, su espada de luz verde y su mano robótica. Y algunos tendrían más justificado pensar en un escarceo de Luke con el Lado Oscuro (¿o la arrogancia de los Jedi de las precuelas?) que un cambio o un proceso narrativo más insólito como sería descanonizar las secuelas.
Muchos aficionados han hablado en estos días de cómo la aparición de este joven Luke, como un hechicero, como un guerrero, como un guardián de otro mundo, supone la descanonización del Luke que se escondía como un ermitaño en Los Últimos Jedi. Si me permiten la frivolidad, hablar simplemente de «descanonizar» me recuerda a esa leyenda de cómo un concilio vaticano descubrió qué evangelios debían estar en la Biblia y cuáles no: soltaron una paloma y el “espíritu santo” (¿los midiclorianos?) los eligieron. Imagino que tal fantasía sería aplicable a que, de pronto, Lucasfilm diga: «vamos a descanonizar la última trilogía».
Los más listos, los que buscan algún subterfugio narrativo para justificar este ejercicio de reboot, hablan del mundo entre mundos de Rebels, un concepto salido de la fantasía que tanto adora Dave Filoni y que (parece) permitía cambiar algunos eventos o puntos fijos en la historia del universo. No sabemos mucho de este término tan místico que incorporó Filoni y, cuyo fin, era tentar a Ezra con el Lado Oscuro y, por supuesto, darle una explicación al retorno de Ahsoka como Ahsoka la Blanca (homenaje a nuestro querido Tolkien). Pienso que es un elemento interesante, aunque peligroso como los viajes en el tiempo de ese insoportable fanfic que es Harry Potter y el legado maldito. Quizá sea mejor quedarse con algunos conceptos de obras más afines como Doctor Who.
No obstante, han anunciado la serie de Ahsoka, ¿no sería posible crear una línea temporal alternativa? Sería un ejercicio arduo, más que acabar con el Universo Expandido que, de vez en cuando, de manos de fans como Filoni, recuperan personajes y conceptos, como el Gran Almirante Thrawn.
Es más, creo que los que odian estas últimas tres películas son similares a los que odiaban las precuelas y pienso que hay que esperar a que los chavales que se han criado con El despertar de la Fuerza, Los Últimos Jedi (o, mejor dicho, El Último Jedi) y El ascenso de Skywalker, aquellos que tendrán una conexión emocional más fuerte, las defiendan en unos años para comprender su valía, igual que ahora se reivindican las precuelas de Lucas, que en su día fueron tan denostadas.
El cameo de Luke Skywalker en Mandalorian ha despertado un sinfín de polémicas en Internet. Fuente. |
Consecuente con las secuelas
¿Por qué digo que el Luke Skywalker de The Mandalorian no traiciona o supone un reboot del personaje?
Quizá debamos remontarnos al personaje, a lo que vemos de él en la saga. Bajo la custodia del viejo Ben, Luke creció en el desértico Tatooine, esperando vivir grandes aventuras y escapar de ese polvoriento planeta, convirtiéndose en piloto, como su padre, una figura ausente. Como todo héroe huérfano, emprende el viaje de Campbell no sin alguna reticencia, pero haciendo caso a la llamada a la aventura que supone el mensaje de Leia, las palabras del mentor representado por Obi-Wan y sufrir la pérdida de sus tíos.
A lo largo del viaje, Luke comienza un autodescubrimiento que lo convierte en un joven héroe cuando es capaz de aceptar la fe, creer en la Fuerza, ese campo místico e invisible que conecta a todos los seres.
No obstante, su inexperiencia juega en su contra, como vemos en El Imperio contraataca, donde Yoda advierte varias veces de su temperamento, citando a su padre, y Obi-Wan le avisa de los peligros que corre si acepta enfrentarse a Vader. No obstante, los sueños proféticos (como los de su padre) donde ve sufrir a sus amigos en Bespin hace que Luke acabe repentinamente con su entrenamiento y acuda a salvarlos; curioso cómo la trama de Bespin parece transcurrir en horas o días y el entrenamiento en Dagobah en meses, puede que porque ambos planetas y narrativa funcionen distintos, ¿o haya una conexión con el mundo entre mundos? Pero por mucho que Luke se haya enfrentado a la visión de Vader que se muestra bajo el casco como él mismo, acude a Bespin y sufrirá su gran derrota, la pérdida de la mano y la espada que representa el legado, y una revelación terrible tras entregarse a la ira.
Es por medio del sufrimiento cómo el personaje evoluciona en su paso de El Imperio contraataca hasta El retorno del Jedi, una última película que ya nos lo presenta como un Caballero Jedi entregado al aire mítico de Obi-Wan, aunque con la oscuridad de unos ropajes que podrían representar su posible caída. Y, a lo largo de esa historia, despojado de una mano, temeroso del destino de su recién descubierta hermana Leia, Luke intenta salvar a su padre para salvarse a sí mismo: si Darth Vader tiene la posibilidad de volver a ser Anakin, hay posibilidad de que él también se salve de la oscuridad que siente que nace en él.
Como bien dijo Obi-Wan en El ataque de los clones, Palpatine es hábil leyendo los sentimientos de los demás y lo hace perfectamente en El retorno del Jedi, cuando se propone sustituir a Vader con Luke y sabe que lo conseguirá si este sucumbe al Lado Oscuro y mata a su padre, igual que Anakin acabó (o ayudó a acabar) con Mace Windu y tantos Jedi para lograr el secreto para mantener con vida a aquellos que mueren, como Darth Plagueis, y que hubiera servido para salvar a Padme. En un momento de lucidez, Luke comprende que debe tirar el sable (igual que lo hará en la polémica escena de Los últimos Jedi) y ser un auténtico Jedi, un guardián de la paz, lo que se supone que debían ser los Jedi, no aquello en lo que se convirtieron en las precuelas: seres monacales, burócratas, ciegos y arrogantes.
Pero es cuando se nombra a Leia como aquella que sí caerá en el Lado Oscuro lo que hace que vuelva el reverso tenebroso a Luke, se enfrente a Vader, lo derrote y, al final, en medio de esa metáfora sobre el enfrentamiento generacional (que haría las delicias de Freud), Luke se niegue, se niegue a aceptar la oscuridad y decida salvar a su padre, y ser un Jedi, como lo fue su padre antes que él. Y es así como en un gesto de paz, de entrega, de sacrificio, el propio Anakin se redime y cumple con la profecía… o al menos hubiera cumplido con ella si Luke no hubiese comenzado la búsqueda de Jedi.
¿Por qué ocurre esto? Por algo en apariencia simple, algo que ya vio Joseph Campbell en su viaje del héroe: todo personaje debería tener un arco de evolución. Tal y como lo describen en Literautas, es:
«El arco de un personaje es la transformación de punto de vista que sufre desde el comienzo hasta el final de la historia, los estadios por los que atraviesa y el crecimiento psicológico o emocional que experimenta».
La definición del arco de evolución (también llamado arco de personaje o arco de transformación), según el Diccionario de teorías narrativas de Lorenzo Vilches Manterola, es:
«La evolución del protagonista frente a estos obstáculos y todas sus elecciones sucesivas que forman una cuerva. […] Está construido en siete pasos clave: la necesidad moral (problema inicial -debilidad y necesidad psicológica-), el deseo (lo que el protagonista quiere), el adversario (antagonista simple o múltiple»), el plan (protagonista pone en marcha una estrategia que fracasa), la batalla (enfrentamiento decisivo, inevitable e irreversible), la revelación de uno mismo (el protagonista sabe más acerca de sí mismo y cambia) y el nuevo equilibrio (la situación se ha estabilizado para bien o para mal)» ((VILCHES MANTEROLA, L.: 2017:98).
Otra definición de arco de evolución y de su importancia la da Blake Snyder en su libro sobre creación de guion ¡Salva al gato!:
«El término arco significa «el cambio que experimenta un personaje del principio al final de un guion, pasando por los momentos clave intermedios de su personal travesía» […]. Básicamente, lo que estás diciendo es: esta historia, esta experiencia, es tan importante, cambia de tal forma la vida de todos los implicados -incluidos vosotros, los espectadores-que afecta a cualquiera que esté en su órbita-. Desde tiempo inmemorial, todo buen relato refleja un crecimiento y registra el cambio en todos sus personajes. ¿Y eso por qué? Creo que la razón por la que los personajes tienen que evolucionar en el transcurso de una película es que, para que la historia sea digna de contarse, tiene que ser de importancia vital para todos los implicados. Por eso hay que trabajar con esmero el planteamiento y el ajuste de cuentas de cada personaje, y su seguimiento de principio a fin» (Blake Snyder, 2020:179).
A veces, no es para bien, como le ocurre a Darth Maul. A veces, no es ni siguiera para mal, como le pasa a Asajj Ventress. En ocasiones, hay avances y retrocesos, como le pasa a Luke.
Pienso que gran parte de la polémica generada por Los últimos Jedi se cimienta en las primeras impresiones: ¡Luke ha dejado de ser un Jedi! ¡Luke no quiere ayudar! ¡Luke reniega del pasado! ¡Luke detesta ser una leyenda! ¡Luke odia su legado! ¡Luke se ha convertido en alguien que no conocíamos! Y son las primeras impresiones que, finalmente, se van resquebrajando durante toda la película. La cinta de Rian Johnson juega con las expectativas y, a menudo, lo hace regresando a clásicos como el héroe que ha dejado de serlo, pero tiene que volver para una última batalla, algo que hemos visto en infinidad de obras: Sin perdón, El viejo Logan, El jinete pálido, etc. Primero, cuando Luke escucha de nuevo el mensaje de su hermana en uno de los mejores momentos de la saga. Segundo, cuando Luke es capaz de contar la verdad sobre lo que ocurrió con Ben Solo. Tercero, cuando Luke tiene su conversación con Yoda y aprende cuál ha sido su gran error. Cuarto, cuando Luke abraza su pasado y vuelve a ser el Jedi que todos queríamos ver: un símbolo de esperanza capaz de salvar a los otros, aunque sea convirtiéndose en una auténtica leyenda.
Si las historias nos gustan, es porque los personajes que las protagonizan son interesantes y suelen tener dilemas frente a los que solo les queda dos opciones: luchar o aceptarlos… Pero ¿y si existiese la vía de intentar alejarse de esos demonios?
¿Traicionó el Luke de Los últimos Jedi la esencia del personaje? Fuente. |
El arco de evolución de Luke
El arco de evolución es un concepto literario básico, que hace que las historias sean más fascinantes, y es casi un mandato en el cine. El viaje debe tener consecuencias en los personajes. Nadie pasa por la vida sin perder algo valioso, como decía Neil Gaiman.
Sí, hay películas donde ese arco es más tenue, pero si el personaje permanece igual, al menos debe haberse enfrentado a un par de posibles cambios que le hagan reafirmarse en quién es… Y no es lo que se quiso hacer con Luke, sino que Luke cae y se alza varias veces, como un auténtico héroe.
Recordemos que Stan Lee hablaba de cómo todo cambiaba en los cómics para… permanecer igual, la ilusión del cambio. Creo que narrativamente, Star Wars va por otros derroteros, pero a algunos aficionados les cuesta aceptar el proceso de desconstrucción, porque nadie quiere ver a sus héroes como seres caídos.
El final de El retorno del Jedi, tan precipitado en algunas cuestiones, nos hace pensar que el Imperio no fue fácil de vencer. No lo fue en 1983, cuando se estrenó la película, y menos de una década después ya estaban Timothy Zahn, James Luceno y varios autores creando obras como la trilogía de Thrawn o El Imperio Carmesí, que hablaban sobre cómo los restos del Imperio se habían reorganizado y la Nueva República se tambaleaba, por mucho que contase con Leia. Era necesario que Luke crease una nueva Orden Jedi. ¿Un error? En 2015, con El despertar de la Fuerza, regresaba la idea de cómo el Imperio había sobrevivido bajo el nombre de la Primera Orden y cómo Luke se había retirado tras cometer el fatal error de concebir una nueva orden a la que impregnó de su propio miedo, que como advirtió Yoda, es el primer paso al Lado Oscuro.
«El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Percibo mucho miedo en ti»- Yoda.
Cuando Luke intenta acabar con Ben Solo, comete un grave error que lo conduce a convertirse en un ermitaño y abandonar todo aquello en lo que creía.
Igual que muchos fans se enfadan por el enésimo reboot de los superhéroes de DC o porque George R. R. Martin no acabe sus novelas, muchos aficionados se enfadan en Los últimos Jedi por ver a Luke convertido en alguien que huye de su legado, aunque sea para abrazar finalmente el mensaje de esperanza de toda la saga.
«El momento en que Luke Skywalker, en la línea de Mace Windu y Obi-Wan Kenobi, levanta el sable de luz contra quien considera su enemigo absoluto y su alumno. Se trata del momento en que falla como profesor, como maestro. Incluso el héroe más puro puede caer en la tentación.
Entiendo que muchos aficionados se hayan sentido traicionados, pues es un momento triste, aunque no estoy seguro de que sea incoherente con el personaje dado su contexto». (Fernando Ángel Moreno, La ideología de Star Wars: 2018: 364-365).
Johnson nos habla de cómo las nuevas generaciones pueden salvar a las antiguas y como las antiguas pueden volver pese a que hayan cometido errores. Luke Skywalker está presente en la última batalla como lo estuvo Obi-Wan en la Estrella de la Muerte, aceptando que unirse con la Fuerza lo hará más poderoso y lo convertirá en un símbolo y, como todo símbolo, legendario, reabierto a las maravillosas leyendas contadas por autores como Ken Liu.
«Muchos aficionados han odiado esta manera de entender a Luke por considerarlo incoherente con el personaje, puesto que piensan que jamás habría sufrido una evolución así. Bien. Es cosa de la visión que cada uno tiene no de Luke, sino del concepto del héroe que debe representar: impoluto -en la línea hollywoodiense- o muy humano y falibre – en la línea de la tragedia griega clásica», (Fernando Ángel Moreno, La ideología de Star Wars: 2018: 383).
La profecía hablaba de aquel que traerá el equilibrio a la Fuerza, ¿y si el equilibrio era acabar con los Sith y los Jedi, ambos representados por Vader? Puede que Kylo Ren lo entendiese, aunque de un modo retorcido, con su:
«Es hora de que muera lo viejo. Snoke. Skywalker. Los Sith. Los Jedi. Los rebeldes. Que muera todo».
¿Cómo se mantiene con vida un elegido (acaso, ¿lo fue Luke?) que ha cometido un error? Me parece más interesante ver a un héroe trágico, uno que sufre, que uno que no duda. Que nadie se sorprenda. No es el primer Jedi que se va al exilio. Ahí tenemos a Yoda. Ha visto a la Nueva República y su Nueva Orden Jedi fracasar por culpa de cómo él sucumbió a sueños proféticos inducidos seguramente por la sombra de Palpatine, lo mismo que ocurrió con Anakin intentando salvar a Padme. Todo en Star Wars rima, como decía George Lucas.
A menudo, nos quedamos en el “fueron felices y comieron perdices”, pero ¿qué pasa después? Es ahí donde puede entrar en juego el proceso de desmitificación, que juega a desmontar los personajes y reinventarlos, hacer que los veamos por primera vez y en esta época, marcada por el posmodernismo, los héroes ya no son tan pulcros.
En medio de ese camino, lo que nos muestra The Mandalorian es un Luke acercándose al precipicio. Piensa que la Orden Jedi es necesaria, que necesita a Grogu, que lo protegerá con su vida… Fatales errores que le llevarán a convertirse en alguien que huye del legado de los Jedi, como lo vimos en la película de Rian Johnson. Lo lamento, pero Luke no es Chuck Norris, no es un héroe de acción con la moral en blanco y negro. Sí, acaba con varios robots aquí y de un modo alucinante que nos emociona y nos vuelve a hacer sentir como niños, pero también es un eco de sus futuros errores. Puede que esté sucumbiendo a la arrogancia y al miedo, dos conceptos que llevan al lado oscuro.
«También he escuchado críticas contra una muerte de Luke que no se produce en medio de un combate épico. Confieso no entender a Luke como un Leónidas o un Beowulf. Si algo vemos claro en VI es que se trata de otro tipo de héroe, que evoluciona desde el cuento de hadas hasta la serenidad de la sabiduría. Su muerte en el exilio, tras su penitencia por el pecado cometido, resulta sublime desde ese punto de vista». (Fernando Ángel Moreno, La ideología de Star Wars: 2018: 331).
Pienso que la búsqueda del simplismo de algunos fans hacia Luke es un ejercicio inútil y recomendaría la lectura de las historias de Terramar para entender de ver a Luke como a Ged, el protagonista de esas novelas. «Vine a esta isla a morir. Es hora de que los Jedi lleguen a su fin», pronuncia. Nada es simple, no lo es la vida y ni siquiera lo es Star Wars, pese a que muchos quieran simplificarlo a batallitas, espadas láser y esas cosas. El propio Luke desnuda su alma en uno de los mejores diálogos de la saga:
«Ahora que se han extinguido, se idealiza a los Jedi, se los deifica. Pero, si desnuda el mito y te fijas en sus obras, el legado de los Jedi es el fracaso. La hipocresía, la arrogancia. En su apogeo permitieron a Darth Sidious ascender, crear el Imperio y eliminarlos».
Sí, duele escuchar a tu gran héroe decir esto, pero Johnson practica una crítica bastante acertada y que hace que sea ridículo eso de defender el esplendor de las precuelas frente al aire crepuscular de la última trilogía, cuando el propio George Lucas nos intentaba decir lo que dice Luke, sin llegar a verbalizarlo de un modo tan claro, al mostrarnos la Orden Jedi a punto de caer.
Por tanto, Rian Johnson desmitifica a los Jedi de las precuelas y mitifica al Jedi de la era crepuscular, a ese Luke Skywalker que acaba recordando qué es ser un héroe. Aquellos que odian a este Luke crepuscular, de sus últimos días, tendrían motivos de verdad para hacerlo si no cambiase, si continuase siendo un ermitaño malhumorado e incapaz de cambiar. Sin embargo, todo el film va sobre su cambio, su regreso a ser quién era. En resumen, Johnson deconstruye al personaje para que él mismo y nosotros recordemos por qué nos gusta tanto: porque es honorable, porque aprende de sus errores, porque si él ha caído y vuelve a alzarse nos dará esperanza y eso es lo que teme Snoke… y el mundo real.
Recordemos esa última lección que le da Yoda, cuando le comenta que el gran maestro es el fallo y Luke comprende que por muchas veces que caiga, podrá seguir alzándose y ser el símbolo que Snoke teme: un símbolo de esperanza. Yoda le enseña a no centrarse solo en el pasado, sino tomar las riendas del presente de cara a un futuro mejor.
Luke ha afrontado muchas pérdidas y la sombra de su padre es alargada en él. Fuente. |
Reivindicar a Luke
Algunos piensan que lo visto en la serie de Filoni y Favreau busca acabar con el Luke de Johnson, cuando en realidad, son comprensibles dentro de una misma línea temporal. ¿Cómo es esto posible? Simple, porque todos cambiamos.
En el Episodio I, se comenta cómo hay que aceptar el cambio (puede que junto a la familia y la esperanza, el cambio y las generaciones sea otro de los grandes temas de la saga). Luke no puede ser el mismo granjero de humedad del Episodio IV, no puede ser el chaval al que se le va la mano (nunca mejor dicho) del Episodio V y, por desgracia para nuestros deseos de la niñez, no puede ser el eterno guerrero del Episodio VI, aquel que también arrojó su sable para no luchar contra su padre, igual que rechaza la espada cuando se la entrega Rey en el Episodio VII.
Y es que puede que Johnson haya entendido el personaje y, finalmente, incluso Mark Hamill entendiese que estas secuelas no iban sobre la brillantez, sino sobre lo crepuscular y lo heroico. ¿George Lucas lo hubiera hecho distinto? Pienso que hubiera sido similar a Johnson, ya que cuando Lucas empezó a trabajar en tres nuevas películas allá por 2012, antes de la venta de Disney, valoraba la idea de que la nueva trilogía tratase sobre cómo una nueva generación se enfrenta a la generación de Leia, Luke y Han, bajo el pretexto de: «vale, vosotros salvasteis la galaxia, pero ahora, ¿cómo la construimos de nuevo?».
De ahí que el mensaje tan demostrado de algunos, de triunfar mediante la amistad, la esperanza y el amor del personaje de Rose Tico (no venceremos por luchar contra lo que odiamos, sino por salvar aquello que amamos), sea tan necesario y, seguramente, por mucho que les duela a los que se queden solo con el duelo de espadas y las batallitas, la esperanza sea el mensaje real de una saga que, irónicamente, tiene la palabra Wars (guerras) en su título.
Lucas siempre fue moralista, siempre fue político, siempre creyó en la rebelión frente al autoritarismo, pero también creyó en el antibelicismo, pese a hablar sobre guerras y conflictos. Precisamente, Snoke representa la búsqueda de la muerte de la esperanza:
«Skywalker vive. La semilla de la Orden Jedi vive. Y, mientras viva, habrá esperanza en la galaxia. Pensé que serías tú quien apagaría esa esperanza. Lamentablemente, no eres como Vader. No eres más que un niño. Con una máscara».
En 1977 se estrenó Una nueva esperanza. Hoy, tantos años después, seguimos sin saber cuál fue la fibra sensible que nos tocó, pero sigue generando debates, pensamientos, sueños, esperanzas e ilusiones. Esa es la grandeza, esa es la auténtica magia de Star Wars: su capacidad para seguir fascinando generaciones. En conclusión: el Luke que recogió a Grogu, el Luke del Exilio son el mismo Luke, aquel con el que soñamos galaxias muy, muy lejanas.
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