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Cada noche, embriagando mis sueños y amargando mis días, endulzando mi conciencia y machacando mi vida. ¿Crees que esto es bueno para mí?
Venga ya, tú y yo lo sabemos.
El odio sólo te permite seguir atándome.
Me paso las horas pegado a una vieja petaca. El whisky sabe bien a todas horas.
No es tan agridulce como mis fantasías sobre lo que pude ser.
Algún día, me dará el suficiente valor para marcharme muy, muy lejos. No sé si me iré a otra parte o me suicidaré, quizás la segunda incluye la primera. Me importa un comino.
Saboreo el aire en cada momento para saber que cuando te diga lo que te voy a decir. Será el final de muchísimas cosas. No sé si me saldrá, no sé si podré soltarlo, no sé si me dejaré hacerlo…
Pero tengo que hacerlo.
Me entra la risa floja cuando la veo.
No puedo contenerme, soy como un niño estúpido que se parte de la risa cuando escribe guarradas en un maldito ordenador.
Soy peor incluso.
Ella casi ni se da cuenta.
Entonces, escupo:
–¿Sabes qué? Me he cansado de aguantarte. Me has hecho tantas cosas que ahora soy una basura, ¿sabes? Mamá, me voy de casa.
Y todo se viene abajo cuando ella susurra:
—¿Has dicho algo, hijo?
Y yo respondo:
—Nada, madre, nada.
Sólo ha sido una pequeña muerte.
Me pasaré la tarde soñando con otra vida y mañana por la mañana volveré a ser feliz.
Me pregunto si me queda de esa agua con azúcar que llamo “whisky”. Espero que quede, quizás me ayude a soportar esto.
Creo que todos nos hemos preguntado alguna vez si seríamos capaces de vivir una vida diferente, aunque no todos somos tan valientes como para intentar vivirla.
ResponderEliminarGenial el relato, sigue así.
Siempre pensé que podíamos pensar en vivir otra vida y echarnos para atrás por cobardía, por no perder lo que tenemos, pero si de algo me he dado cuenta últimamente es que hay que vivir tu vida, no la vida de otro o la vida que quieren que vivas.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por los ánimos y tu comentario. Un saludo =)