J. R. R. Tolkien, El Señor de los Anillos y Tenerife

 

El Teide, nuestro particular Monte del Destino. Fuente.

Leí El Señor de los Anillos en 2002, con unos once años de edad. Recuerdo que empecé a devorar La Comunidad del Anillo un jueves en una edición que acabó deshojada. Era agosto, pero recuerdo que aquel viernes se presentó nublado y lluvioso, mientras Gandalf le narraba a Frodo la historia del Anillo Único y el valiente hobbit decidía partir y cruzar los oscuros bosques que rodeaban la Comarca, acompañado de su fiel Sam y, más tarde, de Merry, Pippin y Gordo Bolger. Es una de las experiencias lectoras más mágicas que he conocido y, todavía hoy, casi veinte años después, la recuerdo como si fuese ayer. No lo cambiaría por nada.

Portada de Los mundos de Tolkien, obra que me ha llevado a escribir este post. Fuente.

Creo que ya he contado alguna vez que, junto a Star Wars y los cómics, me pasé mi adolescencia mirando al horizonte y esperando que Gandalf me propusiese alguna aventura. Recuerdo salir del instituto y caminar solo hasta casa y siempre miraba a mi alrededor, esperando que tras algún árbol o tras alguna montaña, emergiese la sombra de un dragón. Buscaba lo imposible para así poder escapar de mi aburrida vida de estudiante que buscaba libros de mitología en los recreos y que rehuía a gran parte de la gente.

Nunca he sido un escritor abanderado de su tierra. Poco de lo que he escrito podría decirse que transcurre en Tenerife. Ya he contado por aquí cómo me cuesta hacer que mis personajes deambulen por calles por donde yo he deambulado. Sí pueden deambular por las calles que recuerdo en mi memoria, pero no las que tienen nombres reales (y que, a menudo, desconozco). Sin embargo, Tenerife tiene algunos paisajes mágicos como los que rodean el Teide, que, durante años, fue mi visión del Monte del Destino de El Señor de los Anillos.

Sí, siempre he visto el Monte del Destino como algo cercano dado el origen volcánico de Tenerife, la isla donde vivo. Fuente.

Todo esto viene a cuento, porque he estado leyendo Los mundos de J. R. R. Tolkien: los lugares que inspiraron al escritor de John Garth y está siendo una auténtica delicia. Con la lectura de las novelas del profesor, he llegado a vagar por los misteriosos parajes de la Tierra Media con cada una de sus palabras. Donde algunos veían largas y aburridas descripciones, yo veía (y sentía) lo que el escritor me narraba con brillantez. Este libro, como su subtítulo indica, trata de los lugares reales que inspiraron al creador para concebir su mundo. Más allá de rumores, se centra en las cartas escritas por Tolkien, sus biografías y los estudios de prestigiosos investigadores de la obra del auténtico Señor de los Anillos.

Mientras leía, me topé con algo muy curioso: un mapa de Tenerife con la siguiente nota a pie:

«En el primer esbozo argumental de la Tierra Media aparece una isla montañosa parecida a Tenerife, un punto de referencia en el viaje marítimo de la propia infancia de Tolkien».

Me quedé anonadado con esta revelación que se cruzó ante mí. En esa parte del libro de Garth se habla del esbozo de la llamada Isla Solitaria, que también puede remitir a Madeira. A continuación, se alude a San Brandán, quien encontró una mítica isla errante en el lomo de una ballena y que fue el germen de San Borondón, la isla que nunca existió.

La Tierra Media está llena de parajes únicos, ¿Tenerife influyó en sus primeros pasos? Fuente.

Era la primera vez que leía una referencia a Canarias en la obra de Tolkien. Pese a que el profesor nació en Sudáfrica, pasó toda su vida en Inglaterra, salvando algunos breves viajes o su época en la Primera Guerra Mundial (que lo marcó profundamente). Como todo inglés, imagino que alguna referencia a Canarias habría en su vida, ya que gran parte del turismo de estas islas proviene de Inglaterra o Alemania. No hay constancia de que Tolkien pisase estas islas, pero siendo un amante de la mitología (aunque no especialmente de la grecolatina), puede que encontrase alusiones a la Atlántida, el Jardín de las Hespérides y otras alusiones que algunos han señalado que son formas míticas de hablar de Canarias.

No lo sé, gran parte de todo esto lo envuelve la niebla del misterio, pero, aunque sea una mera nota, me alegró pensar que quizá no anduviese tan desencaminado buscando dragones a mi alrededor (creo que un lector nunca está desencaminado cuando busca la magia a su alrededor). Quizá ahora, cada vez que vea el Teide piense en el Monte del Destino, cuando vea el Bosque de la Esperanza recuerde los bosques que cruzan Frodo y compañía, cuando vea el atardecer en el mar evoque los Puertos Grises… y es que Tolkien nunca nos abandona, su mundo es nuestro mundo y debemos dar gracias porque sea un mundo mágico. Solo hay que saber mirar… y leer, sin olvidar lo más profunda de la isla de nuestra alma.

El Anillo Único, elemento de poder de la obra de Tolkien, es ya todo un símbolo de la literatura fantástica, auspiciada por la Tierra Media y sus paisajes. Fuente.

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