Crítica de Pesadilla a 20.000 pies y otros relatos insólitos y terroríficos de Richard Matheson

La obra de Richard Matheson nos conduce a los parajes más oscuros del alma humana. La lectura de Pesadilla a 20.000 pies y otros relatos insólitos y terroríficos es la confirmación del logro del escritor estadounidense. // Imagen de dominio público.

Las historias de miedo son fascinantes cápsulas de pánico, que son suministradas bajo la angustia de nuestro perecedero tiempo. ¿Por qué nos gusta el terror? ¿Qué hace que el ser humano quiera perderse en el terror? ¿Por qué alguien querría leer sobre un hecho macabro y escalofriante que también le podría pasar a él? Hay algo, un sentimiento, un disparo de adrenalina, que hace que el ser humano disfrute de un relato de terror. ¿Es una advertencia? ¿Un deleite? ¿Un juego? ¿Es algo más terrorífico lo que despierta el morbo del lector? No lo sabemos, pero nos zambullimos en esos cuentos. Un buen ejemplo es Pesadilla a 20.000 pies y otros relatos insólitos y terroríficos de Richard Matheson. Editado en España por Valdemar, dentro de la colección El Club Diógenes, el escritor estadounidense nos transporta por una galería de terror, del miedo que se mete en tu sangre y hiela tus sueños durante una serie de fascinantes historias donde se desencadena la muerte, el horror y la fantasmagoría.

Matheson se convirtió en uno de los escritores más importantes del género gracias a una obra fundamental: Soy leyenda, una magnífica historia sobre el horror del último humano del mundo en una tierra donde solo quedan vampiros (aterradora por su humanidad y su realidad). No fue la única obra que lo erigió en el panteón de los autores imprescindibles, también fue guionista de series como La dimensión desconocida o películas como El increíble hombre menguante o Duel (El diablo sobre ruedas), basadas en sus propios relatos.
Portada de la edición de la colección de relatos
de Matheson. Fuente.

El estilo de Matheson es siempre atractivo, adictivo y fascinante. Limpio, pero no escaso de metáforas y lírica, además del hecho de saber tratar los sentimientos y miedos humanos de un modo único. Muchas veces, juega con el terror más habitual, pero eso no hace que resulte sea menos sorprendente. Y es que Matheson es el maestro de la última línea, del suspense de la frase que concluye todo, del secreto bien guardado hasta la página en la que se acaba la ficción y empieza el pánico real.


En Richard Matheson se nota la influencia de grandes del género como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft y sabe cómo conjugar diferentes facetas, desde el romanticismo hasta el barroquismo de dioses venidos de tiempos más antiguos que el propio universo. A su vez, se nota la cercanía de escritores próximos en el tiempo, como el gran genio que fue Ray Bradbury. Y, por supuesto, Matheson ha supuesto la influencia de muchos escritores, entre los más importantes, Stephen King, que escribe la introducción de esta obra (a quien, por cierto, se la dedicó Matheson). Si alguna vez se han preguntado cómo el miedo más clásico se acercó a nuestros temores cotidianos en la obra de autores como King, la respuesta más allá de las revistas y los cómics de terror, está también en el ingenio de Matheson, un gran pionero y precursor del terror moderno.

La mayoría de los relatos son muy buenos, por lo que mi lista de los mejores es bastante larga. Hay relatos que han sido adaptados como el que da nombre a la colección Pesadilla a 20.000 pies, una fantástica historia, incluso parodiada en Los Simpson, donde permanece esa sensación de angustia que rodea al pobre protagonista cuando se cruza con un macabro gremlin y flota la idea del suicidio. Es interesante cómo el arte utiliza el miedo y el sufrimiento psicológico para concebir a los monstruos que atormentan a los protagonistas, igual que de la depresión y la pérdida nacía aquel cuervo que acosaba al protagonista del célebre poema de Poe.

Entre mis relatos cortos favoritos está Vestido de seda blanca, un cuento narrado con la voz de una niña pequeña que no dejará que nadie hable mal de su hermosa madre, e Hijo de sangre, del que os hablé en su momento y dadas mis aficiones me parece todo un excelente ejemplo de cómo traer a un personaje tipo Renfield a la actualidad.


El gremlin del maléfico relato y la locura del pobre espectador de tal desdicha. Fuente.
Siguiendo con la locura de estos relatos, está La legión de los conspiradores (un triste cuento sobre un hombre que piensa que todo el mundo está contra él… Qué miedo tan humano) y Los hijos de Noah, una historia sobre una aldea de Maine con menos de setenta ciudadanos, pero con unas intenciones claras con los forasteros y que tiene reminiscencias al mundo de las pesadillas (no es casualidad su última frase).


Me quedo también con el aura inquietante de Grillos. Parece una idea tontorrona, pero es lo suficientemente llamativa como para dejarnos pensando cuando escuchemos a los grillos en la noche. Y no diré más, porque también hay otro de esos relatos que te deja con un nudo en la garganta y es el fantástico Llamada a larga distancia: una mujer impedida comienza a recibir llamadas telefónicas de madrugada, tras una terrible tormenta; la revelación sobre quién la llama la dejará fuera de sí (y a nosotros también).

Uno de mis favoritos, por el toque poético que posee y por la habilidad para que nos sintamos identificados aquellos que estamos enfermos de nostalgia, es Viejos territorios, donde seguimos la historia de un hombre que decide visitar aquellos lugares que formaron parte de su vida cuando era joven. No es consciente del fantasma de la melancolía que despertará ni de la desgracia de la pérdida de aquellos gloriosos años en los que fue feliz, en los que estuvo realmente vivo.

Hay un cuento titulado La casa enloquecida en el que me parece escuchar la voz de frustración del propio Matheson cuando era incapaz de concebir nuevas historias. Desconozco hasta qué punto Matheson pudo inspirarse en su vida, pero sí sé que cualquier juntaletras, como un servidor, se siente identificado con ese pobre escritor que es incapaz de concebir una nueva historia. La casa se muestra en su contra, pero ¿podrá escapar de su propio poder, aquel nacido de su imaginación? Un cuento maravilloso sobre las sombras de un escritor.

Puede que por época, los desenlaces de Primer aniversario y El semblante de Julie nos resulten poco acordes con estos tiempos, pero son dos obras adictivas sobre dos villanas de las que surgen mucho en la prosa de Richard Matheson.


Fotograma de la adaptación de Llamada a larga distancia. Fuente.

En la sombra



Hay varios relatos más que nos advierten de la devastación del ser humano: A través de los canales (un relato narrado solo mediante diálogos reproducidos a partir de las citas grabadas en un interrogatorio) podría readaptarse y hablar de las redes sociales; al igual que El baile de los muertos (que fue llevado a la gran pantalla) no deja de ser una advertencia sobre ese futuro deshumanizado en el que ya vivimos (un presente horrendo. Solamente hay que mirar a nuestro alrededor o cualquier noticia que va saliendo).

Póster de la adaptación televisiva
de El baile de los muertos. Fuente.
Asimismo, El hombre de las fiestas es un interesante cuento que me ha recordado al halo poético de Ray Bradbury en algunas de sus historias más cortas. Mientras que El número de la desaparición es una advertencia de cómo tus deseos pueden acabar contigo. Muy destacable también El distribuidor, que puede que fuese un ejemplo para Stephen King y su libro La tienda de los deseos malignos, debido a cómo un hombre se organiza para destruir todo un pequeño vecindario a partir de temibles argucias.

De todos modos, no todos son relatos terriblemente serios, sino que hay algunos increíblemente divertidos y que tuvieron que resultar muy llamativos en su época, como Guerra de brujas, ese mundo donde los pobres desgraciados se enfrentan a un aquelarre de jóvenes hechiceras que, entre frivolidad y frivolidad, destruyen a quien haga falta (como tiene que ser).

Puede que haya algunos relatos que sorprenden menos, como Paja húmeda, Presa o La casa Slaughter, aunque solo es mi punto de vista. He leído obras de autores que me han hecho deducir sus finales, su estilo, su deuda. Paja húmeda no deja de ser la historia de un hombre torturado por un crimen del pasado, Presa es una versión macabra de los viejos cuentos como aquellos donde aparecen el golem y La casa Slaughter es una de las historias de mansiones encantadas que tanto nos gustan por lo tradicional de su apuesta. Personalmente, el último posee ciertos toques clásicos que lo hacen apetecible para los lectores habituales de actores como Poe.

Sea como sea, la importancia de la lectura de un buen relato de género fantástico, zambullido en el terror, siempre me resulta reconfortante y pocas veces es más oportuno que hacerlo de la mano de un auténtico maestro como fue Richard Matheson. Sin duda, un descubrimiento más que recomendable para todos aquellos que quieran pasar un poco de miedo bajo la máquina de escribir del escritor de Soy leyenda.

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