Mar, ola, tinta... De eso va este post. Imagen de dominio público. |
También existen las
personas que escriben por el gozo (no exento de dolor, a veces) de hacerlo y
aquellas que lo hacen por obligación (rellenar un informe de prácticas, un
parte de un accidente, etc.). Me llama la atención la gente que escribe todos
los días, durante horas, y también aquella persona que lleva años sin hacerlo,
más allá de una respuesta a un mensaje o una nota.
No obstante, yo crecí con
profesores que me mandaban a escribir cuentos y redacciones. Ellos abrieron la
lámpara y no creo que liberasen al genio, pero sí me entregaron muchos deseos
que forjar. Y a mí me gustaba (y me gusta) escribir. Era mi modo de crear películas sin
presupuesto cuando era un niño y ahora es mucho más. Y encontré en los libros una ingente cantidad de joyas que
alumbraron mi camino. Y sigo escribiendo casi veinte años después de que
pusiera mis primeras palabras en una hoja de papel. Y me sigue gustando, pase
lo que pase.
El mercado editorial será
un asco, tendré mis crisis de fe, careceré de tiempo, recibiré malas y buenas
críticas…, pero, al final del camino, no puedo evitarlo, seguiré escribiendo,
soñando despierto, imaginando historias en cada rincón perdido, cuando brille
el sol o las nubes de tormenta nos cubran.
Y hace poco, charlando con alguien que nunca ha escrito más allá de lo necesario y con alguien que sí, la situación me hizo preguntarme cómo se siente una persona que nunca ha escrito por el mero acto de crear, pasarlo bien, soñar en tinta...
Pese a que vengan muchos
prepotentes (¿es el término acertado?) diciendo que el escritor nace y no se
hace o cosas así, considero que mucha gente debería tener, al menos, el
sentimiento de pasarlo gozo juntando letras, alguna vez. No solo te ayuda a
mejorar tu expresión escrita o hallar un poco de sentido al mundo (o a ti),
sino que quizás descubras algo que te gusta, esa sensación que nos engancha y
nos hace seguir concibiendo mundos de ficción.
O no.
Recientemente, hablé con
un compañero que practica surf y me dijo que no había otro deporte que le
hubiese causado la misma sensación que tomar una ola, sentirse encima de todo,
del azul del mar y bajo el azul del cielo, en el terreno de un vuelo, en el
surcar de la nada... En esas palabras, detecté un sentimiento, una emoción, que
quizás yo (ingenuo), tal vez, posea cuando escribo. Ese momento en la cima y en
la caída, ese instante en que todo puede ocurrir, ese segundo que emociona y
hace hervir tu alma... Y me gustaría que más gente pudiera sentirlo alguna vez.
Y de lo contrario,
podemos intentarlo con el surf.
No obstante, la vida es
demasiado corta como para no experimentar alguna vez algo cercano a la alegría
de estar vivos, aunque sea a través de olas, ya sean de agua o tinta. Y las
novelas nos aguardan al igual que la próxima ola y esto no deja de ser un
diario sobre ellas.
No tengo la menor idea de cuando escribí. Y me costaría definir porque lo hago, cuando se mezcla el disgusto con el gusto de hacerlo. Pero es cierto que tengo una lapicera y lápices cerca de donde duerme, por si surge alguna idea. No pasa frecuentemente, pero las musas no saben de horario.
ResponderEliminarEl mercado editorial es algo no muy prometedor, pero no se logra nada sin intentar. De vez en cuando hay quien lo logra. Un conocido de la blogosfera llegó a publicar un libro de historieta.
http://kebondi.blogspot.com.ar/2016/10/presentacion-de-fey.html
Interesantes planteos.
Bueno, el mercado editorial me da un poco igual ya, porque siento que me he quejado tanto como debía. Ahora me gusta invertir mi tiempo en cosas más provechosas, como escribir y aguardo que tú también puedas dedicarlo para aquello que te gusta. ¡Saludos!
Eliminar