El rodaje de El Padrino fue una guerra solo superada por la que viviría su director con Apocalypse Now. Uno de los enfrentamientos entre los productores y el creador tuvo que ver con la petición de los productores para que se eliminase todo el segmento de Sicilia. Francis Ford Coppola se negó. Paramount, para ahorrar, decidió entonces que se rodaría en Estados Unidos. Nuevamente, Coppola se negó. La gente que daba la pasta no entendía por qué era tan importante esa parte de la novela de Mario Puzo y del guion que firmaron el autor original y el director. Por eso, ellos eran productores, no artistas como Puzo o Coppola.
Italia en El Padrino
Pero ¿por qué era tan importante este segmento de la historia? Puzo y Coppola veían toda la parte de Sicilia como la última oportunidad para Michael Corleone de empezar una vida nueva, de escapar de los horrores de Estados Unidos, de negar el legado de la familia, amar a alguien, tener un hijo…, sin embargo, será la pérdida de todo eso lo que marque la caída de Michael y lo afiance como el Lucifer de la historia. ¿Cómo iba a eliminarse esta parte? Sin ella, Michael no sería más que el hijo vengador habitual de los filmes de acción. Incluyendo esa parte, era mucho más.
Hay muchos amantes de El Padrino que adoramos esta parte de la película. Los que no, no tienen ni idea. Muestra un costumbrismo, una luz (metafórica y literal), que pronto se verá diezmada por la oscuridad del barroquismo de la fotografía del gran Gordon Willis, que acerca el metraje a una pintura de Caravaggio.
Italia en Los Soprano
Durante las seis temporadas de Los Soprano, la serie creada por David Chase habla no solo sobre la mafia, sino sobre el eterno enfrentamiento generacional. Este es un concepto tan antiguo como el mundo mismo. Igual que Zeus se enfrentó a Cronos, Tony se enfrenta a su tío Junior. Pero más allá de la tragedia de la familia (en todas sus vertientes), está la tragedia de sentirse fuera de su tiempo…, pero también de su lugar. ¿Hay algo más universal que eso?
Italia se convierte en un símbolo en El Padrino y en Los Soprano, pero ¿cómo cambia la visión de esta en ambas? Share on XIgual que El Padrino II nos hace vivir la inmigración italiana a Estados Unidos (en busca de una vida nueva; Michael hará justamente lo contrario), Los Soprano indaga en el desarraigo de las siguientes generaciones. Sus personajes ven El Padrino como una joya, como un espejo donde admirarse. Han creado su pasado en torno a la ficción, pero ¿no todos lo hacemos? Más allá de los países con sus himnos, su historia o sus poemas épicas, ¿no son nuestros recuerdos meras historias?
La mafia y El Padrino
En la recomendable miniserie The Offer se relata bien la ironía del destino. Basándose en las memorias del productor de El Padrino, Al Ruddy, sabemos cómo la auténtica mafia se involucró en la película; al principio, para cargársela.
Joe Colombo y su Liga italoamericana por los derechos civiles sostenían que tanto la novela como la película harían que creciesen los estereotipos negativos hacia la comunidad italoamericana.
Lo que algunos sospechaban es que la liga de Colombo era una cortina de humo… de la propia mafia.
El propio Colombo era miembro de las cinco familias de Nueva York. Aunque decía que se dedicaba al negocio de las funerarias (y el público de los programas televisivos a los que iba se partía de risa con ello), Colombo se había lucrado de las más diversas maneras. Y una petición de Sinatra para liquidar la película no podía ser ignorada por Colombo, quien deseaba ganarse un nombre entre los miembros de la familia.
Los pactos
No fue hasta que Al Ruddy aceptó a reunirse con él y le ofreció el guion de El Padrino para que lo leyera, cuando Colombo cedió. Solo leyó una página. No entendía todo el lenguaje técnico del libro y solo exigió que se eliminase cualquier mención a la palabra «mafia». Ruddy aceptó. No obstante, solo se nombraba la palabra una vez.
Colombo y su liga acabaría contribuyendo a la película (ya fuese consiguiendo empleo para sus chicos o «ayudando» durante la producción). No llegó a disfrutar de ella, no porque no le gustase, sino porque no la pudo ver. El Padrino se estrenó en 1972, Joe Colombo sufrió un atentado contra su vida en pleno mitin de su Liga en 1971 (vinculado, por supuesto, a la mafia). Estuvo siete años en coma hasta que, finalmente, falleció.
El destino de Colombo y T
Paradójicamente, tanto en la ficción como en la realidad de la miniserie y de Los Soprano, los mafiosos admiran a Vito Corleone, no por los crímenes, sino por su defensa de la familia, la comida y otros valores. Los miembros de las diferentes familias se vieron… identificados por primera vez, lejos de los estereotipos de las películas de gángster hasta el momento.
Como dato curioso, en su libro, Crónicas de la mafia, Íñigo Domínguez señala que en muchas redadas a miembros de la Cosa Nostra, la policía acaba encontrando, entre las pertenencias, algún DVD de El Padrino. Y no es de extrañar que esto quede patente también en Los Soprano.
Ya sea con las imitaciones de Silvio o los intentos de Christopher de escribir su guion (aunque este seguramente esté más cercano a los Goodfellas -Uno de los nuestros- de Scorsese y su visión oscura sobre el mundo del crimen organizado), El Padrino aparece una y otra vez en la Nueva Jersey creada por David Chase.
Commendatori
Justamente el capítulo cuarto de la segunda temporada, Commendatori, comienza con los amigos de Tony intentando ver El Padrino… pero es una edición pirata. Y no la consiguen ver. Tampoco les importa demasiado, ya la han visto muchas veces. Es más, seguro que la ven en su cabeza cada vez que se miran a un espejo o llevan a cabo uno de sus negocios.
Cuando le preguntan al personaje encarnado por James Gandolfini cuál es su momento favorito del film de Coppola, contesta que la parte de Sicilia. No es baladí. Como ya vimos en la primera temporada (con ilusiones varias), Tony ve la posibilidad de ir a Italia como un regreso a su raíces, el hallazgo de aquello que nunca ha poseído, la búsqueda de un misticismo que lo una a la tragedia de los Corleone… Y eso hará en ese episodio.
Sin embargo, no hallará lo que esperaba. La vida nunca da lo que uno desea. Aquello con lo que se topará de bruces es, en cambio, la realidad. Vemos una Italia de comienzos del siglo XXI, que mezcla lo divino con lo humano, donde nadie parece dispuesto a demostrar la jovialidad de otro tiempo. Y no es de extrañar, es una Italia marcada por la guerra de la mafia de los años ’90. También, en la ficción, es donde se vive el auge de una nueva lideresa, Annalisa Zucca, quien comienza siendo una especie de trasunto de la belleza de Claudia Cardinale o Sofía Loren para ser una madre, luego una despiadada mafiosa o, incluso, una sibila. También dará tiempo para la destrucción de Christopher mediante las drogas. O la decepción de Paulie (que solo tiene algo similar a una conversación con una prostituta que no ve la hora de irse). Sin olvidar lo más importante, la destrucción de cualquier sueño que Tony pudiera tener. Al final, lo más importante, son los negocios.
El destino
Podría seguir encontrando paralelismos e ideas interesantes en lo que parece un episodio baladí de Los Soprano, pero es lo que tiene ser una obra maestra (como bien dice Adrián Massanet en su canon de las series): es inagotable, tiene trasfondos infinitos y siempre estará ahí para el espectador e incluso para aspirante a escritor que se pregunte: ¿cómo lo logró Chase? Pero la respuesta, me temo, es parte de la alquimia.
Si en El Padrino, Italia representa una oportunidad de comenzar de nuevo lejos de la oscuridad del Nuevo mundo; en Los Soprano, lo que Tony y compañía encontrarán será el fin de una fantasía. Y, en el fondo, Los Soprano trata, aparte de sobre el desarraigo, la familia o la poder, sobre la muerte de todo aquello que amamos… incluso lo que nunca existió.
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