Laura, la dolida protagonista de El orfanato. Fuente. |
"No se trata de ver para creer, se trata de ver para creer".
Vi El orfanato el día de su estreno hace ya diez años y recuerdo la experiencia como algo grato. Tenía dieciséis años y, en ese momento, una película de terror puede significar más de lo que realmente es. Hace un tiempo, volví a verla y, pese a que ya las costuras son evidentes y se ve "toda la trampa" (por así llamarla), me sigue pareciendo una película interesante de fantasmas, no solo por el "final feliz" y el halo de cuento que la acompaña, sino por algunos momentos muy logrados, como la metáfora que se hace con Peter Pan, la escena de la médium, el origen de la "tragedia"...
El orfanato cuenta la historia de una familia que se traslada a un caserón que en el pasado fue el orfanato donde se crió la esposa, Laura. Allí han decidido crear una residencia para niños con necesidades especiales y Laura y Carlos (el matrimonio) se disponen a cuidar de su hijo adoptado y enfermo Simón, que siempre está inventando amigos invisibles. Poco después de una visita inoportuna, los niños fantasmales comienzan a reclamar a Simón y la madre comenzará la búsqueda del pequeño en un viaje siniestro hacia sí misma.
Fantasmas y pérdidas
Juan Antonio Bayona debutó en la gran pantalla con todo el apoyo que las productoras partícipes vieron oportuno, con una de esas campañas de machaque en la cadena de televisión que contribuyó a ella y obteniendo numerosos premios que hicieron que más tarde el director realizase Lo imposible, Un monstruo viene a verme y la futura secuela de Parque jurásico. En este film, Bayona logró algunas escenas interesantes para una trama que sorprende la primera vez por su halo de cuento. No obstante, las críticas porque el film es español ya están ahí y todos sabemos cómo se trata aquí al éxito ajeno.
La infancia y la muerte o los fantasmas son siempre temas atractivos para los creadores y, a lo largo de la historia del cine, encontramos muchas muestras de todo esto, desde Una vuelta de tuerca y sus adaptaciones hasta obras más modernas como Poltergeist, El resplandor o El sexto sentido, entre muchísimas otras que mezclan la niñez con lo fantasmagórico. Otro caso sería El espinazo del diablo, film del productor de El orfanato: Guillermo del Toro.
Tomás, el heredero del Hombre Elefante, que aparece en la película. Fuente. |
Por otra parte, el film se mueve por terrenos más complicados como las enfermedades, los orfanatos del pasado, las perdidas y ese mar de temas que conectan con cada uno de los espectadores hasta que los sustos, algunos muy conseguidos, son lo de menos. Los problemas llegan al buscar dobles lecturas y la justificación real sobre la fantástica.
¿Resiste la película un análisis sesudo? Puede, pero hay puntos siempre discutibles: ¿cómo logró la anciana Benigna los informes de Simón? ¿Realmente nadie pudo buscar en la casa incluso en sus recovecos más secretos? ¿A Carlos no se le ocurrió quedarse con su mujer pese a lo que ella le pidiese? ¿Un boca a boca para un personaje con el cual se han pasado los chicos de FX? Preguntas o cuestiones que algunos aprovechan para ir a machete contra un film que fue el debut de su director (tampoco es ser permisivo, es comprender que casi ninguna obra es en sí perfecta).
Muy destacable, por otro lado, el reparto, sobre todo, las interpretaciones de Belén Rueda como la sufrida madre y la siempre estupenda Geraldine Chaplin como la médium, las cuales logran que sus papeles rescaten el film incluso al adentrarse en elementos ya comunes del género.
Centrándonos en otros elementos técnicos, la ambientación logra sus objetivos, incluso cuando son más visibles sus hilos (la escena de la caída en la bañera, algunos efectos de lluvia...), y esta es apoyada en la música de Fernando Velázquez.
El orfanato es un cuento de hadas convertido en una historia de fantasmas sobre la infancia, la muerte y la búsqueda de los seres queridos; puede que imperfecto, pero no por ello, menos disfrutable.
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