Crítica de "Afterschool", la cámara te devuelve la mirada

Las apariencias juegan un importante papel en la dura Afterschool, una película recomendada para el público que quiere ver más allá de la realidad... Fuente.
"Todos les dimos las drogas ese día".
Escalofriante, austera, dura, realista, oscura, incómoda… Muchos adjetivos se pueden aplicar a la hora de definir una película tan complicada como Afterschool y todos ellos son acertados. 

La obra de Antonio Campos comienza con una serie de vídeos: un bebé riendo, una caída de una bicicleta, la ejecución de un dictador, la vejación en una filmación pornográfica… La risa, el llanto, la crueldad, el sexo y la violencia: todos esos momentos y sentimientos mezclados a través de la pantalla de un ordenador y la lente de una cámara

Robert, un adolescente de una elitista academia, observa la vida desde esa aura irreal y perturbadora; incluso su existencia parece contagiarse de esos aspectos: soporta a los matones, intenta superar sus problemas, se enamora de una chica, aguanta a un compañero de habitación que hace de camello… Y, mientras todo eso ocurre, su obsesión sigue creciendo cuando en sus manos cae una cámara como parte de un taller cinematográfico de la escuela. 

En un momento en el que rueda en los pasillos, acaba encontrándose con algo que quebrará su mente: las populares gemelas Talbot mueren de una sobredosis. Para superar la experiencia, como parte de su terapia, Robert es el encargado de crearles un vídeo homenaje. 


La trama parece sencilla, pero el director es hábil a la hora de concebir una atmósfera agobiante, un sentimiento de impotencia en el espectador, que no es nada más que otro voyeur, como el propio Robert, que desea seguir adelante a la vez que todo se desmorona, fruto de la falsedad y la ausencia de comunicación. 

Si bien Antonio Campos puede llegar a abusar del desenfoque o los personajes fuera de campo (siguiendo la estética de las grabaciones de alguien como Robert), se palpa en toda la segunda mitad del film una tensión que concluye de una forma que deja al espectador reflexionando sobre todo lo que ha visto, un espejo de este presente tecnológico donde todo queda grabado para el deleite del que desee presenciarlo una y otra vez (recordando incluso a la distópica serie Black Mirror). 

Afterschool no es una cinta cinematográfica para todo el público, solo para el que desee internarse en un viaje oscuro a lo que parece normal en nuestro día a día y realmente apesta. Cuando alguien nos graba o nos hace una foto, todos intentamos poner buena cara, ocultando lo que realmente pensamos, lo que realmente somos… Afterschool gira en torno a la hipocresía captada por la frialdad de una cámara. Para empezar, el internado es el primero que pretende mantener una imagen de normalidad, ocultando el tema de la sobredosis, apoyando los discursos banales y los vídeos prefabricados para causar pena; no se preocupa realmente porque vuelva a ocurrir algo de lo que ya estaban advertidos desde el principio; lo importante es enterrar esa dolorosa verdad. Lo mismo ocurre con unos estudiantes de aspecto normal, que pronto demuestran ser unos desgraciados como el “amigo” de Robert o unos manipuladores como la chica que pronto se convierte en una muestra más de ese microcosmos de una sociedad en la que todo se graba. Apariencias vacuas que, finalmente y de manera sobrecogedora, también sostiene el protagonista, del que siempre sospechamos y, a veces, nos apiadamos. 

El film es el proceso por el que Robert acaba aceptando una verdad y es que si se puede manipular la realidad con un vídeo, ¿por qué no manipularla sin más mientras la vive? Sin duda el guion acierta en todo esto por la dirección y por un reparto creíble, sobre todo un magnífico Ezra Miller, una joven promesa que después de esta película de 2008 despuntaría con la durísima Tenemos que hablar de Kevin y la nostálgica Las ventajas de ser un marginado

Afterschool sorprende al espectador con una capacidad para conmover insospechada en una obra que aparenta ser pequeña y fría. Aceptamos que Robert ha mirado a través de la cámara y finalmente nos mira a nosotros. Ahora nos toca elegir, ya sea después de clase o después de la película. ¿Quiénes queremos ser o aparentar ser? Sonríanos, tal vez nos estén grabando.

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