Crítica de El Caballero Oscuro, cuando nos convertimos en villanos

 

El Joker de El Caballero Oscuro, todo un símbolo de la película. Warner.

“¿Por qué tan serio?”- Joker (Heath Ledger).

Arranca casi en silencio, con el estruendo de la música de Hans Zimmer y pronto nos adentra en un robo a un banco donde dos ladrones hablan de su jefe, un tipo que lleva pintura de guerra, un payaso siniestro que ya ha comenzado sus planes… El tictac del reloj se hace angustioso. El Joker ha llegado a la ciudad.

Diez años después del estreno de El Caballero Oscuro (Christopher Nolan, 2008) resulta complicado valorar lo que significó en su momento, cuando el cine de superhéroes todavía intentaba escapar de sus raíces más simplistas, pese a los grandes logros de esa maravillosa película que fue Iron Man (Jon Favreau, 2008), la madre de todo el Universo Marvel Cinematográfico. Ya en 2005, Christopher Nolan había comenzado a cambiar el paradigma del género de superhéroes decidiendo que no iba a hacer una película de superhéroes, sino una historia sobre el miedo, sobre el crimen y sobre alguien que decide cambiar su mundo: Batman begins (Christopher Nolan, 2005). Sí, parte de los cómics, pero Nolan le imprimió un toque propio, gustase o no a los fans, y triunfó, conquistó a crítica y seguidores e instauró una legión de fans, los nolanitas. El director británico demostró con Batman begins y El Caballero Oscuro que era posible hacer un cine de calidad más allá de las etiquetas y basándose en algunas líneas de los cómics de autores como Frank Miller, Jeph Loeb, Alan Moore y tantos otros grandes de las viñetas que han dado vida a Batman.

Pocas personas podían imaginarse en aquel julio de 2008 (en España se estrenó en agosto), que Nolan iba a marcar un nuevo paradigma, un escalafón fuera de cualquier comparativa, una forma de hacer superhéroes que, con el tiempo, se ha malinterpretado o se ha decidido dejar de lado a la hora de adaptar a los cómics. Su cinta continúa siendo una pieza cumbre de un subgénero híbrido por antonomasia.

Pero, diez años después, más allá del primer impacto e intentando alejar la nostalgia, ¿qué significa El Caballero Oscuro de Nolan?

El Joker y Batman, dos caras de la misma moneda. Warner.

Instaurar una pequeña anarquía

Gotham, la ciudad del crimen y la corrupción, ha cambiado. Tras el reinado de la delincuencia y la depravación, la llegada de Batman ha supuesto una esperanza. La corrupción se encuentra en jaque gracias al contraataque del apodado Caballero Oscuro. Eso ha hecho que los criminales y las familias mafiosas le teman y recurran a medidas drásticas para hacerle frente, medidas que están a punto de desencadenar el caos y la anarquía. Y es que si un héroe decide encarnar la justicia, no es extraño que un lunático incendie la ciudad bajo el lema del mal.

La mayor ayuda de Batman es el comisario Gordon, quien junto a los fiscales Rachel Dowes y Harvey Dent, intentan levantar a una Gotham que podría escapar del precipicio en el que lleva desde hace décadas, pero ¿a qué precio? ¿Qué moneda hay que pagar?

Y es entonces cuando llega a su apogeo el drama y lo hace con la aparición de un peligroso y lunático criminal que acabará con todo. Su carta de presentación es un joker de una baraja sanguinolenta que destruirá todo y desafiará el orden bajo su nihilismo y su crueldad. Batman deberá convertirse en lo que Gotham necesita que sea: no es un héroe, un guardián silencioso, un protector vigilante. Un caballero oscuro.

El mensaje del villano está claro: instaurar una pequeña anarquía con todo lo que supone para un vigilante experto en crucificarse a sí mismo, como es Batman. Christopher Nolan y su hermano Jonathan Nolan sitúan así la historia de David Goyer poco después de Batman begins. El Caballero Oscuro de Gotham ha conseguido sus primeros logros y el principio de la película demuestra que quizás Batman sea la única oportunidad de la ciudad. Puede que los cortos de animación que se hicieron en su día (Batman: Gotham Knight, Shojiro Nijimi et al., 2008) no encajen del todo con la continuidad de lo que vemos ni importa en demasía. Pocas veces, una historia de Goyer ha funcionado así en el cine y, si lo hace, es porque cae en manos de los hermanos Nolan. Mientras que Goyer tiene a sus espaldas películas como Blade Trinity (David Goyer, 2004) -aparte de una carrera más interesante en los cómics-, los Nolan deciden que lo que quieren contar es un thriller y son consecuentes con ello. Y no sacrifican tampoco el entretenimiento inherente de este tipo de cine.

Como conexión al inicio del film, tenemos el papel de un correcto Cillian Murphy como el Espantapájaros; aparición que, además, sirve como un pequeño homenaje a El regreso del Caballero Oscuro (los pandilleros disfrazados de Batman recuerdan a los Mutantes reconvertidos de Miller). Desde el inicio de la película, Batman se haya enfrentado a las consecuencias de su aparición: nuevos villanos, nuevos movimientos de la mafia, nuevos locos que quieren imitarle…

Es innegable que, pese a las críticas a la fotografía o las escenas de lucha de las películas de Nolan, el inglés es un realizador que sabe cómo contar sus historias. Es capaz de lograr, en muchas ocasiones, que suspendamos tanto la credibilidad como para que aceptemos todo lo que pasa en la gran pantalla, incluso pareciendo más cerebral de lo que realmente es (y eso que en su trilogía del murciélago omite los juegos temporales de otras de sus cintas). Y él no esconde sus cartas. El cine es, en muchas ocasiones, sentimiento y, aunque Nolan lo suele esconder bajo capas y capas de reflexiones y cierta «frialdad» intelectual heredada de un Kubrick que quiere ser (pero no es), las películas de Nolan se enriquecen por esa extraña combinación de pasión y seso y, por mucho que la crítica pueda llegar a quejarse de ciertas decisiones de El Caballero Oscuro, la película sigue funcionando a muchos niveles.

Puede que en un segundo visionado, el plan del Joker no parezca tan perfecto, pero es un film que permite un segundo visionado y esto, en los días que corren, es cada vez más raro: una película mainstream que se pueda ver más de una vez y encontrar nuevas lecturas. Es más en una quinta o sexta aparecen otras, como esa popular teoría de que el Joker era un exveterano de guerra traumatizado (teoría creada por los fans) o simples reafirmaciones del argumento: el Joker no lo sabe todo, porque sí, lo sabe porque controla a la policía de Gotham más allegada a Gordon y él juega con sus piezas. No hay que pedir o tampoco deberíamos enloquecer exigiendo más coherencia que la que Nolan ofrece y sí, aunque muchos se lamenten del tono serio de estas películas, es mejor que sufrir chistes sin gracia o intentos de falsa oscuridad. Nolan es realista y, a la vez, de poco le importa que sepamos que no lo es.

Además, se nos ofrece un arco de evolución, mientras que Batman begins concluía con un Batman que fracasa (no salva al Ra’s al Ghul de Liam Neeson y eso le condena a ser un monstruo más; por mucho que nos intenten vender lo contrario), en El Caballero Oscuro, tenemos a un Batman que no quiere cruzar la línea, no quiere matar a sus enemigos (quizás sí herirlos de gravedad, pero…). En este aspecto, está más cercano a los cómics y de la dualidad presentada: el Joker no podría matar a Batman ni Batman al Joker, son dos caras de una misma moneda, uno existe, porque existe el otro. Muchos autores han tocado esto en los cómics (Miller lo hizo brillantemente en el túnel del amor donde mete a ambos personajes en su enfrentamiento final de El regreso del Caballero Oscuro), pero quizás el que más ha destacado con menos de cincuenta páginas ha sido Alan Moore con La broma asesina, junto al impecable Bolland. En este cómic, el Joker somete a Gordon y Batman a una brutal experiencia que busca justificar que cualquiera puede llegar a estar tan loco como él. Ese mensaje lo traslada Nolan al celuloide. No obstante, ya desde la escena final de Batman begins, donde se homenajeaba a la última página del Año Uno de Frank Miller, Nolan nos prometía que lo bueno estaba por llegar, como esta relación entre opuestos que tan bien funciona en la ficción.

Como decíamos al principio de este análisis, El Caballero Oscuro no es una película de superhéroes, aunque para muchos sí lo sea y, quizás, algunos la vendieran de dicho modo (que no la magnífica campaña de mercadotecnia, que bien se merece más de un estudio, por cierto). Batman no es un superhéroe; es más, si hubiera sido creado antes que Superman, los lectores hubieran identificado a Batman con un héroe pulp como la Sombra y no tanto como la estela oscura del Hijo de Krypton. Nolan sabe todo esto o, quizás, simplemente es que no quiere jugar en un mundo donde Bats pudiese cruzarse con Superman, Wonder Woman, Green Lantern y compañía (quizás, eso explica, en parte, la muerte de la Liga de la Justicia que preparaba por esa época George Miller, aunque contase con un Batman alternativo). El Caballero de Gotham es un vigilante en medio de una guerra criminal donde Nolan juega con la tónica del cine negro, que ya presentase desde Following (1998) o Memento (2000), y los juegos de rivalidades que tan bien desarrolló en El truco final (2006).

No sería extraño pensar que vivimos tiempos oscuros y esta película de Batman los representa. Los héroes enmascarados surgieron en medio de la crisis a principios del siglo XX. Ahora, a comienzos de los 2000, regresan como la representación de esa dualidad entre vida y muerte, ese cruce de la moral, acorde a nuestros lúgubres días.

Dos Caras en la versión de Nolan. Warner.

Dando vida a Gotham

El Caballero Oscuro supone un inmenso duelo interpretativo al nivel de que el resto de los actores deben superar a un Heath Ledger espectacular, en el papel que lo consagraría para siempre como una estrella dentro de un panorama cinematográfico que no estaba dispuesto a decirle adiós.

Si en Batman begins teníamos una Katie Holmes fuera de lugar en muchas de sus escenas, aquí el reparto se mantiene mucho mejor y no tenemos a ningún actor que sintamos que solo declama sus líneas y cobra el cheque. Por las realistas calles de Gotham (un Chicago apenas «maquillado»), se pasean varios personajes interpretados con la fuerza de esta epopeya trágica.

El protagonista vuelve a ser un Christian Bale, que da vida a un Batman cada vez más obsesivo y más llevado al límite y un Bruce Wayne que es su auténtica máscara. A menudo, las reseñas suelen quedarse con cómo el actor fuerza su voz, pero, más allá de esto, el actor le da un matiz de solemnidad y un halo sombrío a su personaje. Es una reinterpretación del Batman clásico, quizás no tan detectivesco, quizás a veces no tan frío…, pero llevado al límite por el Joker y convertido en ese personaje trágico que hace que el desenlace sea verdaderamente potente, porque estamos ante ese John Wayne de El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962) o Raíces profundas (George Stevens, 1953): un tipo que sabe que su tiempo ha pasado y que, si quiere ser un héroe, debe desaparecer.

A Bale le acompañan de nuevo un buen Morgan Freeman como Lucius Fox, cumpliendo la función de Q a lo 007 que hace de este Batman el menos creativo (él no se hace su traje ni su batmóvil ni demás), y un Michael Caine como Alfred, que más que sardónico y borde como el de los tebeos, encarna un papel mucho más de sabio o mentor. Partimos de la idea de que es un reparto de secundarios tan bueno, que podríamos ponerles a recitar la lista de la compra y nos los creeríamos.

Otro actor que repite papel es Gary Oldman como Jim Gordon, cayendo sobre él de nuevo el peso de la parte policial de la película, creándose un triángulo heroico entre Batman, Dos Caras y él. Muchos se preguntarán cómo logra fingir su muerte sin que los topos den el soplo, pero, realmente, el Joker ya contaba con ello, quizás sí se lo dieron, quizás era fundamental para que él entrase en la prisión y ejecutase su próximo paso. Oldman, como siempre, inconmensurable.

Pero en El Caballero Oscuro también hubo nuevos fichajes como el de Maggie Gyllenhaal y Aaron Eckhart. La hermana de Jake Gyllenhaal da vida a Rachel Dowes, sustituyendo a Katie Holmes y mejorando su personaje. Puede que desde la ola de la visión de género sobre el arte, muchos pongan en duda a las mujeres del cine de Nolan, pero el arte no debería reducirse a la mera moral y su papel funciona dentro del drama.

En cuanto a Aaron Eckhart, encarna a una visión interesante de Harvey Dent, Dos Caras, que, además, es, hasta cierto punto, deudora de ese vendehumos fantástico que interpretó en la magistral Gracias por fumar (Jason Reitman, 2005). Hay un guiño a su origen en los tebeos y se crea uno nuevo, uno que puede sorprender y liberar todo el caos. El realismo de Nolan mata un poco su génesis: ¿quién se cree en este mundo tan real de Nolan que el fuego sólo queme un lado del rostro de Dos Caras y las hemorragias y demás no maten a Dent? Pese a eso (¿y qué más da?), los efectos especiales hacen un buen diseño de la otra mitad de Dent. El peso en el film de Eckhart es bastante grande y aporta mucho a la película, estando en muchas de las mejores escenas, y dando un final estupendo, con una visión que recuerda mucho a la de una especie de Fantasma de la Ópera. La venganza es el motor de Batman y el de Dos Caras. No son mucho mejores el uno del otro, son sus actos los que los definen (como se dice en la primera película). Sin embargo, el final de Dos Caras, aunque necesario, es cuestionable, porque se pierde a uno de los grandes personajes de la mitología de Batman de una manera demasiado rápida. ¡Hubiera dado mucho más de sí! Pero el final de Nolan necesitaba sus víctimas y aquí está una de ellas.

El Joker. Merece su punto y aparte. El Príncipe Payaso es lo mejor de la película. Me importaría bastante poco que cambiase el título del film a «El Joker«. Heath Ledger dio vida al Joker hasta sus últimas consecuencias y eso se nota en cada frase, cada gesto, cada parpadeo. La interpretación del actor es extraordinaria, uno de esos papeles que pasan a la historia del cine. Ledger supo dotar a ese lunático criminal del histrionismo necesario. No es de extrañar que muchos de sus monólogos y diálogos se recuerden como los de Tyler Durden en El club de la lucha (David Fincher, 1999) o la mirada psicópata del Alex de La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1962).

Otro aspecto: la estética del Joker encaja bien con los filmes de Nolan (tan realistas en algunas cosas), bebiendo mucho del Joker de Azzarello y Bermejo. Es lo mejor de la película, haciendo que cada escena sea disfrutable. Además, Christopher Nolan omite la génesis del monstruo, lo que llena al personaje del misterio necesario con el que se jugase en otro de sus tebeos más emblemáticos: tenemos un personaje fascinante, sobre todo, por cierta reinterpretación que se hace de La broma asesina. El Joker recuerda de una manera diferente cómo se convirtió en lo que es, el payaso criminal reconoce en la obra de Alan Moore y Brian Bolland que le ocurre lo mismo: a veces, rememora cómo se convirtió de una forma, en otros momentos, de otra (es uno de los puntos fuertes de El Caballero Oscuro y La broma asesina que tienen un Joker que no rompe la continuidad del génesis, que tiene mil versiones posibles).

El fin del Joker es similar al que tuviese, con el rostro de Jack Nicholson, en Batman (Tim Burton, 1989), tan despreciado ahora por algunos seguidores. Christopher Nolan lo reconoce, aunque cambia algo que no le gustaba del film del director de Big Fish (Tim Burton, 2003): el Joker no muere en la caída. Batman lo salva y reconoce así ser un héroe, que ya no se manchará las manos de sangre ni omitirá su deber, como con Ras. Ha aprendido. Parte de su ciclo se ha completado. Y ahora, tras ascender, debe caer. El espectador, si teje finamente las tramas, puede vislumbrar que Batman ha evolucionado desde el salvaje vigilante hasta una figura más heroica, es el cambio entre Batman begins y El Caballero Oscuro.

Es interesante pararse a pensar en qué habría sucedido si Heath Ledger no hubiese muerto varios meses antes del estreno, en enero de 2008. Su aspecto y su halo de fatalidad, que recuerdan al tristemente desaparecido Brandon Lee de El Cuervo (Alex Proyas, 1994) -fallecido durante el rodaje-, lo han convertido en todo un símbolo. ¿Es el mejor supervillano que ha habido en una película de héroes cómiqueros? Sí, dentro de su clave de lunático y fuerza de la naturaleza, lo es. Diez años después, hemos tenido al excelente Fisk de la serie Daredevil (Drew Goddard, 2015) y, en las películas, destaca ese titán loco, ese ser mitad dios, mitad megalómano que es Thanos, pero pocos han podido lograr la grandeza del Joker y estos ejemplos son diferentes.

El actor Heath Ledger recibió un Oscar póstumo por su interpretación del Joker. El cine no podrá jamás olvidar su interpretación, su fuerza y su instauración de la anarquía.

Christian Bale hace todo lo que puede como Batman, aunque la película parece pertenecer al Joker. Warner.

¿Película perfecta y adaptación irregular?

El Batman de Nolan es independiente del resto del Universo DC y, visto lo visto con Batman v Superman (Zack Snyder, 2016) o con la Liga de la Justicia (Zack Snyder, 2017), el público lo agradece. Más allá de vender figuritas, el Batman de Nolan cumplía con el hecho de ser un personaje con un propio mundo muy influido por la visión de autores como Miller, Moore, Timm, Morrison y Loeb. No tenemos el lado más «loco» de los cómics, sino ese aire de thriller y de El padrino (Francis Ford Coppola, 1972) del que se han impregnado algunos de sus grandes cómics (véase El largo Halloween).

Leer cómics de superhéroes supone disfrutar (aunque algunos piensen que sea «criticar») de diferentes versiones de varios artistas sobre un personaje en el que suelen mantenerse ideas comunes. Hay algunas nuevas que se insertan cada cierto tiempo y se espera para ver si funcionan o no. En el caso de El Caballero Oscuro tenemos otra reinterpretación, que toma algunos elementos y abandona otros, y que, como en el cine de Nolan, suspende la credibilidad cuando él lo desea. Puede que este Batman no sea el «mejor detective del mundo» como en los cómics o debamos creer que China no extradita delincuentes, pero todas estas licencias artísticas funcionan.

Incluso en su final, con la famosa escena de los barcos. ¿Se pueden redimir los ciudadanos y los delincuentes de Gotham? Los pasajeros de ambos barcos llevan el detonador del otro, si no deciden antes de la hora fijada, ambos barcos estallarán de mano del Joker. De esta manera, el criminal payaso pretende demostrar que todos pueden ser monstruos como él, que “la locura es como la gravedad, solo necesita un empujón” (si se ha leído la obra maestra La broma asesina, sabréis de dónde viene este “experimento social” que dice el Joker). Esta prueba funciona bien en el tebeo, porque es el inspector Gordon quien es torturado para enloquecer y él decide que no, que no le dará la razón (nunca mejor dicho) al Joker, que le demostrará que no todos somos peligrosos criminales como él. En la película es menos creíble, ya no sólo por cuestionar que nadie intente quitarle los detonadores a los jefes del barco, sino porque acepten no destruir al otro buque. ¿Por qué? ¿No podemos darle una oportunidad a estos ciudadanos? Lamentablemente puede que echemos en falta el desarrollo de esa «esperanza», las dos películas tratan sobre cómo los habitantes de Gotham viven bajo el crimen y la maldad, son capaces de ir a una televisión para matar a alguien a cambio de que el Joker no destruya la ciudad. Esta gente se salvaría primero a sí misma… Pero Nolan defiende el mensaje esperanzador de Batman: la gente elegirá lo correcto. Al final del día, cuando todo se venga abajo, cuando la catástrofe toque a la puerta y la muerte nos sonría, elegiremos lo que es justo. Es hermoso, pero… ¿real?

E incluso así, funciona el adiós de la película, con el final de la caza de Dos Caras. Muchos se preguntarán por qué el Joker no contó lo que ocurrió con Dent, cómo Gotham no descubrió el reinado de terror que empezó cuando escapó del hospital, si no había cámaras cerca que captasen su imagen (si es que lo hubieran reconocido)… Pero es que los hermanos Nolan quieren forzar la idea trágica del film, de qué supone ser un héroe y se juega con una idea con la que ya jugase Burton en Batman vuelve (Tim Burton, 1992): Batman será un villano ante el mundo si así puede seguir siendo un héroe.

Y logra ser un final digno de El Imperiocontraataca (Irvin Kershner, 1980) o todo los western crepusculares a los que se homenajea con este vigilante de Gotham. Puede que, para creernos todo, junto a los diálogos rimbombantes pero certeros y llenos de frases para el recuerdo, ayude la banda sonora de Hans Zimmer, que más allá de los toques que nos suenan a ya conocidos, logró un grado de experimentación muy interesante (escúchese la música dedicada al personaje más disfrutado de la cinta: el Joker; sin olvidar el leitmotiv que ya le habían dedicado desde la primera película y al que se vuelve continuamente.

Ledger recibiría el Oscar póstumo por su interpretación del Joker. Warner.

Diez años después…

Si pensamos que en los 2000 estábamos «disfrutando» de películas como Fantastic Four: Rise of Silver Surfer (Tim Story, 2007), El Motorista Fantasma (Mark Steven Johnson, 2007) o esa bala perdida que es Spider-Man 3 (Sam Raimi, 2007), El Caballero Oscuro es todavía más destacable en medio de toda esa morralla. Incluso ahora, diez años después, con Watchmen (Zack Snyder, 2009), Vengadores y Guardianes de la Galaxia varios, nunca está de más volver a la trilogía de Nolan que, incluso con sus problemas, llevaron a la gran pantalla a un héroe que se lo merecía.

Diez años después, es interesante pararse a reflexionar y ver cómo ha evolucionado (¿o cambiado? ¿Involucionado?) el género, si es que se le puede llamar así, de los superhéroes. La magia de Internet consigue que las opiniones parezcan únicas, fragmentos perfectos como el monolito de Kubrick; sin embargo, si se profundiza en los callejones de Internet, uno aprende que todo lo escrito permanece. Opiniones previas al estreno o la muerte de Ledger, quedan escritas y suspendidas en el tiempo. Visitando una web de cómics muy conocida, con una noticia sobre El Caballero Oscuro que databa de 2007, se encuentran comentarios de gente que reconoce que Batman Begins no le gusta, que le aburre, y cosas como que Heath Ledger no le parecía el actor adecuado para el Joker. Es un ejercicio de excavación en las opiniones de la época muy curioso, porque tras el estreno en 2008 de El Caballero Oscuro, los detractores parecieron desaparecer en su mayoría. ¿Es porque la película es perfecta o existe una mayoría de fans de la versión de Nolan que resulta imparable? ¿Es porque algunos suelen juzgar las películas antes de verlas? Este, sin duda, es otro debate, pero ahí queda, como la risa macabra del Joker.

Más allá de debates, más allá del caos y la anarquía, más allá de la caída de Dos Caras, más allá de los juegos del Joker, más allá de la penumbra en la que desaparece el protector de Gotham, El Caballero Oscuro es y seguirá siendo una excelente película, inquietante y trágica, a la que uno puede volver siempre que se pregunte qué supone ser un héroe en un tiempo de villanos. Es decir, siempre.

“Creo en Harvey Dent”- Bruce Wayne.


Título original: The Dark Knight |Año: 2008|País: Estados Unidos|Dirección: Christopher Nolan|Guion: Christopher Nolan y Jonathan Nolan, a partir de una historia de David Goyer| Música: Hans Zimmer |Fotografía: Wally Pfister|Reparto: Christian Bale, Heath Ledger, Aaron Eckhart, Michael Caine, Gary Oldman, Morgan Freeman, Maggie Gyllenhaal, Eric Roberts, Cillian Murphy |Productora: Warner Bros. Pictures / Legendary Pictures |Género: thriller, drama, superhéroes |Fecha de estreno: 13-08-2008

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