El reto del juntaletras: Cuando escribimos para vivir las vidas que jamás tendremos

Porque nunca seremos más de lo que nos ha tocado vivir, solo nos queda escribir sobre aquellas vidas que jamás viviremos. Imagen de dominio público.
Todas las vidas terminan. Todo el tiempo se acaba. Todo año llega a su conclusión. Toda hora deja caer la tierra sobre nuestra tumba. Todo segundo prende el fuego en el que arderemos.

Saber que no somos infinitos da valor a cada momento de nuestra existencia. Si supiéramos que cualquier momento único no lo es, no lo valoraríamos. El carpe diem alimenta las horas funestas hasta que el reloj de arena deje de derramarse en torno a los segundos que nos han tocado vivir a lo largo de todos los tiempos. Dunas infinitas crecerán en nuestra desesperación o en nuestra calma, bajo sonrisas tenues y lágrimas de cristal.

Muchas personas dicen que escribir un libro es convertirse en inmortal, que serás recordado cuando ya no estés, que ahí has posado parte de tu alma, de lo que fuiste, como una especie de horrocrux o Anillo Único. No creo que nadie me recuerde, pero sí que hay una parte de nuestra alma en aquello que escribimos, cuando nos alejamos de modas e ideas ajenas, cuando somos nosotros mismos.

Una vez, desperté con estas palabras en la cabeza: “Escribimos porque amamos el vino de estío y el verano, pero como hemos sacrificado sus placeres por el tiempo escribiendo, solo escribimos sobre aquello que hemos perdido”. No sé lo que es el vino de estío, más allá de una referencia a una obra de Ray Bradbury, pero sí reconozco que todo aquello que no vive el escritor, se vuelca también en sus páginas y el romanticismo por aquello que nunca tendremos más allá de nuestra imaginación. El escritor es un enamorado de su nada y del infinito.

Hace tiempo, lo comenté a unos jóvenes con los que pude hablar sobre el arte de la creación: escribimos, entre otras cosas, para vivir más vidas que las que nos tocan, igual que leemos. Leemos para ser otros, para descubrir sus vidas, sus problemas, sus sueños, sus inquietudes… Y escribimos por razones similares. Nunca podré ser inmortal, pero he podido ser un monstruo que sí lo fuera a través de mis palabras. Nunca conoceré la magia más allá del momento en que todo sale bien, pero en mis historias he podido ser un hechicero. Nunca conoceré la fascinación de ver una estrella naciente más allá de fotos de luces que vivieron y murieron hace millones de años, pero sí podré surcar con una nave ficticia ese universo de universos… Y ahí, encuentro consuelo, sentido y fuerzas para seguir tecleando: un libro es una llave del multiverso.


De poco importa una mala crítica, una crisis de fe, el éxito de ventas, la caída en picado, si al final del camino, sabes algo realmente importante y es lo siguiente: que las historias nos hacen infinitos y nos dan vidas que quizás nunca conozcamos, aunque sacrifiquemos la que sí podríamos haber conocido. Es el arte y el arte tiene sus secretos y, cuando escribes una novela, acabas aprendiendo esto, lo guardas y lo atesoras. Y será para la eternidad de nosotros mismos.

2 comentarios:

  1. No creo que inevitablemente se sacrifiquen los placeres para escribir. Se pueden hacer viajes por el mundo, conocer mujeres, hasta se puede ser un libertino, tener una vida disipada y a la vez ser un gran escritor, o un gran pintor, escultor, o alguna otra forma creativa de obtener un sombra de inmortalidad.
    El sentimiento de pérdida es una importante motivación, he escuchado plantear que una raza de inmortales no sería artistisca, por no tener esa sensación de pérdida. No me convence del todo. Si un inmortal se enamorara de una mortal, inevitablemente tendría esa sensación, que lo podría llevarlo a el arte.
    La nave de la imaginación, de la que mencionaba Carl Sagan en la serie Cosmos.
    En mi sueños, los que no son fallidos, suele haber mundos extraños, mujeres muy especiales y a veces hay libros.
    Bien escrito.

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    1. Depende del grado personal que tengas para involucrarte en placeres y escribir. Se puede vivir una gran vida placentera y una triste vida como escritor en el sentido de la calidad. Y viceversa. Y vidas penosas con escritos penosos. Y al revés. Sea como sea, es como lo veo y cada uno es un mundo.

      Gracias por el comentario, ¡saludos!

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