«Mis obras no tienen ningún mensaje complicado. No se ha de sacar ninguna conclusión filosóficamente profunda. Lo que sí me gustaría es que los lectores viesen en mis obras lo que realmente son: la visión artística de una pesadilla».
Estas son las palabras destacadas de Suehiro Maruo en la edición completa de La sonrisa del vampiro y dejan claro la visión del autor sobre su obra. Una vez concluida su lectura, sí, dudo de que la obra tenga algún mensaje (ni simple ni complicado) y tampoco creo que un cúmulo de escenas desagradables sirvan para crear una visión artística sobre una pesadilla, porque si algo es La sonrisa del vampiro es una decepción.
Nacido como parte del ero-guro (adaptación fónica de erotic grotesque), tendencia que buscaba romper los tabúes de la cultura japonesa, mediante temas como el sexo, lo escatológico, la violencia o el gore, La sonrisa del vampiro se queda al final en un conjunto que no resulta ni original ni fascinante, solo, a lo sumo, desagradable.
Vampirismo y fuerza gráfica
El vampirismo sirve como metáfora para hablar de muchos temas. La drogadicción es el más evidente, como vemos en El ansia o La adicción, dos grandes películas de finales del siglo XX. A su vez, también ha servido para hablar de la adolescencia, como vimos en The Lost Boys, Buffy, cazavampiros o, desde una óptica más sombría, Déjame entrar. Sin embargo, ninguna de estas perspectivas es aprovecha en La sonrisa del vampiro.
Sí, en La sonrisa del vampiro se utiliza al chupasangre como una metáfora de la adolescencia y del despertar sexual desmedido, pero ¿para qué? A su alrededor, emergen todos los tabúes posibles en busca de escandalizar u horrorizar al lector. ¿El problema? Que no se profundiza en el significado de los hechos que narra.
Si bien el apartado gráfico puede ser lo más llamativo del cómic, con algunas viñetas muy conseguidas, no se puede decir lo mismo de cómo se aprovecha el dibujo para contar una historia. Parece evidente, pero un buen dibujante de cómic no puede conformarse con ser tan solo un buen ilustrador, debe ser capaz de narrar su historia con sus propias armas. El argumento de la obra es difícil de seguir por culpa de una narrativa que resulta confusa. Sus seiscientas páginas se leen rapidísimo, pero ninguna de ellas deja marca, nada resulta llamativo, solo vulgar o repulsivo.
Aunque el manga suele abusar de la sobrexplicación, La sonrisa del vampiro carece de esta, pero también, simple y llanamente, de cualquier explicación. Es una sucesión de personajes más o menos estereotípicos que se mueven alrededor de las páginas sin aportar nada realmente interesante.
Es más, la suma de fetiches que muestra Suehiro Maruo en su cómic respalda a aquellos que consideran el manga como un cúmulo de manías de la malentendida cultura otaku. Sin duda, un mal representante de lo que es el manga, el terror y la cultura japonesa, que tiene cómics de una gran riqueza.
El origen del miedo
A lo largo del manga, Maruo hace varios homenajes: al Drácula de Bela Lugosi, La pesadilla de Fuseli, al cuadro de La abadía en el robledal de Caspar D. Friedrich… pero juntar un par de estampas y reproducirlas en el cómic no hace que este sea mejor.
En algunas reseñas se habla de la influencia del Grand Guignol, con sus espectáculos sobre terror, basados en el sensacionalismo, y puede que algo de ello haya, porque se busca ofender antes que asustar y porque no hay ninguna sustancia y, si la hubiera más allá de la sangre, no sería una digna de ser guardada.
Puede que el terror sea como el humor: al final, depende muchísimo de los gustos del lector y puede que haya uno que disfrute solo de una sucesión de escenas espeluznantes o repulsivas, mientras que otros queremos que haya algo más. No hablo de una moraleja, pero sí de ciertos símbolos, metáforas, juegos narrativos, personajes… que, al fin y al cabo, hagan que realmente sintamos que hay una historia. No pienso que sea mejor ni peor estar uno o en otro bando, pero creo que una buena obra debería ser algo más.
Conclusiones
La sonrisa del vampiro, pese a lo que me parezca, es un manga que se encuentra en la lista de favoritos de muchos. Personalmente, me quedo antes con Happiness de Shûzô Oshimi. Este manga, aunque es muy deudor de la Maruo, tratanto también de chupasangres adolescentes y temas que resultan tabú, creo que sí tenía una historia, aunque acabé aborreciéndola después de un par de tomos. Al menos, no me resultaba tan vacía como la obra de estos estudiantes sádicos reconvertidos en vampiros.
He leído en algunas críticas que hay que comprender la visión del terror que hay en Japón. Pienso que es un modo de excusar la pobreza de este cómic. Hay mangakas de terror como Junji Ito que, pese a sus tics, sigue contándonos historias originales y que dejan algún poso en el lector. Puede que en su época, La sonrisa del vampiro fuese loado como una obra que rompía tabúes, pero años después, solo es un cúmulo de escenas gráficas que poco aportan si no hay un trasfondo. Puro efectismo banal.
Llevo más de veinte años leyendo todo lo que caía en mis manos sobre el género vampírico y creo que este mito es capaz de sostener ideas más elaboradas que las que esgrime un Maruo que siento que pierde el tiempo en vez de contarnos algo realmente interesante. Quien busque en La sonrisa del vampiro un concepto del terror, a partir del vampiro, un poco más elevado deberá buscarlo en otra parte.
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