“Aprendió que una revolución era, en sí misma, siempre inimaginable. Que hacía trizas el mundo que uno conocía. El futuro no estaba escrito, sino repleto de posibilidades. Los colonizadores no tenían ni idea de lo que estaba por llegar y eso les hacía sentir pánico. Les aterrorizaba. Bien. Así era como debía ser”.
Cuando H. G. Wells publica La guerra de los mundos, no está escribiendo solo una de las novelas más importantes sobre la ciencia ficción, sino también está haciendo algo más: utilizar el género fantástico para denunciar el colonialismo. La obra de Wells no va solo sobre marcianos que deciden invadir la Tierra, va sobre cómo deberíamos detenernos a reflexionar sobre nuestras propias acciones: hemos conquistado y destrozado lugares que considerábamos bárbaros en pos de nuestro beneficio, ¿qué pasaría si seres más poderosos que nosotros hicieran lo mismo?
El género fantástico es un conjunto de símbolos, una enorme metáfora sobre nuestra realidad y lo que podría ser. Hemos tenido a autores que no han sido partidarios de la alegoría, como J. R. R. Tolkien, pero justamente en su grupo de escritores, los Inklings, también teníamos a C. S. Lewis, que convirtió Las Crónicas de Narnia en una obra que hacía apología del cristianismo en cada nueva entrega.
Con los años, el fantástico ha servido al escapismo, pero también a la reflexión. A finales de 2022, se publicaba en nuestro país Babel: Una historia arcana de R. F. Kuang (o Babel: or the necessity of violence), una novela que toma las bases del fantástico y el subgénero de la dark academia para hablar sobre el colonialismo y otras cicatrices de comienzos del siglo XIX. Y su autora logra, sin duda, una de las mejores novelas del género de los últimos años.
Babel o la magia de Oxford
Babel arranca con la muerte de una madre en Cantón y cómo el profesor inglés Richard Lovell salva al hijo de esta, el pequeño que recibirá el nombre de Robin. El académico decide convertirse en tutor del niño, mitad chino mitad blanco, y llevárselo a Londres. Debido a su talento con las lenguas, Robin es candidato a unirse, cuando tenga la edad, a Babel, la prestigiosa torre de Oxford donde se estudian los distintos idiomas del mundo, idiomas que dotan a las barras de plata de un poder que ha hecho del Imperio Británico una fuerza todopoderosa.
Tras sufrir la discriminación durante su infancia, las cosas no mejoran cuando Robin cumple la edad para entrar en Babel. Allí, siempre será un extranjero. Por suerte, conoce a Ramy, un chico nacido en la India, Victoire, una joven negra de origen haitiano, y Letty, una muchacha blanca repudiada por su padre. Juntos, ya sea por su raza o por ser mujer (o ambos en el caso de Victoire), forman un grupo de marginados que aman los estudios por encima de todas las cosas. Oxford y, en particular, Babel, se acaba convirtiendo en el hogar de unos personajes que nunca han tenido hogar.
Como curiosidad, no es la primera vez que Oxford aparece en el género fantástico. Más allá de la contribución que Tolkien o Lewis hicieron a sus aulas, también fue el escenario de la fantástica La materia oscura, trilogía de Phillip Pullman.
A menudo, los críticos de la dark academia esgrimen que es un “subgénero” elitista, meramente blanco, que defiende el conocimiento como un poder irreflexivo. No se puede tachar de ello a la obra de Kuang que, precisamente, abarca este tema. Destacable que Kuang no persevere en el amor por lo académico sin ningún tipo de condiciones. En varios momentos, la autora aprovecha para incluir toques de mordacidad, como con esos profesores más deseosos de sacar un beneficio económico o esos estudiantes incapaces de hacer la colada o barrer.
“Pero los académicos son por naturaleza un grupo solitario y sedentario. Viajar parece divertido hasta que te das cuenta de que lo que realmente quieres es quedarte en casa con una taza de té y una pila de libros junto al fuego”.
La necesidad de la violencia
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, Robin se cuestiona su papel en todo lo que está ocurriendo en el país: Inglaterra se alimenta del colonialismo, de políticas agresivas para obtener la plata para favorecer a los ricos, de introducir el opio en China para debilitar todo el país y lograr lo que desea. Robin, que en el fondo es hijo del colonialismo, se pregunta si como babel debe servir al Imperio que le ha dado todo o es hora de cuestionarse su lealtad. ¿Puede que Babel solo lo haya aceptado como alumno para convertirlo en un esclavo? ¿O es un desagradecido por darle la espalda a la Universidad que se ha convertido en todo para él?
La aparición de la Sociedad Hermes, un grupo de renegados que busca liberar el poder de la plata y acabar con la corrupción del Imperio Británico, hará que Robin se pregunte en qué bando está: si a favor de los académicos de Oxford que le han descubierto el poder del conocimiento y la plata, que le ha dado un grupo de amigos, o con la Sociedad Hermes, que busca la caída de Babel y la búsqueda de un mundo más igualitario. La respuesta será la revolución.
Babel es una novela de setecientas páginas que explora no solo las consecuencias del colonialismo, el racismo, el capitalismo… o incluye tímidamente la temática homosexual, sino también el valor del conocimiento y las heridas que nunca se cierran. No es panfletaria, pero sí es reflexiva, como lo era la maravillosa La Tierra Fragmentada de N. K. Jemisin. Kuang no solo logra escribir una buena novela de dark academia o fantasía, sino una buena novela a secas.
“¿Sabes? Una vez llegué a pensar que tener descendía era una especie de traducción en sí misma. Sobre todo cuando los padres son de especies tan completamente distintas. Uno siente curiosidad por saber qué va a salir de ahí”.
No es una escuela de magia más
“Las lenguas no son solo palabras. Son formas de ver el mundo. Son las llaves de la civilización. Y ese es un conocimiento por el que merece la pena matar”.
Aquellos que piensen que Kuang está tomando Hogwarts y convirtiéndolo en un enclave para hacer un alegato político, piensan mal. Como bien dijo Ursula K. Le Guin, la madre de Historias de Terramar y su escuela de magia, antes de Rowling hubo academias mágicas y después de ella las habrá.
En el caso de Kuang, está más cercana a la Universidad de El nombre del viento que a la Escuela de Magia y Hechicería. Curiosamente, pese a contar con un sistema de magia, el término “magia” nunca es utilizado. El acercamiento a esta es bastante humano y orgánico, aprovechando a los profesores y a los alumnos para explicar cómo funcionan los emparejamientos entre la plata y las palabras en diferentes idiomas de las que nace el poder.
Comenzaba esta reseña hablando de Tolkien y merece la pena recordar que el padre de la Tierra Media creó sus obras no con un afán literario sin más, sino para darle historia a las lenguas que había inventado. El amor por las lenguas, en este caso reales, está presente en la novela de Kuang, donde hay varios pasajes donde se habla de la etimología de un término o su auténtico significado.
“Creo que el Departamento de Literaria está formado por personas indulgentes, como bien sabe Vimal. Lo triste es que podrían ser los académicos más peligrosos, ya que son quienes cuentan con un mayor dominio de los idiomas. Entienden cómo viven y respiran, y saben cómo hacer que nos bombee la sangre o se nos ponga el vello de punta con tan solo emplear un registro determinado. Pero están tan obsesionados jugueteando con la creación de imágenes hermosas que les da igual que esa energía pueda ser canalizada en algo mucho más poderoso. Es decir, en el grabado de plata”.
Sistemas de magia
Al hacer alusión a la plata, puede que algún lector piense en los sistemas de magia de Brandon Sanderson en Nacidos de la Bruma, pero Babel no va por ahí, es más sutil, aunque no por ello se avergüenza de sus raíces fantásticas. Ahora bien, quien espere finales apoteósicos con varitas y explosiones de luces, no lo encontrará en Babel y tampoco le hace falta. Como suelo decir, la fantasía puede ser más, mucho más y variada, por supuesto.
La autora riega todo el texto con numerosas notas que, en algunos puntos, me ha recordado al estilo de la mágica Jonathan Strange & Mr. Norrell de Susanna Clarke, aunque en otros puntos es un intento forzado de ampliar información necesaria, como la relación entre Griffin, Sterling e Evey, que daría para un relato o una novela y que es zanjada en una nota a pie de página.
A raíz de esto y ciertas arritmias que hay en algunas partes de la obra, siento que si bien Babel no es perfecta, sí es una gran obra que aporta a un género devastado por el halo franquizoide que puebla el entretenimiento actual.
“Robin pensó que ojalá fuera posible grabar recuerdos completos en plata para que se manifestaran una y otra vez a lo largo de los años. Una una distorsión cruel de un daguerrotipo, sino una destilación pura e imposible de emociones y sensaciones. La tinta sobre un papel no era suficiente para describir aquella gloriosa tarde, la calidez de una amistad sin complicaciones, el olvido de todas las desavenencias, el perdón de todos los pecados, la luz del sol que disipaba el recuerdo del frío del aula, el sabor pegajoso del limón en la lengua y su alivio inesperado y entusiasta”.
Reseña de #Babel de @kuangrf, novela que utiliza la ucronía y la dark academy para hablar del colonialismo y el poder de la palabra. Edita @EdHidra Share on X
La pérdida de los amigos
Si por una cuestión destaca Babel es por sus personajes, que acaban haciéndose amigos del lector. Durante las primeras partes del libro, conocemos Oxford y notamos el amor de la autora por este lugar, pero también su fascinación por cómo nace del abuso racial.
Pero, durante un tiempo, cuando Robin todavía es inocente, nosotros también disfrutamos de la amistad del grupo. Aunque también vemos las sombras cuando Robin se empieza a percatar de ellas y, en ese punto, se establecen varios dilemas que el lector deberá responder. Por suerte, la puesta en escena de estos temas no resulta forzada ni maniquea. Y tampoco hay respuestas fáciles. Nunca las hay a problemas tan grandes.
Y como todas (o casi todas) las amistades de la época de la universidad, las de Babel duran algunas para toda la vida y otras se quiebran con facilidad. Hay mucha nostalgia y melancolía en esta parte y Kuang logra transmitirlas con sus palabras que, a medida que las repaso, veo cómo adelantan acontecimientos, más allá de por la prolepsis, por los dobles significados que hacen que esta sea una novela que pueda ser disfrutada varias veces.
“Para cuando se hubieron terminado el té, ya estaban prácticamente enamorados los unos de los otros. No completamente porque el amor verdadero lleva tiempo y requiere compartir recuerdos, pero con aquellas primeras impresiones se acercaban mucho. Aún no habían llegado los días en los que Ramy luciría con orgullo las bufandas de punto mal tejidas de Victoire; en los que Robin sabría exactamente cuánto tiempo le gustaba a Ramy que su té infusiones para tenérselo listo cuando llegara tarda de su clase de árabe; o en los que todos sabrían que Letty llagaría a clase con una bolsa de papel marrón llena de galletas de limón solo porque era miércoles por la mañana, el día en que la pastelería Taylor hacía esas galletas. Pero aquella tarde podían percibir con claridad la clase de amigos que llegarían a ser, y amar aquella visión era suficiente.
Más adelante, cuanto todo se torciera y el mundo se derrumbara, Robin recordaría aquel día, aquel mismo momento en aquella misma mesa, y se preguntaría por qué habían estado dispuestos a confiar los unos en los otros tan rápido y tan despreocupadamente. ¿Por qué no se habían parado a considerar la infinidad de formas en las que podrían hacerse daño entre ellos? ¿Por qué no se habían detenido a cuestionar sus diferencias de nacimiento, de crianza, que hacía que no formaran, ni pudieran formar nunca, parte del mismo bando?”.
La caída de Babel
En La Biblia se cuenta cómo los mortales decidieron desafiar a Dios y construir la Torre de Babel para llegar a los Cielos. Dios, furibundo, decidió destruir aquel deseo y rompió la lengua única en varias que hicieron que los seres humanos dejasen de poder cooperar y llevar a cabo grandes obras en común. La novela de Kuang reflexiona, por supuesto, sobre el poder de las lenguas e incluso el concepto de la traducción, dándole un enfoque muy original. Sería un delito no comentar aquí el gran trabajo que hace Patricia Henriquez Espejo a la hora de llevar a cabo la versión en español.
“Y es que ¿cómo iba a poder existir un lenguaje adámico? Al pensarlo en aquel momento le hizo gracia. No existía ninguna lengua innata y perfectamente comprensible. Ni existía ningún candidato a serlo. Ni el inglés ni el francés. No había lengua que pudiera contener y absorber todo lo necesario para convertirse en ello. Las lenguas se basaban en la diferencia. Miles de formas distintas de ver el mundo, de moverse por él. No, miles de mundos dentro del mismo. Y la traducción era una tarea necesaria, aunque fútil, para moverse entre ellos”.
Como ocurre a menudo en el subgénero de la dark academia, la documentación es clave, al igual que la defensa del saber. La recreación de los primeros años de 1800 está muy lograda, del mismo modo que todas las referencias a autores grecolatinos que pueblan sus páginas. Para todos aquellos que sentimos amor por las palabras, sobre todo los estudiantes de Humanidades, podemos sentir que Kuang también lo hace.
Si H. G. Wells aprovechó a los marcianos para hablar sobre el colonialismo, R. F. Kuang aprovecha a unos académicos de un Oxford mágico y alternativo para ello y, así, nos regala Babel, una obra que se alza por encima de otras novelas que olvidan el auténtico espíritu de la fantasía: que siempre hay un significado en la maravilla.
“Después de todo, estamos aquí para dar a conocer lo desconocido, para hacer que lo extraño se vuelva familiar. Estamos aquí para hacer magia con las palabras”.
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