¿Cuál es el origen de los libros malos? Fuente. |
Era un secreto, pero a partir de ahora no lo es. También es una historia, pero acaso ¿no todos los secretos son historias que más vale que las guardemos para nosotros mismos?
Ocurrió a principios de esta semana. A mis manos había llegado una novela antigua. No sé bien cómo ocurrió. A veces pienso que estaba esperándome en las escaleras de mi casa, en otras ocasiones sé que era un bulto que se desprendió de mi piel. Al fin y al cabo, era simplemente una historia, escrita con sangre, con páginas hechas en piel, variable y, a la vez, imperecedera. Si hubiese tenido un buen cerebro, cualquiera podría haber llamado a aquel amasijo de piel y carne de una forma inequívoca: hijo.
Me embarqué en la lectura de aquel compendio atroz cuya historia se borraba a cada línea. No sabía si trataba de un hombre real, un ladrón antiguo o una idea estúpida. Era la historia del peor escritor de todos los tiempos, eso estaba claro. Era tan miserable en su ambición, que esta le hizo decir: “si no puedo ser el mejor, seré el peor”.
Y lo consiguió.
¡Vaya si lo consiguió!
Con cada suspiro de su ser, creó historias atroces y disparatadas, desde guerras hasta hambrunas pasando por animales que explotaban bajo una mañana de otoño, tras ser devorados por un caníbal que se replanteaba ser vegetariano.
Eran conceptos ilógicos, historias sin sentido, moralejas idiotas perdidas en la confusión… Era malo y quería serlo con toda su alma.
Al embarcarme y drogarme en la lectura, me hacía preguntas continuas: ¿es esta una historia real? ¿Qué se supone que me intenta enseñar? ¿Qué es esto? Y sí, sé que la realidad no existe del todo, que es solo como apreciamos el mundo, que cada uno tiene su “realidad” y que la ficción puede aparecer en ella sin más. ¿Puede aparecer en una historia de fantasía alguna gota de realidad?
Esta historia es como arena y, mientras tecleo, siento que se escurre entre mis manos y desaparece para siempre. Por eso, a medida que he ido olvidando los detalles terribles, siento que escribo esto para no terminar de eliminar su recuerdo. Sé que cuando la empecé a escribir me acordaba de más cosas, pero ¿cuáles? Mi mente no puede almacenar nada tan malo o mi propia salud se verá aún más resquebrajada.
Baste contar, por tanto, el final del libro, ya que un spoiler puede matar una obra, y que cada uno piense lo que quiera.
El escritor junta letras de obras pésimas y piensa que ese será su legado. Una noche (porque de día las cosas malas no parecen ser poéticas) arrancó el lomo a todas sus obras y decidió unirlas formando un enorme libro que hubiera hecho temblar a Lovecraft y su Necronomicón, un compendio de horrores tan fatal que hubiera erradicado la vida de toda una galaxia. Y aquel hombre era feliz, como si se tratase de Victor Frankenstein, y abrió su obra para leer una frase al azar…
Y, entonces, el libro se lo comió.
¡Ñam, ñam!
Aunque quizás sonó más como cuando las páginas de un libro se mueven con rapidez.
El escritor explotó en sangre y carne para seguir haciendo crecer aquel libro y quedó atrapado en él.
Deberían saber, amigas y amigos, que los libros se comen historias y los escritores son los que cazan esas criaturas para dárselas al lector, pero ¿y si fallan? ¿Y si son ellos cazados? ¿Comen los libros buenos a sus autores o solamente los malos? ¿Los libros buenos se comen a los lectores? ¿Me habrá pasado esto a mí, habré reventado dentro de las líneas de esta columna sobre la aciaga historia que me ocurrió esta semana?
El libro de carne y sangre desapareció tan súbitamente como emergió de la nada, con las aguas del olvido del Hades en cada una de sus páginas de piel. Ahora que lo veo ya no siento esa tentación atroz de Juntaletras: escribe, escribe, escribe, publica, publica, publica… ¡Sé un mercenario! Es tu ambición, ¡escribe aunque no haya nada de calidad en él! ¡Crece ese monstruo y haz que te coma, sé Saturno y al final sé el hijo que servirá de aperitivo de un siniestro dios, 2×1 en la villa divina y humana! ¡No importa que seas bueno o malo, solamente sé!
¿Y qué decir de los otros? Los libros buenos… ¿Qué ocurre con ellos? Pues bien, pueden tener mucho de su lector y pueden tener mucho de sus lectores, pero ¿por qué son buenos? ¿Porque se recuerdan o hacen que luzcamos una radiante sonrisa o un memorable momento cristalizado en la memoria? ¿Cómo se forjan esos? Es imposible saberlo, si lo supiera, cual alquimista que descubre el oro plomizo, debería dedicarme a extender esa fórmula. Eso es un secreto de verdad.
Al fin, eso es lo que a veces se nos pide, ser mediocres, pero habremos de elegir si queremos convertirnos en libros malos que sean hallados como maldiciones. Y no, sé positivo: aquí tienes una historia para justificar tus malas novelas, poemas, relatos o lo que sea. ¡Huid, ahora, y escribid algo que os devore y devore al lector, pero para bien!
La alquimia de la escritura lo es todo.
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