Mi discurso de los Congreso de Jóvenes Lectores 2017

Este año, mi obra Devon Crawford y los Guardianes del Infinito fue seleccionada en el Congreso de Jóvenes Lectores de Tenerife y Fuerteventura

Preparé algunas palabras, pero, como siempre, se me fueron de las manos. Mientras leía, quité algunas cosas y omití otras como un fragmento inédito de El Tiempo del Príncipe Pálido y otro de Devon Crawford y los Hacedores de la Aniquilación (creo que deben esperar). 

No pude leer el discurso en Fuerteventura, pero ahora quiero compartirlo con todos ustedes, aunque no he retomado los dos inicios de las siguientes obras, porque considero que es mejor esperar en este punto. Quiero que las dos siguientes novelas sean estupendas.

Así que allá va mi discurso...

Creo en la magia. Creo en el arte. Creo en las historias. Creo en cada uno de ustedes. No vivimos en un tiempo sencillo para pregonar un credo, pero si en la confusión no tienes donde agarrarte, ¿qué será de ti? A menudo, ese mástil en el que he soportado cualquier naufragio ha sido uno forjado por las historias, el arte, las palabras. En esos regalos de papel y tinta he encontrado consuelo, dramas, tragedias, alegrías, victorias, fracasos, amigos.

Leer para mí se convirtió en una posibilidad de vivir más vidas que aquella que me ha tocado vivir. En este mundo, soy Carlos, nací en 1991, me crié en un barrio pequeño, mi primera palabra fue “tonto” y siempre he esperado una aventura.

Cuando cogía un libro y lo leía, podía ser Harry y acudir a una escuela de magos. O podía ser Bilbo y emprender el viaje hasta la Montaña Solitaria. Me horroricé de aquellas leyendas sobre caballeros errantes y ojos verdes auspiciados por oscuras golondrinas. ¿Y qué me dicen de Óscar Drai yendo detrás de los misterios de Barcelona y Marina? Deambulé más tardes por las calles de Londres, bajo la mirada de Jack el Destripador, el revolucionario V y el augurio de los días de Promethea. Luego, llegó la noche y conocí a Morella, Eleonora, Annabel Lee y todas las damas de la melancólica sepultura. Más tarde, tendría siete hermanos eternos: Sueño, Muerte, Destino, Desesperación, Deseo, Delirio y Destrucción; estoy de acuerdo con su padre: todas las familias son desestructuradas. No me quedó otra que unirme a un par de investigadores para resolver los casos del estudio en escarlata o cierto sabueso. Y me enfadé por dejar de ser un adolescente y por saber que no podría convertirme en aquel guardián que evitase que los niños perdiesen su infancia igual que pierden una bola de béisbol. Por aquel entonces, terminé junto al peor hechicero de todos los mundos y soñé con ese invento maligno que llaman “turismo”. Por aquella época, me cansé de un mundo donde no se leían libros sino que se quemaban y me largué a Marte con el Hombre Ilustrado. También me enfrenté a Eso junto al resto del Club de los Perdedores, ¿y saben qué? Lo vencimos.

Esta es parte de mi biografía imaginaria, solo una parte de aquello que he leído y he vivido, Siento que traiciono a docenas de autores, personajes y viajes al solo citar unos cuantos, pero basta decir que los siento, los padezco y son parte de mí. Que no puedo recordar mi adolescencia sin vagar por los mundos de galaxias lejanas e imposibles, que no puedo evocar mi juventud sin mis superhéroes de los cómics, que no puedo rememorar mis primeros años sin la fascinación por la oscuridad de los malditos. Cada libro me ha dado una vida o muchas vidas más y sé que en mis días, que son breves y que algún día terminarán, he sido partícipe de infinitas existencias.

Pero esta cháchara no debería ir sobre mí, debería ir sobre todos ustedes, sobre personas que leen, que sienten, que se conmueven con las palabras como yo me conmuevo. Muchos dicen que hoy los jóvenes no leen y que no hay esperanza. Aquí me encuentro rodeado por chicas y chicos que leen, crean en torno a la literatura, y sé que sí hay esperanza, que hay un futuro increíble frente a mí porque tengo un potencial inmenso ante mis ojos.


El escritor de Fahrenheit 451, Crónicas marcianas, El Hombre Ilustrado y tantas otras magnas obras, Ray Bradbury, escribió lo siguiente con lo que estoy realmente de acuerdo cuando miro a vuestros ojos: «¿Cuál es la mayor recompensa para un escritor? ¿No es que un día alguien se le abalance, con la cara estallando de franqueza y los ojos ardientes de admiración y exclame: “¡Su último cuento era buenísimo, realmente maravilloso!”? Entonces sí vale la pena escribir, solo entonces. De golpe las pomposidades de los intelectuales desvaídos se desvanecen en el polvo. De pronto, los agradables billetes obtenidos de revistas gordas de publicidad pierden toda la importancia». 

Cuando escribí a Devon por primera vez, no sabía adónde me llevaría ese viaje. Solo sabía que quería escribir sobre una chica distinta, sobre ese tipo de personas que no suelen protagonizar las novelas. Tenemos el peligro de caer en la historia única, como decía Chimamanda Adichie: estamos rodeados por cientos de relatos que nunca se cuentan y yo quería dar voz a esas personas que no son perfectas, pero que luchan, se esfuerzan por cambiarlo todo. No podía imaginarme que tres años después estaría rodeado de unos jóvenes que han ayudado a Devon a salvar el multiverso, rodeado de unas profesoras y una comunidad educativa que han permitido que sus estudiantes cambien el mundo y ese es el mayor regalo que le podemos brindar a alguien: la capacidad de cambiar, de mejorar, de vivir, de soñar. ¿Cómo puedo no daros las gracias al IES Santa Ana, el IES Tomás de Iriarte, el IES La Oliva y el IES Santo Tomás, además de todos aquellos que sumen de ahora en adelante?

Hace poco una persona me dijo que para qué le servía saber redactar o leer. Le respondí que me lo hiciera saber a través de una carta de reclamación, que me lo pasase por escrito y me lo leyese para tenerlo en consideración. No me respondió. Decía el escritor Stephen King en uno de sus relatos que “hay una lamentable escasez de objetos bellos en el mundo, y lo más lamentable de todo es que la mayoría de las personas no parecen darse cuenta siquiera de ello”. Ahora, estoy rodeado de personas en las que he notado el amor por las historias, por la fantasía, por la magia y no, no son objetos, pero son bellos, porque me siento como en casa al saber que las mentes no se han vuelto frías y los corazones marchitos. Necesitamos la fantasía como necesitamos el aire, para seguir vivos y no ser vivos murientes.

Por tanto y a riesgo de ser pesado, os doy las gracias a todos por elegir a Devon Crawford y los Guardianes del Infinito. A los profesores y la comunidad educativa por hacer que sus estudiantes puedan viajar tan lejos como su imaginación se lo permita. A los alumnos por haber decidido que un viaje para salvar el multiverso podía valer la pena. A los padres, tutores legales, familiares… a quienes no les cortan las alas a esas esperanzas encarnadas que son las futuras generaciones. A este Congreso de Jóvenes Lectores por permitirme a mí formar parte de esta fiesta de las jóvenes letras.

Espero volver a veros. No sé si en el próximo Congreso de Jóvenes Lectores o en la próxima historia, pero quiero contemplaros para acordarme de que en el mundo sigue habiendo un corazón impulsado por la imaginación y ese corazón son ustedes, cada uno de ustedes.

Y aguardo también veros en la librería Agapea situada en Santa Cruz de Tenerife el próximo 12 de mayo a partir de las 19, donde se presentará formalmente la segunda edición de Devon Crawford y los Guardianes del Infinito, donde también hablaremos sobre el multiverso y, además, donde tendréis que aguantarme. Lo siento, pero salvar la realidad y la ficción no siempre es fácil. Eso ya lo sabéis, pero no os rendís.

Hacedme un favor. No dejéis de leer, no dejéis de soñar, no dejéis de disfrutar del arte. Habrá días malos, tenebrosos como madrugadas eternas, pero no os detengáis, no entréis dócilmente en esa oscura noche. Os cruzaréis con personas que han perdido la ilusión. Os toparéis con situaciones que os harán pensar que debéis sacrificar vuestra alma. No lo hagáis, no sucumbáis, seguid en pie, ¡seguid respirando! ¡Estáis vivos! Si alguien os dice: “dejad de leer libros de fantasía, no sirven para nada”, reíros y decidle que la próxima vez le echaréis un encantamiento para que deje de tener la cabeza tan cuadriculada. Si alguien os dice: “leer no sirve para  nada”, decidle que os lo escriba y lo lea en alto a ver si así se entiende. Si alguien os dice: “dejad de soñar”, decidle: “no, no moriré tan pronto”. Creed en vosotros mismos, por favor, ¡creed! Necesito a gente que crea. Al fin y al cabo, Devon cree, Gwen cree, Aurora creía, yo creo.

Hace unos años, leí una cita que siempre comparto con la gente más joven por lo mucho que significa para mí. La escribió Alan Moore, uno de mis genios favoritos. Dice lo siguiente: “Los diecisiete años son como el oro, lentos y calientes en el cálido borrón borracho de la multitud cabeceante y descorazonada. Y soñamos que somos personas que salen en canciones. Nos chupamos las mejillas como estrellas de cine con escenas sin diálogo en cada escaparate junto al que paramos. Vestimos nuestros humores como frases estampadas en camisetas: chillones, agresivos… Pero que rápidamente pasan de moda y son descartados. Todo es posible, hay un potencial glorioso en lo más profundo de nuestro pecho. Todavía no hay nada decidido. Todavía podríamos ser cualquiera”. Yo os digo que ya sea que tengáis diecisiete años o no, siempre es posible ese cambio, siempre podemos transformarnos. La lectura ayuda. Que nadie os quite eso.

Si estáis aquí es porque admiráis la fantasía. Otros están ahí fuera porque no, porque creen que la ficción seria debe ser la que trate sobre los problemas sin ni siquiera jugar con la metáfora o la hipérbole de la fantasía. Es legítimo, pero no considero que lo sea cuando se convierte en una norma. Si alguien alguna vez os dice que la fantasía es un tema de niños y que no tiene calidad, reíros, porque es él quien se equivoca sin darse cuenta. Debo decir que, por culpa de la mala memoria, Neil Gaiman citó así al famoso G. K. Chesterton y creo que la cita me viene perfecta para este instante: “Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos”. Y yo os digo: hay dragones, hay fuego, hay sueños, hay libros, hay magia. La gente que no cree en ninguno de ellos suele decir “no, no, no”, todo ello antes de que el peor dragón, la realidad, les aplaste.

Para ir terminando, vuelvo al autor de Sandman y citaré a uno de los niños fantasmas de la novela Coraline: “¡Nombres, nombres, nombres! Los nombres son lo primero que desaparece cuando se extingue el aliento y el corazón deja de latir. Los recuerdos permanecen más con nosotros que los nombres”. Concluyo diciendo que el recuerdo de este día jamás lo olvidaré.

Devon Crawford y los Guardianes del Infinito termina con la palabra “Bienvenidos”. Creo que es una declaración de intenciones terminar así. ¿Debería, por tanto, decir ahora muchísimas gracias? No. Mejor dicho, creo (y volvemos con el credo con el que empecé estas líneas), creo que debo decir lo siguiente: ¡infinitas gracias y bienvenidos!

2 comentarios:

  1. Si no se emocionaron, si algo no palpitó en sus corazones y en lo más profundo de ellos, si no se les encendió esa pequeña llama en un lugar recóndito de sus mentes al escuchar tus palabras, estas palabras, Carlos, es porque eran vivos murientes. Creo, quiero creer, que no son así, que portan la semilla de cambios que vendrán y que no serán tan funestos como temen/desean los más agoreros. Un señor discursazo, amigo Carlos, y bravo por todos esos guiños, pero sobre todo por la esencia que alimenta tu corriente de palabras. Viva la Fantasía en todos sus pelajes y que sean muchos los que conserven una mirada mágica y dispuesta a combatir lo gris de la realidad.¡Y una vida aún más próspera a Devon y al Multiverso!

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    1. Espero que al menos se lo pasasen bien, que es la única meta que me pongo cuando hago estas cosas. :) Noto en ellos vida, ilusión, ánimo, imaginación y curiosidad; cualidades indispensables para mí y para todo aquel que sueña con las historias. Muchísimas gracias por tus deseos, Felipe, y espero que este tiempo dure y que no sea un haz de luz entre dos abismos de oscuridad. ^^ Te tengo en alta estima por tu valor, tus historias y tu forma de ser, así que te deseo todo lo mejor a ti también en esta batalla por el mundo de las letras. :) ¡Gracias infinitas!

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