«Adiós al destino».
Final Fantasy XVI ha sido un videojuego que ha dividido al fandom. Se esperaba mucho de esta entrega de la franquicia y la propia Square Enix ha intentado salvarse con este buque insignia cuyo tren del hype llevaba en marcha desde hacía meses o incluso años.
En junio pudimos disfrutarlo y las primeras críticas se mostraron, cuanto menos, tibias. Algunos aficionados se sintieron defraudados, ya fuese con el juego o con el mundo de las reseñas. Y es que hoy parece que no se puede tener una opinión con pros y contras, sino que todo tiene que estar polarizado.
En mi caso, una vez terminado el juego, puedo decir que a Final Fantasy XVI le puedo perdonar muchísimas cosas, pero precisamente, por tener que perdonarle cosas, no es perfecto. ¿Lo peor? Que podría haberlo sido, porque dentro de sus problemas, hay muchos aspectos buenos, notables o incluso sobresalientes.
Un gran juego hundido
El videojuego Final Fantasy XVI y la novela El temor de un hombre sabio de Patrick Rothfuss comparten un elemento en común, más allá de su amor por el género fantástico: ambas obras hubieran sido más, con menos.
Si en su día, cuando repasé la segunda entrega de El nombre del viento, comenté que en sus 1800 páginas había una gran novela escondida entre un montón de partes que consideré que sobraban y que fácilmente podrían haberse eliminado, lo mismo ocurre con la última entrega de la franquicia de Square Enix.
La necesidad de alargar
Habitualmente, en el mundo de los videojuegos, se piden (o se dan) DLC’s que expanden la historia con alguna nueva misión. Yo pediría un DLC para FFXVI no para agregar, sino para quitar algunas misiones secundarias y algunas decisiones tomadas simplemente para alargar una historia que hubiese sido perfecta de no haberse dedicado en su nudo a dar vueltas sin más.
Una lástima que el mundo de los videojuegos se resuma actualmente en intentar llegar a un descomunal número de horas, aunque la historia no lo necesite. Videojuegos como The Witcher 3 han sido malinterpretados. No es el número de horas lo que hace un gran juego, sino la calidad de lo que se está contando y cómo.
Desgraciadamente, de este modo, muchas misiones redundantes o, simplemente anodinas, hacen que Final Fantasy XVI naufrague no por lo que le falta, sino por lo que sobra.
Crítica de Final Fantasy XVI: todo lo que pudo ser y no pudo por culpa de las modas del RPG actual. Share on XDecisiones cuestionables
Square Enix, después de la tibia recepción de sus últimos videojuegos, se la jugaba con esta nueva entrega de su franquicia más querida. Esto ha hecho que hayan intentado probar un montón de ideas nuevas, desde un combate que se aleja del típico enfrentamiento por turnos para acomodarse a los gustos actuales hasta eliminar los rompecabezas.
A su vez, el nivel de muchos de los enemigos es lo más sencillo posible (y lo más espectacular) con tal de que el público se lo acabe y pueda hablar bien de él, desplegando una primera mitad excelente. Una estrategia cuanto menos interesante.
Problemas
Sin embargo, por el camino, muchas de las decisiones tomadas se antojan no ya de Playstation 4, sino incluso de su anterior generación, con misiones bastante estúpidas que se cargan las que sí merecen la pena (cuando llevas tres misiones malas encadenadas, dejas todas las secundarias) o incluso temas gráficos (ese Clive capaz de guardarse tablones de madera en los bolsillos).
Una lástima que no se cuidase más esto cuando es claramente un videojuego de una nueva generación que ha puesto toda la carne en el asador en el formato visual (muchas veces espectacular) y en la trama principal (pese a sus problemas).
La historia de Clive Rosfield
En el mundo de Valisthea existen diferentes reinos que se disputan la magia que nace de una serie de descomunales cristales. Sin embargo, el avance de las tierras estigias lleva a que los diferentes países se enfrenten con tal de salvarse y seguir poseyendo la magia. Dentro de este mundo, hay seres conocidos como los dominantes, capaces de conectar con los eikon, invocaciones de seres de inconmensurable poder.
En medio de esa contienda, seguimos la historia del joven Clive Rosfield desde su adolescencia hasta su madurez. Como miembro del Gran Ducado de Rosalia, Clive protege a su hermano pequeño Joshua, heredero del eikon del fénix, pero una traición llevará a que su mundo se suma en las tinieblas y Clive deba, tras una larga odisea, emprender un viaje para salvar su legado y el destino de la propia Valisthea.
Un canto a la fantasía
Lo que sí destaco es que este Final Fantasy XVI es una oda al género fantástico. Como comenté en un pequeño hilo de Twitter, tenemos guiños a El Señor de los Anillos, la obra de Brandon Sanderson, Geralt de Rivia, Canción de Hielo y Fuego… y docenas de historias más. A lo que se agrega una construcción del mundo sobresaliente, muy ligada al uso de la magia, los cristales y los eikon que nos han acompañado desde mucho en Final Fantasy.
Y, ante todo, hay grandes personajes con matices, como Clive, Jill, Cid, Barnabas, Dion, Hugo y tantos otros que se alejan del carácter más jovial de la saga para impregnarse de cierto carácter grimdark que rompe con otras historias de la saga.
Puedo decir que me ha gustado tanto el lore de Final Fantasy XVI que me he dedicado a ir constantemente a Harpócrates, el sabio que te desvela misterios sobre su mundo. Y eso que soy de los que no aprecia demasiado las labores de arqueología que otros juegos, como Elden Ring, te obligan a llevar a cabo si quieres descubrir su «historia».
Arte y música
Como seguidor del género fantástico, he disfrutado muchísimo con el arte conceptual de esta entrega de Final Fantasy, aparte de por ir pillando guiños de dentro y fuera de la franquicia.
Se percibe todo el mimo que se ha puesto en esta parte del videojuego y logra, en muchos aspectos, ser tan espectacular como cabría ser para una historia de PS5 (donde precisamente God of War: Ragnarok cojee al ser intergeneracional).
Además, de los espectacular combates, los grandes reinos (aunque no sea mundo abierto… y menos mal) y sus carismáticos personajes, podemos agregar escenas que dejan boquiabierto al espectador y otras que sorprenden por lo conmovedoras que pueden llegar a ser.
Y aparte de con el aspecto visual, debo reconocer que me quedo también con la música que, como viene siendo habitual, me parece espectacular y, como escritor de fantasía, utilizaré en más de una ocasión para escribir mis historias.
El legado de Final Fantasy XVI
Su mensaje, al final, es que cada uno de nosotros debe enfrentarse al destino y decidir que no existe. Personajes como el dios de Valisthea han querido gobernar a partir de los designios de los hados, pero personajes como Clive se rebelan y deciden que será su voluntad la que marque el devenir de sus vidas.
A lo que se agrega como su poder puede convertirse en un esclavo de tu don y llevar a cabo atroces acciones. En este aspecto, Ultima, aunque juegue con ideas ya manidas en la franquicia, me gusta porque me recuerda al Alto Creador de Guardianes de la Galaxia 3: un tipo incapaz de aceptar la imperfección de su mundo y que decidí destruirlo todo para empezar de cero.
Por eso me quedo con todo el trasfondo que alimenta la historia (ya sea con metáforas visuales como la prisión final o lo que supone transformarse en Ifrit o cualquiera de los Eikon o enfrentarse a la sombra, como en las ideas de Jung o… Kingdom Hearts). Cuando Final Fantasy XVI es una trama política a lo Juego de Tronos, lo hace bien. Al ser una historia de superación como El Archivo de las Tormentas, también. Cuando es más Final Fantasy, también, por supuesto. Y así con el carácter multifacético de esta entrega.
Conclusiones
Si dividiéramos Final Fantasy XVI en tres partes, íbamos a tener dos excelentes que se ven lastradas justamente por el nudo, que llega a ser desquiciante. Con menos, hubiera sido más. Y es una lástima, porque aunque consigue que sintamos que hemos atravesado una gran odisea cuando llegamos a su interminable final, también deja con una sensación agridulce, de todo lo que pudo ser y, al final, puede que el propio mercado del videojuego y sus necesidades no le ha dejado.
Por eso, aunque he disfrutado bastante de FFXVI, puedo entender muchas de sus críticas, aunque haya cierta visión negativa que no comparta al cien por cien. Pienso que estamos ante un buen juego, aunque no logra ser la obra maestra que podría haber sido y sé que podría, porque en su interior, debajo de todo ese caos y cierta pereza, hay ambición y muchas posibilidades.
Por suerte, espero que con el tiempo, cuando los días pasen y la magia se recobre, la sensación que me quede es la misma que con la escena tras los créditos: que en Final Fantasy XVI, como en El temor de un hombre sabio, hubo una gran historia, aunque fuese lastrada en muchas ocasiones por la nada. Al fin y al cabo, la nostalgia es capaz de arreglarlo todo. Incluso la fantasía.
«Cuando una historia termina, otra historia empieza…».
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