La
adolescencia es uno de los períodos más complicados de la vida del ser humano
hasta que crecemos y nos damos cuenta de que lo que está por delante es aún más
difícil. Sin embargo, hay jóvenes que renuncian a ello y es de lo que va esta
curiosa propuesta Animals.
Estamos
ante una arriesgada película español, que se mueve entre lo indie para algunos
y lo moderno gafapasta para otros. Lo que todos compartimos es que Animals
es una cinta repleta de un par de guiños al público que no es estándar (el
guiño a Black Hole, a ciertos mangas…) y simbolismos y metáforas no
disimuladas (ese oso parlanchín que demuestra el fin de la inocencia cuando se
va a hacer submarinismo).
Si
uno se embarca en esta historia sobre la muerte de la infancia (y de un par de
animales y personas, ya que estamos), se puede llegar a disfrutar de ella
dentro de lo que cabe. El problema es si no se conecta o alguna escena te saca
del film (y hay varias para según los paladares), como esa donde el chaval
protagonista empieza a tocar con su banda imaginaria compuesta por su oso de
peluche, un gran batería. Uno en ese momento no sabe si tomárselo en serio o
partirse de risa.
Entonces,
puede empezar el cachondeo, la comparativa con la barriobajera Ted (sí, ya sé que Animals es anterior, pero...), las risas con esos dilemas
adolescentes, el chaval de las gafas que se convierte en un elemento de lo más
hostiable, las incongruencias, las bromas pesadas de ese final (¿quién ha
educado a estos chavales? Martin Freeman me lo imagino flipando de verdad con
ese “desenlace”), la incredulidad con la escena de los “cortes amorosos”… En
líneas generales, todo este embrollo.
Esta
obra cinematográfica, pese a sus interpretaciones correctas y una dirección a
cargo de Marçal Forés que tampoco hace mucho alarde, se demuestra torpe en el
montaje y en un guion del que no se puede sacar mucho más, que suena a una idea
que daba para un cortometraje y se alargó hasta un punto en que el espectador
dice: “vale, ¿cuánto falta para que esto se acabe?”.
Y
llega el final. Algunos lo entenderán, otros no, también habrá quien se
inventará uno que le quede mejor al film según lo que nos da. El problema es,
si no puedes madurar y superar tus miedos, si quieres ser un niño para siempre,
¿lo mejor es suicidarte? Ni que fuéramos un grupo de eso en lo que derivó el
movimiento emo, sin ofender…
Animals
demuestra que en España se intenta hacer un cine sobre adolescentes diferente,
ya si es bueno o no, afectado o risible, es algo que tendrá decidir el
espectador… y su oso amigo imaginario si hace falta.
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