Ilustración de La biblioteca secreta de Kat Menschik que acompaña a este relato largo de Haruki Murakami. Fuente. |
“El peligro de los laberintos radica en que, hasta que no avanzas un buen trecho, no sabes si has elegido o no el camino correcto. Y cuando llegas al final y te das cuenta de que te has equivocado, ya suele ser demasiado tarde para retroceder”.
Hay escritores que
rehuyen los sueños por su aura de maravilla mientras se sueñan y su
halo de ridículo mientras se escriben. Sin embargo, también existe
un autor como Haruki Murakami, que es capaz de recrear la
atmósfera de un delirio de Morfeo, a través de su literatura, de un
modo perfecto, embriagador y fascinante. Un relato largo como lo
es La biblioteca secreta puede ser el perfecto ejemplo
y más si es acompañado de las hermosas ilustraciones de Kat
Menschik.
La biblioteca
secreta cuenta la historia de un niño que pide unos libros
en una extraña biblioteca a cuyas profundidades debe descender hasta
que, sin desearlo, se convierte en prisionero de un perturbador
anciano. Dos personajes misteriosos, la chica muda y el hombre-oveja,
se cruzarán en su lectura obligatoria de tres ejemplares que
endurecerán sus sesos antes de ser sorbidos por el viejo.
Como pueden ver, esta
truculenta trama que para algunos puede resultar ridícula, para
otros se nos convierte en una clara muestra de un sueño con
formato de libro. A través de la sucesión de hechos y capítulos,
el lector se siente como si él también estuviese soñando esta
pesadilla sobre libros, castigos, deseos, muertes y laberintos. Todas
las interpretaciones se antojan posibles, ya que Murakami no tiene
por qué dar explicaciones y eso se agradece. Llegados a cierto
punto, el lector no está leyendo el libro, sino que siente que está
transitando un sueño o, incluso, por qué no decirlo, soñándolo.
Esto no es sencillo. No es fácil que en apenas sesenta página
sientas miedo, maravilla, tristeza o alegría. Ni tampoco que una
obra así te dejé al final tantos posos de pensamiento y meditación.
Al igual que todas las
tramas oníricas, llevados por el estilo freudiano, podemos
encontrar diferentes interpretaciones: podemos ver al anciano como la
muerte o el conocimiento, al laberinto como la vida (pruebe, en la
cita del inicio de este comentario, a cambiar “laberintos” por
“vidas”), a la chica como el deseo y la pérdida, al hombre-oveja
como aquel que se doblega con facilidad... Pero lejos de estas
visiones alegóricas sobre esta obra de Murakami, lo principal es
cómo el autor encadena los sucesos, gracias a un estilo donde la
metáfora juega un papel más que fundamental, incluso cuando realiza
las más arriesgadas: “la noche de luna nueva se aproximaba,
secreta y sigilosa, como un delfín ciego” o “la luna parecida a
una cuchilla de afeitar arrojaba unos rayos de luz enigmáticos como
un conjuro sobre la piel suave de la joven”. En estos tiempos donde
muchos escritores toman metáforas simplistas o ya quemadas, es
llamativo ver cómo Murakami continúa experimentando en torno a
tópicos y figuras clásicas. Como juntaletras, un servidor
llevaba tiempo hambriento de este tipo de fórmulas, aunque ojalá fuese algún día capaz de leer en japonés para comprender la búsqueda del ritmo que Murakami reconoce que le da a sus textos en su lengua nativa y que imagino que la traducción no puede llevar a cabo (recordemos que traducir, para muchos, es traicionar).
A todo lo anterior, se
suma el trabajo de Menschik con dibujos que encajan
perfectamente con la trama, sobre todo cuando toman más del
simbolismo de Murakami. Esto hace que la edición de Libros
del Zorro Rojo sea más que recomendable para los lectores.
En definitiva, La
biblioteca secreta es una pequeña obra llena de
interpretaciones (para el que las busque), con unas ilustraciones
maravillosas, pero, sobre todo, con una atmósfera onírica
fascinante para el lector. Pocas veces, no obstante, se puede
imprimir un sueño.
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