En 2014, Ana Lily Amirpour sorprendió con A girl walks home alone at night, una cinta sobre vampiros, pero también sobre la soledad. Fuente. |
El cine iraní fue inaugurado por la poeta y directora Forugh Farrojzad con una obra maestra del documental como es La casa es negra. La vida, pese a la muerte podría ser el lema de aquella cinta que recorría un poblado de leprosos, mientras veíamos su día a día y resonaban versos que llenaban de poesía la vida de estas personas marcadas por la enfermedad. Pocos países tienen el honor de tener una historia del cine que comienza con una obra maestra, firmada por una mujer y además, poeta. Esta influencia en el cine iraní a la hora de colmar las imágenes de lirismo y pintar el blanco y negro con historias extrañamente hipnóticas es una característica que ha ido volviéndose propia del séptimo arte de este país. La directora Ana Lily Amirpour toma estas características en su película A girl walks home alone at night (Una chica vuelve a casa sola de noche), una obra fílmica que bebe del elemento fantástico del vampirismo para hablarnos de algo tan humano como es la soledad.
La Chica encuentra al chico
A partir de una trabajada fotografía en blanco y negro, y un lenguaje cinematográfico que juega con la visión de los personajes y la composición, donde los silencios llegan a decir más que la música como ocurriese en el Nosferatu, el vampiro de la noche de Herzog, asistimos a una película con personajes rotos que malviven en una realidad donde las trizas de los sueños hacen que sangre y esa sangre es la que alimenta al vampirismo.
Arash es un joven que convive con su padre, adicto a las drogas, y se enfrenta al camello que ha convertido su vida en insoportable, mientras que la chica a la que ama le ignora y la vida parece ser solo una burla para él: no importa lo que trabaje, lo que se esfuerce o lo que quiera hacer, parece que solo es una rata que no puede escapar de la alcantarilla donde ha nacido, esa Ciudad Mala que ejemplifica todos los pecados de su pequeño mundo, de un microcosmo enfermizo.
Mientras, la Chica es un misterioso personaje que surge como una figura nocturna, con su velo, más tarde con un monopatín que la hace volar en la noche, y que hace tiempo que rechazó al ser humano, condenado a ser vil y decadente, igual que ella ha tenido que aceptar su propia oscuridad, la oscuridad del vampirismo.
Y, de pronto, estos dos marginados se cruzan durante la noche. Y su vida, o su muerte, cambia para siempre.
La fotografía de la película realza el tono lírico de A girl walks home alone at night. Fuente. |
Los hijos de la noche
El séptimo arte nunca ha hecho ascos al vampiro, un ser que atravesó las páginas para revivir en la gran pantalla. El cine de “quirópteros” ha vivido del blanco y negro desde que uno de los pioneros del cine como fue Murnau nos presentó aquella pesadilla que fue el hijo ilegítimo de Drácula: Nosferatu,una sinfonía de horror en 1922.
El hechizo de la noche había comenzado: los primeros noctívagos, pese a rehuir la luz del día, amaron la oscuridad de la sala cinematográfica y de ahí que los viésemos en el cine mudo y en los albores del sonoro con el Drácula de Bela Lugosi, pero ahí no se detuvo su vagar por el blanco y negro; como todo arte, su posmodernidad consiste, a veces, en revisitar las concepciones originales y darles un nuevo sentido, volvería a él muchas décadas después con la sordidez intelectual de La adicción de Ferrara (donde imperaba la drogadicción y el VIH como metáfora del vampirismo; que ya había surgido en otras cintas como The Lost Boys o Near Dark).
Las influencias continúan: A girl walks home alone at night no se olvida del amor condenado de El ansia de Tony Scott, de la desolación de Entrevista con el Vampiro o Byzantium de Neil Jordan o los vampiros modernos melómanos de Solo los amantes sobreviven de Jarmush, con sus vampiros vagan por el Detroit decadente y buscan volver a sentir algo tras una inmortalidad de hastío. E incluso así, su directora, Ana Lily Amirpour, le da toques propios con su maravillosa fotografía en blanco y negro: el al-amira convertido en capa de vampiro, Drácula como un mero disfraz, los pozos de petróleo robando la sangre negra de la tierra, los planos de spaghetti western... Contemplamos una película sobre vampiros que va más allá de la premisa para hablarnos de cómo la soledad, a veces, acaba juntando a los personajes más insólitos y dañados.
La modernidad a través del vampiro iraní es una de las claves de la película. Fuente. |
Vampiros para siempre
Si pienso en la película, siempre me viene a la cabeza lo mismo: hay una escena maravillosa en la película, donde el joven Arash está a merced de la Chica, la vampira que podría alimentarse de él. Y en ese instante, ambos se debaten entre lo que quieren ser y lo que deben ser, mientras suena la canción Death de White Lies.
A girl walks home alone at night es una cinta excepcional que se sostiene en una sola escena, pero donde no sobra ninguna otra, donde su hora y cuarenta se hace corta. A muchos nos gustaría perdernos en la oscuridad del blanco y negro de estos personajes que acaban aceptando sus defectos, su pasado, sus terrores, sus demonios y su destino. A veces, más vale transitar la negrura acompañado que hacerlo eternamente solo y, al final, es en esa poesía donde destaca el cine iraní y donde una directora como Ana Lily Amirpour reinventa al monstruo más fascinante que es el vampiro. Siempre lo ha sido y siempre lo será.
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