Bienvenido al museo de los horrores. Fuente. |
Black Museum es un capítulo que, al igual que el especial de Navidad de hace unos años (White Christmas) usa el esqueleto de la antología con el que juega toda la serie de Black Mirror: nos ofrece dos historias paralelas que conectan con una tercera, que acaba transformándose en una historia principal sobre la venganza, la maldad y el morbo; todo ello en una distopía decadente que nos recuerda, por ciertas fórmulas en cuanto al arco argumental de su protagonista, a las vendettas y los juegos narrativos de Quentin Tarantino, pero sin obviar la mano de Charlie Brooker.
En un mundo donde la muerte es solo un montón de información metida en banco de datos capaz de ser aprovechados de las maneras más variopintas, una joven cruza el desierto y se detiene para cargar su vehículo. Cerca hay un museo, el Museo Negro de Rolo Haynes, que colecciona una serie de artefactos relacionados con crímenes. La muchacha no duda en descubrir sus historias...
Morbo, tragedia y venganza
La primera historia, sobre un médico que se convierte en un adicto al dolor, resulta, aunque excesiva, digna de más de una reflexión sobre cómo el ser humano se convierte en un yonki de aquello que le resulte placentero, aunque sea a costa del dolor de otros. Lo mismo que hacemos los espectadores al ver este "corto" de terror.
La segunda trama, más dramática, nos habla de un viudo que trasplanta los recuerdos de su mujer en su cabeza para que esta pueda seguir con su hijo pequeño. El problema está cuando el esposo no aguante más la voz de la mujer y la única escapatoria sea... un oso de peluche. Suena extraño, lo sé, pero quizás es una de las historias más tristes de la serie. Evoca, un poco, al capítulo Vuelvo enseguida.
La tercera historia nos habla de un condenado a la silla eléctrica que vende sus derechos de imagen y es transformado en un holograma del que los turistas que se acercan al Black Museum disfrutan condenándolo a muerte. Una y otra y otra vez. Este relato conecta con la historia global del capítulo y con el propio maestro de ceremonias, Rolo Haynes, un Mefistófeles a pequeña escala, un Loki que juega a tentar a los desgraciados con su alma de feriante y que reivindica al actor Douglas Hodge, al que hemos visto en series como Penny Dreadful.
Sea como sea, el concepto de Black Museum (contar diferentes historias a través de diferentes objetos) bien hubiera dado para una antología propia, pero en el caso de Black Mirror, aprovechan para crear una trama visceral sobre el placer y el miedo, sobre la soledad y la muerte, sobre la maldad y la venganza. Y la palabra visceral es la clave, porque ahí queda ese detalle de cómo el veneno actúa en sincronía perfecta, o cómo el giro final no nos sorprende a muchos. E, incluso así, sigue siendo bastante disfrutable.
No obstante, por el nivel del capítulo, porque siempre es entretenido y tiene toques que siguen evocándonos a lo mejor de Brooker, a la vez que nos deja preguntas como ¿cuándo moriremos en esta época de la nube?, Black Museum es un episodio de digno visionado, porque uno nunca sabe cuándo acabará formando parte del Black Museum, ya sea como víctima o como verdugo... Y tampoco sabemos si ya formamos parte de él...
P.D.: Atentos a todos los guiños que hay a los anteriores capítulos de la serie, ya sea mediante menciones claras como el San Junipero o como cierto cómic que recuerda a uno de los primeros capítulos de la serie.
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