La insólita semilla del jardín de la fantasía

Las historias de fantasía pueden tener el origen más insólito. Descubre cuál en este post.

En la fantasía, vivimos en la época literaria del worldbuilding o la creación de mundos. Eso explica el triunfo de un prolífico autor como Brandon Sanderson. Pese a lo plana que pueda resultar su prosa y más allá de sus interesantes premisas, su creación de entornos "reales" con sistemas de magia complejos o su visión de la sociedad han encantado a todos aquellos que buscan nuevos mundos, incluidos aquellos aspirantes a novelistas que se ven enfrascados en la construcción de enormes mundos incluso antes de tener su historia. De poco importa que el propio Sanderson reconozca en sus clases de creación literaria que la historia es lo principal y el worldbuilding un elemento secundario (aunque importante). 

Mi resumen es que un buen argumento sin un gran worldbuilding puede dar pie a una gran historia, pero una historia con un gran worldbuilding, aunque sin argumento, nunca suele dar pie a una gran historia. Es como un fastuoso escenario que, por hermoso que sea, no alberga vida, no sucede nada interesante en él. Es diseño de interiores o exteriores, no literatura. 

No obstante, ahora mismo, los gurús literarios viven de pregonar la construcción del mundo como un elemento fantástico reciente e importantísimo (da un poco igual que fuese algo que ya hiciesen autores como J. R. R. Tolkien, Clark Ashton Smith, Robert E. Howard, Ursula K. Le Guin…). Lo interesante es explorar cómo un solo elemento, una semilla, puede dar pie a un jardín.

Tolkien creó sus obras a partir de su deseo de explicar sus idiomas ficticios. Fuente Pixabay.

Me resulta más interesante hablar ahora de una génesis contraria a lo que asumimos que es el proceso creativo corriente. El mundo de Tolkien nació como una forma de dar explicación al origen, las fragmentaciones y los cambios en las lenguas que inventaba; es decir, primero surgió el elemento lingüístico y, a partir de ahí, el literario. 

Del mismo modo, cuando Clive Barker creó sus libros sobre Abarat, partió de un sueño que intentó captar con sus pinturas y, más tarde, fueron esas pinturas y sus explicaciones las que dieron pie a sus novelas sobre ese archipiélago mágico. 

Son dos anécdotas interesantes sobre cómo surgen las ideas para las historias y cómo elementos secundarios de estas dan pie a sus historias. 

Preciosa ilustración que dio pie a Abarat. Se pueden ver más en la web del autor: http://www.clivebarker.info/artindex.html Fuente.

Pienso que obsesionarse en todo el worldbuilding por encima de la historia puede ser nocivo, pero, por otra parte, vemos cómo autores centrados en un aspecto del mosaico, da pie después a colosales historias, que pueden nacer de lenguas ficticias, dibujos y sueños o, incluso, de una escena. Por ejemplo, George R. R. Martin comenta que Juego de Tronos, el primer libro de Canción de hielo y fuego, nació a partir de la escena de los hermanos Stark y Jon Nieve encontrando a los huargos en el bosque. Era lo que deseaba escribir y, a partir de esa semilla, germinó todo ese jardín salvaje que es la obra de Martin; no es la primera vez que el estadounidense se compara con un jardinero a la hora de escribir: alguien que planta semillas que luego ve crecer sin planificar demasiado, solo esperando los resultados, los frutos de esas semillas. 

El hallazgo de los huargos fue el comienzo de Juego de Tronos. Fuente.

En otras ocasiones, a las lenguas, los dibujos y los sueños, y escenas particulares se les añaden vivencias que se cruzan con la ficción: Stephen King recordó los cuentos sobre los troles y seres similares que vivían bajo puentes cuando vio uno especialmente sombrío que se transformaría en aquel ser terrible que era Pennywise.

La ficción nos atrapa y los escritores, a su vez, deben atrapar las ideas como si fueran cazadores de mariposas. En ocasiones, lo irreal surge a nuestro alrededor y lo hace a partir de los aspectos más inesperados. Perdernos en modas como el worldbuilding sin ton ni son, podría matar nuestra historia, como defiende el propio Sanderson (aunque muchos no quieran entenderlo). Hay historias que surgen a partir de elementos secundarios, pero si llegan a nosotros es porque no se olvidan de contarnos algo importante.  

Y es así cómo Tolkien, Barker, Martin o King siguen fascinándonos: porque son capaces de hacer crecer exuberantes jardines a partir de semillas de las que surgirán otros mundos donde desearemos habitar. Es la ficción, es la magia real de la fantasía.

Pennywise dio lugar a It (Eso) y también a una cosmogonía sobre el horror. Fuente.

 

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