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Estaba petrificado.
Bueno, respiraba y seguía con vida, pero no podía mover ninguna extremidad. Ni siquiera parpadear.
—Tenía problemas para dormir, pero ¡esto es pasarse! –se quejó el padre.
Su familia llamó con urgencia al médico para que curasen a aquel muchacho y buscasen una explicación a tal enfermedad.
—¿Que qué había hecho raro? –se preguntó la madre–. Ordenar su cuarto. Era un guarro. Pero ordeno todos esos cachivaches, esos discos… ¿Cree que puede ser síntoma de enfermedad?
El médico se acercó a uno de los discos. Decía: “Relajación”. Entonces, le quitó la manta al enfermo y vio un MP3 descolgado. Demasiado antiguo, no tenía la memoria para guardar una pista de más de cuarenta y cinco minutos, como solían ser aquellas prácticas de relajación.
El chaval la troceó sin llegar al final y obvió la parte del mensaje que daba la clave para que abriese de nuevo los ojos.
Ese sería el hallazgo que hubiera hecho aquel hombre de ciencia si no hubiera sido tan tarde, no fuera a cobrar tan poco y no hubiera partido de fútbol en una hora. El hombre se marchó dando la extremaunción (aún sin ser cura ni tener la cura) y cuando la familia se indignó, dijo:
—Hey, ¡relax!
Muy buen microrrelato que a mi me ha parecido algo irónico...
ResponderEliminarHola, superñoño
EliminarLo es, me temo que todos mis microrrelatos suelen serlo. Tendré que cambiar pronto de registro.
Un saludo y gracias por tu comentario.