Vikings o la tragedia de la ambición

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Repasamos Vikings, una de las mejores series de los últimos años y, tristemente, puede que una de las más ignoradas.

«Los cochinillos gruñirían

si supieran la desgracia del jabalí.

Me sobreviene un terrible mal,

las serpientes me perforan con sus fauces

y muerden con crueldad,

me han succionado la sangre,

ahora moriré junto a las bestias,

pronto seré un cadáver».

-Saga de Ragnar Calzas Peludas, anónimo.

León Tolstói escribió que «Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera» y, en el fondo, hay tantas historias sobre familias, aquellas que son de sangre o no, aquellas que están presentes o ausentes, aquellas que se desea proteger y acaban perdiéndose, que podríamos hallar aquí una de las raíces de las historias, que no dejan de ser árboles simbólicos que unen a los seres humanos.

Vikings es una historia sobre la familia y el deseo de protegerla, sobre la ambición que busca hacer prosperar a los desdichados, sobre la condena que nos rodea cuando intentamos evitar lo inevitable. Hay obras sobre las que cuesta escribir y esta es una. No porque no existan palabras positivas hacia ella, sino porque hay muchísimas, sobre todo cuando esas historias son aquellas que son más grandes que la vida misma. Vikings es una de las series de los últimos años que tendríamos que reivindicar más.

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La primera temporada de Vikings estuvo planificada como una miniserie del canal Historia que reflejaría la vida de Ragnar Lodbrók… Sin embargo, pronto evolucionó y se convirtió en el inicio de un gran viaje.

La historia tras Ragnar

Vikings es una versión de la saga del personaje seudohistórico (más bien, semilegendario) Ragnar Lodbrók Sigurdsson, que aparece en la tradición literaria francesa, inglesa, alemana e islandesa. A su vida, se añade la de otros vikingos como Lagertha o Rollo. Un crisol de grandes héroes y villanos que formaban parte de la Historia, pero aquí se unen y regresan con fuerza para una nueva generación que ha descubierto su relato, reinventado, a través de la serie. Parte del poder de los mitos es ese: no morir nunca.

Ya sea bajo el nombre de Ragnar, Ragnall, Regnerus, Regenarius, Lotrocus o cualquier otro de los que recibió en diferentes textos como el del historiador Ári Thorgilsson, el protagonista de la serie es uno que busca lo imposible.  Para algunas fuentes, un héroe que dio forma al Imperio Vikingo del rey Haraldr Colmillo de Guerra; para otras, el epítome de la maldad que arrasó con Francia. ¿Hay algo más humano que eso? Pero como tantos y tantos que le precedieron, acabará perdiéndolo todo.

El creador de la serie Michael Hirst (tras obras como Los Tudor o Elizabeth) decidió contar una historia sobre las historias con Ragnar y sus hijos, pero ante todo, quiso hablar sobre algo tan humano como la ambición, una fuerza que mueve a los humanos a llegar a lo más alto… solo para acabar cayendo, pero ¿queda acaso otro fin?

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En varias de las fuentes donde aparece Ragnar, se habla de su muerte. Aquí, una ilustración de Hugo Hamilton sobre el oscuro suceso.

Condenados a perderlo todo

Es curioso pensar que lo que nació como una pequeña miniserie del canal Historia acabó transformándose en una gran historia sobre vikingos, pero no solo sobre vikingos, sino sobre aquello que nos mueve. No somos nada sin el deseo, sin la búsqueda de conseguir todo, pero ¿qué nos queda cuando nos damos cuenta de que el todo no es suficiente?

Ragnar, Björn y muchos de los personajes de Vikings logran su propósito solo para darse cuenta de una cosa: que no significa nada. Que ya sea un trono, un reino, una mujer… todo se perderá y nunca estarán satisfechos con lo que tienen. El fuego sigue ardiendo en su interior, abrasando lo que son, lo que conseguirán, y haciéndoles querer más.

Cualquier cosa que hagamos, aunque sea con tal de proteger a los nuestros o lograr algo más, puede convertirse en nuestra condena y, si no es así, en ocasiones solo podemos vivir para darnos cuenta de que todo lo logrado no tiene ningún sentido. Es la tragedia que rodea a Ragnar, Lagertha, Rollo y sus descendientes y compañeros. De ese modo, la obra de Michael Hirst no se conforma con ser una aventura más, sino que se transforma en un gran ensayo sobre la naturaleza del ser humano.

El colosal viaje de la ambición

Vikings lo tiene todo: luchas por el poder, venganzas, traiciones, amor, amistad, relaciones paternofiliales, sorpresas, giros de guion, masacres, enfermedad, profecías… Esta tragedia supone asomarse a la vida y muerte de unos personajes que son más grandes que nosotros mismos, de los que podríamos estar hablando horas y más horas, desde diferentes perspectivas y conceptos.

Los lazos que tiende Vikings están en otras ficciones: desde la mitología nórdica hasta el cine criminal. Por ejemplo, podemos ver la caída de Ragnar y su deseo de proteger su familia un reflejo de Michael Corleone; podemos ver a Ragnar cómo se fragmenta en sus hijos: Björn era el espíritu guerrero, Ubbe el deseo de hallar una nueva tierra, Ivar la parte más sangrienta, Hvitserk la dependencia de la droga y Sigurd el que acabaría siendo sacrificado.

Crítica de #Vikings, serie a reivindicar dentro y fuera del fantástico. La saga de Ragnar y sus hijos es la saga de todos nosotros. Share on X

J. R. R. Tolkien, autor de El Señor de los Anillos y gran amante de la cultura nórdica, defendió en varios de sus ensayos, poemas, conferencias y obras, que el mito era poderoso y nunca moría. Leyendas clásicas podían haber ocurrido mucho tiempo atrás o haber nacido de las voces de los escaldos (los poetas guerreros nórdicos), pero los sentimientos y las temáticas sobre las que trataban en los mismos que todavía albergamos nosotros en el siglo XXI. No me extraña pensar que, con salvedad del sexo o la violencia desmedida de algunos momentos, el profesor Tolkien hubiese disfrutado más del aire trágico de Vikings que de algunas propuestas recientes que han «surgido» de su obra, como Los Anillos de Poder.

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La segunda temporada de Vikings nos presentó a toda una plétora de arquetipos con los que se comenzaba a profundizar en el drama de Ragnar y sus descendientes.

El crepúsculo de los dioses

La traducción literal de «Ragnarök» es el destino de los dioses, pero ya sea por las traducciones o por Richard Wagner y El anillo de los nibelungos, en el fondo se ha tomado el carácter de crepúsculo y este podría ser el más adecuado para el mundo que presenta Vikings.

Aunque en la obra transcurren solo unas décadas, es sumamente interesante ver cómo Ragnar busca el esplendor y, a la vez, acaba llevando a su pueblo hasta la gran batalla entre los viejos dioses y el nuevo dios cristiano, concepto que, en los últimos años, Neil Gaiman ha popularizado en novelas como American Gods. El punto álgido está en esa batalla por París donde los vikingos usan como arma a sus antiguos dioses y la princesa Gisla usa los símbolos cristianos. Un buen ejemplo de cómo la fe es también una forma de destrucción y autodestrucción.

El dilema religioso ocupa un punto central desde el arranque de la serie, con un Athelstan que se ve a sí mismo como un mártir del cristianismo, pero también como un guerrero vikingo renacido. Ante esto, un fanático como Floki no podrá permitir tener un gusano entre los suyos. Y una vez veamos el enorme arco que trazan estos personajes, contemplamos con una sonrisa triste a ese Floki reconociendo que no sabe ya nada.

El mundo de Vikings es un mundo a punto de caer en unas tinieblas a las que cualquier pueblo se enfrenta: el adiós a su antiguo legado y el comienzo de uno nuevo. Y ahí el espectador agrega su propia visión sobre esta tragedia: sabe que es inevitable que el paganismo muera. Incluso Snorri Sturlurson, el autor de la Edda Prosaica, fue alguien que ya había visto caer las tradiciones de su pueblo cuando las escribió.

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Ragnar es el gran protagonista de esta historia que, en el fondo, refleja todas las ambiciones del ser humano. Su legado será crucial en las temporadas cinco y seis.

El carisma de los ¿héroes?

Un héroe es un asesino que gana una batalla o uno que la pierde llevándose a muchos por delante. Luego, los poemas llevados por Bragi edulcoran con sus dulces palabras apoyadas en la sangre de Kvasir.

Vikings nos presenta toda una amplia galería de seres fascinantes. Hoy, esto suena a cliché, pero hay más profundidad en esta galería que en otras obras que gozan de más fama. Decía David Corbett que las contradicciones hacen que nos sintamos atraídos por un personaje y todos lo son en Vikings, como es el caso del mismísimo Ragnar. Podemos comprender sus ansias de hallar nuevas tierras, pero tenemos que asumir que no es un héroe legendario, que es alguien capaz de matar por ambición, venganza o cuando necesita su droga. Ahí el espectador queda prisionero.

La humanidad

En la Historia, Ragnar es conocido a través de las obras de sus misteriosos hijos, crueles héroes de una «mitología» que unió diversos pueblos nórdicos. Cada uno de los hijos de Vikings representa las diferentes pulsiones del ser humano. En ocasiones, se ven entregados a los bandazos de los héroes legendarios. Como señala Teodoro Manrique Antón en el compendio de Javier E. Díaz Vera de la Saga de Ragnar Lodbrók, «la familia o aett es la esfera en la que mejor se pone en manifiesto la íntima unión existente entre el plano de la experiencia religiosa personal y la colectiva». Lo vemos en cada uno de los seres que pueblan este relato.

En las leyenda, no se tenían que explicar todas las motivaciones, bastaba con lograr captar esa atmósfera entre lo real y fantástico que rodea a un Ecbert que ambiciona el poder, un Rollo que ama y odia a su hermano, una Lagertha dispuesta a ser la gran doncella guerrera, un Björn que busca ser un hombre, un Athelstan incapaz de decidir y un Ragnar decidido a sacrificarse con tal de lograr el auténtico sueño.

Los grandes diálogos son el principal cimiento de estos seres que distan de ser intachables, que, en el fondo, son… humanos. Sorprenden, sobre todo, en los momentos más brillantes, como ese encuentro de Judith y el rey Ecbert bajo el influjo de la luna, que bien podría ser un diálogo shakesperiano. Podemos ver también la fuerza de los hados y el destino y la lección de cinismo que impregna gran parte de una serie que, en sus últimos compases, sabe que no tiene final. Las historias no mueren, los hombres y mujeres sí, aunque renacen cada vez que se narra su pasado.

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Con su tercera temporada, Vikings despuntó como una de las series que había que reivindicar fuera y dentro del género histórico/fantástico, aunque el término suene contradictorio.

La visceralidad de las leyendas

La estructura de Vikings rompe los canones del viaje del héroe. La serie se centra en los momentos importantes y avanza desde ahí, sin perderse en un ritmo pausado o lento, ni en transiciones. Sorprende al principio, donde podemos pensar que es apresurado hasta que nos acostumbramos. Luego, entendemos que es parte de lo que hace grande a Vikings: no se tiene que ajustar a viejos paradigmas e, irónicamente, es así como se enraíza más a las leyendas y los mitos, a los poemas de Snorri, a todo lo que hace grande a la mitología nórdica y aquellos que creyeron en Odín.

Por tanto, un héroe o villano crucial puede morir en los primeros minutos, la mitad o el final de un capítulo que ni siquiera tiene que ser el final de media temporada o el desenlace de esta. Hay mucho valor en las decisiones estructurales que toma Hirst y muchas son dignas de estudio.

Y es que Vikings es visceral, colérica y, a la vez, profundamente poética. Escenas como el sacrificio, la muerte de algunos de sus protagonistas o los planos de un lago en la noche pueden convertirse en el material de la alucinación que es, en el fondo, una gran odisea como esta.

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La temporada 4 elevó todo lo presentado en Vikings y la convirtió en un gran drama sobre el pasado, el tiempo y el poder, elementos que también hemos visto en otras grandes obras, como El Padrino.

El pozo de las serpientes

La fatalidad marca el destino de muchos de los hijos de Vikings. Al fin y al cabo, ¿hay alguna vida que no acabe en la muerte? Tal vez aquellas de los que se convierten en mitos en vida, como vemos con ese guerrero muerto que vence una batalla, cual Cid.

Uno de mis aspectos favoritos de la serie es cómo se propone indagar en lo que mueve a los seres humanos. Y lo hace en varias ocasiones, al principio con las ansias de encontrar tierras fértiles y luego con el poder, la corrupción y la violencia. Todo ello se cruza con el descubrimiento que hace Floki de la tierra de los dioses o el que hará más tarde Ubbe cuando halle nuevas tierras.

Como si de un tratado filosófico dramatizado se tratase, toda esta parte de Vikings nos plantea si es posible que escapemos de nuestro pasado. ¿Podemos los seres humanos vivir en paz o estamos condenados a mancillar todo lo que nos rodea y regarlo con la sangre de los inocentes? La visión de Hirst al respecto es, muchas veces, pesimista. O puede que, como dice el chiste, el pesimista solo sea un realista informado.

 

El realismo mítico

Cuando el espectador termina de ver la serie y mira atrás, ve una galería de grandes personajes a los que ha ido viendo evolucionar a lo largo de una de esas historias cimentadas en arcos de evolución. Ragnar, Lagertha, Björn, Floki, Althestan, Ivar, Ubbe, Helga, Torvi, Harald, Halfdan, Gisla, Aslaug, el rey Ecbert, Judith, Alfred, Aethelwulf, Aethelred, Horik, Siggy, Kalf, Gyda, Kjetill, Harbard, Astrid, Gunnhild, Heahmund, Freydis, Horik, Erlendur, jarl Borg, Oleg… Una lista interminable de grandes que convierten la historia de Vikings en una de las más épicas de las que hemos podido disfrutar. Y, a la vez, humana.

Sí, hay dioses, visiones, profetas, augurios… pero, al final, lo que importan son las emociones de los que sufren o gozan de estos, los que hacen acto de presencia a lo largo de la serie.

… O la fantasía realista

Aunque en ocasiones se hable del rigor histórico de la serie, que en el fondo es mayor del que cabría esperar, creo que es caer en debates estériles, pues lo que plantea Hirsh no es una banal reconstrucción histórica, sino, como señalaba Miguel de Lys en su vídeo sobre la realidad tras Vikings, una reconstrucción de una visión del mundo que se ampara en el drama y también en la leyenda.

De este modo, el aire mítico es retratado desde la maravilla, pero también desde una extraña naturalidad que hace que los protagonistas no se cuestionen la aparición de un dios extraviado o una valquiria.

Y al fin y al cabo, es una historia sobre la humanidad, como vemos en las tramas de Floki en la quinta temporada y la de Ubbe al final de la sexta. Cuando ellos intentan construir una nueva sociedad, vemos un ensayo filosófico de lo que supone ser humano. ¿Crearás en tu nuevo paraíso un infierno a imagen y semejanza del que has dejado atrás?

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Las dos últimas temporadas de Vikings contaron con más capítulos: dos tandas de diez, lo que permitió abarcar más relatos dentro de la saga.

Un viaje en el tiempo

En cuanto al apartado de los efectos especiales, puede que en las primeras temporadas pensemos que la serie es más modesta que otras superproducciones como Juego de Tronos, pero todo eso cambia a partir de la tercera. En ese momento, escenas como el asedio de París se transforman en capítulos que deben aparecer en cualquier lista sobre los grandes momentos de la historia de la televisión y, si hace falta, del cine, porque sí, hay mucho de cine (y del bueno) en Vikings.

Vikings no escatima en lujos a la hora de representar las diferentes sociedades, pero también las batallas, siendo la serie en la que más guerras medievales he visto y una en la que nos acabados son más loables. Con momentos como la lucha de Ivar contra Aethelwulf que es tan realista y tétrica que termina resultan tan real como viajar al pasado y contemplar el terror que impregnan estas acciones.

Todo lo que arderá

Si hablamos de la Batalla de los Bastardos en Juego de Tronos, no podemos olvidar el Asedio de París en Vikings, aunque, sin duda alguna, la batalla que alcanza la cota más alta y llena de significado llega en la quinta temporada, con Moments of Vision, esa enorme batalla en la que el tiempo se fractura para narrar, mediante prolepsis y analepsis, el viaje, el final y reinicio de las vidas y muertes.

Tampoco podemos ignorar el gran trabajo hecho con el vestuario. A menudo, uno se sorprende con las armaduras, las armas y otros detalles que hacen de Vikings un espejo de una época mítica que, como cualquier época mítica, no existió, pero no por ello deja de maravillarnos. Muchos hablan de que los vikingos vestían más coloridos en la vida real y que algunos detalles no se ajustan a lo descrito en viejos textos, pero de poco importa cuando la historia nos arrolla.

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Vikings se convirtió poco a poco en una serie extraordinaria no solo sobre vikingos, sino sobre el precio de la ambición.

Si tuviera un corazón…

Pocas series han alcanzado el grado de lirismo que posee Vikings. Ya sea en una gran batalla o en un concilio, las voces nos recuerdan el desarraigo de un personaje como Ragnar, el mayor defensor de un mundo que jamás existió. Su búsqueda de esperanza, aunque fuese a través de la venganza, se acaba convirtiendo en su propia fosa. Parafraseando a Gaiman, todas las familias son desestructuradas y todas las grandes historias tratan también sobre la familia, buena, mala o ausente.

Gran parte del impacto de la serie, aparte de por su guion, interpretaciones, recreaciones…, se logra por medio de la banda sonora, que corre a cargo de Trevor Morris, conocido por sus bandas sonoras dedicadas sobre todo al mundo de los videojuegos, como Dragon Age Inquisition o la adaptación de la saga Castlevania al formato de serie de animación de Netflix.

La evolución que hace de varios temas es loable, con el uso del Death of a legend como leitmotiv para el final de todos esos personajes que nos han marcado a lo largo de la serie. Cada vez que suenan sus primeros compases, sabemos que estamos ante una despedida.

Además, Vikings cuenta con colaboraciones de artistas como Einar Selvik o Hilda Örvarsdóttir, que nos regalan temas que parecen arrancados de ese pasado mítico. En la banda sonora radica parte del alma de esta inconmensurable aventura.

“My mother told me
Someday I would buy
Galley with good oars
Sail to distant shores
Stand up high in the prow
Noble barque I steer
Steady course for the haven
Hew many foe-men, hew many foe-men”.

My mother told me…

Cabe destacar el opening de la serie, que, ya de por sí, refleja el espíritu de esta gran saga. If I had a heart toma la oscuridad embriagadora del deseo de Ragnar, sus hijos y, al fin y al cabo, de todos los seres humanos: el deseo de tener más, aunque nunca será suficiente. Cada temporada, esta intro evolucionó para dar más detalles sobre cómo los vikingos perderían todo en ese camino hacia las profundidades. Así hasta llegar a la última parte de la temporada seis, cuando la letra perdía su «I want more» y lo que quedaba era la batalla entre los viejos dioses y el Dios cristiano, un crepúsculo de los hijos de Odín. El fin de un deseo.

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La temporada seis de Vikings se impregnó de un claro tono elegíaco en todo momento.

El corazón de Vikings

Cuando comencé a ver la serie allá por el verano de 2022, recuerdo que el crítico y escritor Adrián Massanet me comentó que me aguardaba un gran viaje. Ahora, que lo he concluido, puedo decir que estaba en lo cierto, aunque ni siquiera yo podía imaginarme cómo esta serie llegaría a calar tan profundamente en mí.

No hablo de convertirme en vikingo ni irme en un drakkar a enfrentarme al rey Ecbert, hablo de cómo esta serie habla sobre la oscuridad que alberga nuestro corazón. Su oscuridad, sí, pero también su esperanza. Nunca nos daremos satisfechos con nada, porque nuestra alma siempre buscará algo que hará que valga la pena.

Como con Juego de Tronos, Vikings ha contado con una serie ambientada en su mismo mundo: Vikings Valhalla. Mientras que La casa del dragón ha sido un absoluto triunfo, Vikings Valhalla, sin ser aborrecible, se queda muy atrás. Jeb Stuart, guionista de Die Hard, no logra la poética de un Michael Hirst, que amó la propia historia que deseaba narrar en todo momento. Si Vikings es una obra maestra de la épica que trasciende cualquier frontera, Vikings Valhalla es una entretenida aventura seudohistórica que tiene más de The Witcher que de la magnífica saga de Ragnar.

Conclusiones

Puede que en contra de Vikings jugase que llegó a las pantallas al mismo tiempo que Juego de Tronos (como destaca el compañero Adrián Massanet, al que le debo haber visto esta gran serie) y con una cadena más desconocida dentro de la ficción, pero creo que su gran enemigo, al fin y al cabo, estuvo, precisamente, en aquellos que más quisieron a Ragnar. Recordemos el episodio de Los muertos, cuando Floki confesaba ante el cuerpo de un amigo: nadie te ha odiado más, nadie te ha querido más que yo. Lo mismo ocurrió con los fans de Ragnar, que no pudieron entender la serie sin él, aunque quizá no comprendieron que la quinta y sexta temporadas son, precisamente, el legado de Ragnar.

Hace un tiempo, Amazon decidía vender Los Anillos de Poder como la gran serie de todos los tiempos que cambiaría la historia de las series. No se basó en la calidad de su guion. Ni siquiera en la rica obra de J. R. R. Tolkien de la que «partían». Se basaron en el vil y burdo metal. Pero, al final, ni siquiera ese dinero podía salvar un barco hundido. En cambio, obras como Vikings sobreviven porque no se basaban solo en el dinero, se basaban en sus personajes, en sus guiones, en sus historias y en los sentimientos que nos transmitía. Los Anillos de Poder era un producto, Vikings era arte. Una tenía dinero mal gastado, la otra alma y el auténtico alma no se compra.

Y Vikings es, al fin y al cabo, el viaje del alma de los que anhelaron tenerlo todo, solo para perderlo. Es la gran tragedia de la ambición.

“Thor was angry with us. He beat his anvil and the waves grew ever taller. Soaked the boats, and one went down, heavy with water. We saw it, and heard the cries of the men hauled down into the deep. And then, at first light, we saw another had vanished. Storm wrecked, the men all drowned.”

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