Imagen de dominio público. |
Las siete sombras de los forajidos desaparecían por el horizonte, en caballos a pleno galope que levantaban una estela de humo.
El desierto se abría ante ellos, sin límite alguno, bajo el sonido de los cascos.
El viento era dulce, lleno de incertidumbre, pero de calma. Era agradable…
Por ahora.
Siempre lo era en las películas del oeste.
Invierno de 2010.
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